Por: Israel Ruiz Arreola (@wacholicious)
Las sociedades modernas parecen encaminarse ineludiblemente a un fin común: el aislamiento del hombre en su propio individualismo. Los muros internos que construimos para permanecer seguros del exterior son muchas veces más recios y fuertes que los hechos con ladrillo y concreto. La intrusión de lo desconocido a la vida privada de las personas supone un peligro a su seguridad social y estabilidad personal. En El hombre de al lado, Mariano Cohn y Gastón Duprat retoman su ácido sentido del humor plasmado en sus dos trabajos anteriores, el documental Yo Presidente (2006) y la comedia El artista (2008), para realizar una radiografía de las relaciones sociales en la actualidad.
Leonardo es un fino y reconocido diseñador industrial que tiene una vida acomodada con una esposa pretenciosa y una hija que prefiere ignorarlo. Su rutina se ve alterada cuando conoce a Víctor, su tosco y brusco vecino, quien decide hacer una ventana frente a la casa de Leonardo sin su consentimiento. A partir de este incidente los dos personajes se verán envueltos en un conflicto que los llevará a relacionarse involuntariamente y a conocer más de cerca la vida de del otro. El pretexto bajo el que se justifica Víctor para abrir un boquete en su pared es el de “atrapar unos rayitos de sol”, razonamiento que sorprende por la simplicidad de su lógica. Sin embargo, Leonardo, presuntuoso y engreído, ve en la construcción de la venta una amenaza en contra de su intimidad. Su derecho a la vida privada está por encima del derecho a la libre disposición del espacio por parte de sus semejantes.
A medida que transcurre la historia, somos testigos de la transformación que atraviesa Leonardo. El encuentro con un individuo tan opuesto le inspira inquietud y frustración. El temor por saberse observado, susceptible a las miradas indiscretas y a una realidad ajena a la suya, provoca que él mismo se ponga bajo la lupa. Situación que quiere evitar a como dé lugar, tal vez por el desasosiego que le inspira reconocerse a sí mismo. Con tomas cerradas y sobrios encuadres -la fotografía corre a cargo de los propios directores- la cámara acompaña al protagonista en su rutina registrando su experiencia frente a la incómoda presencia de un extraño en su vida.
Un punto y aparte merece el escenario donde se desenvuelve la trama. El hogar y refugio de Leonardo es la famosa casa Curutchet, la única en América Latina diseñada por el reconocido arquitecto suizo, Le Corbusier, uno de los más celebres exponentes del movimiento moderno en la arquitectura del siglo XX. La edificación juega un papel clave en el comportamiento de los individuos. Así, escaleras, columnas, ventanas, paredes, objetos y hasta la propia fachada sirven de barrera ocultando parcialmente los personajes a los ojos del espectador.
Sencillo en apariencia, el guión encierra un fenómeno social que si bien se desarrolla en la ciudad de La Plata, Argentina, no deja de estar presente en diversas latitudes del mundo. El inesperado desenlace reafirma el estado de ensimismamiento que Leonardo está empecinado en defender. No hay conciliaciones ni hay cambio de mentalidades. El silencio impera y sólo el necio deseo de mantener la perpetuidad individual es lo que impulsa al protagonista a mantenerse rígido como un muro, sin detenerse a pensar que, tal vez, ese peligroso desconocido del que tanto rehúye, no es otro sino él mismo.
El hombre de al lado, estrenada en la pasada 53 Muestra Internacional de Cine, forma parte de los estrenos de abril en Cineteca Nacional. Para mayor información visita nuestra página www.cinetecanacional.net
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