Tengo un mes y cinco días preguntándome cómo demonios le va a hacer el gobierno del Distrito Federal para aplicar el nuevo Reglamento de Tránsito. Desde que se publicó en la Gaceta Oficial del DF ando con el Jesús en la boca porque cuento el paso de los días y no veo a las autoridades muy preocupadas por garantizar que la ciudadanía conozca las nuevas disposiciones.
Ya sabemos que el desconocimiento de la ley no nos exime de cumplirla, pero si de verdad nos quieren llevar al primer mundo de la movilidad la campaña de difusión tiene que empezar ya. Hace 17 años los capitalinos aprendimos a usar el cinturón de seguridad, a pesar de nosotros mismos y de las múltiples y creativas estrategias para eludir la regla. Como la de la queridísima bisabuela de mis hijas, que nos recomendaba llevarlo simuladito, más preocupada por la multa que por la seguridad.
Cinco años antes del cinturón capitalino, en 1994, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes lanzó una campaña encabezada por una muy simpática Ximena Sariñana, quien nos reprendía si no usábamos el cinturón. Desconozco si tras la campaña disminuyeron los accidentes carreteros en la temporada vacacional, como era su objetivo, pero lamento profundamente que ésta no se siguiera de largo para volverla una regla permanente en todo el país. Todo ese verano los conductores fueron muy cumplidos con la pequeña Ximena y su “¡no se puso el cinturón!”, pero sólo cuando salían a carretera; parece que en las ciudades todos circulaban civilizadamente y no se registraban accidentes. Pasaron las vacaciones y aunque hoy la prudencia obliga a usar el cinturón cuando uno sale de viaje, sigue sin ser obligatorio en la mayoría de las localidades del interior del país.
Así que cuando a los chilangos nos tocó, ya había cierto camino andado. Y si bien no hubo mayor campaña (o por lo menos yo no la recuerdo), a golpe de multa fuimos aprendiendo. No sé si ahora la estrategia sea recuperar por esta vía lo que las arcas defeñas dejaron de recibir por la condonación de la tenencia a autos cuyo costo sea menor de 250 mil pesos -que no estaría mal- pero se entiende que la idea es salvar vidas. Y si el objetivo es proteger la vida de peatones y ciclistas, pues hay que garantizar que éste se cumpla. Y señoras y señores del gobierno capitalino, se les está haciendo tarde. Si creen que la armarán con una campaña de difusión la última semana de noviembre, lamento informarles que los preparativos de las fiestas a propósito del maratón Guadalupe Reyes llevan mano y nadie estará con la atención, el ánimo ni la disposición de hacerse cargo de las nuevas reglas que entrarán en vigor el próximo 1 de diciembre.
Si no conocen ni respetan el reglamento que está vigente, imagínense lo que sucederá con el nuevo, empezando por el hecho de que los cochistas de esta ilustre ciudad sienten que son los dueños de las calles y que tienen derecho de paso por sobre todos los demás. Así que explicarles que son los últimos en la cadena de movilidad, después de peatones, ciclistas, usuarios del transporte público y prestadores del servicio de transporte público de pasajeros, de carga y de mercancías, en ese orden, pues no es algo que se resuelva con un comunicado. Máxime si el propio reglamento, en el inciso VI del artículo 2, habla de “campañas permanentes de cultura de movilidad y seguridad vial” por parte de las secretarías de Transporte y de Seguridad Pública.
Y no está nada fácil. Hay que meter en la dura cabeza de los automovilistas que ya no hay vuelta a la derecha “con precaución”, que ya no podrán circular por la colonia a 70 km/h sino a 30 y por las vías primarias a 50, que no deben usar el celular mientras manejan, que no pueden llevar la música a todo volumen, y que ya está prohibido traer al perrito en las piernas mientras conducen y con muchísima más razón al bebé de meses. Y bueno, ya ni qué decir con estacionarse en doble fila o quedarse en el crucero de cortesía en hora pico, valiéndoles que no dejen pasar a nadie más.
Y sí, también hay disposiciones sancionables para peatones y ciclistas, pero hay que machacarles que la carga punible la llevan los autos particulares, por su potencial característica de arma mortal.
Ahora que mención aparte merece el muy sentido reclamo de algunos cochistas respecto a que el nuevo reglamento de tránsito está “pensado” para “multiplicar las mordidas”. ¿En serio, gente? ¿Su principal preocupación es que van a tener que dejarse extorsionar por montos más altos en lugar de, no sé, cumplir el reglamento? Tiene mucha lógica eso de que violar la ley a sabiendas, o porque les dio flojera informarse, y luego dejarse extorsionar sea culpa de la autoridad. Pobrecitos ciudadanos que no se van a tomar la molestia de leer el nuevo reglamento, ni van a atender las campañas (si las hacen) y van a seguir violando las reglas igual que siempre. Y cuando los detengan y les ofrezcan (o pidan) un arreglo, lo van a aceptar y van a tener que pagar más por el soborno.
Pues hay otra opción: estudien el reglamento, carguen con él, cúmplanlo, y cuando algún agente de tránsito quiera pasarse de listo tendrán con qué defenderse. La autoridad se echó un gran paquete con las nuevas reglas, pero eso no ampara a los ciudadanos para hacerse los locos al respecto. Y si cometen una infracción, por la razón que sea, pues paguen su multa. Ya verán cómo nunca les vuelve a pasar.
Reglamento Tránsito del la Ciudad de México
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