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El móvil detrás de la muerte <br> del general Juárez Loera
El móvil detrás de la muerte <br> del general Juárez Loera
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El móvil detrás de la muerte <br> del general Juárez Loera
16 de junio, 2011
Por: Juan Veledíaz
@WikiRamos 

¿Quién mató al general Jorge Juárez Loera quien llegó a ser el número tres en la estructura de mando dentro del Ejército? El pasado 21 de mayo este alto mando fue asesinado en pleno Periférico, al norte de la ciudad de México. Para el Ejército fue un “incidente vial“. Sin embargo, internamente trabajan sobre tres hipótesis una de las cuales apunta en el sentido de que el narcotráfico lo tenía en la mira por haber afectado sus intereses en una de las rutas más usadas para llevar drogas a Estados Unidos.

El antecedente

Llegaron a bordo de tres vehículos, los estacionaron  y entraron al centro comercial. Minutos antes por radio alguien les dio aviso que los hombres que buscaban ya se encontraban en aquel lugar. La tarde del lunes 18 de diciembre de 2007, un comando armado irrumpió en una céntrica plaza de Torreón minutos después de que cuatro oficiales del Ejército vestidos de civiles, ingresaron a una tienda de telefonía celular. Un señuelo los identificó y los pistoleros les dispararon por la espalda, sobre el piso quedaron sin vida los tenientes Danny Benjamín Cáceres Ortega, Isaías Lozano Medrano y Adrián Barrera Castorena, mientras su colega Carlos Armando Rubio, un oficial de la fuerza aérea, resultó herido.

El ataque reactivó el pánico que desde semanas atrás pareció instalarse en la cotidianeidad de los habitantes de esta ciudad. La disputa del eje que partía de las ciudades de Gómez Palacio en Durango, pasaba por la vecina Torreón en Coahuila y seguía a Ciudad Juárez en Chihuahua, una ruta donde según informes oficiales circula el 75% de la cocaína que ingresa a los Estados Unidos, colocó a la región de la Laguna como un foco rojo más en el mapa de los choques entre las organizaciones del narcotráfico.

Cuando en el año 2006 el general Jorge Juárez Loera llegó como titular de la 11 región militar, que abarca los estados de Chihuahua y Coahuila, la disputa territorial se tradujo en un considerable incremento de la violencia en las zonas bajo su jurisdicción con Ciudad Juárez, que pasó de 130 homicidios ese año a mil 652 en 2008 cuando dejó la comandancia, como referente emblemático.

Días después de la muerte de los tres oficiales del Ejército, se supo que por lo menos uno de ellos era un especialista en información comisionado en labores de inteligencia contra el narcotráfico y su nombre había sido “filtrado” a un comando de los “Zetas”, quienes presumiblemente fueron los autores del atentado.

La investigación interna concluyó que la comandancia de región en Torreón y varias unidades entre las que se encontraba el 33 batallón de infantería, estaban “infiltrados” por la delincuencia organizada y había “fugas de información” sobre el movimiento de tropas, la identidad de los mandos operativos y los oficiales que llevaban a cabo tareas de inteligencia.

La gravedad del tema llevó al general Juárez Loera a decidir que se reforzara la seguridad interna, al personal de jefes y oficiales se les pidió extremar sus precauciones al salir de los cuarteles en sus días de descanso y a la tropa se le ordenó evitar los sitios públicos, comentó una fuente militar consultada sobre el caso y que estuvo comisionado a finales de aquel 2007 en la zona.

Tres meses después, en marzo de 2008, se anunció el inicio del Operativo Conjunto Chihuahua, el cual estaba bajo el mando de Juárez Loera, donde alrededor de cinco mil efectivos del Ejército se desplegaron en labores contra la delincuencia organizada en la región de la Laguna, en la sierra y centro de Chihuahua y en la frontera del estado.

Juárez Loera era un militar parco pero que sabía escuchar, contaban sus allegados. Entendía que Chihuahua tenía una complejidad mayúscula no sólo por la dimensión territorial sino por la penetración que la delincuencia tenía en las corporaciones policiacas, el arraigo de las bandas criminales con jóvenes sin empleo ni educación que vivían en poblaciones de la frontera y la convivencia “forzada” por la falta de cuerpos de seguridad con pobladores de las zonas serranas.

En los primeros meses del despliegue el general se confrontó con el entonces gobernador de Durango, el priista Ismael Hernández Deras, cuando acusó a los agentes de la dirección estatal de investigación (DEI) de no colaborar en las operaciones conjuntas. A mediados de mayo durante un operativo contra bandas dedicadas al robo de autos y narcomenudeo en Gómez Palacio, en tono irónico declaró que los agentes no se presentaron porque tal vez estaban “en su día libre”. Comenzó entonces a hacerse público un distanciamiento entre ambos. En cambio la relación con el gobernador coahuilense Humberto Moreira era percibida en Torreón como “fría pero cordial”.

La comandancia militar tenía información sobre los intereses pocos claros de algunos personajes del círculo cercano del mandatario, quienes habían fincado relaciones de negocios con personajes cuyo patrimonio era de origen “dudoso”, señaló esta fuente castrense. El hecho en sí, despertaba suspicacias.

En septiembre de 2008, apenas seis meses después del inicio del Operativo, el general fue relevado de la comandancia para regresar a la ciudad de México e incorporarse a la plana mayor de la Defensa Nacional como Inspector y Contralor del Ejército y Fuerza Aérea. Por la importancia de su cargo contaba con escolta y equipo de ayudantes que lo acompañaba en sus labores cotidianas.

A finales de ese año Nuevo León era la entidad que con 11 casos de militares asesinados por el crimen organizado, se colocaba en primer lugar a nivel nacional. Pese a que Coahuila terminó con tres, las fugas de información continuaron y en abril del 2009 dos oficiales del 33 de infantería fueron hallados sin vida en la cajuela de un auto compacto. El vehículo estaba en una de las calles de la “Durangueña”, considerada una de las colonias más conflictivas de Torreón.

Semanas antes en febrero, se habían registrado cambios en la Sedena, el general Juárez Loera había sido nombrado Oficial Mayor de la secretaría con lo que se convertía después del secretario y del subsecretario, en el número tres en el organigrama de la dependencia. En noviembre del 2010, otros dos oficiales –un Capitán y un Teniente– fueron asesinados a tiros y sus cuerpos arrojados en la carretera Gómez Palacio-Ciudad Juárez. El ataque fue calificado por el general Marco Antonio González Barreda, comandante de la 11 región, como “una reacción de los grupos criminales al trabajo que realizaba el Ejército en la Laguna”.

La maldición de la Buenos Aires

Conocían sus movimientos y la zona donde los realizaba. Quienes seguían a Juárez Loera desde que el pasado 8 de mayo pasó a retiro y comenzó a desplazarse paulatinamente sin escolta ni ayudantes, sabían también que pocas veces andaba armado.

La información había sido “filtrada” pero para las autoridades encargadas de la investigación, no queda aún del todo claro si detrás de su muerte, ocurrida el sábado 21 de mayo en ciudad Satélite a pocos metros del entronque con Periférico Norte, se encuentra un grupo de la delincuencia organizada que se vio afectado en sus intereses mientras se desempeñó como comandante de región en Torreón o, en su caso, existe otro u otros posibles móviles.

De acuerdo a diferentes fuentes consultadas tanto en la PGR como en el Ejército, existen tres posibles hipótesis sobre la muerte del divisionario.

La primera, que es la que se trabaja con mayor énfasis, se refiere a un grupo de la delincuencia organizada –cuya identidad no se especifica del todo—que colocó al militar como objetivo al considerarlo como uno de los responsables de haber “afectado sus intereses” en la región Coahuila-Chihuahua.

La segunda, que se abandonó a los pocos días, se refería al entorno de sus relaciones personales y afectivas.

La tercera estableció un posible “conflicto de interés” a su paso por la oficialía mayor. Esta versión que no se pudo corroborar si ha sido abordada por la autoridad ministerial, es una lectura que permea entre generales de alto rango, la mayoría en situación de retiro, algunos de los cuales fueron consultados en las últimas semanas sobre las posibles causas del asesinato.

Varios de ellos se encuentran “muy molestos” porque el secretario de la Defensa Nacional, el general Guillermo Galván, no acudió a sus exequias ni ordenó realizar un homenaje de acuerdo a la investidura que tuvo de número tres en la cadena de mando. La versión que se comenta en los círculos de militares retirados, es que Juárez Loera fue callado “por algo en que estaba metido o por algo en que no se quiso meter”. Aunado a ello lo que más ha llamado la atención es que la Defensa Nacional desde que emitió pocas horas después de su fallecimiento un comunicado donde aludió a un “incidente vial”, como posible origen de su muerte, no haya vuelto a mencionar el caso.

Con la muerte de Juárez Loera, quien en 1997 se desempeñaba como director de la Policía Auxiliar del Distrito Federal en la etapa en que la Secretaría de Seguridad Pública capitalina fue copada por mandos militares, suman tres los generales que estuvieron comisionados en labores policiacas en ese momento y cuyo destino final ha sido motivo de interrogantes.

En febrero del 2009, el general Mauro Enrique Tello Quiñones fue asesinado junto a dos de sus ayudantes en Cancún, Quintana Roo, días antes de que asumiera la dirección de seguridad pública municipal. Meses después en circunstancias poco claras hasta el momento, desapareció en los límites de Sinaloa y Durango el general José Lamberto Ponce Lara cuando custodiaba un cargamento mineral de oro y plata. El excomandante del hoy desaparecido agrupamiento “Zorros” fue detenido y procesado junto a Tello por el secuestro, tortura y muerte de seis jóvenes, ocurrida en septiembre de 1997 en la colonia Buenos Aires.

Hoy día los tres forman parte de lo que para algunos de sus colegas parece ser “la maldición de la Buenos Aires”.

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