Kinshasa, 10 de junio de 2011.
Esta mañana descubrí que dos grandes amigos habían compartido en el muro de Facebook este video.
Está larguito, pero vale la pena que lo vea completo. Y, si le digo la verdad, querido lector, me removió un par de cosas, porque, además, ando en una fase combativa. Eso es lo que me produce la incertidumbre que trae el mundo, el país y hasta mi propia situación laboral y personal.
Me gusta la idea de que nuestra vida cotidiana ocurre al amparo de un contrato que se firma cada mañana. Y me gusta por dos razones: la primera, porque implica que es voluntario; está ahí porque yo quiero o porque no hago nada para que no sea así; y, la segunda, porque significa que cada día tengo la oportunidad de cambiar la situación. Al final, estamos como estamos porque así lo quiere cada uno de nosotros.
Si los bancos, Telcel, Iusacell o quien sea nos atropella, es porque se los permitimos. Si seguimos anclados al petróleo, particularmente en este país, es porque lo seguimos tolerando. Si tenemos el sistema de partidos que tenemos es porque, explícita o implícitamente, le damos el visto bueno a semejante porquería. Si vivimos consumiendo basura, si creemos fielmente en el Prostamax o en los tenis para adelgazar, es porque queremos.
El punto 14 me llegó al alma. “Acepto que se recompense muy generosamente a jugadores de fútbol, al resto de deportistas de la llamada élite y a los actores de cine, y mucho menos a profesores y médicos encargados de la educación y de la salud de las futuras generaciones”. Zas. En México, agreguemos a la lista de los ganones a los políticos y funcionarios públicos que ganan una millonada en comparación con los políticos y funcionarios de cualquier otra parte del mundo, aunque luego nos salgan, como Molinar, con que no tienen responsabilidad alguna.
Y es cierto. Simplemente ayer me enteré, con enorme gusto, de que uno de mis ex alumnos ha conseguido un nuevo empleo en el sector público. Le pagarán casi 20,000 pesos netos más que lo que me acaban de ofrecer a mí por un trabajo en una institución académica, aunque él sólo tenga licenciatura y apenas un año de experiencia vis-à-vis los 15 años de experiencia de yours truly, una licenciatura equivalente a la suya, pero también una especialidad, dos maestrías, un Diploma de Estudios Avanzados, un cuasi doctorado, publicaciones y demás…
Es el mundo al revés y me dan ganas de ir corriendo a comprar dos cazuelas moleras para iniciar una “PYME” –sí, un puesto de mole es una PYME en este país– en Portales y dejarme de tonterías con esto de la “formación de nuevas generaciones” que, al parecer, a nadie le importa. A fin de cuentas, como decía Sancho Panza, habrá que considerar que “oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas”, porque, claro, yo no me creo, como dice Cordero, que con 6,000 pesos se tiene una vida a papo de rey.
El punto 16 también hace ruido. Vivimos bombardeados por noticias ya no malas, sino malísimas. En nuestro caso, ya no sé si lo que nos dicen los medios que ocurre día a día en este país nos llevaría a pensar que cuánta suerte tenemos de vivir en Occidente (no sé siquiera si esto sigue calificando como Occidente, dados los niveles de barbarie), pero uno se levanta con atrocidad y media en la pantalla y se acuesta con lo mismo. Y luego no quieren que uno ande con la moral por los suelos.
Yo he decidido que sólo puedo ver 5 muertos al día, sean de realidad o de ficción. Así las cosas, si veo o leo noticias no puedo ver programas de ficción que incluyan muertos, como CSI o Law and Order, y viceversa. Y pensar que hace apenas unos años un titular de “Se encontraron 4 cabezas” nos remitía a los olmecas y a los hallazgos arqueológicos…
El punto 21, ¡ay! ¿Por qué nos dejamos? ¿Por qué hemos permitido que los políticos se comporten como reyezuelos, con todas las prerrogativas del mundo, amén de los salarios millonarios y, encima, con total impunidad? ¿Quiénes son o quién les ha dado ese derecho? Nosotros. ¿Por qué aceptamos con mansedumbre que sean corruptos? En el proverbial “año de Hidalgo” vale la pena reflexionar al respecto, porque me queda clarísimo que desde el toallagate, pasando por los Bribiesca y demás fauna y flora, quedó claro que lo de las “manos limpias” de los panistas era pura baba de perico.
Sobre el punto 25 habría que escribir una tesis completa. Mientras sigamos desdeñando nuestro pasado sin conocerlo, volveremos a cometer los mismos errores. Yo, en lo personal, estoy hasta el mismísimo moño de la taquigrafía conceptual que rige el discurso actual. Encapsular en la frasecita esa de “los 70 años” todo lo que pasó desde que terminó la Revolución y hasta que llegó el PAN a Los Pinos me parece una estupidez. Finalmente, si los 70 años fueron de maldición gitana, pues lo que ha pasado después no es que sea muy diferente. ¿Cómo podemos negar de dónde venimos? Rescatemos logros y admitamos fracasos, pero los dichosos “70 años” no son un periodo uniforme. Y ahora que los políticos andan muy agringados con la inclusión de la “persecución de la felicidad” en sus discursos (véase Santa Claus… perdón, Encinas), yo me pregunto de dónde diantres van a tirar para cumplir esa promesa de campaña.
Para concluir, no, no somos ganado. Las cosas cambiarán cuando así lo decidamos. ¿No será que ya es hora? A fin de cuentas, no comprometerse también nos compromete. Siquiera que el compromiso sea con algo que queremos, ¿no cree, querido lector?
EsotÉrika
Palabrotas
plim o plin.
a mí, a ti, etc., ~.
1. exprs. coloqs. U. para indicar que a algo no se le da ninguna importancia.
Ejemplo: Si Eruviel traía chapitas o no en el debate, a mí plin.
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 22ª ed., (DE, 10 de junio, 2011: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=plin).
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