Loredana Hernández Barboza, de 23 años y originaria de Venezuela, responde desde una ubicación desconocida a la que llama “el exilio”. Habla calmadamente, sonríe. “Me gusta bailar, me gusta mucho leer. Intento ser una persona resiliente, positiva”, se describe. Aún no encuentra una definición para eso que vive hoy: despertar entre paredes blancas en ese algo que “no es hogar”, lo mismo que enfrentan muchas familias de presos políticos en Latinoamérica.
Se trata de una persona que vive en una familia rota debido a la prisión política del régimen de Nicolás Maduro, igual que al menos otras 300.
Es hija del general Héctor Armando Hernández Da Costa, uno de los detenidos como probables responsables del atentado contra Maduro ocurrido el 4 de agosto de 2018, en el que drones kamikaze explotaron apenas a unos metros del mandatario durante su participación en un evento conmemorativo de los 81 años de la creación de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Hernández Da Costa fue condenado a 16 años de prisión acusado de conspiración, a pesar de que el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU exigió su liberación inmediata en 2020, tras documentar diversas violaciones a sus derechos humanos. Originalmente, se le acusó de ocho delitos, entre ellos, traición a la patria, asociación para delinquir y obstrucción a la justicia. “Durante tres años lo inculparon de todo”, recuerda Loredana. “48 horas antes le ofrecieron aceptar que había conspirado y entonces le quitaban los otros ocho delitos”. Las autoridades nunca pudieron probar ninguna de las imputaciones.
“Él nunca va a aceptar algo que no hizo”, afirma Loredana. Desde su perspectiva, su padre es una persona con principios. Más allá del uniforme, ella encuentra a “un ser muy correcto que hoy está tras las rejas”. Disciplina, transparencia y amor son los valores que asegura haber recibido de él.
A Loredana nadie le dijo cómo ver de frente la prisión política, mucho menos el exilio. Nadie parece saber cómo hacerlo. “He buscado manuales para entender la situación de mi padre”, confiesa. “Nadie nos prepara para eso, en la escuela y la casa siempre nos enseñan que si haces las cosas bien te va a ir bien, pero no nos dicen cómo lidiar con el caso contrario”.
“Me siento muy adolorida. Ya no es tristeza, ahora es dolor con desesperación porque me levanto y no tengo esperanzas”, comparte. Loredana sabe que su papá está vivo, pero asume el luto de la separación. “Como sé que mi papá está mal, yo siempre voy a estar mal”.
Lo recuerda feliz: “Somos responsables, disciplinados, pero sobre todo somos muy alegres”. Han escrito una canción en conjunto, mediante cartas que deben redactarse con sumo cuidado pues el gobierno las leerá antes de entregarlas.
“No puedo ser explícita en mis deseos de verlo libre porque pueden leerlo como que estoy tramando algo. Lo que hago es escribir lo mucho que lo amo, lo mucho que lo admiro”, comparte. “Al final, siempre termino triste y llorando. Es todo un proceso porque, aunque sé que es mi método de comunicar, es muy doloroso”.
Conserva la fe en la liberación y el reencuentro. Esa misma que la llevó a sumarse a la campaña “Latinoamérica Sin Presos Políticos”, que busca poner en la conversación pública alrededor de mil 400 casos solo en Nicaragua, Cuba y Venezuela, de donde Loredana debió salir por seguridad.
“Queremos que nos acompañen”, pide. “Me alegra muchísimo que otros países latinoamericanos no estén en una dictadura, pero es importante mirar a nuestra historia y ser conscientes de que tú, yo o cualquiera puede estar en esta situación. Aprendamos de nuestra historia”.
Loredana tiene claro que en Venezuela hay una dictadura, pero —subraya— “para mí es algo sin nombre, no podría definir un sistema donde traten tan mal a las personas y se encarguen de destruir familias creando un problema colectivo, porque no es solo mi caso”.
De cualquier manera, todos los días escribe al fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab Halabi. “Libere a mi padre” es el mensaje que cotidianamente manda a su bandeja de entrada. “Le escribo a los ministros, escribo a la delegación de Naciones Unidas y les mando la medida de liberación inmediata que ellos hicieron para recordarles que necesito que me acompañen en esta protesta”.
“Es un Estado ilegal, que actúa de forma arbitraria”, califica. “Los ciudadanos no somos enemigos del Estado. Queremos que liberen a los presos políticos. No queremos que los destierren, queremos vivir en paz, porque el destierro es lo peor que se puede hacer contra una persona que ama tanto su país”.
Carlos Salinas Maldonado confiesa que lloró en el momento en que se enteró de que 222 personas habían sido expatriadas de Nicaragua. “Pero me sequé las lágrimas y me puse a trabajar”, dice. Él es uno de los periodistas que lograron huir antes de que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo les quitara la libertad: no pisó las cárceles de El Chipote —denunciada como centro de tortura por organismos de derechos humanos— ni La Modelo, pero tampoco ha vuelto a ver Managua ni su natal León desde hace al menos cinco años.
En la misma línea va la declaración del pasado 10 de febrero de Dora María Téllez —la ‘Comandante Dos’, como la llamaban sus compañeros del Frente Sandinista de Liberación Nacional— : “Cada día que no me ahorcaba era un triunfo sobre Ortega”. El 9 de febrero, mientras su vuelo alcanzaba altura suficiente para llegar a Washington, la dictadura les convirtió en apátridas acusándolos de traición a la patria.
Para entender mejor: La liberación y la expulsión de los presos políticos en Nicaragua
“La ambición de una tiranía es la que de tu propio país se te vuelva extraño”, decía el escritor Sergio Ramírez en la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2021, también exiliado por Ortega, y con orden de aprehensión luego de publicar su novela Tongolele no sabía bailar y de convertirse en uno de los críticos más duros de su otrora compañero de lucha. “Expatriados, despatriados, desterrados. Extrañados […] Pero entonces uno vuelve a la poesía”.
Como ellos, miles de personas se encuentran entre la migración y la diáspora —otras formas para llamar al exilio y al desplazamiento forzado— para no volverse un folio entre las más o menos mil 400 personas presas políticas en América Latina, según conteos recabados por “Latinoamérica Sin Presos Políticos”. La cifra no es exacta porque los regímenes autoritarios no transparentan sus atropellos.
Mientras tanto, centenares de familias siguen esperando la hora de los reencuentros.
Investigadores localizaron “el sistema solar perfecto”, uno sin las colisiones violentas que hicieron del nuestro una mezcolanza de planetas de tamaños diferentes.
Este sistema se encuentra a 100 años luz de distancia y tiene seis planetas prácticamente del mismo tamaño. Apenas han cambiado desde su formación hace unos 12 mil millones de años.
Estas condiciones estables hacen que sea ideal aprender cómo se formaron estos mundos y si albergan vida.
La investigación fue publicada en la revista Nature.
La creación de nuestro propio sistema solar fue un proceso violento. Los planetas chocaban entre sí mientras se formaban, distorsionando órbitas y dejando a gigantes como Júpiter y Saturno junto a mundos relativamente pequeños como el nuestro.
Las cosas no pueden ser más diferentes en el sistema solar HD110067, como lo llamaron los astrónomos.
Allí no solo los planetas tienen un tamaño similar. También giran sincronizados, a diferencia de la sincronización inconexa de los planetas de nuestro sistema solar.
En el tiempo que le toma al planeta más interno dar tres vueltas alrededor de la estrella, el siguiente planeta lo hace dos veces, y así sucesivamente hasta el cuarto planeta del sistema.
A partir de ahí las cosas cambian a un patrón 4:3 de velocidades orbitales relativas para los dos últimos planetas.
Esta intrincada coreografía planetaria es tan precisa que los investigadores crearon una pieza musical cíclica, similar a una composición al estilo de Philip Glass (compositor estadounidense), con notas y ritmos correspondientes a cada planeta y sus períodos orbitales.
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Rafael Luque, de la Universidad de Chicago, lideró esta investigación de HD110067, descrito como “el sistema solar perfecto”.
“Es ideal para estudiar cómo fueron creados los planetas, porque este sistema solar no tuvo los caóticos inicios del nuestro y desde su formación no ha sido perturbado”, comenta Luque.
Marina Lafarga-Magro, de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, dice que este sistema es “bello y único”.
“Es muy emocionante ver algo que nadie ha visto antes”, le dijo Lafarga-Macro a la BBC.
Los astrónomos han descubierto miles de sistemas solares en los últimos 30 años, pero ninguno de ellos permite estudiar cómo se formaron los planetas de esta forma.
El tamaño casi idéntico de los planetas y la naturaleza tranquila del sistema son como oro para los astrónomos porque hacen que sea mucho más fácil compararlos y contrastarlos. Eso ayudará a tener una idea de cómo se formaron por primera vez y cómo evolucionaron.
El sistema también tiene una estrella brillante que facilitará la búsqueda de signos de vida en las atmósferas de los planetas.
Los seis nuevos planetas son lo que los astrónomos llaman “subneptunos“, que son más grandes que la Tierra y más pequeños que el planeta Neptuno (que es cuatro veces más ancho que la Tierra).
Los seis planetas recién descubiertos tienen entre dos y tres veces el tamaño de la Tierra.
El interés en los nuevos hallazgos ha aumentado desde el descubrimiento en septiembre de que un planeta subneptuno, llamado K2-18b, en otro sistema estelar, tiene una atmósfera con indicios de un gas que en la Tierra es producido por organismos vivos.
Es algo que astrónomos llaman firma biológica.
Aunque nuestro sistema solar no tiene planetas subneptunos, se cree que este tipo es el más común de planetas en la galaxia.
Pero sorprendentemente los astrónomos saben muy poco sobre estos mundos.
No saben si están compuestos mayoritariamente de rocas, gas o agua, o si tienen condiciones para la vida.
Averiguar estos detalles es uno “de los asuntos cruciales de nuestro campo”, según Luque, quien añade que descubrir HD110067 le da a su equipo la oportunidad perfecta para responder a esta pregunta con relativa rapidez.
“Podría ser cosa de menos de 10 años”, le dijo Luque a la BBC.
“Conocemos los planetas, dónde están; necesitamos algo más de tiempo, pero pasará”.
Si la próxima ronda de observaciones del equipo indica que los subneptunos también pueden albergar vida, ello aumenta mucho el número de planetas habitables y, por tanto, las posibilidades de detectar indicios de vida en otro mundo más pronto que tarde.
La carrera ahora se enfoca en detectar biomarcadores en alguno de los seis nuevos subneptunos o en las decenas de otros descubiertos por otros equipos rivales.
Con la generación de nuevos telescopios con capacidades mejoradas y otros en camino, muchos astrónomos creen que quizás no haya que esperar mucho para ese momento.
Los planetas fueron detectados utilizando el satélite de estudio de exoplanetas en tránsito (TESS) de la NASA y el satélite de caracterización de exoplanetas (Cheops) de la ESA.
Antes de irte: ¿Qué es la extraña formación que captó la NASA en Marte?
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