Dentro de un par de semanas, el 21 de febrero, se celebrará el “Día Internacional de la Lengua Materna”. Como cada año, habrá diversos eventos y los medios hablarán de los idiomas originarios que hay en nuestro país. Será probablemente el único día del año que se trate el tema, y servirá entonces para recordar que en México se hablan 68 lenguas indígenas, que hay 364 variantes dialectales y 11 familias lingüísticas. Muchos mencionarán las lenguas que están a punto de desaparecer por los pocos hablantes que tienen, como el kiliwa, el cucapá o el oluteco. Se hablará también de los esfuerzos de los lingüistas y del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) por registrar los idiomas en peligro, para que pasen a la historia, aun sin hablantes. Después, nos volveremos a olvidar del asunto hasta la misma fecha del próximo año. Tal vez para entonces ya se hablen un par de lenguas menos.
Fuera de registrar las lenguas y hacer y deshacer estadísticas de hablantes y variantes dialectales, parece ser poco lo que hacen las instituciones para de verdad evitar que los idiomas originarios se pierdan. Basta entrar a la página del INALI para corroborarlo. Eso sí, se habla de estos idiomas como “riqueza de México”, pero en la realidad, en las comunidades, son solamente los hablantes los que se ocupan de conservarlos. No veo por ningún lado un programa del INALI para crear centros de enseñanza de estas lenguas, por ejemplo, ni gran interés de la SEP por fortalecer la educación bilingüe (como dato representativo, la página web de la Dirección General de Educación Indígena está en blanco).
Los libros de texto en lenguas originarias –de las que hay- suelen llegar a las escuelas como a la mitad del año escolar y, más que fomentar el aprendizaje de estos idiomas, los planes de estudio están enfocados en el español. Además, el rezago educativo de la población hablante de lengua indígena, que asciende a casi siete millones de personas, es del 47.4%.
Para que hubiera una verdadera educación bilingüe en las regiones indígenas del país, estos idiomas deberían impartirse en todas las escuelas, no solamente en aquellas a las que asiste población indígena. Y no solamente en las zonas indígenas, ¿por qué no enseñar náhuatl en todas las primarias del Distrito Federal? ¿O maya en todas las de la Península de Yucatán? Por lo menos para que sepamos qué quieren decir los nombres de los lugares donde vivimos o que nos rodean, o que aprendamos a identificar el sinnúmero de palabras de origen náhuatl que utilizamos todos los días y su significado.
Falta mucho para llegar a eso, si es que algún día se hace, pero mientras tanto, por lo menos deberían crearse centros de enseñanza de lenguas originarias en todas partes. O debería apoyarse a las escuelas normales rurales, en las que se forman maestros bilingües. Sí, como la de Ayotzinapa, en lugar de desaparecer a sus estudiantes indígenas, y tacharlos de delincuentes porque salen a botear debido a que el presupuesto con el que cuentan es totalmente insuficiente.
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