Qué dice la OMS de las pruebas rápidas y de antígenos para detectar COVID-19
Nota del editor: Esta nota se publicó originalmente el 14 de abril. La OMS modificó sus disposiciones en septiembre por lo que el contenido de este articulo fue actualizado.
“No se puede combatir un incendio con los ojos vendados. Y no podemos detener esta pandemia si no sabemos quién está infectado”, dijo el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, el 16 de marzo.
Ese día externó su preocupación ante la desproporción de la escalada en el número de casos confirmados y muertes registradas por la COVID-19, y el número de pruebas realizadas para detectar a los infectados a nivel mundial. “Tenemos un mensaje muy sencillo para todos los países: pruebas, pruebas, pruebas”, señaló Tedros Adhanom.
La OMS y las pruebas rápidas para tomar decisiones clínicas
Al inicio de la pandemia, la OMS no recomendaba el uso de pruebas de antígenos para la toma de decisiones clínicas, pero luego de un largo proceso de investigación, la OMS concedió su primera autorización de uso de emergencia en virtud de su protocolo Emergency Use Listing a una prueba diagnóstica rápida de detección de antígenos.
El 28 de septiembre, Tedros Adhanom narró que desde el mes de enero empezó a “colaborar con asociados con el fin de desarrollar pruebas más sencillas y rápidas que pudieran utilizarse en cualquier lugar del mundo para diagnosticar la COVID-19”.
De hecho, anunció que estas pruebas aprobadas proporcionan resultados fiables en aproximadamente 15 a 30 minutos —en lugar de horas o días— a un precio más bajo y con equipos menos sofisticados. También dijo que la OMS pondrá a disposición 120 millones de este tipo de pruebas.
En mayo, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), emitió la primera autorización a una prueba de antígenos, un nuevo tipo de prueba diagnóstica rápida.
El comunicado de la FDA detalla que esta prueba puede detectar rápidamente fragmentos de proteínas que se encuentran en el virus a partir de muestras recolectadas de la cavidad nasal mediante hisopos.
¿Por qué antes no se aprobaban las pruebas de antígenos?
En un documento publicado el 8 de abril, la OMS explicó que “un tipo de prueba de diagnóstico rápido (RDT) detecta la presencia de proteínas virales (antígenos) expresadas por el virus COVID-19 en una muestra del tracto respiratorio de una persona”.
Los antígenos detectados se expresan sólo cuando el virus se replica activamente, y su buen funcionamiento depende de varios factores como cuánto tiempo lleva una persona enferma, la concentración de virus en la muestra, la calidad de la muestra recolectada de una persona y cómo se procesa.
La OMS dice que según la experiencia con las RDT para otras enfermedades respiratorias como la influenza, “se puede esperar que la sensibilidad de estas pruebas varíe de 34% a 80%”.
Por ello, en abril la OMS afirmó que “no recomienda actualmente el uso de pruebas de diagnóstico rápido de detección de antígenos para la atención del paciente, aunque se recomienda encarecidamente la investigación de su rendimiento y utilidad diagnóstica potencial”.
La OMS también explicó en abril que existe otro tipo más común de prueba de diagnóstico rápido comercializada para COVID-19. Se trata de una prueba que detecta la presencia de anticuerpos en la sangre de personas que se cree que han sido infectadas con COVID-19.
Los anticuerpos son una sustancia segregada por los linfocitos de la sangre para combatir una infección de virus o bacterias que afecta al organismo. La fuerza de la respuesta de anticuerpos depende de varios factores, como la edad, el estado nutricional y la gravedad de la enfermedad.
Pero la OMS señaló que de acuerdo con los estudios que se habían realizado hasta abril, la mayoría de los pacientes desarrollan respuesta de anticuerpos solo en la segunda semana después del inicio de los síntomas.
“Esto significa que un diagnóstico de infección por COVID-19 basado en la respuesta de anticuerpos a menudo sólo será posible en la fase de recuperación, cuando muchas de las oportunidades de intervención clínica o interrupción de la transmisión de la enfermedad ya han pasado”, dice la OMS.
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