Por: Juan Velasco López
Estamos en un mundo en donde la competencia y el libre albedrío han demostrado ser los principales promotores del desarrollo en (me aventuro a decir) todas las industrias y materias.
La forma de aplicar estos conceptos a la educación pública en México es cambiando la mecánica de los subsidios a las instituciones educativas: el mismo subsidio otorgado por el estado puede ir dirigido directamente al usuario final, el estudiante. Esta figura estará entonces en la posibilidad de elegir entre las escuelas a su disposición.
Bajo este esquema las escuelas se verán obligadas a competir entre sí para captar recursos, como cualquier institución privada tendrán que recurrir a la innovación y a la diferenciación, cuyos mejores rubros se direccionan hacia una mejor educación.
Existen dos órganos claves para implementar esta estructura, el primero sería una institución que mantenga control y seguimiento al recurso otorgado directamente a los alumnos; el otro órgano puede ser un departamento emanado de la comisión de competencia, el cual estaría monitoreando las relaciones dadas entre las escuelas para evitar prácticas monopólicas o oligopólicas.