El pasado 25 de mayo George Floyd, un hombre afroamericano de 45 años, fue asfixiado por un policía blanco en Minnesota, Estados Unidos. Las últimas palabras de George Floyd, “No puedo respirar”, han servido como una metáfora para una sociedad que se ahoga en el racismo y la brutalidad policiaca. En consecuencia, protestas se han desencadenado en más de 100 ciudades alrededor de los Estados Unidos, dando inicio al movimiento antirracista que este país tanto necesita.
En México, las redes sociales se han llenado de mensajes de apoyo al movimiento estadounidense. Lamentablemente, mientras el hashtag #BlackLivesMatter (las vidas negras importan) inundaba nuestras plataformas, se hizo viral el asesinato de Giovanni, un albañil de 30 años que fue torturado y asesinado por la policía en Jalisco el pasado 4 de mayo. El nuevo hashtag #JusticiaParaGiovanni ha llegado como la lastimosa prueba de que el racismo no sólo también existe en México, sino que llega a ser igual de brutal que el que observamos en nuestro país vecino.
De hecho, un estudio reciente muestra que las personas de piel oscura reportan más del doble de maltrato policiaco que las personas de piel más clara. De manera similar, operadores de justicia participantes en una investigación de Amnistía Internacional, sostuvieron que la policía suele detener por parecer “sospechosos” a hombre jóvenes que pertenecen (o son percibidos como pertenecientes) a otros grupos que históricamente han sufrido discriminación, como indígenas, migrantes o quienes viven en pobreza.
Incluso, algunos policías alegan que un joven en pobreza en un área acaudalada puede ser justificación suficiente para arrestarlo, pues “se ve que anda en algo”. La Encuesta Nacional sobre Discriminación, brinda más evidencia de esta realidad, pues la apariencia (tono de piel, peso o estatura, y forma de vestir o arreglo personal) es el principal motivo por el que personas reportan haberse sentido discriminados.
En Estados Unidos, la propia historia (especialmente la esclavitud y el movimiento abolicionista) impide que el racismo sea negado como un factor imperante en la sociedad. Por el contrario, en México vivimos bajo el mito de que el mestizaje disolvió completamente las diferencias entre grupos, permitiendo que todos nos identifiquemos con una supuesta identidad mestiza compartida.
La realidad es que en nuestro país, las personas de pueblos indígenas y/o con tonos de piel oscuros viven la desigualdad de forma desproporcionada. Estas personas han enfrentado discriminación durante generaciones, siendo víctimas del despojo de tierras y de la segregación en las escuelas, los trabajos y la política. La situación socioeconómica se transmite de padres a hijos y, en consecuencia, una mayor proporción de estas personas nace en hogares de bajos ingresos que les imponen desventajas desde su nacimiento. Así, datos del INEGI muestran que entre las personas con tez morena que nacen en los hogares más pobres, 44% permanece en esa posición y sólo 5% alcanza el estrato con mayores ingresos.
Más aún, el racismo sigue presente en esferas políticas, económicas y culturales. En la esfera política, María del Carmen Alanís Figueroa, exmagistrada de la Sala Superior del Tribunal Electoral, ha afirmado que México está muy lejos de garantizar que la población indígena tenga representación en los órganos electorales del país, y un estudio publicado en el 2011 mostró que al presentar fotografías de candidatos ficticios, quienes cuentan con tonos claros de piel más claro son relacionados en mayor medida con cualidades positivas y reciben más votos.
En la esfera económica, datos del INEGI muestran que únicamente 5% de las personas con tez más morena cuentan con estudios superiores, mientras que este porcentaje se eleva hasta 30% para personas con tez más blanca. Además, un estudio llevado a cabo en el 2014 probó que al momento de mandar currículos con fotografías, las mujeres de tez clara son contactadas con mayor frecuencia que las mujeres de tez oscura. En consecuencia, según el INEGI, las personas con los tonos más claros de piel ocupan las ocupaciones de mayor calificación (y por tanto de mayores ingresos) en una proporción de más del doble frente a la población de piel más oscura.
En la esfera cultural, la publicidad mexicana y los símbolos de aspiración, tienen un marcado sesgo a favor de las personas de tez clara. El reconocido actor mexicano Tenoch Huerta ha narrado en múltiples ocasiones la discriminación que ha sufrido en la industria del entretenimiento, pues ha sido encasillado a papeles de “pobre, ignorante y violento” por su color de piel. Es a través de estas referencias culturales (también observadas en nuestro lenguaje con palabras como “naco” o “prieto”) que el racismo en nuestro país es normalizado, reproducido e invisibilizado. No es por menos que 36% de la población aún considera que la pobreza de las personas indígenas se debe a su cultura
¿Qué podemos hacer para combatir el racismo en México? Visibilizar es el primer paso hacia el cambio. En Estados Unidos, el video que captura la muerte de George Floyd ha levantado a cientos de miles a exigir justicia. Comencemos por aceptar el racismo en nuestro país, por evidenciar prácticas discriminatorias en todas nuestras esferas y por escuchar a aquellas voces que han sido silenciadas durante años. No apostemos por una sociedad que no es racista, sino por una conscientemente antirracista.
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