El próximo lunes comienza un nuevo ciclo escolar y en esta semana el Secretario de Educación, Emilio Chuayffet, anunció la entrega a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión de tres iniciativas de ley generadas por la reforma educativa. Éstas son: la iniciativa de Decreto que reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones de la Ley General de Educación, la Iniciativa de Ley del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, y la Iniciativa de Ley General del Servicio Profesional Docente. Los textos ya están disponibles en la gaceta del Senado y se pueden descargar aquí, aquí y aquí.
Revisándolas, vi que hacen varias referencias a la educación con principios de inclusión y diversidad, y se menciona específicamente la diversidad cultural. Y bueno, se mantienen los incisos que de por sí ya están en la Ley General de Educación vigente respecto a la educación indígena. Esto me parece muy bien, así como otros puntos de las tres iniciativas que, de aprobarse, pero sobre todo de cumplirse, podrían mejorar considerablemente la educación en las comunidades indígenas. Lo digo porque en las últimas visitas que he hecho a este tipo de comunidades me he topado con algunos casos preocupantes como los que relato a continuación.
En un pueblo de Guerrero me encontré con una joven de 17 años, estudiante de bachillerato, que de un día para otro se volvió maestra bilingüe, pues falleció su papá (que era un buen profesor) y ella heredó su plaza. Si no hubiera sido así, la familia se quedaba sin sustento, pero evidentemente por más ganas que le estaba echando a su trabajo, no tenía la formación adecuada para ejercerlo.
También en Guerrero me comentaron que se está generalizando en las comunidades el intercambio de firmas de asistencia entre maestros y padres de familia, sin que ni los niños ni los profesores se presenten en la escuela. Me explico: para acceder a los recursos del programa Oportunidades, los padres deben comprobar que sus hijos van a la escuela, y por otro lado, los maestros deben entregar periódicamente constancias de asistencia firmadas por los padres de familia para poder cobrar su sueldo, pues como muchas veces no hay más que un maestro en la comunidad, no hay otra forma de comprobar su presencia. Entonces, como a veces las familias tienen que salir a trabajar fuera de su localidad o por otras razones no llevan a los hijos a estudiar, y como los maestros a veces no quieren asistir a trabajar, se firman sus comprobantes mutuamente y cada quien cobra lo suyo sin problemas.
En muchas escuelas públicas de Oaxaca cobran una cuota de inscripción anual (este año de 500 pesos según me informó una apurada madre que no le alcanzaba para sus dos hijas), y quien no la paga no entra.
Algo que he visto en varios estados del país es que los maestros bilingües no hablan el idioma de la comunidad en la que trabajan, es decir, mandan profesores mixtecos a los mixes, nahuas a los totonacos y mayos a los guarijíos. O sea que obviamente no pueden impartir clases en el idioma materno de los estudiantes. En este sentido, hace un tiempo, platicando con Bartolomé López Guzmán, maestro bilingüe amuzgo, me comentaba que las plazas se asignan más por influencias y cuestiones políticas o sindicales que por las necesidades de las regiones, y que muchos maestros se quedan seis meses para basificar su plaza y después se van, se salen del sistema bilingüe con todo y el recurso del mismo. Por otro lado, conozco varios jóvenes que saben leer y escribir en español, pero no entienden lo que leen y escriben pues no hablan español, aprendieron las letras y las palabras pero no su significado. Y como no pueden reprobar, terminan así la primaria y algunos incluso la secundaria.
Todos estos casos podrían evitarse con mecanismos de evaluación de los procesos educativos, con un mayor control sobre los docentes (aunque no les guste), y con una mejor distribución de competencias entre autoridades federales, estatales y municipales, entre otros puntos contemplados en las iniciativas de ley ya mencionadas. Sin embargo, creo que falta mayor énfasis en la educación bilingüe e intercultural, y mucho trabajo todavía para que ésta sea real y no la simple traducción en clase de un idioma a otro, enseñando básicamente el español y la cultura occidental, como es ahora.
Por último, lo que no creo que prospere en las comunidades indígenas es lo de las escuelas de tiempo completo (contempladas también en las reformas a la Ley General de Educación), pues allá los niños cuando salen de la escuela, en la medida de sus posibilidades, ayudan a sus padres en las labores más sencillas del campo o de la casa, ayuda indispensable para mantener a la familia (y que me parece mejor que la costumbre urbana de que los niños llegan a ver la tele o a meterse a Facebook…), por lo que si pasan todo el día en la escuela se va a afectar tanto la economía como el equilibrio familiar, la cotidianidad y las costumbres. Como me decía un señor: “¿entonces quién va a sacar a pastar a los animalitos?”
Margarita Warnholtz L en Facebook
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