Los cuerpos de tres personas sin vida fueron encontrados en bolsas de plástico negro en las inmediaciones del ejido Huizache, al sur de Culiacán, Sinaloa.
De acuerdo con el medio Noroeste, el hallazgo se reportó después de las 11:00 horas de este domingo, en una zona del poblado que colinda con la barda perimetral del complejo residencial La Primavera.
Los cadáveres se encontraron acomodados uno junto a otro y encima de una lona de color negro.
“Se recibió reporte al número de emergencias, que por la carretera que conduce al Ejido Los Huizachez, en inmediaciones de la colonia El Ranchito, se observó una persona tirada envuelta en plástico. Acudió Policía Estatal Preventiva y encontró, a la orilla del camino, tres cuerpos sin vida envueltos en plástico. Se aseguró el área para la intervención de la autoridad competente”, señaló la Policía Estatal.
La Policía Estatal Preventiva de Culiacán confirmó el secuestro de un trabajador de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), pero horas más tarde fue liberado con un disparo en la pierna derecha.
Mediante una tarjeta informativa, reportó que lo llevaron personas armadas en un vehículo, dirigiéndose rumbo al Malecón Nuevo.
“Fue trasladado en vehículo particular al hospital por sus familiares, manifestó que fue despojado de dinero, se desconoce la cantidad, es trabajador de la UAS, se hace cargo Fiscalía”, precisó la policía.
Añadió otra privación de la libertad en la colonia Amistad, en Culiacán, donde una persona del sexo femenino la subieron a un auto.
“Se la llevaron a la fuerza abordo de un vehículo, testigos informaron que la persona privada de la libertad se había bajado de un camión urbano, la madre de la afectada interpuso la denuncia correspondiente”, mencionó el reporte.
Otro reporte de secuestro fue registrado en la colonia Valle Alto. La víctima aseguró que lo subieron a una camioneta y le cubrieron el rostro, lo tuvieron retenido y fue liberado ayer, por lo que acudió a interponer una denuncia a la fiscalía del estado.
En tanto, en la colonia Chulavista, reportaron los disparos dirigidos a una casa habitación.
“En el lugar se localizaron casquillos percutidos”, confirmó la policía. No hay detenidos.
Habitantes de la colonia Lomas de San Isidro, reportaron una balacera en la zona, pero la policía al llegar no encontró daño alguno.
En otros hechos, una persona impactó su vehículo en el portón del edificio de la fiscalía del estado.
Narró que lo iban persiguiendo desde la colonia Las Huertas, y sujetos desconocidos le efectuaron disparos de arma de fuego.
“El vehículo presentó un impacto del lado del piloto, la persona no resultó con lesiones, atendió Policía Estatal Preventiva”, señaló el reporte de la policía.
Una persona sin vida fue el saldo de un incendio en una casa en el municipio de Concordia, en Sinaloa.
Las autoridades informaron que aun se desconocen las causas que originaron el incendio.
En otro hecho, la policía del estado informó que en la colonia Las Mañanitas, en Culiacán, presuntos asaltantes entraron a una casa para obligar a los dueños a transferirles cien mil pesos.
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El secretario de Seguridad Pública del Estado, Gerardo Mérida Sánchez, aseguró que los operativos se mantienen por parte de las corporaciones de los tres órdenes de Gobierno durante las 24 horas del día.
En conferencia, detalló que se atienden las peticiones de los ministerios públicos del fuero común y del fuero federal respecto al resguardo de personas o domicilios, actualmente se tienen 28 ordenamientos de este tipo que la Policía Estatal tiene entre sus tareas asignadas.
Mérida Sánchez señaló, que la autoridad permanece alerta de los reportes ciudadanos al 911 y 089.
El funcionario dijo que se recibieron mil 928 reportes al 911 y 089 en la zona centro, de los cuales solo el 16.29 % fueron hechos reales y el resto fueron en sentido negativo.
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“En las zonas norte del estado se tuvo 170 llamadas de hechos reales y mil 319 negativos, mientras que en el sur hubo 827 de las cuales solo 234 fueron reportes reales, es decir un porcentaje de positivismo de solo 11.42 y 25.44, respectivamente”, comentó.
El secretario exhortó a la ciudadanía a utilizar la Línea de Emergencias responsablemente a fin de garantizar la respuesta oportuna por parte de las autoridades de los tres órdenes de Gobierno.
Las famosas estatuas moái de la isla de Pascua se están derrumbando, y esto obliga a los lugareños a tomar decisiones urgentes sobre la mejor manera de proteger su patrimonio.
En una antigua cantera en la cima de un volcán en una remota isla del Pacífico, figuras a medio terminar talladas en la roca ignoran a Maria Tuki mientras pasa.
Los toscos rostros de estas figuras lucen sus mundialmente famosas cejas fruncidas y narices alargadas. Esta es la tierra de los moái, las icónicas estatuas humanas de Rapa Nui, también conocida como isla de Pascua, una isla aislada del tamaño aproximado de Washington D. C., situada a 3.500 km de la costa de Chile.
Antes de mi visita, esperaba ver solo un par de estos famosos rostros en lugares turísticos designados. Pero la gran cantidad de moái es impresionante; fragmentos de ellos se encuentran dispersos a lo largo de las carreteras, bordeando la costa y coronando las colinas. Juntos, forman un verdadero recordatorio físico de la antigua historia de esta tierra.
Hace siglos, los antepasados de Tuki tallaron y cincelaron cientos de monolitos como los que se ven aquí. La evidencia de esa actividad está por todas partes, tanto en la propia cantera, intensamente explotada, donde algunos aún permanecen incrustados en la montaña, como en los alrededores, donde las estatuas terminadas yacen abandonadas, formando senderos hacia el borde de la isla. Se cree que los equipos de trabajadores a veces perdían el equilibrio al transportar las estatuas a las plataformas de piedra que salpican la costa.
A primera vista, los imponentes moái, con sus expresiones severas, parecen robustos. Pero están hechos de toba, una roca volcánica compuesta principalmente de ceniza comprimida. Este tipo de piedra es porosa y excepcionalmente blanda. El viento y la lluvia no la tratan con benevolencia.
De cerca, los rostros envejecidos de los moái están plagados de signos de erosión y manchas. Se están convirtiendo gradualmente en polvo. Tuki, quien trabaja en la industria turística de Rapa Nui, está esencialmente viendo cómo estas impresionantes figuras desaparecen lentamente. “Mi padre me dijo que los moái volverían al océano algún día”, cuenta.
El padre de Tuki, fallecido en 2020, fue un famoso escultor contemporáneo de moái.
Las estatuas originales, talladas en su mayoría entre 1100 y 1600 d. C., son cada vez más objeto de esfuerzos de conservación, dado que el desgaste, agravado por el cambio climático, amenaza con destruirlas. Los líderes comunitarios de Rapa Nui buscan maneras de rastrear y mitigar los daños, probando desde tratamientos químicos hasta escaneos 3D de las estatuas con drones antes de que se pierdan.
Todas las opciones están sobre la mesa mientras la comunidad lidia con la gestión de su patrimonio en rápida evolución: desde reubicarlas en un lugar donde no corran peligro hasta permitir que sucumban, ya que algunos argumentan que forma parte del ciclo de vida de los moái.
Hay aproximadamente 1.000 estatuas en la isla en diversas etapas de construcción, con unas 200 encaramadas en sus plataformas finales, conocidas como ahu. La mayoría de estas plataformas están situadas a lo largo de la costa de la isla, mirando en silencio hacia el mar.
Los moái fueron creados por las primeras comunidades polinesias que habitaron la isla para representar la imagen de sus antepasados y de la familia del jefe Hotu Matu’a, quien se cree que se asentó en la isla tras navegar en canoa hasta Rapa Nui desde una isla de la Polinesia Oriental.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, todas las estatuas fueron derribadas misteriosamente, probablemente debido al auge de un nuevo movimiento religioso en la isla o a algún conflicto; los historiadores aún no han encontrado respuestas definitivas. Debido a la formidable historia grabada en estas enormes estatuas de piedra, en 1995 el Parque Nacional Rapa Nui fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Aun así, los moái no son estatuas perfectas e inmaculadas, aisladas de su entorno. De hecho, comenzaron a deteriorarse en cuanto fueron talladas, según el libro Muerte de un Moái de la historiadora Elena Charola, publicado en 1997. La toba volcánica sufrió tensiones al ser astillada y picoteada en la cantera, desgastada por cuerdas y luego arañada y raspada durante el largo descenso, escribe Charola.
Desde el día en que fueron erigidos, el sol, el viento, la lluvia y las fluctuaciones de la temperatura también han afectado a los moái. Cuando la humedad del rocío marino se evapora, la sal cristaliza en el interior de la blanda toba volcánica y se expande, provocando que la estatua se descascare o astille, creando grietas finas y cavidades en forma de panal. Observo líquenes que crecen en la superficie de muchas de las estatuas.
Los animales también interfieren con los moái. Caballos y ganado se frotan en los monolitos, mientras que las aves arañan la toba y depositan excrementos tóxicos, o guano, que erosionan aún más el material. En 2020, un camión chocó accidentalmente contra un moái.
Sin embargo, la erosión de los moái parece haber aumentado considerablemente en las últimas décadas, según Daniela Meza Marchant, conservadora principal de la comunidad indígena Ma’u Henua, que administra el Parque Nacional Rapa Nui. Meza Marchant señaló que las imágenes y los registros del siglo pasado muestran que la alteración ha aumentado en los últimos 50 años en comparación con los 50 anteriores.
De hecho, según un informe de la Unesco de 2016, los moái de Rapa Nui se encuentran entre los sitios patrimoniales más afectados por el cambio climático a nivel mundial.
En las últimas décadas, las precipitaciones en Rapa Nui han disminuido drásticamente, volviéndose más esporádicas pero también más potentes, lo que azota a los moái con mayor intensidad que antes. La isla ya cuenta con escasa cobertura arbórea, pero las frecuentes sequías han agotado las reservas de agua dulce y pueden aumentar el riesgo de incendios forestales.
Un incendio forestal en octubre de 2022 carbonizó y agrietó unos 80 moáis en Rano Raraku, el cráter volcánico que alberga la famosa cantera donde se tallaron numerosos monolitos
El daño resultante fue “irreparable y con consecuencias que trascienden lo que se puede apreciar”, declararon entonces las autoridades locales.
El aumento del nivel del mar y el aumento de oleaje extremo también están erosionando la isla. Esta es una de las amenazas más inminentes para los moái, según el informe de la Unesco, ya que más del 90% de los monolitos en pie se encuentran a lo largo de la costa.
Ya se han intentado salvar los moái en el pasado. A lo largo de dos décadas, a partir de la década de 1970, el arqueólogo estadounidense William Mulloy llevó a cabo diversas labores de restauración en la isla, reconstruyendo estatuas y reensamblando plataformas fragmentadas que se habían derrumbado masivamente a principios del siglo XIX.
En la década de 1990, arqueólogos locales reconstruyeron los moái de Tongariki, un sitio arqueológico arrasado por un tsunami en la década de 1960.
Más recientemente, en 2003, un proyecto de la Unesco financiado por Japón impermeabilizó las estatuas de Tongariki con un agente químico diseñado para hacer que la toba sea más resistente a las salpicaduras marinas. Sin embargo, este costoso y delicado tratamiento debe reaplicarse cada cinco a diez años, lo que supone una carga para los escasos recursos locales disponibles.
Sin embargo, algunos esfuerzos de conservación han fracasado. En 1986, investigadores del Museo de Historia Natural Senckenberg (Alemania) fabricaron moldes de silicona de las estatuas para crear réplicas, pero, sin darse cuenta, desprendieron una capa superficial de toba de los monolitos, erosionándolas aún más. “El color de la piedra se alteró por completo”, señala un estudio sobre el incidente.
Hoy en día, la conservación de los moái mejora constantemente, gracias a las nuevas tecnologías y a la financiación ocasional de organizaciones internacionales.
Para contrarrestar los impactos del aumento del nivel del mar, en 2018, arqueólogos locales reforzaron dos estructuras similares a diques junto a un sitio de moái llamado Runga Va’e para evitar que las olas invadieran la plataforma ahu. También reconstruyeron partes de la plataforma, que se habían desmoronado con el tiempo, y la reforzaron.
El equipo utilizó drones para realizar escaneos en 3D de la zona, lo que les permitió planificar las obras de restauración y conservación sin necesidad de realizar excavaciones extensas e invasivas.
CyArk, una organización sin fines de lucro con sede en EE.UU., también ayudó al pueblo rapanui a crear modelos 3D precisos de todos los ahu y moái de la isla con drones, cámaras y escáneres láser.
“Se toman miles de fotos superpuestas y luego se crea un modelo 3D que identifica los puntos en común entre las diferentes fotos”, explica Kacey Hadick, gerente del programa de patrimonio de CyArk, quien trabaja en la isla desde 2017. “Esto puede ayudar a monitorear los cambios a lo largo del tiempo y las tasas de erosión, y proporciona un registro muy preciso del estado actual de la situación”.
En 2023, la subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Unesco, Carolina Pérez Dattari, asignó US$97.000 para la evaluación de daños, la reparación y los planes de gestión de riesgos futuros para los moáis quemados por los incendios forestales de 2022.
Tras un análisis inicial, en mayo de 2025, el equipo de Ma’u Henua comenzó las obras de conservación física de este proyecto en cinco de los moáis más dañados por el fuego, según Ariki Tepano Martin, presidente de Ma’u Henua.
Meza Marchant, encargada principal de la conservación de los moái, armó cubiertas para protegerlos de las inclemencias del tiempo y reducir su humedad. Actualmente, está tratando los daños causados por el fuego con una solución química elaborada por restauradores de cantería de la Universidad de Florencia, quienes trabajan con los rapanui desde 2009.
Los expertos italianos ya han probado la solución en pequeños fragmentos de roca de los moái carbonizados en sus laboratorios: el líquido actúa como un lavado suave pero minucioso que limpia el hollín negro de las llamas.
Meza Marchant también utilizará otros tratamientos químicos similares desarrollados por los italianos para fortalecer la piedra, eliminar los líquenes con un tratamiento similar a un antibiótico y hacerla hidrófuga, protegiéndola de las salpicaduras del mar y los daños de la lluvia, de forma similar al esmalte utilizado en el Tongariki, afirma Tepano Martin.
Se realiza un seguimiento constante para verificar si el tratamiento está dando los resultados esperados.
Sin embargo, los altos impuestos de importación de estos productos químicos especializados desde Italia han dificultado esta operación más de lo previsto, afirma Tepano Martin.
Hace ocho años, Meza Marchant empleó algunas de estas técnicas italianas para restaurar el Ahu Huri a Urenga, un raro moái de cuatro manos, uno de los pocos que se alza sobre una plataforma en el interior de la isla. La estatua, que se encuentra a lo largo de la línea del solsticio de invierno y se utilizaba para observaciones astronómicas, fue reerigida por arqueólogos en la década de 1970 tras los derrumbes del siglo XVIII, pero se erosionó con el tiempo.
Una vez conservados los cinco moái, el grupo Ma’u Henua pretende utilizarlos como modelo para todos los futuros proyectos de conservación y restauración de monolitos en la isla. Hasta ahora, “cada agujero, cada pequeño mantenimiento, requería un permiso especial”, dice Tepano Martin. “El proyecto con estos cinco moái nos ayudará a generar un protocolo de conservación, por lo que ya no tendremos que solicitar permiso moai por moai cada vez”. Aún así, sólo tienen financiación para estos primeros cinco monolitos.
Conscientes de las amenazas ambientales, Tuki y su esposo, quien también trabaja en turismo, me cuentan que algunos lugareños creen que los moái se conservarían mejor en museos. Actualmente se está construyendo un nuevo museo en la isla, y los planes sugieren que probablemente albergará y protegerá algunas estatuas moáis.
Mientras ascendemos la colina volcánica de una aldea ceremonial llamada Orongo, me muestran algunos de los artefactos más erosionados y arruinados de la isla: jeroglíficos ceremoniales en grandes losas de piedra alrededor de la aldea. Un moái especial solía estar en la cima de esta colina: la estatua Hoa Hakananai’a, que tiene jeroglíficos únicos en su espalda. La estatua fue traída de Rapa Nui por marineros británicos en 1868 y se exhibe en el Museo Británico de Londres.
Dada la fragilidad de estos jeroglíficos en particular, Tuki y su esposo dicen que algunos lugareños creen que la estatua está más segura en Londres, custodiada por cámaras de seguridad, una vitrina y medidores de humedad. Podría decirse, comenta la pareja, que el Hoa Hakananai’a también sirve como embajador de la cultura rapanui ante los cientos de miles de personas que podrían visitar el museo, pero no en esta isla tan remota. Muchos lugareños, por otro lado, insisten en que la estatua debería ser repatriada.
Para otros, sin embargo, la destrucción de los monolitos es simplemente parte del ciclo de vida del moái.
“Muchos creen que los moái deberían, tal como están, ser enterrados y desaparecer. Que los moái regresen a su hanua, su tierra, y que regresen a casa”, afirma Dale Simpson Jr., arqueólogo de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (EE.UU.), quien estudia las herramientas de tallado polinesias. Señala que muchas comunidades del Pacífico destruyen artefactos y adornos a propósito. “Todo tiene un ciclo de vida, que comienza y termina. Podemos verlo como destrucción, pero es la línea de vida de una estatua”.
Sin embargo, algunos habitantes de Rapa Nui discrepan fervientemente. Para ellos, los moái representan una piedra angular del patrimonio cultural y una obra maestra irremplazable de la creatividad humana, científica e histórica. Además, atraen a más de 100.000 visitantes anuales a Rapa Nui, donde el turismo se ha convertido en el principal motor de la economía.
“Su preservación no es solo deseable, sino absolutamente imperativa”, afirma el arqueólogo Claudio Cristino-Ferrando, de la Universidad de Chile, radicado en Rapa Nui. Considera que quedarse de brazos cruzados viendo cómo se deterioran estas obras monumentales es “totalmente insostenible” y que la idea de su “retorno a la nada” es errónea. “Tal pensamiento contradice no solo nuestro deber fundamental como custodios del patrimonio cultural humano, sino también la intención original de la propia tradición Rapa Nui”, afirma: que los moái deben servir como testimonio de la llegada de los ancestros polinesios a la isla.
En medio de este debate, el grupo Ma’u Henua busca adoptar un enfoque multifacético para garantizar la máxima conservación de las estatuas moái en la isla, combinando la conservación con el apoyo a la creación continua de nuevas piezas. Junto con la labor de conservación del grupo, Tepano Martin espera desarrollar programas que incentiven a los artesanos locales a seguir fabricando moái y a transmitir las técnicas tradicionales de tallado en toba a las generaciones más jóvenes.
Algunos de los moái esculpidos por el padre de Tuki ya se pueden ver frente al aeropuerto de la isla. También fueron enviados para representar al pueblo rapanui en Santiago y Valparaíso, en Chile continental, y a España y Japón.
“No se trata solo de proteger los moái; los protegemos para garantizar la preservación de nuestro pueblo en esta isla”, afirma Tepano Martin. “Nuestra cultura sigue viva. Sigue viva, y podemos preservar la tradición de nuestros antepasados creando algo nuevo”.
Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés).
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