“La vida de mi hija depende de un elevador”, reclamaba Patricia Romero al oncólogo del Hospital Regional 20 del IMSS en Tijuana, mientras su hija lloraba en una cama a causa del cáncer en el colón que le habían diagnosticado dos meses atrás y que, supuestamente, sería extirpado mediante cirugía. Un día antes de la fecha de su cirugía, el único elevador que funcionaba se descompuso, y dada la imposibilidad de subirla en camilla tres pisos por las escaleras, suspendieron la operación.
El hospital tiene tres elevadores, pero uno dejó de funcionar hace cinco años y el otro, hace tres. El tercero se descompuso en agosto pasado afectando no solo a pacientes, personal como camilleros o enfermería que debían subir por escaleras para entregar comida, medicinas subiendo cinco pisos por las escaleras, que impidió la realización de cirugías, como la de Patricia Trujillo, de 29 años, y madre de dos niños.
En junio de este año, Patricia comenzó a tener problemas intestinales y cuando acudió a la clínica 20 del IMSS para chequelo le dijeron que sólo era estreñimiento y le mandaron medicamento, pero luego, los síntomas se agravaron, tenía dolor y evacuaba con sangre. Regresó al hospital y el diagnóstico cambió a hemorroides.
El malestar que venía arrastrando la hizo convencerse que aún cuando su salario como recepcionista no era alto, buscaría atención con un médico particular para confirmar que no fuese algo más grave. Así lo hizo y el diagnóstico inicial coincidió con el médico del IMSS, pero esta vez también le practicaron una endoscopia donde le detectaron un tumor en el colon y al hacerle una biopsia, confirmaron que era cáncer, pero podría ser operable.
Sin embargo, era muy costoso hacerlo en la clínica privada, por eso decidió regresar al IMSS, pero ya con todos los estudios practicados que representaba “un avance”, según le dijo el oncólogo que comenzó a atenderla, y coincidió en que el tratamiento adecuado sería una cirugía, que estaría programada para el 8 de agosto.
Un día antes, las altas temperaturas provocaron apagones en el hospital, y aunque un hospital debía tener planta para contingencias como esa, la realidad es que tampoco funcionaron. Patricia se enteró del caso de un paciente que estaba siendo intervenido en el momento del apagón, y tuvo que ser trasladado de emergencia a otro hospital.
En los días siguientes, el servicio de electricidad fue intermitente y, en algunos casos, los pacientes eran atendidos con lámparas de teléfono celular, como demuestran fotografías que usuarios subieron a redes sociales. Y afectaciones en el sistema de aire acondicionado para una ciudad que supera los 30 grados.
Al día siguiente se descompuso el único elevador que funcionaba y eso impidió la cirugía de Patricia. Aunque el quirófano está en el primer piso, el cirujano le explicó a su madre que debía ser trasladada al cuarto piso para su recuperación y dado lo delicado de la intervención, no podía ser manipulada en una camilla para subirla por las escaleras como otros pacientes.
Hacia septiembre, ya con semanas sin elevador, el hospital tuvo que recurrir a personal de la Cruz Roja Mexicana para que subiera y bajara pacientes en camillas y sillas de ruedas, como quedó consignado en fotografías que publicó el medio local TJNoticias.
Con esa imposibilidad, el oncólogo dio de alta a Patricia porque “no tenía fecha” para la reparación de los elevadores y le pidió que volviera a la semana siguiente. Así lo hizo, pero seguían descompuestos. Luego volvió a la otra, y a la otra, y nada.
Ante la desesperación, comenzó a publicar su caso en redes sociales y logró al menos que la volvieran a internar y cuando por fin la iban a operar, el médico les dijo que el hospital no tenía grapas, y sin ellas, corría el riesgo de tener una hemorragia. Ahí, Patricia pensó en grabar a su hija tendida en la cama del hospital para enviar el video a los medios locales.
Sólo así, después de que su caso comenzó a transmitirse en radio y televisión, el IMSS le dio la opción de trasladarla a la clínica 1 del estado para que por fin fuera intervenida. El ansiado día llegó en septiembre, pero solo hasta el quirófano, la cirujana se dio cuenta que el tumor se había extendido y, por su tamaño, al intentar extraerlo podría afectar el control de esfínteres para toda su vida. La opción idónea sería tratar de disminuir el tumor mediante quimioterapias y radioterapias y luego realizar la cirugía.
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Aunque apenas la semana pasada recibió la primera quimioterapia, el IMSS retrasó cuatro meses la intervención que era idónea para el cáncer que padece Patricia, pero el tiempo de espera derivó en el crecimiento del tumor.
Un elevador descompuesto hizo la diferencia.
Animal Político preguntó al IMSS la razón de la falta de mantenimiento y de las carencias de insumos, personal y medicinas en este hospital, pero no hubo respuesta.
Como parte de la política de austeridad emprendida por el presidente Andrés Manuel López Obrador, todas las instituciones del gobierno han sufrido recortes presupuestales, incluyendo aquellas que atienden la salud de millones de mexicanos.
En el IMSS, por ejemplo, la partida presupuestal correspondiente a la compra de refacciones para elevadores, tuvo un recorte de 3%, al comparar entre 20219 y 2024, pero eso significó 1 millón de pesos menos para la reparación de esta parte de la infraestructura fundamental en un hospital.
Además, como documentó Animal Político en la investigación periodística No fuimos Dinamarca, el gobierno de López Obrador disminuyó la atención médica para los más pobres de este país en los servicios de la Secretaría de Salud.
Las consultas disminuyeron en 46%. Mientras en 2018 se realizaron más de 95 millones de consultas, en 2023 sólo hubo 51 millones de consultas. También hubo 14% menos cirugías entre 2018 y 2021, lo que significa 500 mil operaciones menos.
El caso de Patricia no es el único. Ramón Apodaca, llegó a la Unidad Médica Familiar 33 del IMSS en Tijuana con un intenso dolor abdominal, mareo, vómito, fiebre y temblorina. Cinco horas después, ante la imposibilidad de diagnosticarlo ahí lo enviaron al hospital Regional 20.
Ahí, la doctora que lo atendió le inyectó medicamento que logró aminorar el dolor y le pidió que el lunes acudiera a su clínica familiar, pero su esposa, Herlinda Viramontes, se negó y exigió que le realizaran los estudios necesarios para saber la causa de sus síntomas.
Ante la insistencia, la doctora lo ingresó a observación al área de urgencias a las 11 de la noche del 29 de junio, junto con decenas de pacientes que, igual que él, no tenían camilla, sino solo una silla. Pasó los siguiente tres días en la misma zona, pero con el dolor tan intenso que a ratos no soportaba estar sentado y tuvo que acostarse en el suelo.
Cuatro días después, cuando Herlinda iba a visitarlo, la hicieron pasar inmediatamente porque su esposo sería intervenido. “El doctor me dijo que lo operarían porque traía la vesícula sumamente inflamada, infectada, por eso la temperatura y el riesgo quirúrgico es alto, porque como está infectada, podría haber algún problema con el intestino”.
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“Ese fue mi vía crucis en el seguro social. Mi esposo estuvo sentado cuatro días, y al cuarto día le hicieron la tomografía porque no servía el aparato. Bendito Dios no le tronó la vesícula y se alcanzaron a dar cuenta. Lo operaron y ya se recuperó, pero no todos tienen la misma suerte de salir”, relata Herlinda con la voz entrecortada, porque aún le duele al recordarlo y saber que la diferencia la hizo su insistencia para no aceptar la alta del área de urgencias.
Debido a casos como estos, familiares de pacientes y trabajadores jubilados del IMSS hicieron un plantón frente al hospital el 3 de octubre pasado, para demandar medicamentos, insumos y personal, las carencias más apremiantes del hospital.
Esa semana de la protesta repararon uno de los elevadores, pero para un hospital regional sigue siendo insuficiente.
“No sólo son los elevadores, son muchas cosas, es la luz que hasta dejaron de hacer cirugías, o estaban atendiendo con la linterna del celular. Son los insumos, las medicinas. Yo trabajé en esa misma clínica por 23 años como enfermera quirúrgica y antes faltaban dos o tres cosas, pero ahora pasan meses sin material, sin equipo o sin medicamentos básicos”, cuenta una extrabajadora que pidió no publicar su nombre por temor a represalias con su familia que aún trabaja en el hospital.
Los familiares y jubilados prevén hacer otro plantón para noviembre con la intención de que el director general del IMSS, Zoé Robledo, atienda la situación y “pongan atención en las condiciones del hospital”.
Mahdy Krira es un artista palestino en Gaza que con sus títeres entretiene, educa y ofrece apoyo psicológico a un pueblo agobiado por una guerra implacable.
“Todo alrededor tuyo evoca desesperación. La muerte está por todos lados, junto al desplazamiento, la falta de vivienda, la enfermedad, el hambre, la sed y la pérdida. Pero hay fragmentos sueltos en tu ser que instan a la esperanza y la acción”.
Así es como Mahdy Krira, un artista palestino en Gaza, describe su impulso por desarrollar su arte en medio de un incesante bombardeo y llevarlo a su pueblo agobiado por la guerra, para animarlo, entretenerlo y educarlo.
Su arte actual son los títeres que, así como esos “fragmentos sueltos” que lo inspiran, los construye de los escombrosde la guerra: latas, pedazos de madera destrozada, retazos de tela y basura.
Krira dio sus primeros pasos artísticos dentro de la dramaturgia y el teatro, pero hace 18 años decidió dedicarse a los títeres, un arte que no existía en Gaza, a pesar de estar presente en muchos países vecinos, le contó a BBC News Mundo a través de un intérprete.
No tuvo quien lo entrenara, pero gracias a un talentoso amigo, mucha práctica autodidacta y ensayos que fluctuaron entre el fracaso y el éxito, fue adquiriendo experiencia.
“Lo que realmente te enseña son la acumulación de experiencias y reveses. Y la persistencia es la clave de la excelencia”, asegura.
Después de varios años, fundó una compañía de títeres llamada Khayyout, que significa Hilos, la primera en la Franja de Gaza.
“Los niños de mi nación necesitaban urgentemente este arte increíble y maravilloso”, expresa. “Cuando el títere aparece, empiezan los murmullos y las risas. Un niño o una niña se acerca a saludar a uno de los personajes… y todos abrazamos el cielo con alegría”.
Pero ha sido una práctica artística incompleta, señala. El histórico sitio de Gaza y la serie de conflictos armados en el territorio palestino no le han permitido una mayor exploración de las diferentes técnicas de los teatros y artistas de alrededor del mundo.
“Ciertamente hay una gran brecha entre lo que hago y lo que debería estar haciendo, o por lo menos estar al tanto de los desarrollos e innovación”.
La situación es ahora mucho más difícil, después del ataque de Hamás en territorio israelí el 7 de octubre de 2023, cuando mataron a más de 1.200 personas y secuestraron a 250, y la apabullante ofensiva militar de Israel que todavía continúa y se ha cobrado más de 42.000 vidas palestinas.
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A sus 43 años, Mahdy Krira está casado y tiene seis hijos. Según cuenta a BBC News Mundo, antes de que su casa fuera bombardeada y destruida, al igual que su taller, ya había sido forzosamente desplazado nueve veces. Huyó con su familia al sur de Gaza, pero las Fuerzas de Defensa de Israel no les permitieron llevar nada consigo y lo perdieron todo.
“Fue el inicio de una fase de agotamiento, destierro y desesperación”, explica. “El bombardeo es constante, donde quiera que vayas, con aviones volando por encima y literalmente dentro de tu mente”.
No obstante, de lo más profundo surgió una renovada pasión y decisión. “Amo el teatro y los títeres, y echaba de menos a (la compañía) los Hilos y la determinación de continuar trabajando se apoderó de todos mis sentidos”.
Aunque ya no tenía acceso a las materias primas para construir sus marionetas, ni a herramientas, ni pinturas y no había electricidad, usó lo que tenía en su entorno.
“Me di cuenta de que tenía que construir por lo menos un títere para ayudar a mis hijos y a mí a escapar el estrés de la guerra y robarle unos momentos al miedo”, manifiesta.
Latas vacías y los remanentes de la guerra como únicos materiales disponibles, sumados a una “determinación y ambición” fueron la base para crear nuevos títeres e historias que le ayudaran a registrar la experiencia de una guerra que él tilda de “genocida”.
A pesar de todas las dificultades, surgió la idea de producir estos espectáculos para más niños, construyendo escenografías y llevándolas en un teatro móvil a los campamentos de refugiados para entretener a las familias y sus hijos.
“Montamos el teatro, los títeres salen y las sonrisas aparecen”, dice, señalando que la moral se eleva y la audiencia pide más.
“Es realmente extraordinario. Imagínate crear vida entre la muerte desperdigada”, apunta.
Pero sus espectáculos cumplen más funciones que ser una mera diversión. Como el sistema educativo ha quedado completamente destruido por el conflicto, Krira también participa activamente en estrategias de aprendizaje y desarrollo educacional.
“La responsabilidad se ha vuelto mayor ahora”, relata. “Incluye entretenimiento, educación, apoyo psicológico y primeros auxilios de salud mental”.
Su teatro de títeres atrae a mujeres, ancianos, padres, hijos y proveedores de servicios, asegura Mehdy Krira.
Aspira a llevar su teatro móvil, tal vez en un camión reciclado, no sólo por toda Gaza sino el mundo. “Presentándonos en España, Egipto, Jordania, Londres, Berlín, Canadá y Brasil y decirle al mundo ‘Aquí estamos, nos bombardearon con todo, pero estamos creando alegría y buscando la vida entre los escombros”.
“La esperanza es propagar la alegría y el optimismo, que es lo primero que se ha logrado”, afirma.
“Sembramos sonrisas, sanamos nuestras almas y luego construiremos esta nación. Construiremos la humanidad sin sumisión y sin extremismo”.
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