En los puestos de periódicos se puede ver todas las mañanas la oferta de analistas que ofrecen la mayoría de los medios tradicionales en México. Parece que se pusieron todos de acuerdo para establecer los mismos requisitos para poder opinar en sus páginas:
1) Ser hombre.
2) Tomarse foto de “ladito”.
3) De preferencia con corbata.
4) Llevar sus dedos a barbilla o frente en señal de que piensa.
5) Si eso le parece un “sitio común” cruce los brazos o frunza el ceño.
Y en realidad no se pusieron de acuerdo, son sólo estereotipos que se han construido desde tiempos inmemoriales y que nos repiten desde las portadas de los diarios que los que opinan sobre la vida pública de este país son hombres, de clase media alta y casi todos entrados en sus cincuentas. El mensaje que recibimos es que si no cumplimos con esos requisitos no estamos invitados a este círculo.
Desde las columnas y artículos de opinión en medios masivos de comunicación se puede aportar información, fomentar el debate e incidir en la opinión pública y en la agenda política. Eso es mucho poder y en general el poder se reparte entre hombres.
Desde luego, esto no implica una discriminación abierta de los periódicos. Es decir, los consejos editoriales no le cierran intencionalmente espacios a las mujeres por el hecho de ser mujeres, pero tampoco buscan activamente incluirlas.
Puedo asegurar que ningún medio se asume como misógino por el hecho de tener pocas columnas de opinión política de mujeres. Las rutinas se han instalado en el inconsciente de editores y opinólogos que debaten entre ellos, se citan los unos a los otros, discuten, se publican, se leen, se critican y se aplauden entre colegas y resulta que la mayoría de sus colegas son hombres. Por eso, cuando un espacio se abre para publicar en estos medios de comunicación jalan a sus colegas, y en realidad ni siquiera perciben la ausencia de mujeres porque las ven publicando en otros espacios como moda y sociales.
La tradición imperceptible del rol de género les impide la autocrítica. Editores y columnistas repiten una y otra vez que no es que ellos no quieran publicar a mujeres sino que no encuentran mujeres a las que les interese publicar sobre política. El argumento es inadmisible si se toma en cuenta que más de la mitad de la población en México somos mujeres. Si no se busca más allá de la circunferencia del círculo es improbable que se encuentre.
Lo cierto es que abrir el círculo implica mucha voluntad para dejar los protagonismos y ser incluyentes. Se trata de trabajar activamente para cambiar el estereotipo y equilibrar opiniones, permitir que otros puntos de vista sean leídos, discutidos y formen parte de la agenda pública de un país diverso.
Tomarse en serio la democratización de los medios significaría que los directores, editores y articulistas realizaran acciones concretas para que la discusión de lo público incluya diferentes perspectivas. Donde se integre no sólo a las mujeres, sino también a los jóvenes y a la diversidad de grupos sociales que también están interesados en discutir y proponer soluciones para los problemas públicos… porque en realidad el hombre cincuentón, de clase media alta, es una minoría en este país.
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