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El “discurso amoroso” les ayudó a ganar a Lula, Humala y Mujica
El “discurso amoroso” les ayudó a ganar a Lula, Humala  y Mujica
7 minutos de lectura
El “discurso amoroso” les ayudó a ganar a Lula, Humala y Mujica
22 de noviembre, 2011
Por: Paris Martínez (@Paris_Martinez)
@WikiRamos 

En 2002, Luis Inacio Lula da Silva acudía por cuarta vez a la arena electoral brasileña en busca de la presidencia, luego de tres intentos fallidos (1989, 1994 y 1998), pero esta vez sobre su cabeza no ondeaba la tradicional bandera roja del Partido de los Trabajadores (PT), sino una blanca, en cuyo centro una pequeña estrella carmesí de cinco puntas era la única reminiscencia de su ideario socialista, misma que, conforme avanzó la campaña, fue cambiando de entonación, hasta llegar a ser amarilla, verde e incluso azul.

El rostro duro del exdirigente sindical, organizador de las huelgas obreras que llevaron al derrocamiento de la dictadura militar brasileña en 1985, fue sustituido por una sonrisa paternal enmarcada en su barba ahora encanecida, y con la que Lula declaró, en octubre de 2002, durante el primer debate de los aspirantes presidenciales, que “Lulinha no quiere pelear. Lulinha quiere paz y amor“.

Al esgrimir esta frase, luego reiterada en cada oportunidad durante sus jornadas proselitistas, Lula da Silva archivó su pasado como dirigente social radical, enfrentado desde siempre a los sectores patronales e industriales, lo que intimidaba a la clase media y a la derecha brasileñas, mientras que en sus discursos dejaron de escucharse conceptos tales como “reforma tributaria”, “impuesto a grandes fortunas”, “democratización de los medios de comunicación” o “reforma agraria”, con lo cual limpió de obstáculos el camino que lo llevó a la presidencia, cargo en el que se reeligió en 2006 y del que se despidió en 2011 con el respaldo de 78% de los ciudadanos.

Walter Pomar, dirigente del PT brasileño.
Walter Pomar, dirigente del PT brasileño.

Esta estrategia de marketing basada en el concepto “amor y paz”, orientada a suavizar el discurso radical de la izquierda, ideada por el publicista brasileño Duda Mendoça, luego fue seguida por el exguerrillero tupamaro José Mujica (actual presidente de Uruguay), por el exmilitar golpista Ollanta Humala (hoy mandatario del Perú) y, en la actualidad, por Andrés Manuel López Obrador, quien el pasado 15 de noviembre prometió fundar en México una “República amorosa”, de obtener el triunfo en las elecciones del próximo año.

Sin embargo, subraya Walter Pomar, dirigente del PT brasileño, “aligerar el discurso de la izquierda no es una fórmula mágica para ganar elecciones, y el de Brasil no debe ser tomado como ejemplo por la izquierda latinoamericana… cambiar el discurso no es garantía de triunfo, tal como atestiguamos en la campaña de Lula para su segundo periodo de gobierno, en 2006.”

La bandera blanca de Lula

Táctica “marketera”

Vicepresidente del PT brasileño hasta 2005 y actualmente miembro del Directorio Nacional de ese partido (órgano colegiado integrado por 83 líderes históricos petistas), Pomar reconoce que “muchos dirigentes políticos y muchos marketeros atribuyen la victoria electoral de Lula, en 2002, a un giro en su discurso, a una campaña mediática específica –y evidentemente las campañas, los discursos y los medios de comunicación tienen importancia–, pero no fue por eso que vencimos: ganamos, fundamentalmente, porque colapsó el gobierno neoliberal que nos antecedió y porque, desde muchos años antes, nosotros ya aparecíamos como la alternativa electoral.”

Militante del PT desde la década de los 80 y actual representante de ese partido ante el Foro de Sao Paolo (alianza continental de partidos de izquierda, formada en 1990 bajo auspicios del PT), Pomar advierte que la confianza absoluta en la fórmula brasileña del “amor” es, de hecho, un error, ya que “hay quienes hacen una lectura simplificadora y ven el éxito en esta campaña, motivados por un deseo inculcado por los servicios de marketing electoral que se contratan, aunque eso no tenga que ver con una lectura objetiva de la realidad”.

El dirigente brasileño, quien tuvo a su cargo la relaciones internacionales del PT entre 1997 y 2005, abunda: “No estoy diciendo que modular el discurso no tenga importancia, ya que en 2002 logramos con esa estrategia atraer a los electores de la clase media y la burguesía que, de por sí, estaba expulsando de sus filas el partido en el gobierno, debido a sus políticas neoliberales”.

Sin embargo, aclara, “más que un discurso duro o blando, lo que determina que la izquierda llegue al poder, no sólo en Brasil, sino en todos los casos presentes en Latinoamérica, es la conformación de alianzas políticas con sectores de centro y, algunas veces, de derecha. Este elemento es más importante que el tono del discurso político”.

Nuevo consenso nacional

Porfirio Muñoz Ledo, cercano colaborador de López Obrador, rememora con simpatía la plática que sostuvo en 2009 con Lula, luego que éste visitó al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en la Casa Blanca, encuentro tras el cual ambos políticos se retrataron contentos y abrazados, lo que le granjeó al entonces mandatario brasileño la crítica de algunos sectores de la izquierda.

“Peru comu nou voy’star contentou –dice Muñoz Ledo, intentando imitar las palabras que entonces le escuchó a Lula, con todo y el acento–, si toda la vida he negociadu con los patrones, y Bush es el patrón de todus los patrones… yo’stoy entrenadu para esu.”

El exembajador de México ante la Unión Europea (durante el gobierno del panista Vicente Fox) utiliza su anécdota con el hoy expresidente de Brasil, para ejemplificar el actual modelo político impulsado no sólo por Lula, sino, en general, por aquellos partidos de izquierda que ha escalado al poder en todo el mundo, y que pasa no por un simple cambio en el discurso, subrayó, sino por la construcción de “un nuevo consenso nacional”.

A López Obrador “lo han comparado con Lula y hasta con Ollanta Humala, porque ellos, cambiando su discurso, llegaron al poder –dice Muñoz Ledo, al participar en el Encuentro Latinoamericano de Gobiernos Locales de Izquierda, celebrada el pasado fin de semana–, pero no existe tal cambio, sino que, en todo caso, lo que se está anunciado es un proyecto incluyente“.

Con el discurso del “amor”, añade, en la izquierda “no estamos renunciando a la Cuarta República, a nuestra formación o a nuestra concepción de los cambios de fondo que requiere el país (…) y tampoco se está buscando ganarse a las clases medias o empresariales”, sino que, “dado que vivimos en un grado tal de fractura social, López Obrador reconoce que lo que se tiene que hacer es restaurar el consenso nacional, eso fue lo que Lula hizo en Brasil, con su principal arma, que es la negociación.”

Además, aclara, esta visión de la izquierda no es importada de Brasil, “pues, históricamente, yo compararía a López Obrador con François Mitterrand (presidente de Francia entre 1981 y 1995), cuyo lema en su última campaña fue ‘Todos tranquilos’, es decir, un mensaje elaborado sobre la idea de la serenidad, la capacidad de convocatoria y la determinación colectiva… este es el mensaje que Andrés Manuel está proponiendo ahora”.

Lula y Bush, juntos en 2009
Lula y Bush, juntos en 2009

El camino fácil

Walter Pomar hace una pausa en la reunión privada que sostiene con representantes del PRD y PT mexicano, en el Hotel Sevilla Palace, de Reforma, para explicar que “en América Latina, todos los gobiernos que se denominan de izquierda llegaron al poder, no a raíz de un cambio en el discurso, sino por medio de alianzas políticas con sectores de centro, de derecha y, algunas veces, con sectores sociales de la pequeña, mediana e, incluso, gran burguesía“, alianzas que luego condicionan el accionar del gobierno.

“Un gobierno producto de una alianza pluriclasista, pluripartidista, y con un discurso de conciliación, no puede dar un giro al día siguiente de tomar el poder y llevar a la práctica los cambios de fondo que se requieren, las reformas necesarias para enfrentar la actual crisis internacional. Entonces, ahí existe una contradicción: se opta por una fórmula fácil para vencer, a partir de coaliciones, que luego te dificultan la labor de gobierno; o, por el otro lado, se opta por una táctica que hace más difícil la victoria electoral, pero que te facilitaría poner en marcha los cambios profundos que demanda el presente, y que forman parte del ideario izquierdista.”

–¿Las alianzas entre diversos sectores sociales, entonces, no le convienen a la izquierda? –se inquiere al petista brasileño.

–Yo critico las alianzas que se hicieron en mi país no porque no hayan sido útiles electoralmente, sino porque dieron como resultado gobiernos que, programáticamente, resultaron ser muy moderados. Para nosotros ésta es una dificultad real: gobernamos el Brasil desde hace muchos años, pero tenemos un déficit en cuanto a cambios estructurales.

–¿Es recomentable, pues, replicar los experimientos de marketing electoral brasileños?

–En 2002, este discurso light fue importante en Brasil para atraer a un sector del electorado que estaba abandonando el bando rival, pero si fuera otro el contexto, esa táctica no serviría para nadie. Eso nos pasó en la campaña siguiente, en 2006, cuando Lula buscaba la reelección: en la primera vuelta aplicamos básicamente el mismo discurso de la campaña anterior, y nos fue mal, tuvimos que ir a una segunda vuelta, y entonces nosotros adoptamos un discurso duro, de confrontación, y así nos fue muy bien, permanecimos en el poder. Es decir que el mismo discurso moderado en voz del mismo candidato, arrojó resultados opuestos, en dos contextos distintos… Además –remata–, no es creíble u discurso moderado, si no hay una trayectoria que lo haga creíble.

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