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Quintana Roo: Reconstruir sobre <br>la ruina policial
Quintana Roo: Reconstruir sobre <br>la ruina policial
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Quintana Roo: Reconstruir sobre <br>la ruina policial
04 de mayo, 2011
Por: Juan Veledíaz
@WikiRamos 

Chetumal, Q. Roo.- Cuando Roberto Borge Ángulo escuchó aquel informe parecía no dar crédito a lo que su equipo había encontrado. Lo que el general Carlos Bibiano Villa Castillo presentó aquella mañana del pasado 6 de abril era un diagnóstico de la policía estatal que dejó al gobernador de Quintana Roo sin habla. El militar tenía poco más de 24 horas de haber asumido el mando de la secretaría de Seguridad Pública de la entidad y la situación latente en la corporación no sólo era lamentable, sino inverosímil.

El reporte decía que de mil 700 agentes que integraban la policía estatal preventiva, se desconocía el paradero de poco más del 60%. De los mil 166 que aparecían con registro vigente, más de la mitad estaban comisionados, algunos como guardaespaldas de políticos, otros como escoltas de dueños de periódicos locales y el resto con empresarios. De los poco más de 500 efectivos que quedaban, el 70% no estaba apto para la función policial, algunos padecían hipertensión, otros obesidad y hasta se tenían registrados casos de diabetes; además, la mayoría no tenía acreditado el examen de técnicas policiales.

-No saben disparar ni usar el tolete- explicó Villa al gobernador. Frente a este panorama el mandatario hizo algunos comentarios que remató con un lacónico: -Tiene usted todo mi respaldo- recuerda uno de los asesores del militar que presenció el encuentro. El general no esperaba menos, añade, pues las irregularidades estaban por todos lados. Borge había asumido la gubernatura el día 5 de abril y meses antes, como gobernador electo, había sido recibido en audiencia por el secretario de la Defensa Nacional, el general Guillermo Galván. Sobre el escritorio del funcionario castrense estaban las hojas de servicio de tres generales, unas eran del excomandante del primer Cuerpo del Ejército, Sergio Ayón Rodríguez, otras eran del entonces secretario de seguridad pública en Tamaulipas, Ubaldo Ayala Tinoco, y las últimas pertenecían a Villa Castillo, en ese momento director de seguridad municipal en Torreón. Borge vio con buenos ojos al general Ayón, miembro de una familia de militares y quien estuvo en la lista de candidatos a la titularidad de la Defensa Nacional en 2006, pero Galván no lo tenía como el primer considerado. Su recomendación era que Villa fuera nombrado, pues lo conocía de muchos años antes, esta cercanía se traducía que hasta antes de que fuera enviado a Torreón, su última responsabilidad como militar en servicio activo fue la de comandante en jefe de la compañía de transmisiones del alto mando, es decir, responsable de las comunicaciones del secretario.

Con esos antecedentes, Borge intuyó que el general Villa no se quedaría con los brazos cruzados tan pronto asumiera su responsabilidad. El diagnóstico que presentó también hacía referencia al parque vehicular de la dependencia del cual, el anterior secretario, el almirante Miguel Ramos Leal, se había “asignado” 13 vehículos, dos de ellos blindados. Además en las cárceles había policías comisionados como custodios sin conocimientos ni preparación en cuestión penitenciaria. Pero lo más extraño que se encontró fue un detalle que recordó las viejas prácticas que hace 35 años tuvo con la prensa en México la antigua policía política del viejo régimen priista, la extinta Dirección Federal de Seguridad. Los asesores del general hallaron que había periodistas de medios locales que estaban dados de alta como policías, lo cual era utilizado como un recurso para poder portar arma. Fuera de este detalle que retrataba una añeja práctica que se creía extinguida, lo más preocupante era las condiciones de fuerza y operatividad de la corporación.

“Ayer se me murió uno de mis policías, le dio un coma diabético, lo tuvimos que evacuar del pueblo donde estaba para llevarlo Bacalar y ahí murió. Y ya le digo, tengo más o menos un 60% de reprobados, porque tienen azúcar, presión alta, enfermedades varias”, dice el general Villa en una entrevista para Animal Político días antes del asueto de semana mayor. Recuerda que aquellos primeros días, tras asumir el mando de la seguridad en Quintana Roo, no salía del desconcierto. “Volteaba y nada, decía quiubo, dónde andan, con qué me van a  dejar para trabajar…”. Una de las primeras acciones que tomó fue tirar a la basura alrededor de 300 uniformes de sus agentes que estaban inservibles en el depósito, en su idea de la disciplina e imagen castrense, era inconcebible que su personal luciera vestimenta descocida, rota y toda descolorida.

De la ruina policial  sólo hay un paso a la corrupción, comenta. Al llegar a Torreón, a principios de 2010, dice que se topó con una policía municipal 100% corrupta. Tuvo que ir contracorriente y de aquella experiencia en el norte del país, las similitudes resultaron cercanas al panorama que encontró en el Caribe. Cuando pasó por primera vez al comedor de la corporación en la base central en Chetumal, halló que se servían raciones sólo para medio centenar de elementos. -¿Qué pasa con los demás?—cuestionó. Si entraban 40 policías se podrían hacer adecuaciones para que se sirviera a 80. Si van a sentarse 80 se buscará la manera de que sean 160, se trata de duplicar el servicio, explicó a sus allegados. “Queremos que la comida se haga en calidad y cantidad, que el policía sepa que va a venir y se le va a atender, porque hay medios o ¿quién se los está chingando? Porque hay medios económicos para darle de comer a 800 policías, pero si nada más entran 50, ¿quién se chinga las 750 raciones?”.

-¿Eso encontró?—se le pregunta. “Sí, sí, por eso digo hay medios económicos para darle de comer a todos los  policías. Precisamente ¿dónde está ese dinero, quién se está quedando con él?”.

Villa dice que su plan de seguridad iniciará no sólo con la preparación física del personal sino en reforzar los apoyos materiales a los efectivos con la finalidad de comenzar una campaña contra la corrupción en sus filas. Asegura que fue una estrategia que puso en marcha en Torreón, y al menos durante el tiempo en que estuvo al mando, funcionó. En Coahuila señala que logró tres cosas fundamentales, que se aumentara el ingreso mensual de los elementos, que se les dotara de un seguro de gastos médicos mayores y se aumentara la póliza de seguro de vida. Además se les ayudó para adquirir una casa de bienestar social en fraccionamientos donde el gobierno pudiera negociar con los desarrolladores. Algo similar quiere para Quintana Roo.

“¿Qué va a pasar con alguien que tiene un seguro de vida de 700 mil pesos? En Torreón lo decía en son de broma ¿quieren cobrarlo? Muéranse. Tan fácil, verdad. De esta forma, se lograron cosas buenas. Vengo a eso, en primer lugar voy a limpiar la unidad, a darle una limpiadita. Sacar los malos elementos, porque igual que allá en Torreón, recibí mil 100 policías operativos, de esos, mil eran corruptos. Vengo aquí y me empieza a suceder lo mismo, detecto corruptos, tengo que sacarlos y reclutar gente nueva a mi gusto. ¿Cuál sería mi gusto? Que tuviera preparatoria, tuviera cartilla del servicio militar nacional liberada y en tercer lugar que tuviera su licencia de manejo. Serían los tres fundamentos”. Dentro de sus planes, añade, está fijar una base salarial para el policía raso que sea de 8 mil pesos, a partir de ahí aumentaría 20% conforme el escalafón. Cuestionado si no es muy poco, en comparación con la carestía y costo de la vida, el general dice que también habrá premios y bonos mensuales para los mejores elementos. Incluso se alcanzó un acuerdo con empresarios del ramo turístico en Cancún y Xcaret, para obsequiar cada mes un viaje para dos personas a los uniformados que sean considerados los más destacados en su labor.

El general Bibiano reconoce que no todas sus intervenciones ante los medios de comunicación han sido bien vistas. Como cuando hizo referencia a la muerte de presuntos delincuentes o a responder a tiros contra ataques de bandas como los Zetas. “Hay veces que se me ha ido la trompa por ahí, por decir algo…”. De su experiencia en el ejército, donde comenzó de soldado raso en 1966 y alcanzó el generalato en 2008, rescata su preparación en mando de tropas y operaciones en terreno, aunque se haya limitado sólo a militares del área de transmisiones. Porque eso fue lo que estudió, es ingeniero en comunicaciones y electrónica además de contar con una especialización en operaciones satelitales.

-¿Sirve esa experiencia que es más técnica que operativa?—se le pregunta.

“Conozco el terreno. Estuve en la operación del sellamiento de la península a fines de los años 90. Estuve en Valladolid, en la 32 zona militar y en la 34 de Chetumal. Posteriormente como comandante de un batallón, tenía gente regada por todo el país y aquí en el Caribe tenía aproximadamente a 80 elementos desplegados que tenía que supervisar, recorrí las carreteras, conozco esta zona, de esta forma ya estoy involucrado. Como ingeniero tengo cabida en dar clases, trabajar en la industria, pero me gustó la seguridad. Soy de un área técnica pero siempre he manejado las armas, siempre he manejado cuerpos”. Y en esa lógica, Villa se mueve con un séquito de 12 efectivos, todos ellos de su absoluta confianza, duerme en hoteles y tiene asignada una casa por el gobierno en Chetumal. Aun así, no deja de moverse, de ejercitarse cada mañana y comer con sus subordinados en el comedor de la corporación. A ese paso, bromea, “me voy a hacer acreedor al bolillo de oro”.

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