En cinco años el lago de Texcoco pasó de los cimientos de un aeropuerto internacional a ser un Área Natural Protegida (ANP). Con sus más de 14 mil hectáreas de extensión, entre devastaciones ambientales y conflictos sociales, este humedal en el Estado de México, vecino de la capital del país, recibió un decreto en marzo de 2022 y el pasado 5 de junio, a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, fue publicado su plan de manejo.
En el plan se establecen 13 subzonas con actividades permitidas y no permitidas. Con excepción de las destinadas al aprovechamiento agropecuario y al uso público, en la mayoría se prioriza la investigación científica, el monitoreo del ambiente y la restauración del sitio, mientras se prohíbe la acuicultura, la agricultura, la apertura de caminos o senderos, la ganadería, el turismo y cualquier otra actividad que altere el ecosistema.
Pero a la par de lo que parece una victoria para la defensa del lago, los presupuestos ambientales de las ANP se redujeron este sexenio, datos de la coalición de organizaciones ambientales sin fines de lucro Noroeste Sociedad Civil para la Sustentabilidad Ambiental (NOSSA) estiman que cada hectárea considerada de conservación cuenta con un presupuesto de 10 pesos.
Al mismo tiempo, las consultas rápidas no incluyeron a todas las comunidades y el trabajo entre las dependencias de gobierno ha sido tachado de “desarticulado” por algunos especialistas.
Tras las recientes elecciones presidenciales, la visión comunitaria es que el proyecto continúe más allá de las administraciones institucionales.
“Buscamos que haya un compromiso de este nuevo gobierno para atender y continuar en el rescate del lago de Texcoco y de toda la región. La realidad es que apenas hemos logrado analizar la problemática y empezar a plantear las soluciones, mas no a implementar todas las soluciones. Lo que buscamos es que se entienda que (la conservación del lago) no obedece a un gobierno, sino que es un proyecto social”, explicó Arturo González, integrante de Manos a la Cuenca.
Manos a la Cuenca es un proyecto que surgió del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco y la Coordinadora de Pueblos #YoPrefieroElLago. El propósito desde antes del decreto de ANP ha sido impulsar asambleas, investigaciones y documentación para conservar la subcuenca de Texcoco.
Cientos de años antes del surgimiento de la Ciudad de México existió Tenochtitlan asentada sobre seis cuerpos de agua que en conjunto formaban el lago de Texcoco. Con la llegada de los españoles comenzó su declive ambiental cuando la conquista llevó a la reconstrucción de la infraestructura hidráulica.
Los intentos por convertir al lago de Texcoco en aeropuerto se dieron en el 2001, cuando el entonces presidente Vicente Fox (2000 – 2006) seleccionó esta región para desarrollar el proyecto que se canceló un año más tarde cuando las manifestaciones de ejidatarios de San Salvador Atenco, en el Estado de México, culminaron en represión policial.
En 2014, el entonces presidente Enrique Peña Nieto (2012 – 2018) retomó el plan del aeropuerto, pero la oposición local continuó al hacerse evidentes las afectaciones a este ecosistema fundamental para la regulación hídrica y climática del Valle de México.
Fue en 2019, con el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, que mediante una consulta popular se canceló el proyecto. El aeropuerto, finalmente, se construyó en lo que antes era la base aérea militar de Santa Lucía en Zumpango, Estado de México, y se anunció el decreto de ANP para el lago de Texcoco cubriendo cinco municipios: Atenco, Texcoco, Chimalhuacán, Nezahualcóyotl y Ecatepec.
Pero incluso desde antes de estas propuestas el lago ha vivido procesos de desecación y múltiples transformaciones debido a la actividad agrícola, el desarrollo urbano, la minería y la contaminación por aguas residuales.
“Tenemos minería. Tenemos urbanización. Tenemos especulación. Tenemos grupos de choque. Tenemos un cuerpo de agua que, por un lado, tiene una urbe (la Ciudad de México) que ya no puede crecer ni un centímetro más y, por otro lado, tiene a los pueblos que están tratando de defender su biculturalidad y forma de vida”, dijo Arturo González.
Aunque parte de la ciudadanía y algunas autoridades lo han dado por perdido, este humedal recibe un promedio de 150 mil aves migratorias que anualmente viajan de norte a sur. También es un regulador hídrico y de calidad de aire para sus habitantes de la Ciudad de México y el Estado de México.
“Ante este escepticismo que hay por parte de la opinión pública de que es un sitio desértico o que no vale la pena recuperar, yo te podría decir que los procesos de migración que se generan en el área siguen siendo importantes para alrededor de 255 especies de aves que se distribuyen en este espacio, algunas que se quedan todo el invierno, otras nada más lo ocupan de paso, pero al final están utilizando este territorio y es importante que se dé a conocer”, señaló Laura Ramírez, bióloga ambiental e integrante del proyecto Xooch’ aleteos de la cuenca.
Antes del decreto de ANP, Ramírez participó en el documento “Opinión y recomendaciones científicas para coadyuvar al establecimiento del Área Natural Protegida Lago de Texcoco”, asesorado por más de 20 investigadores de distintas universidades de México, en el que se destacó la importancia de incluir los ríos del oriente del Estado de México que también presentan afectaciones, incluso se sugería agregar otras regiones aledañas.
“La zona de influencia tendría que considerar los 16 municipios por los que pasan y nacen los nueve ríos del oriente”, señalaron los especialistas en el documento.
Al final, en el plan de manejo sólo se consideraron un poco más de 3 mil hectáreas para la zona de influencia que abarca los municipios de Chimalhuacán, Texcoco y Atenco para las zonas con parcelas de cultivos y casas rurales dispersas.
“Todos estos programas de manejo deberían ser de dos o tres años en los cuales de verdad se haga un estudio lo suficientemente pausado y se generen mapeos que no sean solamente una visita de cinco o seis horas con una de las comunidades, sino mapeos exhaustivos en los cuales haya estrategias participativas que se puedan expresar de manera concreta y profunda las necesidades de las comunidades”, indicó Ramírez sobre los procesos.
Sin embargo, la velocidad con la que se han anunciado áreas protegidas en México impacta en los decretos. Apenas en enero pasado, el gobierno federal informó sobre el decreto de 20 nuevas ANP en diferentes zonas del país, sumando un total de 43 decretadas este sexenio. El objetivo es que al concluir la presente administración se hayan publicado más de 50 programas de manejo.
Mientras las Áreas Naturales Protegidas de México aumentaron en decretos, el presupuesto ambiental disminuyó, dejando 10.7 pesos para cada hectárea destinada a la conservación, de acuerdo con cálculos de la coalición de organizaciones ambientales sin fines de lucro Noroeste Sociedad Civil para la Sustentabilidad Ambiental.
No tener un presupuesto efectivo destinado a la protección ambiental repercute en los objetivos de conservación. Sin financiamiento no es posible una operación de las actividades que establecen los programas de manejo, tales como tener un personal capacitado y con los recursos suficientes para la inspección y vigilancia de éstas zonas.
Sin inspección es más fácil que continúen las actividades ilícitas y extractivas como la tala, la cacería de especies, las construcciones irregulares, la minería sin autorización, entre otras.
En el informe “Cuidar lo que importa: el presupuesto para el cuidado del ambiente y las áreas naturales protegidas en el PPEF 2024”, elaborado por NOSSA, se detalla que lo otorgado a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para este año tuvo un recorte del 11.4% en términos reales. Lo que representa 9 mil millones de pesos menos respecto al año pasado.
“Si bien la Conanp ha asegurado que los recursos para las ANP se complementarán con mecanismos como el cobro de derechos (la cuota que cobran algunas ANP a los visitantes, como derecho de uso y disfrute), lo cierto es que no se tienen detalles sobre cómo se logrará que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) reintegre el 100% de estos recursos a la Conanp (para que los ejerza como lo dicta el artículo 198 de la Ley Federal de Derechos) y cómo se distribuirían entre todas las ANP”, precisa la coalición en su informe.
Ver el video: Lago de Texcoco se resiste a desaparecer
En el caso del lago de Texcoco, Arturo González está convencido de que no sólo se necesita un mejor presupuesto para una única dependencia o sector.
“Sí, es una realidad que los presupuestos ambientales en México son muy bajos… Creo que el tema a veces también es entender que no se trata de que una institución o un sector sea la solución a un problema, sino que el trabajo horizontal e institucional es la verdadera solución a los problemas. El lago de Texcoco no es sólo de Semarnat, es también (del sector) salud, de cultura, de educación…”, explicó González.
“(El lago de Texcoco) es un sistema que funciona en toda la cuenca, sólo que sí hay una limitación por la barda del polígono. Dentro de la zona federal las acciones son de un manejo diferente. Fuera el sistema se está restaurando, se han recuperado algunas lagunas, pero si se requiere que se haga (un plan de restauración) ya sea bajo el esquema del plan de manejo u otro”, explicó Eloísa Domínguez, doctora en Ciencias de la Tierra por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Alrededor del decreto oficial que llevan las autoridades, se construyen otros planes, detalló Domínguez. Actualmente está en proceso el Ordenamiento hídrico colaborativo de la Cuenca de México y su entorno, gestionado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), que busca recuperar los ciclos del agua dentro de la cuenca de Texcoco mediante contralorías ciudadanas que reúnan a las comunidades que viven los impactos y pueden aportar posibles soluciones.
Este tipo de planes toman relevancia para que la remediación se dé entre las comunidades y no “detrás de un escritorio”, señaló Domínguez.
La bióloga Laura Ramírez agregó que es importante que todas las personas den una lectura al plan y “mantengan una mirada crítica e informada” sobre el impacto socioambiental.
Para las poblaciones el rescate debe ser más que un tema político. Arturo González, de Manos a la Cuenca, considera que si se rescata al lago, se puede ser ejemplo para otras zonas hídricas del país que también están bajo amenazas.
“Quisiéramos que los funcionarios nuevos entiendan y tengan esa conciencia social porque, de verdad, es impresionante como hay esa deshumanización ambiental. Es complejo hacer entender a muchos especialistas que salgan de su área de confort, de un laboratorio o de una universidad, y entiendan los problemas comunitarios”, agregó González.
González también reconoce la necesidad de seguir aprendiendo en conjunto. Incluso que más personas interesadas en la región de Texcoco o en la Ciudad de México se sumen para seguir impulsado la conservación con trabajo directo o sólo conocer lo que se está haciendo desde el proyecto Manos a la Cuenca y otros similares.
“Sabemos que no somos perfectos y buscamos mucho apoyo, quien tenga ganas o conocimiento sobre metodologías para mejorar los procesos ambientales, son bienvenidos. Nunca nos hemos cerrado absolutamente nada y también quien quiera conocer lo que hemos hecho, pareciera mucho poco, están las puertas abiertas”, concluyó.
*Este reportaje fue publicado originalmente en Causa Natura Media.
La nube digital reside en más de 10.000 centros de datos en todo el mundo. Su número crece constantemente, al igual que las quejas de residentes locales.
Cuando Beverly Morris se jubiló en 2016 pensó que había encontrado la casa de sus sueños: un tranquilo rincón rural de Georgia, rodeado de árboles y tranquilidad.
Hoy, es todo lo contrario.
A solo 366 metros de su porche, en el condado de Fayette, se encuentra un gran edificio sin ventanas, lleno de servidores, cables y luces parpadeantes.
Es un centro de datos, uno de los muchos que están apareciendo en pequeños pueblos de Estados Unidos y en todo el mundo, para alimentar todo tipo de servicios, desde operaciones bancarias en línea hasta herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT.
“No puedo vivir en mi casa si mi casa funciona a medias y no puedo beber el agua”, dice Morris.
Morris cree que la construcción del centro, que es propiedad de Meta (la empresa matriz de Facebook), causó una acumulación excesiva de sedimentos en su pozo de agua. Ahora no tiene más remedio que acarrear agua en cubos para el inodoro.
Morris señala que tuvo que arreglar las cañerías de su cocina para restablecer la presión del agua. Pero la que sale del grifo todavía tiene residuos.
“Me da miedo beber el agua, aunque la sigo usando para cocinar y para cepillarme los dientes”, dice . “¿Me preocupa esto? Sí”.
Meta, sin embargo, afirma que ambas cosas no están relacionadas.
En una declaración a la BBC, Meta dijo que “ser un buen vecino es una prioridad”.
La empresa afirmó que comisionó un estudio independiente de aguas subterráneas para investigar las preocupaciones de Morris. Según el informe, la operación de su centro de datos “no afectó negativamente las condiciones de las aguas subterráneas de la zona”.
Aunque Meta niega haber causado problemas con el agua, en opinión de Morris no cabe duda de que la empresa ya no es bienvenida en su localidad.
“Este era mi lugar perfecto”, dice. “Pero ya no lo es”.
Solemos pensar en la nube como algo invisible, que flota sobre nosotros en el éter digital. Pero tiene una realidad física.
La nube reside en más de 10 mil centros de datos en todo el mundo, la mayoría ubicados en Estados Unidos, seguido de Reino Unido y Alemania.
Con la IA impulsando un aumento de la actividad en línea, esa cifra crece rápidamente. Y también se multiplican las quejas de residentes locales.
En Estados Unidos el auge de estos centros enfrenta el desafío del activismo local. Proyectos por un monto total de US$64.000 millones se han visto retrasados o bloqueados en todo el país, según un informe del grupo de monitoreo de centros de datos Data Center Watch.
Y las preocupaciones no se limitan a la construcción de estos centros. También tienen que ver con el consumo de agua. Mantener los servidores enfriados requiere mucha agua.
“Estos procesadores se calientan mucho”, declaró Mark Mills, del Centro Nacional de Análisis de Energía, ante el Congreso estadounidense en abril. “Se necesita mucha agua para enfriarlos”.
Muchos centros utilizan sistemas de enfriamiento por evaporación, en los que el agua absorbe el calor y se evapora, de forma similar a cómo el sudor absorbe y libera el calor de nuestros cuerpos. En días calurosos, un solo centro de datos puede consumir millones de litros.
Los centros de datos impulsados por IA podrían consumir entre 4.200 y 6.600 millones de metros cúbicos de agua a nivel mundial para 2027, según un estudio.
Pocos lugares ilustran esta tensión con mayor claridad que Georgia, uno de los mercados de centros de datos de más rápido crecimiento en EE. UU.
Su clima húmedo proporciona una fuente de agua natural y más rentable para enfriar los centros de datos, lo que hace al estado atractivo para las empresas. Pero esa abundancia puede tener un costo alto.
Gordon Rogers es el director ejecutivo de Flint Riverkeeper, una organización sin fines de lucro que monitorea la salud del río Flint en Georgia.
Rogers nos llevó hasta un arroyo debajo de un nuevo sitio de construcción para un centro de datos de la compañía estadounidense Quality Technology Services (QTS).
George Diets, un voluntario local, recoge una muestra de agua y la coloca en una bolsa de plástico transparente. El agua es turbia y marrón.
“No debería ser de ese color”, dice. Para él, esto sugiere flujo de sedimentos y posiblemente floculantes. Estos son productos químicos utilizados en la construcción para unir el suelo y prevenir la erosión, pero si se filtran al sistema hídrico pueden generar lodos residuales.
QTS afirma que sus centros de datos cumplen con altos estándares ambientales y generan millones en ingresos fiscales a nivel local.
Si bien la construcción de estos centros suele estar a cargo de contratistas externos, son los residentes quienes deben enfrentar las consecuencias.
“No deberían hacer esto”, dice Rogers. “Un propietario más rico no tiene más derechos de propiedad que uno con menos recursos”.
Los gigantes tecnológicos afirman ser conscientes de los problemas y aseguran que están tomando medidas.
“Nuestro objetivo es que para 2030 estemos devolviendo más agua a las cuencas hidrográficas y comunidades donde operamos centros de datos que la que extraemos”, afirma Will Hewes, responsable global de gestión del agua en Amazon Web Services (AWS), la empresa que gestiona más centros de datos a nivel mundial.
Hewes afirma que AWS está invirtiendo en proyectos como la reparación de fugas, la captación de agua de lluvia y el uso de aguas residuales tratadas para refrigeración. En el estado de Virginia, la empresa colabora con agricultores para reducir la contaminación por nutrientes en la bahía de Chesapeake, el estuario más grande de Estados Unidos.
En Sudáfrica e India, donde AWS no utiliza agua para refrigeración, la empresa sigue invirtiendo en iniciativas de acceso y calidad del agua.
En el continente americano, afirma Hewes, el agua solo se utiliza en aproximadamente el 10 % de los días más calurosos del año.
Aun así, todo suma. Una sola consulta de IA, por ejemplo una solicitud a ChatGPT, puede consumir una cantidad de agua equivalente a una botella pequeña de agua que compras en el supermercado. Multiplica eso por miles de millones de consultas al día y la escala queda clara.
El profesor Rajiv Garg enseña computación en la nube en la Universidad Emory de Atlanta. Los centros de datos no van a desaparecer, dice. De hecho, se están convirtiendo en la columna vertebral de la vida moderna.
“No hay vuelta atrás”, afirma el profesor Garg.
Para el académico, la clave es pensar a largo plazo: sistemas de refrigeración más inteligentes, captación de agua de lluvia e infraestructuras más eficientes.
Garg admite que a corto plazo los centros de datos generarán una enorme presión, aunque agrega que la industria está comenzando a virar hacia la sostenibilidad.
Eso no es ningún consuelo para propietarios como Beverly Morris.
Los centros de datos se han convertido en algo más que una simple tendencia del sector: ahora forman parte de la política nacional. El presidente Donald Trump prometió recientemente construir el mayor proyecto de infraestructura de IA de la historia, calificándolo de “un futuro impulsado por datos estadounidenses”.
En Georgia, el sol pega fuerte a través de la humedad densa, un recordatorio de por qué el estado es tan atractivo para las empresas de centros de datos.
Para los residentes locales el futuro tecnológico ya está aquí. Y es ruidoso y sediento y, a veces, convivir con él es difícil.
A medida que la IA crece, el desafío es claro: cómo impulsar el mundo digital del mañana sin agotar el recurso más básico de todos: el agua.
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