Feminicidio, expresión que desafortunadamente a últimas fechas se ha vuelto parte de nuestra vida cotidiana. Actualmente en México todos los días se observan casos de asesinatos de mujeres o niñas por razones de género, en donde las circunstancias de la muerte y la relación existente entre la víctima y el asesino cobran toda la importancia.
El 20 de enero de este año, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), difundió los datos más recientes de feminicidios ocurridos en el país. Esta información se presenta desagregada por entidad federativa y por mes de enero a diciembre desde el 2015. Lamentablemente, antes de este año no existen cifras oficiales sobre los feminicidios en México.
Entrando en materia de feminicidios en la Ciudad de México, se observa que el año 2019 fue el más violento para las mujeres con 68 feminicidios; el menos violento fue el 2017 con 37.
En la Ciudad de México, a partir de junio de 2019 se observa un aumento sistemático de los feminicidios, presentándose un pico importante en septiembre de 2019 y a partir de ese mes se registra el mayor número de casos en el periodo de estudio.
Por otro lado destaca que, en la gran mayoría de los casos, el crimen fue cometido con “otro elemento” -diferente a arma de fuego o arma blanca-. Dicha categoría incluye golpes, golpes con objetos pesados, ahorcamiento, ahogamiento y quemaduras (Fuentes, 2018) que, de acuerdo con el INEGI, estos causales de muerte son tres veces más comunes en mujeres que en hombres. Entre 2015 y 2019, el 51% de los asesinatos de mujeres fue con cometido “otro elemento”, lo que ejemplifica el sadismo y violencia del crimen.
Cabe decir algo sobre la modalidad “no especificado” del delito. En los años de 2015 a 2017, no se tuvo registro de feminicidios efectuados con elementos no especificados. Sin embargo, en 2018 y 2019 esta cifra se elevó a 24 y 23 asesinatos bajo esta modalidad, respectivamente. Este salto puede deberse a que se tiene mayor cuidado en la clasificación o categorización del arma u objeto con la que fue cometido el asesinato. Sin embargo, la existencia de esta categoría limita la información disponible para analizar los delitos.
Todos los datos aquí presentados, así como la realidad de las cifras no denunciadas y la grave situación que enfrenta nuestro país en este tema, muestran con claridad un hecho contundente: no se están implementando políticas y acciones de gobierno integrales que paren y atiendan el problema. Sabemos que son diversos los factores que pueden intervenir en la perpetuación de este delito, pero por lo mismo se requiere de acciones integrales que permitan obtener los resultados deseables. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales han declarado con energía durante años y en diversos foros algunas recomendaciones de política pública que serían de gran ayuda para disminuir la violencia contra las mujeres; entre ellas destacan las siguientes:
Además de ello, resulta indispensable y oportuno, mejorar la información pública relacionada con los feminicidios. Por ejemplo, desagregarla por municipios y localidades, por grupos de edad, por nivel educativo, por condición socioeconómica, incluso que se pueda georreferenciar, todo ello sin duda permitirá llevar a cabo análisis más profundos del problema y, por lo tanto, se podrán diseñar e implementar acciones y políticas de gobierno mucho más focalizadas y efectivas. La pregunta es: ¿en México hasta cuándo vamos a esperar?
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