Me da miedo el tráfico de drogas, no la droga.
José Mujica
El comunicado en el que reunidos bajo la voz convocante de México Unido Contra La Delincuencia, diversas organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos de todos los frentes manifestamos nuestro apoyo a los senadores electos Olga Sánchez-Cordero y Alfonso Durazo en el sentido de modificar la tradicional política punitiva impulsada en sus respectivas administraciones tanto por el PRI como por el PAN, resulta de importancia nodal en el contexto de la transición: se trata de hacer patente nuestro aval a una política de drogas que, por primera vez en casi ochenta años (sí, ochenta) plantea con toda lucidez y precisión despenalizar las drogas, implementar una política orientada a la justicia transicional y desmilitarizar la seguridad pública. Hartos de muertos, balas y sufrimiento, ha llegado el momento de hacer valer una voz conjunta que respalde una toma de partido alternativa para resolver problemas que de otra forma sólo tenderán a la perpetuación y el descontrol.
En su libro “Nuestra historia narcótica” (editorial Debate, 2015), el periodista e historiador Froylán Enciso señala, dentro del capítulo titulado Cuando las drogas se legalizaron en México: “Cuando las drogas se legalizaron en México, Lola la Chata se puso rabiosa. Desde principios de siglo había distribuido drogas en la Ciudad de México muy galante, pero la venta de “enervantes” por parte del gobierno a precios de mercado puso el negocio en jaque. A los dos días de que abrieron los dispensarios para repartir heroína, los viciosos dejaron de surtirse con ella (…). Luego de años de trabajo, experimentos científicos, reuniones con abogados, policías y grupos moralistas, algunos médicos del Departamento de Salud lograron convencer al presidente de que la mejor manera de terminar con el mal de la `toxicomanía´era legalizando las drogas. Debían controlar la distribución de drogas y tratar a los toxicómanos como enfermos, `un mal necesario de nuestra civilización´”.
Presiones provenientes del ala más conservadora del poder gubernamental en los Estados Unidos dieron al traste con la política cardenista e impusieron una política de criminalización y persecución que al día de hoy simplemente no ha resuelto nada. Ya se ve que es momento de que el país tome decisiones en las que la disposición central sea beneficiar a la población y no atender los intereses de quienes siempre estarán a favor de que el negocio ilegal no termine nunca. Por ello el apoyo a las políticas progresistas es indispensable. Sí a la despenalización de las drogas. Ya.
(Si desean leer el comunicado, pueden encontrarlo aquí).
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