A casi un año de ser devastado por el huracán Otis, Acapulco, Guerrero, quedó nuevamente bajo el agua debido a la cantidad de lluvia que ha caída durante cuatro días consecutivos por el huracán John, que este 27 de septiembre al mediodía tocó tierra como tormenta tropical en el municipio de Aquila, Michoacán. Su paso por Guerrero ha provocado inundaciones, deslaves y caídas de árboles, así como el cierre de carreteras, aeropuertos y escuelas.
En su más reciente informe, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) dio a conocer que el centro del ciclón se localiza aproximadamente a 26 kilómetros (km) al este de Punta San Telmo, Michoacán, y a 140 km al sureste de Manzanillo, Colima, con vientos máximos sostenidos de 75 kilómetros por hora (km/h), rachas de 95 km/h y desplazamiento hacia el nor-noroeste a 6 km/h.
Se pronostican lluvias puntuales extraordinarias (superiores a 250 milímetros [mm]) para Colima, Guerrero y Michoacán, así como torrenciales (de 150 a 250 mm) en Jalisco y Oaxaca. Asimismo, el sistema refuerza la probabilidad de lluvias de fuertes a muy fuertes en el centro de México.
Así como rachas de viento de 70 a 90 km/h, oleaje de 2 a 4 metros de altura y condiciones para la formación de trombas marinas en las costas de Colima, Guerrero, Jalisco y Michoacán, y rachas de 50 a70 km/h con oleaje de 1 a 3 m en el litoral de Oaxaca.
“La situación es crítica, la cantidad de lluvia que ha caído en Acapulco y en toda la región es histórica”, declaró ayer la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez.
El gobierno local suspendió las actividades escolares y administrativas hasta nuevo aviso ante las advertencias de las autoridades sobre la posibilidad de lluvias intensas, deslaves, inundaciones y crecidas de ríos y arroyos.
Una de las zonas más afectada por las inundaciones es la Zona Diamante, donde se encuentran varios fraccionamientos y personas aún continúan sin poder salir.
En entrevista con Azucena Uresti en Radio Fórmula, Abelina López dijo que por ahora la prioridad es poder evacuar a la gente, pues estimó que hay de 3 a 5 mil personas atrapadas en sus casas.
“En este momento necesitamos ir a sacar a la gente sí o sí, yo traigo ahorita de voluntarios 15 lanchitas y necesitamos que nos ayuden a evacuar a los ciudadanos que están en sus casas, es la prioridad ahorita”, comentó.
Ante ello, la alcaldesa de Acapulco urgió al gobierno federal a que emita una declaratoria de desastre ante las inundaciones y pidió ayuda para evacuar a la población.
Alejandra Méndez Girón, Coordinadora del Servicio Meteorológico Nacional, precisó que hasta el momento John ha dejado un acumulado de 950 milímetros de agua, casi un metro, en todo el estado de Guerrero, mientras que Otis dejó 350 milímetros.
“En el caso de John por tratarse de dos sistemas, pues si hay un acumulado de casi un metro, casi tres veces lo que Otis dejó”, declaró a Azucena Uresti.
Desde ayer, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) suspendió el servicio de energía eléctrica a 18 mil 365 usuarios en varias colonias de la zona, entre ellas, Pie de la Cuesta y Llano Largo, como una medida preventiva ante las inundaciones.
El aeropuerto Juan Álvarez, ubicado en la misma zona, también se encuentra inundado.
Otra situación crítica se presenta en la zona norte de Acapulco, donde colonias como Ciudad Renacimiento, Emiliano Zapata y La Sabana tienen graves inundaciones por el desborde del río de la Sabana y por grandes volúmenes de agua que bajan de los cerros.
Desde ayer, personal de la Marina evacuó a habitantes del poblado del Bejuco hacia hospitales y albergues en Coyuca de Benítez por sus casas inundadas.
En Acapulco, la vía que dirige al aeropuerto de la región se vio afectada por los deslaves, además, las palmeras bloquean el paso a la circulación.
La carretera federal ha sido cerrada la circulación a la altura del kilómetro 21 (Cuernavaca-Acapulco). La Autopista del Sol en su tramo Acapulco – Chilpancingo ha sido reabierta en ambos sentidos.
Las autoridades locales también informaron del colapso del puente del río Curio en el municipio de Coyuca de Catalán, por lo que no hay circulación en la vía de comunicación de la región de Tierra Caliente del estado.
La navegación del puerto ha sido cerrada por las autoridades de capitanía de puerto.
Ayer, una estructura del icónico hotel Las Brisas se desplomó debido a las intensas lluvias. No se reportó ninguna persona herida.
Aunque John se aleja de Guerrero, sus remanentes continuarán dejando algunas lluvias en la entidad.
Esta mañana, el presidente Andrés Manuel López dijo que las autoridades federales están pendientes de lo que sucede en la entidad, “tanto en la Costa Chica, Acapulco, que es la zona más afectada por las lluvias, y en la Costa Grande”.
“Están los planes DN-III, Marina y Guardia Nacional, estamos rescatando a quienes quedaron atrapados por la inundación en colonias de Acapulco, ha llovido muchísimo, cuatro días de lluvias consecutivas, como no se había visto en mucho tiempo”.
Agregó que hay 25 mil policías de la Guardia Nacional, Marina y militares del Ejército desplegados para rescatar a las personas que se quedaron atrapadas por las inundaciones en el puerto, donde “llevan ya cuatro días de lluvias como no se había visto en mucho tiempo”.
Hasta el momento, el gobierno federal ha reportado cinco muertos por el paso de John.
🌀El presidente @lopezobrador_ informa que “hay alrededor de 25 mil elementos de la @SEDENAmx, @SEMAR_mx y @GN_MEXICO_ monitoreando, todo lo que está sucediendo en Guerrero”, tras el paso del #HuracánJhon.
“Se está cuidando la población”, aseguró el mandatario. pic.twitter.com/8STMR7eYdV
— Animal Político (@Pajaropolitico) September 27, 2024
Las famosas estatuas moái de la isla de Pascua se están derrumbando, y esto obliga a los lugareños a tomar decisiones urgentes sobre la mejor manera de proteger su patrimonio.
En una antigua cantera en la cima de un volcán en una remota isla del Pacífico, figuras a medio terminar talladas en la roca ignoran a Maria Tuki mientras pasa.
Los toscos rostros de estas figuras lucen sus mundialmente famosas cejas fruncidas y narices alargadas. Esta es la tierra de los moái, las icónicas estatuas humanas de Rapa Nui, también conocida como isla de Pascua, una isla aislada del tamaño aproximado de Washington D. C., situada a 3.500 km de la costa de Chile.
Antes de mi visita, esperaba ver solo un par de estos famosos rostros en lugares turísticos designados. Pero la gran cantidad de moái es impresionante; fragmentos de ellos se encuentran dispersos a lo largo de las carreteras, bordeando la costa y coronando las colinas. Juntos, forman un verdadero recordatorio físico de la antigua historia de esta tierra.
Hace siglos, los antepasados de Tuki tallaron y cincelaron cientos de monolitos como los que se ven aquí. La evidencia de esa actividad está por todas partes, tanto en la propia cantera, intensamente explotada, donde algunos aún permanecen incrustados en la montaña, como en los alrededores, donde las estatuas terminadas yacen abandonadas, formando senderos hacia el borde de la isla. Se cree que los equipos de trabajadores a veces perdían el equilibrio al transportar las estatuas a las plataformas de piedra que salpican la costa.
A primera vista, los imponentes moái, con sus expresiones severas, parecen robustos. Pero están hechos de toba, una roca volcánica compuesta principalmente de ceniza comprimida. Este tipo de piedra es porosa y excepcionalmente blanda. El viento y la lluvia no la tratan con benevolencia.
De cerca, los rostros envejecidos de los moái están plagados de signos de erosión y manchas. Se están convirtiendo gradualmente en polvo. Tuki, quien trabaja en la industria turística de Rapa Nui, está esencialmente viendo cómo estas impresionantes figuras desaparecen lentamente. “Mi padre me dijo que los moái volverían al océano algún día”, cuenta.
El padre de Tuki, fallecido en 2020, fue un famoso escultor contemporáneo de moái.
Las estatuas originales, talladas en su mayoría entre 1100 y 1600 d. C., son cada vez más objeto de esfuerzos de conservación, dado que el desgaste, agravado por el cambio climático, amenaza con destruirlas. Los líderes comunitarios de Rapa Nui buscan maneras de rastrear y mitigar los daños, probando desde tratamientos químicos hasta escaneos 3D de las estatuas con drones antes de que se pierdan.
Todas las opciones están sobre la mesa mientras la comunidad lidia con la gestión de su patrimonio en rápida evolución: desde reubicarlas en un lugar donde no corran peligro hasta permitir que sucumban, ya que algunos argumentan que forma parte del ciclo de vida de los moái.
Hay aproximadamente 1.000 estatuas en la isla en diversas etapas de construcción, con unas 200 encaramadas en sus plataformas finales, conocidas como ahu. La mayoría de estas plataformas están situadas a lo largo de la costa de la isla, mirando en silencio hacia el mar.
Los moái fueron creados por las primeras comunidades polinesias que habitaron la isla para representar la imagen de sus antepasados y de la familia del jefe Hotu Matu’a, quien se cree que se asentó en la isla tras navegar en canoa hasta Rapa Nui desde una isla de la Polinesia Oriental.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, todas las estatuas fueron derribadas misteriosamente, probablemente debido al auge de un nuevo movimiento religioso en la isla o a algún conflicto; los historiadores aún no han encontrado respuestas definitivas. Debido a la formidable historia grabada en estas enormes estatuas de piedra, en 1995 el Parque Nacional Rapa Nui fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Aun así, los moái no son estatuas perfectas e inmaculadas, aisladas de su entorno. De hecho, comenzaron a deteriorarse en cuanto fueron talladas, según el libro Muerte de un Moái de la historiadora Elena Charola, publicado en 1997. La toba volcánica sufrió tensiones al ser astillada y picoteada en la cantera, desgastada por cuerdas y luego arañada y raspada durante el largo descenso, escribe Charola.
Desde el día en que fueron erigidos, el sol, el viento, la lluvia y las fluctuaciones de la temperatura también han afectado a los moái. Cuando la humedad del rocío marino se evapora, la sal cristaliza en el interior de la blanda toba volcánica y se expande, provocando que la estatua se descascare o astille, creando grietas finas y cavidades en forma de panal. Observo líquenes que crecen en la superficie de muchas de las estatuas.
Los animales también interfieren con los moái. Caballos y ganado se frotan en los monolitos, mientras que las aves arañan la toba y depositan excrementos tóxicos, o guano, que erosionan aún más el material. En 2020, un camión chocó accidentalmente contra un moái.
Sin embargo, la erosión de los moái parece haber aumentado considerablemente en las últimas décadas, según Daniela Meza Marchant, conservadora principal de la comunidad indígena Ma’u Henua, que administra el Parque Nacional Rapa Nui. Meza Marchant señaló que las imágenes y los registros del siglo pasado muestran que la alteración ha aumentado en los últimos 50 años en comparación con los 50 anteriores.
De hecho, según un informe de la Unesco de 2016, los moái de Rapa Nui se encuentran entre los sitios patrimoniales más afectados por el cambio climático a nivel mundial.
En las últimas décadas, las precipitaciones en Rapa Nui han disminuido drásticamente, volviéndose más esporádicas pero también más potentes, lo que azota a los moái con mayor intensidad que antes. La isla ya cuenta con escasa cobertura arbórea, pero las frecuentes sequías han agotado las reservas de agua dulce y pueden aumentar el riesgo de incendios forestales.
Un incendio forestal en octubre de 2022 carbonizó y agrietó unos 80 moáis en Rano Raraku, el cráter volcánico que alberga la famosa cantera donde se tallaron numerosos monolitos
El daño resultante fue “irreparable y con consecuencias que trascienden lo que se puede apreciar”, declararon entonces las autoridades locales.
El aumento del nivel del mar y el aumento de oleaje extremo también están erosionando la isla. Esta es una de las amenazas más inminentes para los moái, según el informe de la Unesco, ya que más del 90% de los monolitos en pie se encuentran a lo largo de la costa.
Ya se han intentado salvar los moái en el pasado. A lo largo de dos décadas, a partir de la década de 1970, el arqueólogo estadounidense William Mulloy llevó a cabo diversas labores de restauración en la isla, reconstruyendo estatuas y reensamblando plataformas fragmentadas que se habían derrumbado masivamente a principios del siglo XIX.
En la década de 1990, arqueólogos locales reconstruyeron los moái de Tongariki, un sitio arqueológico arrasado por un tsunami en la década de 1960.
Más recientemente, en 2003, un proyecto de la Unesco financiado por Japón impermeabilizó las estatuas de Tongariki con un agente químico diseñado para hacer que la toba sea más resistente a las salpicaduras marinas. Sin embargo, este costoso y delicado tratamiento debe reaplicarse cada cinco a diez años, lo que supone una carga para los escasos recursos locales disponibles.
Sin embargo, algunos esfuerzos de conservación han fracasado. En 1986, investigadores del Museo de Historia Natural Senckenberg (Alemania) fabricaron moldes de silicona de las estatuas para crear réplicas, pero, sin darse cuenta, desprendieron una capa superficial de toba de los monolitos, erosionándolas aún más. “El color de la piedra se alteró por completo”, señala un estudio sobre el incidente.
Hoy en día, la conservación de los moái mejora constantemente, gracias a las nuevas tecnologías y a la financiación ocasional de organizaciones internacionales.
Para contrarrestar los impactos del aumento del nivel del mar, en 2018, arqueólogos locales reforzaron dos estructuras similares a diques junto a un sitio de moái llamado Runga Va’e para evitar que las olas invadieran la plataforma ahu. También reconstruyeron partes de la plataforma, que se habían desmoronado con el tiempo, y la reforzaron.
El equipo utilizó drones para realizar escaneos en 3D de la zona, lo que les permitió planificar las obras de restauración y conservación sin necesidad de realizar excavaciones extensas e invasivas.
CyArk, una organización sin fines de lucro con sede en EE.UU., también ayudó al pueblo rapanui a crear modelos 3D precisos de todos los ahu y moái de la isla con drones, cámaras y escáneres láser.
“Se toman miles de fotos superpuestas y luego se crea un modelo 3D que identifica los puntos en común entre las diferentes fotos”, explica Kacey Hadick, gerente del programa de patrimonio de CyArk, quien trabaja en la isla desde 2017. “Esto puede ayudar a monitorear los cambios a lo largo del tiempo y las tasas de erosión, y proporciona un registro muy preciso del estado actual de la situación”.
En 2023, la subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Unesco, Carolina Pérez Dattari, asignó US$97.000 para la evaluación de daños, la reparación y los planes de gestión de riesgos futuros para los moáis quemados por los incendios forestales de 2022.
Tras un análisis inicial, en mayo de 2025, el equipo de Ma’u Henua comenzó las obras de conservación física de este proyecto en cinco de los moáis más dañados por el fuego, según Ariki Tepano Martin, presidente de Ma’u Henua.
Meza Marchant, encargada principal de la conservación de los moái, armó cubiertas para protegerlos de las inclemencias del tiempo y reducir su humedad. Actualmente, está tratando los daños causados por el fuego con una solución química elaborada por restauradores de cantería de la Universidad de Florencia, quienes trabajan con los rapanui desde 2009.
Los expertos italianos ya han probado la solución en pequeños fragmentos de roca de los moái carbonizados en sus laboratorios: el líquido actúa como un lavado suave pero minucioso que limpia el hollín negro de las llamas.
Meza Marchant también utilizará otros tratamientos químicos similares desarrollados por los italianos para fortalecer la piedra, eliminar los líquenes con un tratamiento similar a un antibiótico y hacerla hidrófuga, protegiéndola de las salpicaduras del mar y los daños de la lluvia, de forma similar al esmalte utilizado en el Tongariki, afirma Tepano Martin.
Se realiza un seguimiento constante para verificar si el tratamiento está dando los resultados esperados.
Sin embargo, los altos impuestos de importación de estos productos químicos especializados desde Italia han dificultado esta operación más de lo previsto, afirma Tepano Martin.
Hace ocho años, Meza Marchant empleó algunas de estas técnicas italianas para restaurar el Ahu Huri a Urenga, un raro moái de cuatro manos, uno de los pocos que se alza sobre una plataforma en el interior de la isla. La estatua, que se encuentra a lo largo de la línea del solsticio de invierno y se utilizaba para observaciones astronómicas, fue reerigida por arqueólogos en la década de 1970 tras los derrumbes del siglo XVIII, pero se erosionó con el tiempo.
Una vez conservados los cinco moái, el grupo Ma’u Henua pretende utilizarlos como modelo para todos los futuros proyectos de conservación y restauración de monolitos en la isla. Hasta ahora, “cada agujero, cada pequeño mantenimiento, requería un permiso especial”, dice Tepano Martin. “El proyecto con estos cinco moái nos ayudará a generar un protocolo de conservación, por lo que ya no tendremos que solicitar permiso moai por moai cada vez”. Aún así, sólo tienen financiación para estos primeros cinco monolitos.
Conscientes de las amenazas ambientales, Tuki y su esposo, quien también trabaja en turismo, me cuentan que algunos lugareños creen que los moái se conservarían mejor en museos. Actualmente se está construyendo un nuevo museo en la isla, y los planes sugieren que probablemente albergará y protegerá algunas estatuas moáis.
Mientras ascendemos la colina volcánica de una aldea ceremonial llamada Orongo, me muestran algunos de los artefactos más erosionados y arruinados de la isla: jeroglíficos ceremoniales en grandes losas de piedra alrededor de la aldea. Un moái especial solía estar en la cima de esta colina: la estatua Hoa Hakananai’a, que tiene jeroglíficos únicos en su espalda. La estatua fue traída de Rapa Nui por marineros británicos en 1868 y se exhibe en el Museo Británico de Londres.
Dada la fragilidad de estos jeroglíficos en particular, Tuki y su esposo dicen que algunos lugareños creen que la estatua está más segura en Londres, custodiada por cámaras de seguridad, una vitrina y medidores de humedad. Podría decirse, comenta la pareja, que el Hoa Hakananai’a también sirve como embajador de la cultura rapanui ante los cientos de miles de personas que podrían visitar el museo, pero no en esta isla tan remota. Muchos lugareños, por otro lado, insisten en que la estatua debería ser repatriada.
Para otros, sin embargo, la destrucción de los monolitos es simplemente parte del ciclo de vida del moái.
“Muchos creen que los moái deberían, tal como están, ser enterrados y desaparecer. Que los moái regresen a su hanua, su tierra, y que regresen a casa”, afirma Dale Simpson Jr., arqueólogo de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (EE.UU.), quien estudia las herramientas de tallado polinesias. Señala que muchas comunidades del Pacífico destruyen artefactos y adornos a propósito. “Todo tiene un ciclo de vida, que comienza y termina. Podemos verlo como destrucción, pero es la línea de vida de una estatua”.
Sin embargo, algunos habitantes de Rapa Nui discrepan fervientemente. Para ellos, los moái representan una piedra angular del patrimonio cultural y una obra maestra irremplazable de la creatividad humana, científica e histórica. Además, atraen a más de 100.000 visitantes anuales a Rapa Nui, donde el turismo se ha convertido en el principal motor de la economía.
“Su preservación no es solo deseable, sino absolutamente imperativa”, afirma el arqueólogo Claudio Cristino-Ferrando, de la Universidad de Chile, radicado en Rapa Nui. Considera que quedarse de brazos cruzados viendo cómo se deterioran estas obras monumentales es “totalmente insostenible” y que la idea de su “retorno a la nada” es errónea. “Tal pensamiento contradice no solo nuestro deber fundamental como custodios del patrimonio cultural humano, sino también la intención original de la propia tradición Rapa Nui”, afirma: que los moái deben servir como testimonio de la llegada de los ancestros polinesios a la isla.
En medio de este debate, el grupo Ma’u Henua busca adoptar un enfoque multifacético para garantizar la máxima conservación de las estatuas moái en la isla, combinando la conservación con el apoyo a la creación continua de nuevas piezas. Junto con la labor de conservación del grupo, Tepano Martin espera desarrollar programas que incentiven a los artesanos locales a seguir fabricando moái y a transmitir las técnicas tradicionales de tallado en toba a las generaciones más jóvenes.
Algunos de los moái esculpidos por el padre de Tuki ya se pueden ver frente al aeropuerto de la isla. También fueron enviados para representar al pueblo rapanui en Santiago y Valparaíso, en Chile continental, y a España y Japón.
“No se trata solo de proteger los moái; los protegemos para garantizar la preservación de nuestro pueblo en esta isla”, afirma Tepano Martin. “Nuestra cultura sigue viva. Sigue viva, y podemos preservar la tradición de nuestros antepasados creando algo nuevo”.
Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés).
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp, donde encontrarás noticias de última hora y nuestro mejor contenido.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.
Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.