Por: Paco de Anda (@pacodeanda)
Hoy hay pánico entre los conductores. En redes sociales y en los medios las discusiones están encendidas. Todo mundo habla del Reglamento de Tránsito que el pasado 15 de diciembre entró en vigor, pero nosotros hemos decidido no abonar al tema. ¿Por qué?
En principio, creemos que se está haciendo más ruido del necesario. Entendamos que el Reglamento no es la cocina industrial que va a resolver el hambre, sino sólo una receta de cocina. No menospreciamos, pero queremos dimensionar adecuadamente.
El Reglamento tiene origen en la necesidad de realizar una regulación más actual derivada de la Ley de Movilidad publicada hace un año. La utilidad de un Reglamento es sentar las bases regulatorias para establecer conductas de orden y respeto en el tránsito.
El Reglamento es una parte, no un todo; es un medio y no un fin
Los reglamentos son como las “reglas de juego”, pero no son suficientes para que el juego se juegue adecuadamente pues muchos factores no dependen de ellos. Por ejemplo, las reglas del juego idealmente tienen que ir de la mano al tablero de juego; los jugadores deben conocer el idioma, el contexto con las que estas reglas están escritas antes de jugar; los jugadores deben conocer esas reglas y cumplir con las especificaciones que pide el juego en particular: edad, educación, estado civil, si acaso, y hasta religión; y deben aceptar que si no respetaran las reglas no podrán jugar, o no lo harán adecuadamente. Ahora bien, hay casos de juegos que, muy aparte de las reglas originales, los jugadores establecen las propias, de tal forma que obtienen diferentes experiencias y beneficios.
El tablero de juego es la infraestructura vial y, desde luego, los jugadores son los usuarios. Si bien las reglas existen desde hace mucho para ordenar el tránsito, desde hace un par de décadas, los usuarios de la Ciudad de México han reescrito las suyas. Todos sabemos que en la Ciudad de México no se respeta del derecho de paso de la glorieta y que usar la direccional no implica que otros cedan el paso. Fuera del segundo piso del Periférico, el límite de velocidad lo establece la prisa y los ímpetus de cada quien. Las señales de ALTO o Ceda el Paso ya no tienen vigencia alguna, y todos lo sabemos. Además los policías son sumamente contemplativos o buscan hacerse de una entrada adicional a su mísero sueldo. Todos, en realidad, estamos más o menos hechos a esto.
Hagamos historia
De acuerdo a la experiencia de la publicación del Reglamento Metropolitano hace ya varios años, todo se está repitiendo. Y, creo, todo se repetirá más o menos igual. Al principio será el enojo y el rechazo, después la resignación y la obediencia y, en menos de 3 años, el olvido. Como proceso psicológico traumático… igual.
Cuando se publicó aquel Reglamento Metropolitano aumentó un diez por ciento el uso del cinturón de seguridad en los asientos delanteros (en los asientos traseros sólo el diez por ciento lo usaba) según la Línea Basal de la Iniciativa Mexicana de Seguridad Vial echada a andar por el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes en 2008. Sorprendidos, cuando volvieron a realizar el mismo estudio cuatro años después, se había reducido en la misma proporción el uso del cinturón de seguridad. La respuesta era la relajación. Los medios habían hecho un ruido impresionante cuando aquel reglamento se publicó; la policía parecía que realmente hacía su trabajo, pero pasó el tiempo, el reglamento ya no era noticia, a todo el mundo se le olvidó y volvimos a lo de antes.
¿Y por qué los reglamentos no provocan un cambio sostenido? Las respuestas son múltiples, pero hay una muy simple de expresar: porque el reglamento no es una estrategia; sólo es una regulación. Falta todo lo demás. Es cierto que el reglamento puede, y de hecho lo hace, motivar conductas. Ahí es donde más puede tener éxito, pero requiere de una estrategia. Por el contrario, las multas difícilmente logran un cambio de conductas. A nuestra percepción, generan rechazo en la mayoría y lecciones positivas en pocos. Los más abusados procurarán estar más atentos para que no los cache un policía o una cámara. Y es que un especialista español sabiamente decía: “no hay forma de tener un policía por ciudadano; las multas no son la manera de promover conductas seguras”. Las multas, además, siempre llegan tarde. No son preventivas.
Apeguémonos a lo que se dice afuera
Efectivamente el Reglamento sólo es una receta de cocina, pero aún falta la cocina, el chef, los cocineros, los utensilios, el entendimiento del mercado y la página de Facebook… falta casi todo. Y es que en realidad falta un objetivo y un foco. Decir que el reglamento fue diseñado con Visión Cero no sólo es inentendible y ambiguo; es impreciso. Una estrategia o un plan de seguridad vial sí pueden estar diseñados con Visión Cero en mente, puesto que pueden establecer metas en tiempo y forma para la reducción de siniestros viales, pero un reglamento no. Un reglamento establece simplemente un piso regulatorio.
Lo que se necesita hacer es un Plan de Acción bien elaborado y con una extraordinaria estrategia de comunicación social. El plan debería estar basado en los cinco pilares del Plan del Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020 (PDASV) que ha publicado la Asamblea Mundial de las Naciones Unidas.
En el documento del PDASV se establece lo siguiente: “Los principios rectores en que se basa el Plan para el Decenio de Acción son los que se incluyen en el enfoque sobre un «sistema seguro», que pretende desarrollar un sistema de transporte vial mejor adaptado al error humano y que tome en consideración la vulnerabilidad del cuerpo humano. Lo primero consiste en aceptar la posibilidad del error humano y, por ende, la imposibilidad de evitar completamente que se produzcan accidentes de tránsito. La finalidad de un sistema seguro es garantizar que los accidentes no causen lesiones humanas graves. El enfoque considera que las limitaciones humanas —la energía cinética que el cuerpo humano puede resistir — constituyen una base importante para diseñar el sistema de transporte vial, y que los demás aspectos del sistema vial, tales como el desarrollo del entorno vial y del vehículo, deben armonizarse en función de tales limitaciones. Los usuarios de las vías de tránsito, los vehículos y el entorno o la red vial se tienen en cuenta de manera integrada mediante una amplia gama de intervenciones, prestando más atención al control de la velocidad y al diseño de los vehículos y las carreteras que a los enfoques tradicionales de la seguridad vial. Este enfoque supone traspasar gran parte de la responsabilidad de los usuarios de las vías de tránsito a los diseñadores del sistema de transporte vial…”
El PDASV establece cinco pilares de acción:
1. Gestión de la seguridad vial | 2. Vías de tránsito y movilidad más seguras | 3. Vehículos más seguros | 4. Usuarios de vías de tránsito más seguros | 5. Respuesta tras los accidentes |
Para la Ciudad de México haremos unas breves sugerencias:
Pilar 1. Gestión
Pilar 2. Infraestructura
Pilar 3. Vehículos
Pilar 4. Usuarios
Pilar 5. Atención post accidente
Por lo anterior, la insistencia de hacer que el Reglamento de Tránsito sea la solución a la siniestralidad vial de la Ciudad de México mantiene un enfoque tradicional, que persiste en apostar a modificar conductas humanas, menospreciando la ocurrencia del error humano. Por esto, creemos que lo que suceda con este nuevo reglamento será temporal, a menos que se diseñe e implemente un Plan de Seguridad Vial para la Ciudad de México.
Por lo pronto, condúzcase y respete. Las multas son para aquellos malos usuarios que los cachen. Ah, y evite la corrupción.
* Paco de Anda, Movilidad y Desarrollo México @ZoonPeaton @LigaPeatonal
Visión Cero es un modelo estratégico de intervención en seguridad vial lanzado en Suecia en los 90 que considera los siguientes preceptos:
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