Por: Mr.P (@mrpico)
El romance electoral es una pinche calentura de verano que al parecer no nos ha dejado ninguna enseñanza. Una vez casadas, no hacemos más que el “quehacer”.
La efectividad de una esposa encabronada debería ser el ejemplo a seguir para todos los mexicanos. El incentivo es claro: el castigo amenazador -incluso cuando exageran y enloquecen- les funciona a la perfección. Consiguen sus objetivos de manera fenomenal.
Cada 6 años se apersona ante nuestra puerta una cabrón vestido de blanco, se autoproclama ideal e intachable. Nos propone resolver todos nuestros pedos. Sonríe, es simpático. Adorable, parece inteligente, se mira seguro de sí mismo. Es detallista, te manda flores, chocolates. Te lleva a cenar, te emborracha, te la crees, te coge… y te casas con él. Seis años después estás jodida, harta, cansada, decepcionada. Cada 6 años, otra vez, una y otra vez. ¿Seremos pendejas?
Pero si no aprendemos nada de la sexenal noche de verano… por lo menos sí deberíamos aprenderle algo a las cientos de esposas efectivas que conocemos. Esas que si no hacemos bien la chamba, nos diseñan un menú divertido, creativo, justo y exigente de reprimendas que tocan aristas de convivencia adicional con la suegra o restringida con tus cuates, momentos extras de drama, disminución de comedia, embargo de xbox, menos Dexter, sorpresas indeseables en alimentos y bebidas, hasta clausuras por tiempo indefinido del becho, bacho y el apapacho gacho. Con ello nos quitan los vicios… y nos convierten día con día en lo que ellas quieren… para bien o para mal. Así funciona.
Nosotros nomás chillamos, nomás chismeamos, ¿Porqué habría de cambiar nuestro gobierno? ¿Nomás por nuestras quejas? ¿qué chingados ganarían o perderían si lo hicieran diferente? La realidad es que así están a toda madre; ganan lo mismo, obtienen lo mismo, no tienen razones para cambiar ni mejorar su conducta. Nuestro marido -vamos- ya ni loción se pone ¿para qué?
Necesitamos incentivarlos -premios y castigos- lo que les guste y lo qué les cague, debería estar escrito en su futuro… y eso habríamos de darles. La dinámica de hoy no funciona. Dejemos de hacernos pendejos y hagamos lo necesario. Si apesta él… apestamos todos.
Somos como una esposa dócil y abnegada: ni nos sacan a pasear, ni nos cambian el carro… pero aguantamos vara. Nuestro marido nos hace sentir mudas porque no nos oye, sordas porque no nos habla, ciegas porque nos mira, gordas porque le pesamos y pendejas cuando nos quejamos.
Pero es culpa nuestra, porque les aseguro que estamos buenísimas… si el muy cabrón se la pasa cogiéndonos. DHP*
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