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Las propuestas afines <br>de Ebrard y AMLO
Las propuestas afines <br>de Ebrard y AMLO
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Las propuestas afines <br>de Ebrard y AMLO
15 de febrero, 2011
Por: Paris Martínez
@WikiRamos 

Aun cuando los dos personajes con mayor peso político entre la izquierda, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador han dicho que aceptarían ir a una encuesta para saber quién de ellos tiene mayores posibilidades de ganar la elección presidencial del año 2012, sus propuestas para enfrentar los problemas del país son prácticamente iguales.

El 15 de marzo del año 2000, en un encuentro privado que se prolongó más allá de las 3:00 de la mañana, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubon, quienes entonces contendían por la Jefatura de Gobierno del DF,  sellaron la alianza política que durante la década siguiente no sólo le permitiría a cada uno encabezar el Ejecutivo capitalino, sino también proyectarse a nivel nacional como los principales líderes de la izquierda y, por lo tanto, los mejor posicionados rumbo a la próxima competencia presidencial.

“Esta negociación –dijo entonces Ebrard, al anunciar que declinaba en favor del candidato de origen tabasqueño–, no es un intercambio de posiciones políticas”. Y López Obrador remató: “Es una alianza entre izquierda y centro, que permitirá ganarle al aparato de Estado”, a través del programa político consensuado entonces y que apostaba por una política de corte social basada en el impulso de la educación, la salud y la justicia laboral, así como en la participación ciudadana.

Dicho programa, que el próximo mes cumplirá once años de haber sido pactado, es la base de los dos decálogos de izquierda que hoy promueven ambos expriistas como propuestas independientes una de la otra, aunque, en el fondo, manejan prácticamente los mismos planteamientos pero en distinto orden.

Acaso, la diferencia más sustancial entre los dos programas políticos es la fecha en que fueron presentados.

Lo que hace la mano, hace la tras

El 25 de julio de 2010, ante un Zócalo lleno, Andrés Manuel López Obrador anunció que “con orgullo podemos decir que ya tenemos una organización nacional y un proyecto para renovar la vida pública del país”, en referencia al hoy denominado Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y al documento conocido como Proyecto alternativo de nación, diez puntos para lograr el renacimiento de México, que durante ese mismo mitin fue dado a conocer.

Dos meses después, el 30 de septiembre, vino el turno de Ebrard para presentar su propia agrupación e ideario, al participar como orador principal en el primer acto público de la Fundación Equipo (Equidad y Progreso, nombre a partir del cual sus integrantes se autodefinen como progresistas), cuyo documento base se denomina Nuestra propuesta en diez puntos.

Las coincidencias entre ambos decálogos saltan a la vista: mientras que en su Proyecto alternativo López Obrador reclama como primera prioridad impulsar una “revolución de conciencias y un pensamiento crítico” sustentados en la “cultura del pueblo”, Ebrard pugna en el segundo punto de su programa por “recuperar el sentido crítico de la población” a través de una “educación para el cambio cultural”.

En este primer apartado, el tabasqueño llama a crear el “nuevo espacio de lo público (…) en donde confluir, habitar, dialogar y convivir los unos con los otros; un espacio de la diversidad y la pluralidad cultural”, lo que retoma Ebrard en su séptimo postulado, en el que pide “recuperar el valor de lo público (y) darle importancia a la convivencia y el esparcimiento para recuperar la confianza en las personas, los espacios públicos y fomentar la colectividad”.

De la misma forma, el sistema de “protección social universal” que Ebrard pone como su primera preocupación, y cuyo objetivo es “construir un estado de bienestar para que el acceso a una vida digna no dependa de la situación económica de la persona”, en el programa de López Obrador ocupa el décimo punto, denominado “Estado de bienestar y lucha contra la desigualdad” y en el que afirma que “las libertades y derechos no pueden ejercerse plenamente si los mexicanos no tenemos resueltas necesidades elementales como el trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda, seguridad y tranquilidad social”.

Mientras tanto, el segundo punto del decálogo lopezobradorista propone poner “el Estado al servicio del pueblo y de la nación”, dado que “actualmente se encuentra bajo el control de una minoría, que utiliza el poder público para su propio beneficio (y) por eso, como pueblo, debemos recuperar democráticamente al Estado a través de la participación activa y del voto ciudadano”.

Dos meses después, Ebrard formuló esta misma idea, en el octavo apartado del documento Nuestra propuesta, titulada “Transformar la forma de gobernar”, y en el que insta a “reducir la discrecionalidad en el uso de recursos públicos”, así como a “abrir las instituciones a la intervención ciudadana y el debate público para la toma de decisiones”.

El segundo capítulo del decálogo de López Obrador también instruye a enfrentar la inseguridad pública mediante el “combate al desempleo, la pobreza, la pérdida de valores y la ausencia de alternativas sociales”, lo que rescata el ideario de los progresistas en su tercer índice, “Seguridad de las personas y espacios de convivencia”, que pide reconocer en la desigualdad “el origen del aumento de la violencia e inseguridad”.

Y así, las similitudes siguen: la proclama del movimiento Morena “por una ética republicana y el combate a la corrupción”, lo recoge el ideario de la Fundación Equipo bajo el título “ética pública y combate a la corrupción”.

La urgencia lopezobradorista por “crear una nueva economía”, dado que “el mercado, sin la regulación apropiada del Estado, no es capaz por sí mismo de ofrecer un desarrollo económico balanceado, eficiente y justo”, es repetida por el grupo de Ebrard al buscar “crecimiento económico y distribución equitativa de los beneficios”, así como “recuperar la función reguladora del Estado (a través de) agencias autónomas con participación ciudadana, que controlen los abusos del mercado”.

Ahí mismo, la fundación del actual jefe de Gobierno capitalino propone crear una “política fiscal progresiva, que elimine regímenes de privilegios y grave transacciones financieras”, lo mismo que arguye López Obrador en los índices sexto y séptimo de su ideario, en los que ofrece “combatir los monopolios” y “abolir los privilegios fiscales para redistribuir la riqueza con justicia”.

Por último, en tanto que los apartados octavo y noveno del Proyecto Alternativo plantean blindar el “sector energético”, por ser la principal “palanca del desarrollo nacional”, así como refinanciar el campo para garantizar la “soberanía alimentaria”, Ebrard defiende la “innovación tecnológica como centro del desarrollo económico”, además de la “sustentabilidad y el manejo eficiente de los recursos”.

Encinas y el decálogo híbrido

El pasado sábado, en el municipio de Villa del Carbón, al que acudió como parte de la gira que realiza para promover la nominación de Alejandro Encinas como candidato de la izquierda a la gubernatura mexiquense, Andrés Manuel López Obrador aseguró en rueda de prensa que “el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, y el presidente legítimo de México (en referencia a sí mismo) irán unidos tanto en el Estado de México, como a nivel nacional, siempre unidos”.

La afirmación vino ante los cuestionamientos sobre el impulso que inicialmente dio Ebrard a una eventual alianza entre los partidos de izquierda y el PAN en aquella entidad federativa, algo que el tabasqueño rechaza tajantemente, así como a sus reconocidas aspiraciones presidenciales, con miras a 2012.

López Obrador aclaró, no obstante, que durante su actual gira por el Estado de México no se le verá junto al mandatario capitalino, sino que será al concluir ésta, el próximo 27 de febrero, cuando Ebrard se sume físicamente a la promoción de Encinas.

Pero, aunque los dos aspirantes a la candidatura presidencial de la izquierda mantengan por ahora distancia entre sí, la alianza política establecida por ambos hace más de una década quedó refrendada en noviembre pasado, a través del programa con el que Alejandro Encinas busca el apoyo de los electores mexiquenses y que, para no faltar a la costumbre, fue resumido en un decálogo, al que llamaron Diez compromisos básicos para el pueblo del Estado de México, el cual condensa las más exitosas acciones de gobierno probadas tanto por López Obrador como por Ebrard, durante sus respectivas gestiones al frente de la administración pública capitalina.

Así, por ejemplo, Encinas ofrece llevar a la entidad mexiquense los programas lopezobradoristas de financiamiento a microempresarios y campesinos mediante créditos a la palabra, la entrega de apoyos económicos a todas las personas mayores de 68 años, el reparto gratuito de medicamentos, el otorgamiento de becas a estudiantes de preparatoria (programa emprendido por López Obrador entre alumnos de escasos recursos y ampliado luego por Ebrard), así como la escrituración de predios irregulares y el impulso a la economía estatal mediante la inversión en infraestructura pública.

Mientras tanto, de Ebrard retoma el establecimiento de un seguro de desempleo, la instalación de comedores populares y la construcción de nuevas líneas de transporte colectivo que unan la zona metropolitana con el Distrito Federal.

Sin embargo, este experimento de integración de las iniciativas más populares promovidas por ambos políticos no es necesariamente un indicio de que persigan los mismos intereses, rumbo al 2012.

Después de todo, como dijo ayer Ebrard, desde Michoacán, “por ahora, Andrés Manuel López Obrador y yo somos los que tenemos pesos mayores” para reclamar la nominación presidencial de izquierda.

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