Por: Yolanda Barrita (@Yolanda_Barrita) y Raúl Méndez (@rulwolf)
¡Otra vez los penales!
Tras la derrota ante Holanda, los mexicanos nos ensimismamos ante la tragedia, la impotencia y la derrota predestinada. Pareciera que nos encanta repetir ciclos de forma casi casi artesanal por su perfección en la reiteración. ¡Los penales! han sido la sombra y manía, la barrera insalvable para nuestro futbol. Ahora no hubo posibilidad de llegar a los penales, pero sí fue un penal el que nos dejó fuera.
Desde el culmen de la negación (fase primaria del duelo) esos recuerdos de los penales de siempre, de las derrotas repetidas, de la frontera de los Octavos de Final, al más puro sentir de Octavio Paz, emergió un grito de conciencia y memoria colectiva: ¡No era penal! En el fondo diciendo ¡debe ser broma que otra vez por penal! ¡No es posible que una vez más se repita la historia! El ¡no era penal! es un grito inconforme, no con el arbitraje, sino contra el fatalismo mexicano.
Día 15… aún se vive un ánimo social triste. La derrota de nuestra selección ante Holanda marcó el fin de la esperanza de llegar a donde sólo una vez se ha llegado: los Cuartos de Final. Pero ya lo estamos superando, después de todo, es lo que siempre pasa.
Sólo en una ocasión jugamos el tan anhelado quinto partido, en el 86 y fue de locales. Se jugó contra Alemania Federal, quien pasó a la siguiente ronda después de vencernos ¡en penales! (¿podía ser de otro modo?) por 4 a 1.
Del interés a la indiferencia, al fin y al cabo, ¡siempre pasa!
Según una encuesta de Parámetro Investigación previa al mundial, 7 de cada 10 mexicanos dijeron estar interesados en los partidos, pero la eliminación nos volvió indiferentes. De acuerdo a una reciente encuesta realizada entre los seguidores de redes sociales de LEXIA del 1 al 3 de julio, el 54% de los entrevistados dijeron importarles algo el que la Selección Mexicana no pasara a Cuartos de Final.
Algunos de los resultados de la encuesta de LEXIA Insights Solutions realizada entre los seguidores de sus redes sociales
La derrota ya se asume como cotidiana, no sorprende ni causa el enojo de los que debieron ganar, sino la melancolía de quienes sabían que tenía que pasar.
Tras la derrota las calles estaban desiertas y los restoranes se quedaron sin comensales. En supermercados las playeras de la selección se promocionaban con el 50% de descuento, así como otros artículos relacionados redujeron significativamente sus costos. A partir de entonces las tiendas lucían vacías mientras que los bares y restaurantes se preparan ahora para recibir a aficionados que, ante la salida del equipo nacional, adoptaron otra selección, sin culpa ni temores.
Robben, el judas nacional
Judas, La Malinche, los tlaxcaltecas, Santa Anna (coloque su villano patrio favorito) son fragmentos de consuelo, de transferencia de la responsabilidad. Robben (y de paso el árbitro) son la manifestación del fatalismo que nos hizo perder pese a que “esta vez fue diferente y el equipo dejó todo en la cancha”, esta vez pueden irse en paz… sin reclamos, no es su culpa. Después de todo, es lo que tenía que pasar.
Pero siempre nos queda el humor, ¡el humor mexicano! como mecanismo contra la tristeza. El humor, nuestra terapia más eficiente y congruente con el “Canta y no llores”. La tristeza es pasajera, total, es lo que hay, lo que se puede.
Pero ahí viene la nueva generación de mexicanos, esa que en LEXIA también hemos encontrado, aquella que, cansada del fatalismo, de perder, hace un lado la tristeza y resignación para manifestarse con coraje (de enojo y agallas). Con su canción “Pinches holandeses” dizzymissdc alcanzó el millón de reproducciones en una semana, actualmente se ha reproducido 2, 951,867 veces. En esta canción una adolescente de 15 años proyecta el sentir de una parte de la población no triste, sino molesta por el resultado del partido, sabiendo que pudo haber sido de otro modo.
“Pinches Holandeses” Video dedicado a la Selección de Holanda
Además del humor, siempre nos ha funcionado el compararnos con otros para combatir la tristeza. En este caso, el consuelo vino de la goliza de Alemania a Brasil pues nos hizo ver que “al menos perdimos con dignidad”. Es un consuelo mirar que otros países de América Latina pasan por fracasos semejantes a los nuestros.
En un meme donde se ven los reclamos de Costa Rica, Colombia, Chile y México a la puerta de un psicólogo, llega desesperado un Brasil vapuleado y con traumas ante la derrota. Lo dibujan con un “mono” de un tamaño mayor que el resto, pues es un ego mucho más grande, un gigante que ahora se reúne con los pequeños en su trauma ¡pero viviéndolo de manera más desesperada! Los otros ya estamos acostumbrados. Hay, en este meme, cierto sentido de justicia y esperanza pues si a los grandes les toca caer, quizá a los pequeños nos toque, en algún momento, crecer.
* Yolanda Barrita es Licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Maestra en Comunicación y Cultura por la Universidad de Buenos Aires y en Investigación de Mercados, Medios y Opinión por la Universidad en Ciencias Empresariales y Sociales en Buenos Aires. Ha colaborado en proyectos de evaluación de programas sociales y comunicación política, estudios de consumo y hábitos en temas de higiene personal, alimentos y servicios. Se interesa en temas relacionados con infancia, espacio público y narcotráfico, los cuales abordó en sus tesis de maestría. Le gusta viajar y conocer nuevos lugares, está convencida de que a partir de lo ajeno se comprende mejor lo propio; disfruta de caminar, escribir historias breves, el teatro y el ballet clásico.
** Raúl Méndez es antropólogo social por la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa, con especialización en el área de Cultura. Realizó estudios de teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Cuenta con cinco años de experiencia en investigaciones sociales y consultoría institucional de los cuales tres han transcurrido en LEXIA donde integra el área de Insights Management. A los 12 años se fisuró la muñeca derecha tras detener un balón en un tiro penal y durante su recuperación jugaba de portero con una mano. Le apodaban Rana debido a su resorteo en el arco.
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