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CaravanaUSA cuenta la historia de Roy, secuestrado hace más de una año
CaravanaUSA cuenta la historia de Roy, secuestrado hace más de una año
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CaravanaUSA cuenta la historia de Roy, secuestrado hace más de una año
29 de agosto, 2012
Por: Manuel Larios
@WikiRamos 

Houston, Texas.- En una banca de madera afuera del auditorio de la Iglesia Metodista de Saint Paul, Ricardo Rivera Hidalgo intenta llevarse a la boca un vaso con agua, pero su mano derecha le tiembla.

Saca un cigarrillo. Pide un encendedor. A la primera bocanada, el temblor amaina. Mientras se reclina en la banca, se acomoda los lentes para el sol que hasta hace unos momentos llevaba sobre la cabeza. Tras un año y siete meses de silencio, este domingo es la segunda vez en que Richie  -como pide que le llamen- cuenta en público la forma en que desapareció su hermano Roy, allá en Monterrey. La angustia está liberándose un poco aquí en territorio texano.

“Es como echarle sal a la herida”, comenta el joven, que todavía usa brackets y viste una camiseta polo rosa, shorts tipo cargo y sandalias playeras.

Adentro del auditorio, se desarrolla un panel entre académicos y organizaciones sociales afroamericanas e hispanas, que se van sumando a las demandas de la Caravana por la Paz, a la que Richie y su madre, Leticia Hidalgo, se integraron apenas la tarde del viernes pasado en McAllen, Texas. Esperaron a que la Caravana pasara cerca de Monterrey para sumarse. La necesidad de narrar su testimonio y el sentimiento de seguridad que da hacerlo en Estados Unidos, los animó a integrarse. Allá en México, Richie no ha podido denunciar públicamente la desaparición de su hermano. Desde aquél 11 de enero de 2011, ha tenido que aprender a vivir un con miedo permanente.

“El miedo siempre está presente, es imposible irse a dormir sin cerrar y revisar dos veces todas las puertas y cerraduras; aprendes a tener siempre ubicadas vías de escape; el miedo siempre está ahí, por eso no nos unimos a la caravana por la paz de México, por eso esperamos que fuera aquí en Estados Unidos para sentirnos un poco más seguros”.

***

Durante su participación en los testimoniales de víctimas de la violencia, Richie pidió a las cerca de 300 personas presentes en el auditorio de la iglesia metodista, cerrar los ojos para escuchar su historia, y sentir lo mismo que él sintió aquella madrugada de enero de 2011.

“Estábamos acostados, cada quién en su habitación; yo estaba viendo la tele, todo  muy tranquilo; pero a eso de la una de la mañana se comenzaron a escuchar ruidos y golpes en el portón de la casa”, recuerda Richie, y agrega que, al principio y como desde su infancia tuvo miedo a “los fantasmas y esas cosas”, se auto sugestionó de que los ruidos provenían de la casa de los vecinos.

Pero los ruidos no cesaron y, por el contrario, comenzaron a ser más intensos. Cuando eso ocurrió, se armó de valor y salió de su cuarto. Su hermano Roy estaba también en el pasillo. Se miraron a los ojos un instante y bajaron juntos la escalera para ver qué sucedía.

Afuera, un camión de mudanza y una veintena de hombres armados con fúsiles AR-15 y protegidos por chalecos antibalas –varios de ellos con la leyenda: Policía de Escobedo (un municipio metropolitano de Nuevo León)- se movían con rapidez para ingresar al domicilio de la familia Rivera Hidalgo. Roy subió a despertar a su mamá, mientras Richie fue a la cocina a buscar un par de cuchillos que de nada servirían para enfrentar al grupo armado.

Un culatazo en la cabeza impidió al joven, que en ese entonces tenía 16 años, llegar al cuarto de su madre con los dos cuchillos. Los siguientes cinco minutos transcurrieron en cámara lenta.

“Entran al cuarto y nos tiran a todos al piso, cada que intentaba levantarme me pegaban otro cachazo, comencé a sangrar, me decían que no los volteara a ver; yo les decía que no les podíamos hacer daño, que se llevaran lo que quisieran, tenía 16 años y mi hermano 18, no íbamos a poder nunca con veinte hombres”.

Los delincuentes no hicieron caso a los argumentos y peticiones de Richie. El saqueo comenzó: joyas, dinero en efectivo, televisiones, vehículos, y todo lo acumulado en una vida de trabajo se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

“Se llevaron hasta ocho kilos de carne que habíamos comprado para asarla al día siguiente”, dice Richie.

Para evitar ser reconocidos, los asaltantes voltearon el colchón matrimonial de la habitación y en la base de la cama, metieron a Ricardo y a su madre Leticia. Roy no cabía en ese espacio, así que los hombres armados lo mantuvieron amagado en la habitación.

El caos continuó. Leticia rezaba. El grito de “vámonos” fue el inicio de la desbandada del comando. Cuando Richie y su madre sintieron que era seguro salir, se percataron de que a Roy se lo habían llevado secuestrado.

“Ahí empezó nuestra angustia mayor”, afirma Ricardo.

A las 10 de la mañana del mismo día, voces desconocidas llamaron al celular de Leticia para pedir rescate por Roy. La cantidad era impagable, sobre todo porque los Rivera Hidalgo ya no tenían muchos objetos de valor; como sea, llegaron a un acuerdo y se pagó el rescate en tiempo y forma. Sin embargo, la promesa hecha por los delincuentes de soltar al hermano de Richie en tres horas, aún sigue sin cumplirse.

***

La denuncia por el secuestro de Roy Rivera Hidalgo, estudiante de lenguas extranjeras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, fue presentada ante la Sedena tres semanas después de ocurrida.

“Es imposible ir a la policía sabiendo que la policía en México está con los delincuentes”, señala Richie. Y afirma que después de interponer la denuncia sólo han encontrado puertas cerradas en las instancias de procuración de justicia.

“La policía nos tapa el camino, no hace nada, no buscan, no les importa nada de nada; es impresionante su apatía”.

Ante la sordera institucional, la familia Rivera Hidalgo ha encontrado en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad un refugio para compartir el dolor y aferrarse a la esperanza de encontrar al hermano mayor que les arrebataron.

“Tengo mucha fe de que Roy regrese -comenta Ricardo- aunque ya es un año y siete meses y la esperanza se va acabando; pero estando aquí con la caravana sientes que te cobijan, porque ellos tienen tu mismo dolor y al estar con ellos, te sientes bien”.

Aún cuando inicialmente acompañaría a la caravana sólo en McAllen, San Antonio y Houston, para después regresar a la universidad, Richie desea seguir el recorrido con las víctimas de la violencia hasta llegar a Washington, DC el próximo 10 de septiembre.

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