Decenas de jornaleros migrantes conformaron brigadas para remover árboles caídos y escombros en las zonas afectadas por los fuertes vientos y los incendios en Los Ángeles, California, que han dejado, hasta ahora, cinco personas muertas.
“Este es un acto de solidaridad y la forma en la que estamos acostumbrados a responder cuando la comunidad enfrenta una tragedia” dijo a la agencia EFE Pablo Alvarado, codirector de la Red Nacional de Jornaleros (NDLON, por sus siglas en inglés), que agrupa a trabajadores inmigrantes, la mayoría dedicados a la construcción, jardinería y limpieza.
“Este es un trabajo que hacemos de corazón y no esperamos nada a cambio. Tal vez la entrada o la calle que estemos limpiando sea la de una persona que se ha dejado contaminar por la retórica antiinmigrante de Donald Trump, pero eso no nos interesa porque un país se construye con actos de amor no con odio”, añadió el activista, que tuvo que evacuar su vivienda.
Y es que el presidente electo de EU ha reiterado que una vez que regrese a la Casa Blanca firmará una orden para cerrar las fronteras del país a los migrantes indocumentados e iniciará el mayor plan de deportación masiva en la historia de Estados Unidos.
Además, se comprometió a continuar el muro en la frontera sur con México, e incluso dijo que está dispuesto a usar al Ejército para detener y deportar a 11 millones de migrantes.
Las labores de remoción de árboles, que bloquean las entradas de las casas y las vías de evacuación, están a cargo de los bomberos y otros empleados, pero ahora se encuentran ocupados sofocando las llamas, por lo que los trabajadores migrantes han asumido esta labor.
Para el nicaragüense Roberto Morales, que llegó a Estados Unidos hace cuatro años, realizar esta labor representa “el orgullo de ser migrante” y es una respuesta a la retórica de Trump, que ha prometido deportaciones masivas desde el primer día de su Gobierno, el próximo 20 de enero.
“No entiendo porque nos quieren deportar, no somos criminales, somos personas que podemos aportar y servir como lo estamos haciendo ahora”, declaró a EFE, Roberto, quien se unió a otros inmigrantes voluntarios de Guatemala, El Salvador, México y Cuba.
Barrios enteros de los suburbios de Los Ángeles quedaron devastados por incendios que este jueves siguen sin poder ser contenidos, atizados por fuertes ráfagas de viento.
Un incendio de 6 mil 900 hectáreas de extensión en la localidad de Pacific Palisades se convirtió en “uno de los más destructivos desastres naturales de la historia de Los Ángeles”, dijo la jefe de bomberos Kristin Crowley, mientras que otro de más de 4 mil hectáreas en Altadena también está “cero por ciento” controlado, indicó el jefe de bomberos del condado, Anthony Marrone.
“Altadena está devastada”, remarcó Judy Chu, la congresista estadounidense que representa a la región y que visitó un centro de evacuación donde se refugiaron unos mil residentes desplazados por las llamas.
Más de 130 mil personas en toda el área aledaña a esta metrópolis del oeste de Estados Unidos afrontaban órdenes de evacuación, mientras los meteorólogos advirtieron que las condiciones “críticas” de viento y sequía no han terminado, si bien han disminuido.
“Es probable que el fuego siga avanzando con incendios en curso o nuevos focos” durante todo el jueves y el viernes, indicó un boletín del Servicio Meteorológico Nacional estadounidense (SNW por sus siglas en inglés).
Las llamas, que se desplazan rápidamente avivadas por fuertes ráfagas de vientos, ya arrasaron más de 2 mil edificaciones, muchas de ellas mansiones valoradas en millones de dólares.
Es una tragedia que los medios estadounidenses describen como la peor en la historia de Los Ángeles.
El sheriff del condado de Los Ángeles, Robert Luna, informó que se reportaban cinco muertes y se teme que haya más decesos.
Con información de EFE y AFP
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, no resistió más la presión desde dentro de su partido y anunció su adiós al cargo que ocupa desde 2015.
Hacía ya meses que al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, le hacían la misma pregunta: “¿Renunciará?”.
Aunque se declara como un “luchador” y prometió permanecer como líder del Partido Liberal pese a la frustración cada vez más profunda entre los votantes y la subida en las encuestas de su principal rival político, Trudeau no pudo resistir el creciente coro de miembros de su propia formación política que le pedían que abandonara el cargo.
Este lunes anunció su dimisión como primer ministro, aunque permanecerá en el cargo hasta que su partido elija a un nuevo líder.
“Este país merece una elección real en las próximas elecciones, y me ha quedado claro que, si tengo que librar batallas internas, no puedo ser la mejor opción en esas elecciones”, dijo Trudeau en la rueda de prensa convocada frente a Rideau Cottage, su residencia oficial durante la mayor parte de la última década.
Trudeau llegó al poder en 2015 como una cara nueva y refrescante de la política progresista.
Atraídos por su carisma juvenil y un mensaje político esperanzador, los votantes apostaron ese año a los liberales, un partido que hasta entonces ocupaba el tercer lugar y que pasó a tener una mayoría de escaños en el Parlamento sin precedentes en la historia política canadiense.
Nueve años después, Trudeau sigue siendo el único líder en pie de los que gobernaban en la época en la que asumió el cargo. Barack Obama, Angela Merkel, Shinzo Abe o David Cameron hace tiempo que pasaron a una segunda línea, pero el, a sus 53 años, es actualmente el líder con más años de servicio en el G7.
Pero en el tiempo transcurrido desde su ascenso al escenario mundial y durante dos elecciones generales, Trudeau y su marca se han convertido en un lastre para la suerte del partido.
Paul Wells, periodista político canadiense y autor de un libro centrado en su figura dijo recientemente a la BBC que cree que Trudeau será recordado “como un primer ministro importante”, sobre todo por haber ofrecido un liderazgo genuino en temas como la reconciliación indígena y, hasta cierto punto, la política climática.
Pero Wells cree que Trudeau es alguien “que se percibía cada vez más desconectado de la opinión pública y cada vez más incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos”.
Trudeau destacó en el anuncio de su adiós los aspectos de su gestión de los que está más orgulloso, incluida la gestión del caos de la pandemia de covid, la renegociación de un acuerdo de libre comercio con el anterior gobierno de Donald Trump en Estados Unidos y la implementación de un subsidio infantil ampliamente considerado como una ayuda para aliviar la pobreza.
Pero una serie de escándalos comenzaron a quitarle brillo a su gobierno: se descubrió que había violado las reglas federales sobre conflictos de intereses en el manejo de una investigación de corrupción (el asunto SNC-Lavalin) y en viajes de lujo a las Bahamas.
En 2020 recibió críticas por elegir a una organización benéfica vinculada a su familia para gestionar un importante programa gubernamental.
En las elecciones generales del año anterior, su partido quedó reducido a una minoría, por lo que los liberales empezaron s depender del apoyo de otros partidos para mantenerse en el poder.
Las elecciones anticipadas de 2021 no mejoraron su suerte.
Más recientemente, Trudeau y su popularidad se vieron golpeados por el aumento del costo de vida y la inflación, que han contribuido a reveses electorales sufridos por gobiernos en todo el mundo.
Su promoción de una agenda demasiado cargada de grandes promesas contribuyó a engordar la insatisfacción.
Su manejo de la inmigración también generó descontento. El año pasado los liberales abandonaron su política tradicional de puertas abiertas y recortaron significativamente el número de extranjeros que recibieron autorización para instalarse en Canadá.
En ocasiones Trudeau les dio munición fácil a sus rivales, como cuando trascendió que se había pintado el rostro de negro para disfrazarse de personajes afro cuando era un veinteañero, una práctica hoy vista por muchos como racista y que resultaba particularmente embarazosa para un gobernante que se presentaba como ejemplo de tolerancia y progresismo.
Más recientemente, una serie de reveses políticos habían dejado claro que Trudeau había agotado su crédito.
El pasado verano los votantes rechazaron a candidatos liberales en un puñado de elecciones especiales en circunscripciones que hasta entonces habían sido bastiones del partido de Trudeau.
El primer ministro se había convertido en una figura cada vez más polarizante para el electorado: Trudeau dijo el lunes que “es hora de reiniciar” y de que “baje la temperatura” en la política canadiense.
Las encuestas mostraron la caída de su popularidad, sin que los intentos de enderezar el rumbo con cambios de gabinete y exenciones fiscales lograran levantarla. Los votantes parecían responsabilizarlo del aumento en el coste de la vida en general y de la vivienda en particular.
Una encuesta realizada durante las vacaciones por el Instituto Angus Reid arrojó el nivel más bajo en el apoyo al Partido Liberal desde que hay registros y, según los sondeos más recientes, los conservadores, liderados por Pierre Poilievre, un político de carrera de 45 años con habilidad para lanzar agudos eslóganes de campaña, ganarían cómodamente una elección si se celebrara hoy.
La inestabilidad política y el adiós de Trudeau se producen cuando Canadá enfrenta una serie de desafíos, entre ellos la promesa del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, que asumirá el cargo el 20 de enero, de imponer aranceles del 25 % a los productos canadienses.
Sin embargo, hasta el final, Trudeau parecía decidido a aguantar, y citaba a menudo su deseo de enfrentarse a Poilievre, un político ideológicamente opuesto a él.
Pero la impactante renuncia de la viceministra clave de Trudeau, la exministra de Finanzas Chrystia Freeland, a mediados de diciembre resultó ser la gota que colmó el vaso.
Freeland era una figura clave del gobierno y renunció en medio de diferencias con Trudeau, al que reprochaba intentar seguir adelante con costosos programas sociales pese a las amenazas de Trump de imponer fuertes aranceles a las exportaciones canadienses hacia Estados Unidos.
Los miembros de su propio partido comenzaron a dejar claro públicamente que ya no apoyaban su liderazgo.
Y con eso, cayó la última ficha de dominó.
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