El exceso de mortalidad en 2020 superó por mucho las expectativas para ese año y las cifras registradas en 2019, ¿se lo podemos atribuir todo a la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2? Los datos oficiales arrojan cifras escalofriantes, pero parece ser que esta crisis sanitaria también cobró otra víctima: el frágil sistema de salud público, que simplemente descuidó la atención de otro tipo de enfermedades mortales, con consecuencias igual de letales.
Hace unos días el INEGI publicó el documento Características de las defunciones registradas en México durante enero a agosto de 2020 y una de sus principales revelaciones es que, en este periodo, se registraron 683,823 defunciones. Esto significa 37% más de las acumuladas en los mismos meses de 2019. Además, el documento señala que las enfermedades del corazón, el covid-19 y la diabetes son los padecimientos más mortales para los hombres, mientras que las mujeres fallecen a causa de enfermedades del corazón, diabetes y, en tercer lugar, covid-19.
Entre enero y agosto de 2019, la tasa de mortalidad por diabetes mellitus fue de 5.5 defunciones por cada 100 mil habitantes, mientras que en el 2020 esta cifra aumentó a 7.8. Con una afectación mayor para las mujeres.
El programa Prevención y Control de Sobrepeso, Obesidad y Diabetes es uno de los principales instrumentos del gobierno federal para atender estos problemas de salud. Sin embargo, sus indicadores de desempeño sugieren que la estrategia no está funcionando. Por ejemplo, el gobierno estimó realizar pruebas a más de 34.6 millones de mexicanos de 20 años y más para detectar obesidad, diabetes, hipertensión arterial. No obstante, sólo se realizaron 12.5 millones de diagnósticos. El gobierno también planeó realizar al menos una prueba anual de hemoglobina glucosilada a todas las personas diagnosticadas con diabetes, meta que tampoco se cumplió. Otro indicador que habla de la poca eficiencia del programa es que, con las acciones implementadas, se esperaba que 10% de la población mayor de cinco años reportara hábitos alimentarios y de actividad física correctos. No obstante, la meta alcanzada fue de 7.4%.
Estas cifras nos dejan dos conclusiones importantes. En primer lugar, la necesidad de no desatender otras enfermedades que por años han encabezado la lista de mortalidad en el país. En segundo, la atención de enfermedades en un contexto como el actual requiere soluciones innovadoras. Aún cuando el confinamiento exacerbó el riesgo asociado a la obesidad y a la diabetes y limitó las posibilidades de las personas para recibir atención médica, la respuesta del gobierno no se ajustó a los desafíos que presentó la crisis sanitaria.
A pesar de que el gobierno sí reportó un incremento en el personal de salud encargado de estos padecimientos y más campañas educativas para el fomento de estilos de vida saludable, no se tradujo en acciones sustantivas de detección y seguimiento. Vamos, la estrategia gubernamental nunca se ajustó a la nueva realidad y simplemente no se lograron sus metas, lo que significó más muertos a causa de la diabetes y otras enfermedades prevenibles. ¿La atención de la emergencia sanitaria es una razón válida para que el gobierno desatienda otras enfermedades igual de letales que el covid-19?
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