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El presupuesto público financia campañas estigmatizantes contra las drogas y el gasto en salud no crece
El presupuesto público financia campañas estigmatizantes contra las drogas y el gasto en salud no crece
En su Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024, AMLO prometió un cambio de paradigma en política de drogas, pero no cumplió. Margarita Sousa @yue.ms
15 minutos de lectura

El presupuesto público financia campañas estigmatizantes contra las drogas y el gasto en salud no crece

Las campañas contra el consumo de drogas del Gobierno de México, en las que se han invertido al menos 74 millones de pesos, evidencian el viraje de una administración que prometió acabar con el prohibicionismo. Las personas usuarias y la Conadic fueron relegadas. La salud, al margen del presupuesto.
28 de noviembre, 2023
Por: Marcela Nochebuena

*Esta investigación forma parte del especial “Miedo, castigo y estigma: el fracaso de la política de drogas de AMLO”, realizado en alianza con Elementa DDHH.

Sobre un pedazo de mantel rojo reposan revueltas 281 ampolletas vacías de naloxona inyectable –medicamento que se usa para contrarrestar sobredosis–. En el montón también hay algunas jeringas, una pipa y un par de envases de Narcan, nombre comercial del medicamento en spray nasal. 

Dos botas salpicadas de rojo, de tipo militar y con la imagen pintada de un cerdo sobre ellas, aplastan el montículo. La pieza se llama “Servir y proteger”. Está en un rincón de Tijuana, Baja California, al interior del espacio para prevenir sobredosis de la asociación Prevencasa, que se dedica a cuidar a usuarios de sustancias en situaciones vulnerables mediante el intercambio de jeringas, consultas médicas y diversas actividades preventivas. 

De hecho, esa expresión artística nació este 2023 de la creatividad y percepción de personas usuarias de drogas. En ese lugar de muros fronterizos, contrastes y abandonos, así sintetizaron la atención del Gobierno de México al consumo: el castigo de unas botas que aplastan autoritariamente a sustancias y usuarios, pero no les cuidan. Las personas y sus derechos quedaron fuera de la escena, y de la narrativa. 

La pieza 'Servir y proteger', en el espacio para prevenir sobredosis de la asociación Prevencasa. Foto: Lizeth Ovando, Animal Político
La pieza ‘Servir y proteger’, en el espacio para prevenir sobredosis de la asociación Prevencasa. Foto: Lizeth Ovando, Animal Político

“En el mundo de las drogas no hay final feliz”, “el fentanilo te puede enganchar desde la primera vez y comienzas a morir en cuanto lo pruebas”, “la muerte en un polvo que te deja bruja nomás al sentir caliente”, “el bisne de las drogas no te hará andar con todas, usar traje y corbata no te quita lo rata” son parte de los mensajes gubernamentales que pretenden inhibir el consumo, pese a que hace casi cinco años el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024 prometía una política de paz, levantar la prohibición y reorientar recursos a la “desintoxicación”

Mientras la Presidencia rechaza informar el presupuesto específico de algunas de sus campañas –en las que por lo menos se han invertido 74 millones de pesos– y sigue reproduciendo mensajes donde equipara a las personas usuarias de drogas con criminales, centrados en el miedo y la muerte, la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) fue paulatinamente desplazada de la estrategia nacional, y toda acción comunicativa quedó a cargo del área de comunicación social y vocería de la Presidencia.

Este viraje fue definitivo a partir del 17 de marzo de 2020, cuando se presentó la campaña “En el mundo de las drogas no hay final feliz”, la primera que se alejó por completo de los principios de la Estrategia Nacional para la Prevención de Adicciones (ENPA). Se trataba de la segunda enmarcada en esa propuesta, ahora sin la Conadic, y a la que seguiría una tercera, también coordinada por Presidencia, pero con la participación de la Secretaría de Educación Pública.

Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms
Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms

 

Viraje de la estrategia contra las drogas y el recrudecimiento del mensaje

En respuesta a diversas solicitudes de información pública, Conadic reportó que, entre 2019 y 2022, destinó poco más de 67 millones de pesos a diferentes campañas sobre adicciones, para las que celebró contratos con al menos 11 plataformas que diseminaron los mensajes. 

En tanto, para su campaña enfocada en drogas químicas, el Gobierno de México contrató a Estudios Churubusco para la elaboración de materiales de difusión de diferentes temas. Por el concepto Campaña “Prevención de consumo de drogas químicas” versión “fentanilo, cristal, inhalantes, cócteles, crack (piedra)”, las autoridades pagaron 7 millones 440 mil 240 pesos.

Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms
Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms

Esos recursos, que constan en el contrato SG/CPS/44/2022, contemplaban la entrega de cinco spots de televisión de 60 segundos, cinco spots de televisión de 30 segundos, cinco spots de radio de 30 segundos, un gráfico maestro con archivo editable y 10 fotos fijas.   

Sin embargo, en el caso de la campaña “Si te drogas, te dañas”, la Dirección General de Comunicación Social del Gobierno de México asegura que no ejerció recursos específicos, sino que se utilizaron tiempos oficiales de radio y televisión. Además, respecto a la evidencia de sus acciones comunicativas, la dependencia solicitó un pago por la información en papel, pero nunca dio acceso a ella. 

De las tres campañas que ha emprendido el Gobierno de México, la primera, titulada “Juntos por la paz”, se desplegaría en cuatro etapas con la participación de Conadic y mensajes basados en la ENPA, de acuerdo con un análisis realizado por Elementa DDHH –organización de la sociedad civil que trabaja temas de derechos humanos y política de drogas en Colombia y México–. 

Sin embargo, pronto quedó obsoleta para dar paso a una segunda campaña que se llenó de mensajes directos y estigmatizantes sobre el uso de drogas. Finalmente, la de la SEP vino tras la crisis de drogas químicas y la preocupación específica por el consumo de fentanilo.

El primer esfuerzo, “Juntos por la paz”, no solo se ceñía a la ENPA, sino que impulsaba el despliegue de Clubes por la paz, donde se ofrecían herramientas y estrategias en territorio para prevenir adicciones; mayor especialización en salud mental e intoxicación, contenidos educativos de prevención y promoción de la salud, y recuperación de espacios públicos. 

“Juntos por la paz” nunca llegó a su segunda etapa. El coordinador general de Comunicación Social y vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, anunció el 17 de marzo de 2020 un viraje en el contenido de las campañas, supuestamente porque no se había logrado un impacto significativo. 

Ante lo que la Presidencia calificó como ambigüedad en los previos, el Gobierno de México se decantó por mensajes que destacan los efectos del consumo de drogas. Pese a que afirmó que con esa campaña se dejaba atrás la política criminalizadora, los spots usan adjetivos como “podridos”, “no tienen remedio”, “no hay solución” o “no hay final feliz”.

Los anuncios no solo dejan fuera las posibilidades de desintoxicación, rehabilitación o reducción de daños, sino que se concentran en el mensaje de “no usar” como única solución. La imagen de quienes usan drogas, de corte racista y clasista, siempre es representada por personas morenas en situaciones de pobreza, marginalidad, vivienda en calle o contextos de violencia

Lee: Sin más evidencia que el prejuicio: la segunda fase de la campaña contra las drogas del gobierno federal

Estos mensajes, explican activistas y organizaciones de la sociedad civil, se centran en un solo tipo de persona usuaria de drogas, rechazada y reprobada socialmente. No hay foco en la atención al consumo ni en la reducción de daños, sino en mostrar selectivamente las consecuencias del uso problemático de drogas como si fuera el único. Esto además de señalar a las personas usuarias como las responsables.

En contraste, algunas campañas internacionales que abandonan el discurso prohibicionista lo hacen con leyendas como “Empezar con ‘¡te engancharás!’ no genera una conversación” —Drug Free Kids, de Canadá—; “¿Batallando con la adicción? No estás solo” —oficina de servicios y apoyo en Nueva York, que ofrece gratis naloxona y tiras de análisis de sustancias—, o “John no murió por sobredosis de heroína. No estaba solo y sus amigos tenían naloxona” —asociación para políticas de drogas seguras de Noruega—.

Las campañas promovidas en México buscan, además, vincular la idea de que el consumo de sustancias se relaciona directamente con la delincuencia y la violencia. “Las drogas están manchadas de sangre, no te manches”, reza uno de los carteles. 

Lejos de resolver y alejar a la población del uso de sustancias lícitas e ilícitas, las campañas del gobierno federal la criminalizan, la estigmatizan y no están basadas en evidencia eficaz para la inhibición del consumo, además de que no diferencian entre el problemático y el que no lo es, considera Angela Guerrero, especialista en regulación y políticas de drogas, quien fue responsable del área de control de sustancias del Programa de Derecho a la Salud del CIDE.

Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en México, se calcula que solo un 13% de las personas usuarias de drogas presentan un uso problemático. 

Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes
Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes

 

Más estigmas ante la “preocupación” por el fentanilo

En noviembre de 2022, una tercera serie de spots, “No te arriesgues, no vale la pena”, surgió como respuesta a las presiones por la creciente problemática –sobre todo en Estados Unidos– del consumo de fentanilo y otras drogas sintéticas. Autoridades de ambos países determinaron impulsar un producto de comunicación como parte de sus acuerdos binacionales. Fue para esta que el Gobierno de México recurrió a la contratación de la productora Estudios Churubusco

El Observatorio Mexicano de Salud Mental y Consumo de Drogas, a partir de la estadística de atención en centros gubernamentales y privados, ha documentado un incremento creciente de casos de consumo de fentanilo –que antes de 2018 no rebasaban los 10–: 25 en 2019, 72 en 2020, 184 en 2021 y 333 en 2022, principalmente en hombres que viven en la frontera con Estados Unidos. En ese país es ya una crisis de salud pública: el consumo letal ha crecido 41 veces en la última década, según los registros de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. 

Para combatir ese consumo, un spot en la conferencia mañanera presentó una imagen de Adolfo Hitler, su apellido escrito y un símbolo nazi que se desdibujan entre una lluvia de pastillas. “Los nazis crearon las metanfetaminas para convertir a sus soldados en seres incansables y deshumanizados. Bajo su efecto, el ejército nazi inicia la peor guerra de la historia y crea los campos de exterminio”, reza uno de los clips entre imágenes violentas de enfrentamientos.

La escena se presentó el 8 de noviembre de 2022, mientras Ramírez Cuevas insistía en que la política de drogas del Gobierno de México está basada en principios opuestos: “No se trata solamente de un tema de un prejuicio moral, de un asunto de un valor ético, sino sobre todo de la protección a la salud, y que frente a estas sustancias químicas no hay factores prácticamente de no riesgo en su consumo, y que ahora con el fentanilo es mucho más agresivo, mucho más fuerte”.

Una vez incorporada la SEP para “Si te drogas, te dañas”, los nuevos productos se dirigieron a docentes y estudiantes, pero de nuevo mediante spots alarmistas con estigmas sobre el uso de drogas; no contemplan la prevención, atención y reducción de daños, y privilegian imágenes con mensajes desproporcionados que equiparan a las drogas con monstruos, destaca Elementa DDHH.

Lee: Seis años sin datos sobre consumo de drogas; en 2024 se prevén primeros resultados de encuesta nacional

En el marco de la participación de la SEP, se han difundido 10 mil 843 carteles en 201 planteles, con las leyendas “Fentanilo ¡a la primera mata!”, “Metanfetamina ¡te engancha!”, “Cannabis ¡sí te daña!”, entre otros. Se han entregado 5 mil 576 guías, de acuerdo con el gobierno federal, en casi todos los estados, excepto Ciudad de México, Morelos, Puebla y Tabasco.

Además de confirmar que las campañas han sido centralizadas por la Coordinación General de Comunicación Social y Vocería de la Presidencia, la Conadic afirmó en respuesta a solicitudes de información pública que no existen recursos específicos para la Estrategia Nacional para la Prevención de Adicciones. Al frente de las reuniones de alto nivel de la ENPA, durante el tiempo que participó la comisión, estuvo el entonces subsecretario de Salud, Hugo López Gatell.  

Instituciones de salud, sin fondos y sin certezas; personas usuarias, también

De vuelta en Tijuana, Reina, una mujer de 54 años, pero con una expresión en el rostro que la hace parecer mucho mayor, está sentada a la orilla de una banqueta de la calle Baja California, a casi dos cuadras del muro que divide la frontera norte de México con la sur de Estados Unidos. 

Tiene un hablar pausado y una mochila sobre las piernas. De la bolsita lateral se asoman por lo menos cinco jeringas. Reina usa heroína desde los 21 años, que ahora, se sabe –dice–, viene mezclada con fentanilo. Frente a ella está la entrada de Prevencasa. Vino a intercambiar sus jeringas.   

—Todos los días vengo y agarro para “fletarme”, me quedo sentada aquí un ratito– dice.

Cuando empezó a inyectarse, cuenta, ella solita la agarró. Su novio vendía, pero no consumía. Tenía la droga a mano: un día Reina entró, la miró, no había nadie, fue al baño y consumió “poquita”. El relato es confuso, pero recuerda la sensación de relajamiento y olvido. Su mamá era ama de casa, su papá la abandonó y a ella le dolía verla llorar.

Reina nació en Michoacán. Cuando tenía casi un año, su mamá cruzó la frontera a Estados Unidos junto con ella y sus tres hermanos. Más tarde, la deportaron. Así terminó en Tijuana, donde además se cayó de un puente. Hace por lo menos dos años tiene la pierna y las rodillas chuecas. Ahora consume a diario.   

“Ya la quiero dejar, ya me enfadó, la vida que se da uno con las drogas”, dice. Su esposo está internado en un centro de adicciones en Tijuana, donde le dieron un tratamiento de sustitución, y ahora es cristiano. Reina dice que a ella le rogaron que fuera, pero no le gustan esos centros; ha estado en cinco. Quizá pronto, porque ya tiene sus papeles y quiere trabajar. 

— ¿Cómo sabes si la heroína no está mezclada con fentanilo?

— Sí está.

— ¿Cómo supiste que sí está?

— Porque cuando la agarramos y la vimos, tenía unos puntitos blanquitos y cuando la estás haciendo, se le ve ahí. 

— ¿Y tiene un efecto diferente?

— (Asiente) Más fuerte… Pero el fentanilo es malo, me dijeron ahí, se come todos los órganos, que nomás me dan unos cinco años. Lo dijeron en el radio. 

Las campañas del gobierno federal no están ni cerca de cambiar la realidad de Reina. Las instituciones de salud tampoco. En cambio, Prevencasa hace lo posible para que su consumo sea seguro. Como en su caso, en Tijuana –y en otros lugares– el uso de sustancias y sus riesgos se entreveran con otras condiciones: la migración, la precariedad, la marginalidad, la vida y el trabajo en calle, o todas juntas. 

Lee: Delegan encuesta de consumo de drogas a Conahcyt, pese a no tener experiencia y acumular meses de retraso

Hoy deambula en una ciudad que le da la espalda a sus poblaciones más vulneradas. Solo que este pedazo de tierra encontró la manera de aislarlas con límites más claros: un punto específico divide a la Tijuana transitable, agringada y turística de la Tijuana donde prevalece la criminalidad en la misma medida que el abandono. Cruzar esos límites, solo para llegar a los servicios de salud, para alguien que vive en calle o ejerce el trabajo sexual sería un reto a la autoridad. 

Es esa zona que cualquier visitante habitual preferiría, o le recomendarían, no ver. La que esconde callejones donde hay laboratorios custodiados por gente armada, o donde la municipalidad deja libres a las personas que detiene arbitrariamente con tal síndrome de abstinencia que los hace caer de inmediato en un enganche más fuerte. La notoria presencia del Ejército, de la Guardia Nacional y de la policía municipal no cambia en nada ese panorama.  

Ahí, son las organizaciones de la sociedad civil las que atienden a esas poblaciones. Prevencasa ofrece intercambio de jeringas, consultas médicas y psicológicas, y un espacio de prevención de sobredosis con el conocimiento pleno de que quizá no dejarán de consumir –aunque Reina diga que la próxima semana alcanzará a su esposo–, pero que por lo pronto, pueden hacerlo de la manera más segura posible. 

Lilia Pacheco, directora de la asociación, explica que la zona es de un alto uso y venta de sustancias, además de la influencia de consumo de Estados Unidos. Las poblaciones que regularmente atienden usan drogas tanto inhalables como inyectadas, realizan trabajo sexual –pues se trata también de una ciudad donde abunda el turismo sexual–, o son migrantes deportados a diario y varados ahí. 

“En muchos de los casos es población que usa drogas y tiene que acceder a servicios de reducción de daños, pero también de atención médica. Las poblaciones si no tienen documentos legales para la estancia en México, no pueden acceder a servicios de salud, así que somos un espacio donde les podemos proveer de estos servicios: aparte de las pruebas de detección, la atención primaria y la salud mental”, explica. 

Durante un recorrido por las calles céntricas de Tijuana, Lilia recuerda que a principios de este año la Cruz Roja de Tijuana admitió que en 2022 atendió 653 casos de sobredosis, sin especificar en cuántos tuvo que usar otras medidas por falta de naloxona. No todas las ambulancias la tienen siempre disponible, e incluso llegan a pedírsela a Prevencasa, que también atiende las de usuarios conocidos o recién contactados, aun con los riesgos que en ocasiones puede conllevar.

Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms
Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms

 

El enfoque de salud, al margen del presupuesto

El trabajo de las instituciones públicas raramente parte del principio de la reducción de daños. Al inicio de esta administración, la Conadic intentó privilegiar un discurso opuesto al prohibicionismo, que pusiera los derechos de las personas usuarias al centro, pero con recursos –humanos y económicos– limitados terminó desapareciendo para darle paso a la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama), creada el 29 de mayo de 2023.

Esta dependencia tiene en su fundación el pretendido objetivo de atender el consumo problemático desde un enfoque de salud mental. Sin embargo, aunque la Conasama tendrá para 2024 un presupuesto mayor al que tenía Conadic, el incremento de tareas es aún más y no existe garantía de que no quede en la marginalidad de las decisiones como le ocurrió a la primera.

Lee: Cambiando narrativas: la guerra contra las personas y la política de drogas en México

Mientras que para 2023, la Conadic todavía recibió un presupuesto de poco más de 768 millones de pesos –que no tuvo variaciones significativas desde el inicio de esta administración más que un decremento en 2020, año de la pandemia–, para 2024 desaparece del presupuesto y se destinan a Conasama, que absorberá el tema de adicciones, 2 mil 365 millones de pesos. 

En términos reales, la diferencia representa prácticamente el doble de los recursos con los que contaba Conadic, pero el organismo tendrá una triple misión, pues de acuerdo con el decreto que le da vida absorberá al Secretariado Técnico del Consejo Nacional de Salud Mental, a los Servicios de Atención Psiquiátrica y a la Comisión Nacional contra las Adicciones.

La nueva dependencia tendrá a su cargo el cuidado de la salud mental, la prevención de las adicciones, la prevención del suicidio, el Observatorio Mexicano de Consumo de Drogas, la Línea de la Vida, cursos y talleres, la ENPA y cuatro servicios de atención: hospitales psiquiátricos, centros especializados, centros comunitarios de salud mental y adicciones, y residenciales.  

Aunado a ello, el porcentaje de presupuesto destinado a la atención del consumo de sustancias con respecto al total de recursos de la Secretaría de Salud pasó de ser el 0.52% en 2018 al 0.36% en 2022. El presupuesto de los Centros de Integración Juvenil y del Instituto Nacional de Psiquiatría se mantuvo sin modificaciones significativas en los últimos cinco años. En el caso del segundo, se redujo tanto en 2020 como en 2021.

Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms
Diseño: Andrea Paredes @driu.paredes y Margarita Sousa @yue.ms

En distintas solicitudes de información, la Secretaría de Marina, la Secretaría de la Defensa y la Fiscalía General de la República, que participan en las tareas de control de la demanda y oferta de sustancias ilícitas, descartaron informar cuánto presupuesto destinan de manera específica a ese rubro.

“¿Por qué esta gran deuda? Me parece que el tema central es el Ejército y la posición que tiene. No solamente estamos hablando de todo el tema de militarización, sino que sí hay un cambio en términos de lo que se venía haciendo: se estaba combatiendo con las fuerzas de seguridad pública desde el prohibicionismo, y ahora se combate desde las fuerzas militares. Entonces no solamente no cambió el paradigma, sino que se profundizó el tema de la prohibición”, alerta Ángela Guerrero.

Sin presupuestos claros por parte de la Presidencia, con una presencia creciente de las Fuerzas Armadas, con mensajes de miedo y muerte, sin claridad sobre el papel de las instituciones de salud mental y sin privilegiar la reducción de daños, la atención al consumo –que las autoridades siguen llamando desintoxicación o rehabilitación– permanece, además, en manos de particulares, sin una supervisión adecuada y con constantes quejas por violaciones a derechos humanos.

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Imagen BBC
Los tsimane, la remota comunidad en Bolivia donde las personas envejecen más lento que el resto del mundo
18 minutos de lectura

Estudios de más de dos décadas señalan que los corazones y cerebros de las personas de esta comunidad indígena son los más sanos del planeta.

18 de julio, 2024
Por: BBC News Mundo
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Martina Canchi Nate tiene 80 años. Ochenta. Y una vitalidad indómita, desbordante.

En medio de la selva donde vive, una nube de mariposas rojas la escolta mientras camina por su chaco, que es el pedazo de tierra donde cultiva lo que necesita para comer: yuca, maíz, plátano y arroz.

Después de media hora de caminata, Martina desentierra en poco menos de diez minutos y con sus propias manos tres matas de yuca para extraer los tubérculos de la raíz y destaja con apenas dos golpes de cuchillo varias plataneras para arrancarle los racimos, que luego se cuelga sobre la espalda para cargarlos hasta su casa.

“¿No le da miedo herirse?”, le pregunto mientras, ya de vuelta en su quincho, pulveriza con una piedra pesada los granos de maíz con que preparará chicha, la bebida tradicional de su pueblo.

“No sé qué es eso”, me responde con naturalidad.

Martina es tsimane, una de las 36 naciones indígenas oficialmente reconocidas en el Estado plurinacional de Bolivia.

Es una de los 16.000 miembros de una comunidad seminómada que habita en Misión Fátima, un remoto rincón de la selva amazónica boliviana que está a seis horas en bote desde San Borja, a unos 600 kilómetros al norte de La Paz.

Su aislamiento, creen los expertos, ha sido clave en la forma de envejecer de esta etnia, tan única e irrepetible que lleva décadas siendo estudiada por los científicos.

“Los tsimanes tienen menos arteriosclerosis que las mujeres y hombres japoneses que siguen una dieta extremadamente baja en grasas”, le dice a BBC Mundo el antropólogo Hillard Kaplan en la sala de su casa de San Borja, hasta donde viajamos para entender más el trabajo que lidera desde hace más de 20 años.

Mujer tsimane
BBC
Se estima que hay cerca de 16.000 tsimanes que viven en Bolivia.

Sus investigaciones -hechas con académicos de la Universidad del Sur de California y Nuevo México, en EE.UU-, han revelado que los tsimanes tienen las arterias más sanas que se hayan estudiado hasta ahora en el planeta y que su cerebro envejece a un ritmo mucho más lento que el de sus pares norteamericanos, europeos y de otras regiones del mundo.

Ese vigor otoñal que vimos en Martina se repite en decenas de ancianos tsimanes que mantienen en pleno siglo XXI prácticas preindustriales de agricultura, pesca y caza como medios de subsistencia, las cuales -según nos cuenta Kaplan- “implican actividades físicas y formas de alimentarse que evidentemente tienen un efecto en su particular estado de salud”.

Jatata y chicha

En el caso de Martina, una de las actividades que más tiempo le requiere es un oficio exclusivo de las mujeres tsimanes: tejer los techos de las casas de madera con jatata, una planta que crece en las zonas más profundas del pie de monte que bordea a Misión Fátima.

Para conseguir la cantidad adecuada, Martina debe internarse en la selva y caminar seis horas -tres de ida y tres de regreso-, con los pies descalzos, cargando las ramas en la espalda.

“Lo hago una o dos veces por mes, aunque ahora cada día me cuesta más”, reconoce.

Pero el tratamiento no termina allí: tras el secado de la hoja comienza un proceso que es tan delicado como hacer las trenzas a una niña, pero tan complejo como levantar un rascacielos: el tejido debe quedar firme para que no se filtre el agua, pero a la vez, no tan hermético como para que no permita la entrada del aire.

Tsimane
BBC
Los tsimanes llegan a hacer un promedio de 17.500 pasos diarios. Y muchos andan descalzos gran parte del día.

Muchos de esos techos también se hacen para venderlos en centros urbanos como San Borja o Trinidad, lo que les trae algo de alivio económico a las mujeres involucradas.

“Los tsimanes más ancianos dependen de ellos mismos para comer porque, más allá del apoyo que existe entre familias e incluso de la comunidad, lo cierto es que cada persona responde por los suyos y muchas veces los descendientes de estos ancianos deben pensar primero en alimentar a los sus propios hijos”, le explica a BBC Mundo el médico boliviano Daniel Eid Rodríguez, quien hace parte del equipo de investigación desde sus inicios.

“Eso hace que se vean obligados a realizar actividades diarias que les exigen a todos los niveles, no solo físico sino también mental”, agrega.

Las mariposas rojas detienen su aleteo cuando Martina declara que la chicha está lista. La bebida fermentada, espesa y amarilla, comienza a circular en unas totumas enormes que apenas caben en la mano.

Martina con una totuma de chicha
BBC
La alimentación es uno de los aspectos fundamentales de la buena salud de la que gozan los ancianos tsimanes.

El sabor dulce de lo que beben arranca varias sonrisas.

“Si ves, aquí nadie fuma”, nos dice Jesús Bani, intentando explicarnos la causa de la fuerza que observamos en Martina y los otros ancianos.

“El único vicio para nosotros los tsimanes es tomar chicha”, nos aclara divertido.

El corazón y el cerebro

En marzo de 2013, el cardiólogo estadounidense Randall C. Thompson publicó junto a un equipo de especialistas un estudio que afirmaba que tras examinar mediante resonancias magnéticas a más de 140 momias de tres antiguas civilizaciones (la egipcia, la incaica y la que habitaba las islas aleutianas cerca de Alaska) habían encontrado signos de arteriosclerosis en 47 de ellas.

Esa afirmación ponía en entredicho la creencia médica de que la presencia de placas en las arterias en personas de edad avanzada era una condición que habían traído la modernidad y la sociedad industrializada con su sedentarismo y su dieta de alimentos ultraprocesados.

Entre los académicos intrigados por esa publicación estaban Kaplan y su colega de la Universidad del Sur de California Michael Guvern.

Pero incluso más que los resultados, les llamó la atención el método.

En ese entonces, Kaplan y Guvern llevaban cerca de diez años estudiando a los tsimanes en Bolivia.

Habían llegado a ellos con el propósito de conocer más sobre cómo envejecen las sociedades antes del impacto de la tecnología.

Aunque fueron visitados por los españoles en el siglo XVI, los tsimanes han seguido viviendo según sus costumbres ancestrales, ajenos a la mayoría de los cambios del mundo moderno, con el que hasta hace poco apenas habían tenido contacto.

De hecho, su idioma, el moseten-chimane, refleja su aislamiento: no tienen muchas palabras y para nombrar gran parte de los artefactos contemporáneos deben usar el español. Para comunicarnos con ellos, fue clave el rol de Jesús, que actuó de traductor.

“En nuestro estudio habíamos notado que los ancianos no mostraban signos de padecimientos propios de la vejez como hipertensión, diabetes o problemas cardíacos, pero nuestra aproximación era antropológica, no médica”, anota Kaplan.

“Solo con un método como el que usó el profesor Thompson, o sea con tomografías computarizadas, podíamos saber exactamente qué ocurría dentro de sus cuerpos”, le explica el especialista a BBC Mundo.

mapa de Bolivia
BBC

Kaplan y Guvern convencieron al equipo de Thompson de unirse a su investigación para ampliarla al campo médico.

Durante cerca de un año, 700 ancianos tsimanes participaron en un programa que se llevó a cabo en el hospital de Trinidad, la capital del departamento del Beni, que tenía el único tomógrafo que existía en la región.

El estudio, cuyos primeros resultados se publicaron en la revista The Lancet en 2017, confirmó las sospechas que tenían desde el principio: el 87% de los tsimanes mayores de 70 años que fueron examinados presentaban un mínimo riesgo de cardiopatía aterosclerótica.

Una segunda fase, que se dio a conocer en 2023 en la revista Proceedings of the National Academy of Science, entregó otro resultado sorpresivo: los ancianos tsimanes presentaban hasta un 70% menos de atrofia cerebral que personas de la misma edad en países industrializados como Reino Unido, Japón o Estados Unidos.

En palabras de Kaplan: un tsimane de 80 años tenía la misma salud cardiovascular y cerebral que un adulto de 55 años en Nueva York o Londres. Y a la hora de envejecer, sus cerebros parecían hacerlo de forma mucho más lenta.

“Nos encontramos con cero casos de alzhéimer entre toda la población adulta. Es muy notable en medio del mundo que vivimos”, nos relata Eid en las afueras del hospital de Trinidad, donde él está a cargo de una nueva fase de investigación con los ancianos tsimanes.

Con los datos ya obtenidos, los científicos comenzaron a trabajar con más ahínco que nunca para descubrir la fuente de ese bienestar prolongado.

Los dos estudios dirigidos por Kaplan fueron corroborados ampliamente por otros investigadores, varios de ellos consultados por BBC Mundo, quienes los confirmaron como una importante revelación tanto en el campo de la medicina como en el de la antropología.

Hillard Kaplan.
BBC
El antropólogo Hillard Kaplan ha estado al frente de la investigación sobre los tsimanes desde hace más de 20 años.

El Edén de los tsimanes

Juan Gutiérrez Rivero tenía 8 años cuando escuchó por primera vez de un lugar llamado Loma Santa. Así lo cuenta mientras acecha agazapado a un mono araña antes de que el primate perciba su presencia y huya entre la espesa vegetación.

“Cada vez hay menos animales y cada vez hay que caminar más para cazarlos”, se queja.

Juan tiene 78 años, aunque cuesta creerlo al observarlo cómo se mueve cuando apunta al animal. Su estado físico es prodigioso: cabello oscuro sin una cana, ojos vivaces, las manos musculosas y firmes. Si no fuera por las profundas arrugas del rostro, podría pasar por un joven padre que debe salir a cazar para sobrevivir.

“La mayoría de los tsimanes pueden estar entre cuatro o seis horas activos sin descansar, ya sea caminando, sembrando o en labores domésticas. Estar en movimiento es parte de su identidad”, nos indica Kaplan.

Resonancia magnetica a un tsimane
BBC
En los últimos seis años se han estudiado cerca de 1.500 tsimanes mediante el uso de tomografías computarizadas.

Y del secreto de su envidiable salud arterial, añade el experto.

Más números que lo ilustran: gracias al uso de relojes electrónicos, en la investigación se logró determinar que los tsimanes completan un promedio diario de 17.000 pasos, cuando la media de una persona en Occidente se calcula en apenas 6.000.

La caza es de gran exigencia física.

A Juan le enseñó su padre mientras recorrían el Beni en el empeño de encontrar la Loma Santa, ese lugar que le describía colmado de animales, tierras fértiles y ríos transparentes, donde se podía pescar con solo meter las manos en el agua. El Edén de los tsimanes.

De él aprendió cómo pulir las flechas y cuáles utilizar en las presas enormes como el tapir o en las pequeñas como los monos. También lo inició en las destrezas con armas de fuego y en las estrategias para tener una cacería exitosa.

Ahora su objetivo es un pequeño taitetú, un cerdo peludo y salvaje, que logra escabullirse velozmente entre el follaje antes de que Juan apriete el gatillo.

Decepcionado, habla de cómo el destino de su comunidad sería otro si conseguir la comida no fuera cada vez más difícil, si no insumiera cada vez más días la caminata para dar con algún animal que sirva para comer. De cómo hubiera sido su destino si hubieran encontrado la Loma Santa.

Días después, ya de regreso en su casa, nos cuenta que en medio de esa búsqueda infructuosa de aquel lugar sagrado se casó y tuvo hijos.

“Finalmente uno se da cuenta que la Loma Santa es la familia”, nos dice de repente con un dejo de nostalgia y sabiduría.

Juan apunta con una escopeta.
BBC
La caza es una actividad que todavía usan para adquirir la proteína necesaria en su dieta.

La tierra y el agua

Otro aspecto fundamental para explicar la excepcional salud de los tsimanes es la alimentación.

Los investigadores hallaron que de todo lo que comen, solo el 14% contiene grasa (y en ningún caso grasa trans) y que sus alimentos son altos en fibras, a pesar de que el 72% de ellos sean carbohidratos.

“Yo me levanto y a lo primero que me dedico es a cocinar el arroz para el desayuno. Después voy por el plátano y la yuca para hacer el almuerzo”, nos explica Martina, mientras revisa en las brasas que le sirven de cocina cómo va la cocción.

Las proteínas -en este caso, la carne- serán provistas por los hombres como Juan, que se fueron de caza hace un par de días.

Aunque lo ideal es que aparecieran con un tapir de 300 kilos, todos saben que eso es una fantasía del pasado y que, en un buen día, probablemente se habrán topado con algún mico distraído y un par de aves.

O con lo que se ha convertido en una fuente de alimentación cada vez más importante: un sábalo o un surubí de los que da el río.

Cualquiera sea el botín, será parte de una dieta que no contiene ingredientes procesados: todo lo que se consume viene de la tierra o del agua de esta selva. Tradicionalmente, no hay frituras, y nada se reboza en pan.

“Todo eso termina siendo determinante en los bajos índices de colesterol en nuestro cuerpo”, señala Eid.

Una mente brillante

En la casa de Fermín Nate, otro tsimane de Misión Fátima, las paredes están pintadas de humo. Un tronco de madera arde en el piso de tierra y nunca se apaga. El único perro al que le permite entrar a la vivienda se acomoda sobre las cenizas aún tibias para entrar en calor.

Fermín lo mira, sonríe, saca de su mariko una flauta hecha artesanalmente con un tubo de plástico de los que se utilizan en las tuberías modernas, y comienza a tocar una antigua tonada indígena.

“Las canciones las aprendí de mi abuelo cuando era un niño”, nos explica cuando se toma un respiro.

Fermín tiene 78 años, y dice que recuerda perfectamente todo lo que le enseñaron sus padres y abuelos, no solo sobre música, sino sobre subsistencia.

Ahora él continúa con la tradición, enseñándole a miembros de su familia cómo manejar y cuidar los cáñamos que se usan en las flechas, una de las herramientas fundamentales para la pesca del sábalo.

“Las flechas se deben limpiar todos los días para que el moho no las dañe”, les dice.

Tras la publicación del artículo en The Lancet en 2017, los investigadores tenían claro cuál debía ser la siguiente fase del estudio: “Nos habíamos concentrado en la parte cardiovascular de los tsimanes, pero era evidente que también debíamos estudiar el estado de salud del cerebro”, indica Eid.

“Notamos es que aunque sí hay cambios cognitivos con el envejecimiento, no llegan a ser problemas serios o demencia, por así decirlo”, agrega.

Fermin en su casa limpiando cañas
BBC
Fermin le enseña a los más jóvenes sobre el cuidado con el cáñamo con el que se hacen las flechas.

Fermín fue uno de los tsimanes que viajó desde Misión Fátima hasta Trinidad para los estudios de resonancia magnética. Allí evaluaron el volumen de su cerebro y lo correlacionaron con otros datos como masa corporal y dieta.

“Pero no bastaba con las imágenes cerebrales”, anota Eid. “Necesitábamos otra información como la función cognitiva”.

Y para eso había que viajar a las comunidades.

“Dime por favor el nombre de ocho animales”, le pregunta Gerardo, integrante del equipo médico, a Hilda Canchi. Le habla en su idioma, el chimán.

Ella lo mira sin asombro. Tiene 81 años y vive junto a su segundo marido, Salomón, en la comunidad de Santa María, a unas tres horas en bote desde San Borja por el río Maniqui. Gracias a su chaco, tienen todo lo que necesitan para comer.

“Danta, mono, perro, pescado, gato, pato, pollo y cerdo”, responde sin inmutarse.

“¿Y seis nombres de peces que hay en el río?”, inquiere Gerardo y va llenando la planilla que lleva en la mano.

“Surubí, bagre, tujuno, tachaca, paleta y sábalo”, vuelve a contestar Hilda sin hacer una pausa.

“Ahora los números del uno al diez”.

“Uno, dos… ¿cinco?” Trastabilla. Duda.

Fermin
BBC
Fermin toca la flauta frente al rio Maniqui, su principal fuente de alimentos.

“Ellos tienen problemas con los números, pero no porque los hayan olvidado, sino porque nunca se los enseñaron”, aclara Gerardo, que realiza el examen cognitivo en representación del gobierno local.

Los resultados de las pruebas de la función cognitiva en personas como Hilda y Fermín, junto a las imágenes de las resonancias, arrojaron resultados en la misma línea de los estudios anteriores: en los tsimanes no solo el proceso de declive de las funciones cerebrales es mucho más lento si se los compara con personas de la misma edad de otras partes del mundo, sino que no hay registro de enfermedades degenerativas asociadas al envejecimiento como el alzhéimer.

Infecciones y niñez

Danta en el horno.
Michael Guvern
Los tsimanes consumen la mayoría de las proteínas de los animales que cazan en la selva.

Pero… En esta historia hay algunos peros.

“Las tomografías también mostraron zonas calcificadas, que hablan de la presencia de placa en las arterias del cerebro. Y que a la vez son signos de un posible proceso degenerativo similar al Parkinson”, acota Eid.

A pesar de la vida activa de ancianos como Hilda, Fermín, Juan y Martina, lo cierto es que cuando comenzó el estudio la expectativa de vida de los tsimanes apenas llegaba a los 45 años, principalmente por las altas tasas de mortalidad infantil que los afectaban.

Y los hechos son tan crudos como crueles.

Pocos minutos antes de proceder con una de las resonancias que hacen parte de la tercera fase del estudio -centrada en la salud mental de los tsimanes-, Eid conversa con una de las ancianas que será examinada.

-Y usted ¿cuántos hijos tiene?, le pregunta Eid

-Seis, responde ella, pero su rostro denota una tristeza inmensa

-¿Y cuántos se le han muerto?

La mujer se ve abatida. Acude a las manos para responder con exactitud la pregunta del médico.

-Cinco- indica finalmente.

El mismo aislamiento que les ha permitido a algunos tener una vejez asombrosa, ha sido una cruz para otros: “Había una alta mortalidad infantil. Estas personas que llegan a los 80 años fueron las que lograron sobrevivir una infancia llena de enfermedades e infecciones”, señala el especialista.

Hilda y Pablo en su casa.
BBC
Hilda vive con su segundo espsoso, Pablo. Ella misma se encarga de recoger el arroz, el plátano y la yuca para alimentarse. Tiene 81 años.

Cerca del 100% de la población tsimane ha enfrentado en algún momento de sus vidas el ataque de un parásito o un gusano.

Para los investigadores es un dato relevante, y están buscando precisamente demostrar una hipótesis sobre cómo esas infecciones podrían ser otra de las causas -además de la alimentación y el ejercicio- detrás de la salud envidiable de los ancianos tsimanes.

El punto de partida para esa teoría fue la pandemia del covid-19.

La crisis del coronavirus causó en Bolivia cerca de 22.000 muertes y un millón de infectados en cerca de dos años. Y fue particularmente feroz en Santa Cruz, el departamento vecino del territorio tsimane.

Esos datos, provistos por el gobierno, junto a los que el equipo de Kaplan ha acumulado, los llevaron a pensar que esa inmunidad a enfermedades como el coronavirus puede estar relacionada con su alta tasa de infecciones.

“Entre ellos no hubo un solo caso grave de covid-19, mucho menos un muerto. La gente en San Borja y Trinidad se enfermaba, pero acá, en las comunidades al lado del río, no se produjo ni un solo caso”, le explica Kaplan a BBC Mundo.

Pero como él mismo señala, todavía es una teoría.

Cambio climático y “peque-peque”

Juan regresa a su comunidad con apenas un par de aves. No es un buen balance para tres días de caminata, lejos de su casa y de su familia.

Pero ya comienza a habituarse a los magros resultados: no ha podido cazar un animal lo suficientemente grande en meses. Y la razón, explica, es una sola: el fuego.

A finales de 2023 Bolivia, y especialmente el departamento del Beni, fue devastada por una serie de incendios forestales que se extendieron por varias semanas y destruyeron cerca de dos millones de hectáreas de selva y bosque.

“El fuego. El fuego hizo que los animales se fueran de acá”, nos dice.

Hilda es examinada
BBC
A los ancianos tsimanes se les aplicó un test de capacidad cognitiva para conocer su estado de salud cerebral.

Por esa razón desde hace unos meses viene trabajando en la idea de dedicarse a la crianza de ganado. En un pastizal cerca de su casa, nos muestra con orgullo cuatro novillos de res que espera se conviertan en la fuente de proteína de la familia en los próximos meses.

“Al menos hasta que los animales vuelvan”…

Kaplan es consciente de que el cambio climático está afectando las costumbres que han llevado a los tsimanes a tener las características envidiables en sus arterias. No solo son los incendios forestales, sino también la sequía y las inundaciones que los empujan a buscar otros medios de subsistencia.

Los cambios obligatorios que están teniendo que hacer ya están dejando huellas.

Los últimos estudios han revelado que, a pesar de la notable salud de los ancianos tsimanes en términos cardiovasculares, ciertos índices que hasta hace años eran invisibles han empezado a aparecer en las tablas de estadísticas.

“Cuando comenzamos con este estudio en 2003 los casos de diabetes no llegaban a dos entre todas las personas analizadas. Ahora, esos casos se han multiplicado por ocho”, ejemplifica Eid.

También los niveles de colesterol han comenzado a aumentar entre la población más joven.

“Cualquier pequeño cambio en sus costumbres termina afectando esos índices de salud. Por ejemplo, la introducción de los peque-peque”, añade el médico.

El peque-peque es un motor fuera de borda de unos seis caballos de fuerza que debido a su tamaño y a su bajo costo se ha convertido en el favorito de quienes navegan el Maniqui.

Este simple relevo -de los remos al motor- ha traído cambios en algunos hábitos alimenticios de los tsimanes: al acortar las distancias con los centros de abastecimiento, ahora pueden acceder a alimentos como azúcar, harina y aceite para frituras.

Bote en el rpio maniqui
BBC
La introducción de motores como el llamada “peque-peque” ha cambiado las costumbres de los tsimanes.

“Además, están dejando de remar, que es una de las actividades físicas más exigentes. Y estos alimentos son los que producen el aumento en los niveles de colesterol y sin duda inciden en que ahora notemos casos de diabetes y de obesidad”, indica Eid.

Sin embargo, más allá de los traspiés, los investigadores señalan que hay lecciones para aprender de los estudios de los tsimanes.

“Es simple: gastan mucha más energía o calorías de las que consumen a diario. Y aunque cada vez comen menos debido a los problemas que tienen para asegurar su alimento, eso no significa que los ancianos dejen de estar activos”, concluye Kaplan.

Para los propios tsimanes, la principal lección de todos estos números y resultados de estudios es demostrar que se puede ser feliz con poco.

“A nosotros, a pesar de las evidentes necesidades, con lo que nos da la tierra nos basta. Por eso somos personas tranquilas, sin afanes y por lo general estamos de buen humor”, le cuenta a BBC Mundo Justina Canchi, una de las líderes de un movimiento que promueve los derechos de las mujeres tsimanes que tiene su sede en Misión Fátima.

Y añade: “La pandemia fue el mejor ejemplo de eso: mientras al mundo entero lo encerraban y se enfermaba, acá la vida siguió igual, sin cuarentena, sin infecciones, porque todo lo teníamos a la mano para sobrevivir”.

Hilda termina el examen cognitivo y vuelve con Salomón, que la espera en su pequeña casa de madera y jatata. En las paredes no cuelgan cuadros ni retratos familiares sino frutas de chontu y racimos de plátano pintón que serán utilizadas en la cena. Hilda está contenta de que la lluvia, tras dos días intensos, se ha detenido y ella podrá regresar a su chaco a recolectar el arroz.

También está feliz, nos cuenta, porque hace poco sus hijos y nietos, “que no me desamparan”, le mataron un cerdo para celebrar “sus 100 años o algo así”. Muchos tsimanes no saben su edad exacta. Ni les importa saberla.

“No tengo miedo de morir” -nos dice con una carcajada-, “porque me van a enterrar y yo me voy a quedar ahí. Muy quieta”.

Mira a Salomón, nos mira y vuelve a reír.

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