En México, no sólo han aumentado gradualmente los casos de consumo de fentanilo desde 2013, sino que cada año se registra una mayor cantidad de nuevos casos: solo en 2022 se reportó un incremento del 80%, respecto a 2021, según la estadística del Observatorio Mexicano de Salud Mental y consumo de Droga.
Antes de 2018, la cifra anual no había rebasado los 10 casos, a partir de ese año comenzaron a crecer paulatinamente, al pasar de 10 a 25 (2019) y 72 (2020) para después crecer a más del doble en 2021, cuando alcanzaron los 184. Para 2022, sumaron 333.
Desde el año anterior, el Observatorio había advertido que se presentaban principalmente entre hombres en Baja California y Sonora, y que si bien el número de casos era escaso, estos iban en aumento y se concentraban en la frontera con Estados Unidos, donde su uso era ya una crisis de salud pública.
En contraste, durante la presentación de la recién conformada Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama), el titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic), Gady Zabicky Sirot, aseguró que el problema tocante al fentanilo se tiene que ver de una manera bimodal: por un lado, lo relativo al consumo y los problemas de salud pública derivados de él, y por el otro, el problema de trasiego que representa el fentanilo en México, donde se completa una parte de la manufactura ilícita en su camino hacia Estados Unidos.
“Como lo hemos comentado ya de manera muy repetida, el día de hoy sigue siendo un problema mínimo en nuestro país, que se concentra de manera muy notoria en algunas zonas, especialmente del noroeste de la nación, pero que todavía no representa un problema de salud pública en términos de sobredosis, de muertes, de transmisión de enfermedades a través de la inyección, como sí lo es en Estados Unidos y otros lugares del mundo”, señaló, al tiempo que aseguró que se trabaja con el país vecino para prevenir nuevos consumos.
Sin embargo, reconoció que si bien son pocas las personas que buscan esa droga en específico, se ha encontrado dentro de otras sustancias, por lo que hay consumidores inadvertidos. Pese a que el gobierno lo considera un problema “mínimo”, lo ha incorporado como uno de los mensajes centrales de su campaña de prevención de adicciones en las escuelas, en la que advierte que es una de las drogas más peligrosas: “es muy difícil detectarlo; no tiene olor ni sabor; te lo pueden ofrecer en polvo blanco, pastillas, o aplicado en pequeñas piezas de papel”. Según los anuncios, también puede añadirse a gotas para los ojos, aerosol nasal o dulces.
Además de ser el año en el que los nuevos casos de consumo de fentanilo crecieron a más del doble, en 2021 se disparó el consumo de Estimulantes de Tipo Anfetamínico (ETA), que pasaron a ocupar el primer lugar de mayor demanda de tratamiento en centros gubernamentales y no gubernamentales. Estas sustancias incluyen, principalmente, al cristal metanfetamina, las anfetaminas, el éxtasis y los estimulantes de uso médico.
En su informe de ese año, el Observatorio explica que de 2017 a 2021, la demanda de tratamiento por consumo de ETA incrementó en 215%, mientras que la de alcohol disminuyó 14% y la de marihuana cayó 57%. Para 2022, los ETA mantuvieron el primer lugar con un incremento de casi un punto porcentual respecto al año anterior (46.2%), seguidas, con un amplio margen, por el alcohol (24.6%) y la marihuana (13.3%). En total, el número de personas que solicitaron tratamiento en centros gubernamentales y no gubernamentales, considerando todas las sustancias, creció un 76% entre 2017 y 2022.
El incremento sustancial de sobredosis fatales por fentanilo y sustancias análogas, así como las acciones para combatirlo, en Estados Unidos se registró entre 2011 y 2018. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), estas muertes sumaban 2 mil 600 entre 2011 y 2012, pero a partir de ese año, la cifra incrementó drásticamente, con lo que resurgió una crisis de tráfico, distribución y abuso, de acuerdo con lo consignado por una ficha descriptiva de la Administración para el Control de Drogas (DEA).
De acuerdo con el más reciente informe mundial sobre las drogas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en Estados Unidos y Canadá las muertes por sobredosis provocadas por la epidemia del uso no médico de fentanilo siguen batiendo récords. En el primer país, las estimaciones preliminares indican que en 2021 hubo más de 107 mil muertes, mientras que en 2020 se habían registrado 92 mil. Esto significa que en un periodo de aproximadamente 10 años –según los primeros registros de los CDC– el consumo letal creció 41 veces.
El recién presentado informe 2022 de la UNODC, el primero de la pospandemia, consigna que la prevalencia más alta de consumo de opioides se ubica en América del Norte, Asia Sudoccidental, Oceanía y Asia Meridional. Las dos grandes epidemias de consumo no médico de opioides que están evolucionando en todo el mundo, impulsadas por la alta disponibilidad de opioides a bajo costo, son la de fentanilos de fabricación ilícita –que se mezclan con heroína y otras drogas– y la del consumo de tramadol con fines no médicos; la última más presente en África y Asia.
A pesar de que en América del Norte no se ha registrado un aumento drástico en el consumo de fentanilos –aunque es cuestionable en un contexto de alta prevalencia de consumo de opioides y la mezcla inadvertida con varios de ellos–, se ha elevado la mortalidad por sobredosis a cifras sin precedentes debido a su alta potencia, y durante la pandemia, se agudizó aún más. Incluso las muertes asociadas al tramadol, en otras regiones del mundo, serán menos por la diferencia en los efectos, advierte la UNODC.
El organismo subraya que los consumidores pueden no ser conscientes de que lo están consumiendo porque frecuentemente está mezclado, en diferentes grados, con otras sustancias. Esto en un contexto mundial en el que el mercado de la droga se expande, la producción de cocaína ha alcanzado máximos históricos, las incautaciones de anfetaminas y metanfetaminas se han disparado, el consumo de drogas –principalmente entre jóvenes– ha aumentado, y muchas personas que necesitan tratamiento se quedan sin obtenerlo, sobre todo en el caso de las mujeres, agrega el documento.
En México, señala el informe, actualmente los opioides no son las drogas más consumidas y aunque la droga que más se consumió en 2020 por inyección fue la heroína, seguida del opio acetilado, no son las sustancias que más motivan tratamiento. Sin embargo, la UNODC advierte que se ha documentado una prevalencia relativamente alta de consumo de heroína en la frontera con Estados Unidos, donde el consumo se asocia a desventajas económicas, trabajo sexual, desplazamientos internos y presencia de rutas de tráfico.
“En México existen otros factores de riesgo que pueden contribuir al aumento del consumo de opioides en el futuro, como la producción y el tráfico de heroína, los traumas relacionados con la deportación y el cambio de las prácticas de prescripción de opioides. Además, al igual que en otros países de América del Norte, se ha documentado la presencia de heroína mezclada con fentanilo cerca de la frontera septentrional de México”, indica el documento.
En el informe del Observatorio Mexicano de Salud Mental y Consumo de Drogas correspondiente a 2022, se consigna que desde 2018 se viene constatando un crecimiento de la demanda de atención por uso de fentanilos ilícitos. Los principales focos de consumo en 2022 se ubicaron en las ciudades fronterizas de Baja California (Mexicali y Tijuana), Chihuahua (Ciudad Juárez) y Sonora (San Luis Rio Colorado). En tanto, en lo que va de 2023, se han reportado 70 casos de consumo en localidades de Sonora, Aguascalientes, Ciudad de México y Durango.
En el informe mundial, la región México y Centroamérica se ubica en el tercer lugar de las principales rutas de tráfico de opiáceos 2016-2020. A partir de las estadísticas del Observatorio, por entidad federativa, la mayor concentración de personas que llegaron a tratamiento por consumo de fentanilos en 2022 estuvo en Baja California (145) y Sonora (129), seguidos de Sinaloa (18) y Durango, pero ya aparecen también en Jalisco, Guanajuato, Ciudad de México, Durango, Nuevo León, San Luis Potosí, Coahuila, Puebla, Oaxaca, Estado de México, Querétaro y Yucatán, en ese orden.
Aunado a ello, destaca el Observatorio, la combinación simultánea o secuencial de distintas drogas genera una carga importante de morbilidad y mortalidad por accidentes, lesiones o intoxicaciones agudas. En 2022, la principal causa de atención (50%) en urgencias por consumo de drogas ilícitas en México fue el uso combinado de múltiples sustancias, mientras que en 2021 esta fue también la principal causa de mortalidad asociada a consumo de drogas.
Sin embargo, los reactivos que existen hasta hoy para hacer pruebas de toxicología de drogas no incluyen el fentanilo. De acuerdo con especialistas, esta sustancia y sus análogos no se identifican fácilmente porque requieren pruebas toxicológicas especializadas. En México, se estima que hay un subregistro de muertes por sobredosis de esta droga, debido a que tras el fallecimiento de las personas, no se realiza ninguna prueba para detectarla.
La organización Elementa DDHH señala que la llegada del fentanilo ha provocado innumerables muertes por sobredosis, sin que exista precisión en los datos oficiales respecto a esos hechos, ni una política nacional y estatal enfocada en la atención de las personas que consumen esta sustancia. Además, asegura que hasta 2018, operaban ocho programas comunitarios de reducción de daños que ofrecían servicios de salud pública y derechos humanos con recursos del gobierno federal.
Sin embargo, actualmente solo funcionan tres programas ubicados en el noroeste del país. “Además, el aumento del fentanilo como adulterante en los opioides que están disponibles en los mercados ilegales de drogas escaló de 50% en 2018 a 100% desde el año 2022, según las muestras obtenidas de programas de reducción de daños en Baja California”, precisan. Ante ello, la organización ha hecho un llamado para impulsar el diseño e implementación de una nueva política de drogas basada en evidencia.
“Solicitamos a las entidades competentes que destinen el presupuesto financiero y humano necesario para ampliar los programas comunitarios de reducción de daños en la frontera norte del país, sobre todo en aquellos estados en donde no se ubican, como Sonora y Sinaloa”, afirmaron tras la colocación de un espectacular en Mexicali con la leyenda: “México vive una crisis de opioides por la llegada del fentanilo, urge una nueva política de drogas con enfoque de derechos”.
Una de cada ocho personas en el mundo sufre de algún problema de salud mental, según un reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En ese contexto, también se vio un aumento en la demanda del uso de medicamentos para tratarlos.
Pero, paradójicamente, así como se volvió común usar estos medicamentos, también es común que las personas dejen de usarlos de un momento a otro, dijeron expertos a la BBC.
Muchos pacientes caen en esta trampa, a menudo porque los medicamentos están surtiendo efecto: como se sienten bien, pueden tener la impresión de que el problema está resuelto.
En otros casos, son los efectos adversos del tratamiento los que llevan a algunas personas a suspender el tratamiento de forma abrupta.
Sin embargo, según los psiquiatras, cualquiera que deje de usar el medicamento sin consultar a un médico puede sufrir efectos inmediatos y a largo plazo.
Suspender medicamentos como los que se usan para tratar la ansiedad y la depresión así sea por un día puede alterar las señales químicas del cerebro y provocar síntomas como náuseas, cansancio, mareos y sensación de “cabeza liviana”.
Un estudio reciente señala que más de la mitad (56%) de las personas que intentan dejar de tomar antidepresivos presentan síntomas adversos, y casi la mitad de ellos (46%) describe los efectos secundarios como graves.
Es el llamado “síndrome de abstinencia”, que puede ser causado por la interrupción del uso no sólo de antidepresivos y ansiolíticos, sino también de hipnóticos, antipsicóticos, estabilizadores del estado de ánimo y estimulantes (incluidos los fármacos utilizados en el tratamiento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Elson Asevedo, psiquiatra y director técnico del Centro de Atención Integral a la Salud Mental de la Universidad Federal de Sao Paulo, añade otro efecto que observa frecuentemente en su práctica médica.
Los pacientes que inicialmente responden bien a un fármaco pueden responder más lentamente o resistirse a retomar el tratamiento que se suspendió abruptamente.
“En algunos casos puede ser necesario aumentar la dosis o cambiar de medicamento, incluso teniendo que combinar varios medicamentos diferentes”, afirma Asevedo.
El principal motivo que lleva a alguien a dejar de tomar un medicamento es que la afección que se está tratando parece estabilizarse.
“Cuando se nota una mejoría en la depresión y la ansiedad, es natural sentir que los medicamentos ya no son necesarios, pues los síntomas parecen haber remitido”, explica Asevedo.
“Sin embargo, la trampa aquí es que esta mejora en los síntomas a menudo ocurre antes de la mejora física en el cerebro”, agrega.
El médico compara el cerebro con una computadora y la enfermedad con un programa instalado en esa máquina.
El tratamiento elimina el programa, explica, pero para que el cerebro pueda quedar protegido contra futuras recaídas, se necesita un período considerable de uso de medicamentos para que el cerebro cree nuevas formas de funcionar sin la influencia de la depresión.
“Se recomienda que los antidepresivos se utilicen durante al menos 12 meses después del alta médica y pueden durar hasta dos años o incluso indefinidamente, si el paciente tuvo dos o más episodios de depresión a lo largo de la vida”, dice Antônio Geraldo, presidente de la Asociación Brasileña de Psiquiatría (ABP).
Vanessa Favaro, directora del Servicio Ambulatorio del Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Sao Paulo, dice que muchos pacientes no ven el tratamiento como parte de una búsqueda permanente de salud mental.
“Comprender el enfoque a largo plazo puede resultar un desafío para algunos pacientes, especialmente cuando están angustiados. La búsqueda de un alivio inmediato es natural, pero no todo sufrimiento requiere sólo un alivio momentáneo”, afirma el médico.
“Comprender el trastorno, sus bases biológicas y mantener la salud mental en el tiempo es fundamental. Es importante tener en cuenta no sólo el medicamento, sino también otras acciones, como la psicoterapia y las técnicas de respiración”.
Otro motivo muy común para dejar de tomar medicamentos son los efectos no deseados en el organismo.
“Es relativamente fácil tolerar los efectos secundarios de un antibiótico que sólo tenemos que tomar durante siete días”, afirma Asevedo.
“Pero cuando se trata de una condición depresiva que requiere tratamiento continuo durante un año, es mucho más difícil de tratar”, agrega.
Entre los efectos secundarios más comunes de los medicamentos psiquiátricos, el médico cita:
En casos como estos, es importante que el médico y el paciente tengan la suficiente confianza para discutir las posibilidades juntos.
“Pueden considerar alternativas, como cambiar el medicamento incluso introducir un medicamento adicional para mitigar los efectos secundarios”, afirma Asevedo.
Los medicamentos utilizados para tratar los trastornos mentales alteran las señales eléctricas que se transmiten dentro del cerebro a través de cambios en la composición química del órgano.
“El cerebro es un ordenador que, en lugar de cables, tiene neuronas. Pero estas neuronas no se conectan directamente. Entre ellas hay un pequeño espacio, donde se encuentran los neurotransmisores”, explica Asevedo.
Los neurotransmisores son sustancias químicas que permiten la transmisión eléctrica de una neurona a otra.
La serotonina, la noradrenalina y la dopamina son algunos de los neurotransmisores que regulan el paso de señales eléctricas entre neuronas.
Un trastorno mental suele ocurrir cuando estas sustancias químicas no están reguladas.
La depresión, por ejemplo, es causada por un desequilibrio de los transmisores neuronales responsables de la sensación de placer y bienestar, señalan los expertos.
Luego, los medicamentos actúan regulando la producción de neurotransmisores y aumentando la transmisión de señales eléctricas entre las células cerebrales.
Es común que una persona en tratamiento psiquiátrico piense que estará condenada a consumir estos medicamentos para siempre, afirma Vanessa Favaro.
“La mayoría de las veces esto no sucede. Los tratamientos suelen tener un principio, un desarrollo y un final“, afirma la médico.
El final requiere un proceso que puede durar meses o incluso años.
“La retirada debe ser gradual para evitar cambios bruscos en el funcionamiento del cerebro”, afirma Favaro.
El primer paso, dicen los expertos, es contar con la recomendación del médico que acompaña al paciente para hacerlo.
“Primero necesitamos que los síntomas hayan mejorado por completo y que hayan pasado entre seis meses y un año de mejoría”, afirma Asevedo.
“Antes de eso, no ha habido una mejoría absoluta del cerebro y es posible que los síntomas vayan a volver”.
Entonces se pueden adoptar algunas estrategias, explica el psiquiatra, como empezar a tomar el medicamento cada dos días o reducir progresivamente la dosis.
“Es importante consultar a un psiquiatra para valorar el medicamento más adecuada a tu tipo y patología”, concluye Favaro.