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‘Nuestra vida está en pausa’: Pagaron rescate por sus hijos pero no se los regresaron
‘Nuestra vida está en pausa’: Pagaron rescate por sus hijos pero no se los regresaron
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‘Nuestra vida está en pausa’: Pagaron rescate por sus hijos pero no se los regresaron
05 de septiembre, 2020
Por: Jessica Ignot / El Mundo de Orizaba
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El 9 de octubre del año pasado, muy temprano, a las 6 de la mañana, Angélica A recibió en el celular un mensaje de su hijo Fernando José Trejo.

En el texto, Fernando le pide a su madre que por favor prepare comida para él y dos amigos, y que ponga agua a calentar porque quería darse un baño. 

“Cuando leí el mensaje hice lo que me pidió -explica Angélica-. Me levanté, puse el agua a calentar y preparé algo de comida, unos tacos.

Pero pronto dieron las diez de la mañana, las once, el mediodía, la tarde… y Fernando no aparecía.

“Le mandé un mensaje para reclamarle por qué no llegó a la casa a comer. Pero ya no hubo respuesta”. 

Angélica no sabía que su hijo había desaparecido desde un día antes. 

“Se lo llevaron en un retén de la policía”

Angélica Aguilar Victoriano es una de las madres que integran el Colectivo de Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba, en la zona centro del estado de Veracruz. 

Como muchas de las familias que forman esta brigada, Angélica ha estado cinco meses sin poder buscar a Fernando por culpa de la pandemia de COVID. Pero ahora, con el cambio de semáforo epidemiológico en la entidad, ha reiniciado la terrible rutina de ir a rastrear pistas de su niño en hospitales, comandancias y fosas clandestinas. 

Mientras acaricia con dulzura el cuadro con la foto de su hijo, Angélica narra a continuación cómo fue el día después de que su hijo no diera señales de vida. 

Angélica explica que a la mañana siguiente recibe una llamada telefónica de una persona que no se identifica y que pregunta por Fernando.  

Ella responde que lo último que sabe de él es que se fue a su trabajo en Ixhuatlán, una pequeña localidad veracruzana ubicada a unos escasos 40 kilómetros de Orizaba, en la zona centro de Veracruz. Pero la voz al otro lado de la llamada le aconseja que busque su hijo, porque un par de días antes hubo un retén en otra localidad muy cercana a Orizaba, Ixtaczoquitlán, donde unos policías se lo habían llevado.

Nerviosa, y aún incrédula, Angélica comienza a hacer llamadas para preguntar si su hijo había sido detenido en la Comandancia de Policía de Ixtaczoquitlán. Exige saber dónde está su hijo que ha sido presuntamente detenido en un retén. Pero nadie le da respuesta. 

Entérate: Colectivos reinician búsqueda de desaparecidos en Veracruz tras cinco meses de pausa por la epidemia

La mandan a que pregunte a la policía de Fortín de las Flores, localidad ubicada a unos 12 kilómetros de Orizaba. Pero ahí también le dicen que no saben nada de Fernando, y la mandan de regreso a Orizaba, donde le aseguran lo mismo. 

Desesperada, Angélica regresa a Ixtaczoquitlán. Ahí espera varias horas a que llegue el comandante, que insiste en que no saben nada de su hijo y que el día 8 de octubre no instalaron ningún retén en la zona de la exhacienda de Tuxpango, donde presuntamente habrían sido desaparecidos por policías. Incluso, la pasan a los separos para que verificara que, efectivamente, no estaba Fernando. 

Tras pasar también por el Hospital Regional de Río Blanco, Angélica regresa a su casa. Allí la espera su esposo, que le informa que otros dos jóvenes, Ciro Álvarez Cantor y Martín Flores Medina, también están desaparecidos y que, al parecer, se encontraban con Fernando. Los tres eran amigos y viajaban en una camioneta. 

Angélica habla con Zuleima Flores, esposa de Ciro, e intercambian información sobre qué pudo haber sucedido. 

“Yo le dije que mi hijo me había mandado un mensaje muy temprano. Y ella me dijo que estaba raro, porque el día 8 de octubre también fue la última vez que ella tuvo contacto con su esposo, y ese día fue cuando los detuvo el retén”, explica Angélica.

Entre sus conclusiones, la madre de Fernando cree que los captores apagaron el celular de su hijo el día que se lo llevaron. Y que, por algún motivo, al otro día lo encendieron, y por eso le llegó desfasado el mensaje de texto la mañana del 9 de octubre.

Lee: Desaparecidos: entre la esperanza y la duda hacia el gobierno

Al principio, cuenta Angélica, las familias de los tres desaparecidos no quieren poner la denuncia, pensando que tal vez podrían estar secuestrados y en cualquier momento pedirán un rescate por ellos.

Y, en efecto, poco tiempo después reciben una llamada en la que les exigen un rescate. Logran juntar 80 mil pesos que depositaron a los captores, con la esperanza de que regresen a los muchachos con vida.

Los secuestradores dicen que entregarán a los jóvenes en el parque castillo de Orizaba, a las 6 de la tarde. Pero las familias esperan hasta ya bien entrada la noche y los muchachos no aparecen.

Unos días más tarde, los captores vuelven a contactar a las familias para pedirles más dinero. Angélica ya sospecha que, en realidad, se trata de una extorsión para seguirles sacando dinero una y otra vez. Deciden no depositarles y, ahora sí, ponen la denuncia. 

Desde ese día, no han parado de buscar a sus familiares. 

Un duelo congelado

A casi un año de la desaparición de Fernando junto a sus dos amigos, Angélica explica que siempre sale a la calle con la esperanza de visibilizar el caso de su hijo, a fin de conseguir una pista que la pueda llevar a su paradero.

“Ya van más de 10 meses y no sabemos nada de ellos. Es desesperante. No me sabe la comida de estar pensando en dónde estará, si estará bien, si tendrá frío, o si estará comiendo”, comenta Angélica, que con Zuleima y Reyna Valiente, las esposas de los otros dos jóvenes desaparecidos, han formado una “hermandad”: las tres se acompañan en el dolor, se apoyan, y salen en su búsqueda.

Angélica dice que su hijo menor, de 10 años, es el que más pregunta cuándo va a regresar su hermano, sobre todo porque ve que su mamá sale a buscarlo y siempre regresa sin él.

Buscar a Fernando ha propiciado que Angélica deje solos a sus demás hijos. Pero ella cree que no puede quedarse sin hacer nada por encontrarlo.

No hay día en que dejé de recordar su sonrisa, sus sueños, su optimismo, sus ganas de vivir y de salir adelante.

Su vida está en pausa, con una herida, con un duelo congelado, del que Angélica dice que no podrá salir hasta encontrarlo.

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Etiquetas:
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