En el sexenio de Andrés Manuel López Obrador se gastaron más de 120 mil millones de pesos en repartir becas de Jóvenes Construyendo el Futuro a más de 3 millones de beneficiarios en todo el país. Sin embargo, aunque el objetivo del programa es apoyar a jóvenes de entre 18 y 29 años que no estudian ni trabajan para que encuentren un empleo, datos oficiales muestran que el número de jóvenes con trabajo formal y afiliados al seguro social no solo no aumentó al término del gobierno obradorista, sino que, por el contrario, se redujo en comparación con el de Enrique Peña Nieto.
A pesar de esta reducción, Marath Bolaños, titular de la Secretaría del Trabajo, presumió en un evento en noviembre pasado que hasta un 70 % de los jóvenes que participaron en el programa social salieron con trabajo.
Pero, datos de la propia Secretaría entregados a Animal Político vía transparencia pública reflejan que la cantidad de jóvenes becados que salieron con trabajo no alcanzó ni el 5 % en 2023, mientras que el año pasado el porcentaje cayó hasta menos de un 1 %.
Por otra parte, aunque al final del sexenio anterior se logró reducir en algo más de 690 mil casos la cifra de jóvenes que no estudian ni trabajan, en comparación con los que había al inicio del sexenio, dicha cifra apenas supone unos 278 mil casos más de lo logrado en el gobierno priista, cuando no se hizo un desembolso millonario en becas.
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En cuanto a la cobertura del programa social, existen discrepancias sobre el número real de beneficiarios. Por ejemplo, la Secretaría del Trabajo reportó para 2022 un promedio de 328 mil participantes a los que entregó la beca. Mientras que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó la identificación ese mismo año de 122 mil beneficiarios; es decir, a un 37 % de los participantes que se reportan en el padrón único de beneficiarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, un tercio. O, en otras palabras: hay al menos 206 mil beneficiarios que el INEGI no encontró.
“¿Por qué faltan dos terceras partes de los beneficiarios? Esta discrepancia tan amplia genera la duda sobre cuál es la cobertura real de los jóvenes que reciben transferencias económicas del programa”, señaló en entrevista Rogelio Gómez Hermosillo, coordinador de la organización civil Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.
Asimismo, ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ tampoco está priorizando a los jóvenes con menos preparación escolar, pues más de un 65 % de los becados tenían la preparatoria completa, o incluso un grado de educación superior completo, de acuerdo con un análisis realizado por Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.
Por su parte, Jorge Cano, coordinador del programa de Gasto Público y Rendición de Cuentas de México Evalúa, señaló que, de acuerdo con datos de la Secretaría de Hacienda, el programa tampoco beneficia principalmente a los jóvenes más pobres.
“Es un programa ligeramente regresivo: los jóvenes del decil 3, 4 y 5, es decir, de medianos ingresos, reciben más apoyos que los de menos ingresos. Por ejemplo, el primer decil, o el 10 % de la población más pobre, recibe el 7.2 % de las transferencias de este programa, mientras que el decil número 8, ya clase media, recibe el 10.2 % de las transferencias. Esto nos dice que los jóvenes en mayor situación de pobreza no son los más beneficiados y esto limita mucho la efectividad del programa”, expuso el investigador de México Evalúa, quien agregó que tampoco se ofrecen opciones de cuidado para las mujeres, “lo que limita que sean beneficiaras del programa”.
Las fallas en el reparto de la beca son una deficiencia que ha sido constante desde el inicio del programa. Por ejemplo, en 2021, este medio publicó una investigación que reveló que Jóvenes Construyendo el Futuro se concentró en 2019, su primer año de operación, en zonas donde se necesitaba menos, según sus mismas reglas de operación, como municipios con bajo índice de pobreza o de marginación.
Mientras que la investigación ‘México Destruyendo el Futuro’, publicada por este medio en julio de 2023, reveló que, a pesar de la inversión millonaria del gobierno federal en becas, el programa tampoco priorizó a los municipios donde la juventud se ha visto más afectada por la violencia.
Aunque las autoridades también presumieron que gracias a las becas los jóvenes ya no son reclutados por el crimen organizado, lo cierto es que las cifras oficiales recabadas para esa investigación revelan que no solo no bajaron los homicidios de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de hasta 29 años, sino que aumentaron en el sexenio de López Obrador, como también lo hicieron las detenciones de jóvenes por delitos vinculados al crimen organizado y las desapariciones.
De hecho, a excepción de Acapulco y León, ninguno de los 15 municipios con más asesinatos de jóvenes de hasta 29 años están ni entre los 100 primeros lugares con mayor reparto de becas para jóvenes.
Previo a la publicación de esta nota, Animal Político solicitó por escrito una entrevista a la Secretaría del Trabajo, pero no hubo respuesta.
En lo que respecta al empleo formal, datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) muestran que, en 2018, al término del sexenio priista de Peña Nieto, se registraron en total 6.8 millones de jóvenes entre 15 y 29 años que tenían un trabajo formal, el 18.1 % de la población joven en ese momento.
En 2024, al término de los 6 años de gobierno obradorista, y después de una inversión superior a los 120 mil millones de pesos, se registraron en total 6.6 millones de jóvenes ante el seguro social, también el 18.1% de toda la población joven.
Esto es: en el sexenio de López Obrador se crearon, según datos oficiales, 168 mil puestos de trabajo menos para jóvenes, en comparación con la administración de Peña Nieto, que también creó 1 millón 277 mil puestos formales más para jóvenes que en el gobierno de Felipe Calderón.
“Son datos que llaman mucho la atención, porque uno esperaría que muchos más jóvenes estuvieran incorporados al trabajo formal y, de acuerdo con las cifras oficiales del IMSS, no es el caso”, subrayó Gómez Hermosillo.
Ante las cifras del IMSS, el investigador de México Evalúa, Jorge Cano, apuntó que una de las posibles causas de la caída de empleo formal en jóvenes a pesar del programa, es que dicho programa social no incluye un plan para conectar a los beneficiarios con ofertas de trabajo.
Sobre las cifras presumidas el pasado 29 de noviembre de 2024 por el actual secretario del Trabajo, Marath Bolaños, cuando aseguró que 7 de cada 10 beneficiarios del programa ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ consiguieron un empleo formal, estas, como ya se expuso párrafos arriba, tampoco se corresponden con los datos ofrecidos por la propia Secretaría del Trabajo vía transparencia pública.
A pregunta de este medio, acerca de cuál es la fuente o el estudio que corrobore la aseveración del titular del Trabajo, la dependencia solo ofreció los datos de jóvenes que estaban inscritos en el programa y que encontraron trabajo en 2023 y 2024.
En 2023, siempre según la respuesta de la dependencia federal, un total de 19 mil 355 becados encontraron trabajo después del programa, de un total de 495 mil 240 inscritos ese año. Es decir, apenas un 4 %.
Mientras que en 2024, la cifra de empleados es todavía mucho menor: 443 contratados, según las cifras de la dependencia federal, de los 120 mil 945 jóvenes inscritos en el programa ese año. Esto es, el 0.4 %.
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En ambos casos, los datos ofrecidos por Trabajo de jóvenes que terminan la beca y encuentran un empleo formal distan mucho del 70 % de efectividad que tendría el programa que presumen las mismas autoridades federales.
Animal Político buscó a la Secretaría del Trabajo para preguntarle cómo llegaron a ese porcentaje tan alto de éxito, pero no hubo respuesta a la solicitud de entrevista.
La misma pregunta se le hizo a Rogelio Gómez Hermosillo, quien respondió que la Secretaría del Trabajo está utilizando de manera “engañosa” esa cifra para generar una percepción de éxito del programa.
En entrevista, el experto explicó que la dependencia federal ha elaborado a la fecha dos evaluaciones de impacto del programa social, realizados por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami), que usa datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares (ENIGH) del INEGI para comparar participantes y no participantes del programa de Jóvenes, y medir cuántos consiguieron empleo.
En esos estudios la Secretaría del Trabajo llega a la conclusión, por ejemplo, de que los jóvenes que participan en el programa tienen hasta 2.7 veces más probabilidades de conseguir empleo, que los que no estuvieron en él. Es decir, que 62 % con beca consiguieron empleo, frente a 23 % sin beca y que también consiguieron empleo. Y de ese 62 % –aunque en noviembre pasado el titular del Trabajo elevó el dato a un 70 %–, es de donde se agarran las autoridades para presumir la alta efectividad del programa social.
El problema, apuntó Hermosillo, es que esos datos del INEGI solo reflejan un tercio del universo de participantes del programa en 2022. Además, compara esos 120 mil participantes con un universo de 12.2 millones que no participó.
Es decir, el 70 % de los casos de éxito sería sobre ese 15-20 % de la muestra total, por lo que, a decir del experto, se trata de una cifra “sesgada e incompleta, que no respalda las conclusiones triunfalistas”.
“Más aún –agregó–, las estimaciones estadísticas robustas, de ‘pareamiento’ y sus similares, presentan resultados de diferencia entre participantes y no participantes del programa de un 30 %, de ninguna manera de 270 % (las 2.7 veces más posibilidades de éxito de encontrar un empleo que presume el programa) como se trata de sugerir”.
Por otra parte, ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’ busca beneficiar a jóvenes que están fuera de la escuela y sin trabajo, y reporta que apoyó a 3 millones de jóvenes para que estudiaran y aprendieran un oficio al mismo tiempo.
Sin embargo, los datos muestran resultados muy limitados en la reducción del número de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, a pesar del desembolso millonario, o al menos no distan tanto de lo sucedido en el gobierno anterior (2012-2018), cuando no se había creado el programa.
De acuerdo con datos del INEGI, al final del sexenio de López Obrador se registraron 5.8 millones de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, una reducción con el gobierno antecesor de 691 mil casos. Aunque se trata de una cifra significativa, no obstante, está muy lejos de los más de 3 millones de jóvenes a los que el programa dijo que entregó una beca.
Por su parte, al final del gobierno de Peña Nieto se registraron 6.5 millones de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, una cifra que supuso una reducción de 413 mil casos en comparación con el gobierno de Calderón.
Es decir, en el gobierno de AMLO se redujeron 691 mil jóvenes que están fuera de la escuela y el trabajo, mientras que con Peña, sin el desembolso de la beca, la reducción fue de 413 mil casos en comparación con Calderón. Por lo que el efecto ‘diferenciador’ de Jóvenes Construyendo el Futuro fue de apenas 278 mil jóvenes en 6 años que salieron de la condición de estar fuera de la escuela y sin trabajo, menos del 10 % del total que recibió la ayuda.
El investigador Rogelio Gómez Hermosillo concluyó que ‘Jóvenes Construyendo el Futuro’, uno de los programas sociales ‘estrella’ de la administración pasada y actual, “no garantiza una experiencia laboral significativa, ni capacitación o desarrollo de competencia”.
“Es decir, el joven puede estar en un centro de trabajo y no aprender nada, pues no hay un seguimiento real de su estancia en el programa. Incluso, hay evidencia de que puedes no estar presente en el trabajo. Es decir, alguien puede decir que te registró y te mandan el dinero, y tú, o bien te quedadas ese dinero, o bien lo comparte con quien dijo que te registró”.
“No sabemos si esto lo hace 1 persona o 100 mil –añadió–, pero no hay mecanismos de control en el programa que garanticen que realmente estés en un centro de trabajo, ni que estés aprendiendo, ni que luego salgas con un empleo formal”, subrayó el investigador.
Sobre esto, cabe recordar también que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha detectado en varias ocasiones irregularidades en la operación del programa Jóvenes Construyendo el Futuro.
En la Cuenta Pública de 2020, la ASF determinó que la Secretaría del Trabajo no logró mejorar sus mecanismos para evitar pagos irregulares, como los 28 millones de pesos entregados a jóvenes que se registraron para ser aprendices, pero en realidad eran beneficiarios de otros programas sociales y empleados en la administración pública y privada.
Por ejemplo, la ASF detectó “un probable daño o perjuicio, o ambos, a la Hacienda por 19 millones 604 mil pesos”, por el pago a 1 mil 315 beneficiarios del programa, “los cuales también se identificaron como beneficiarios en el Padrón de Beneficiarios del programa Jóvenes Escribiendo el Futuro, inscritos en alguna institución de educación superior del Sistema Educativo Nacional”.
Además, la dependencia, en ese entonces encabezada por Luisa María Alcalde, no presentó pruebas de las revisiones que, según los lineamientos del programa, se deben hacer a los centros de trabajo donde los jóvenes aprenden un oficio.
En 2022, la ASF también detectó que, al tiempo que trabajaban en una dependencia pública de gobierno, al menos 242 funcionarios estaban inscritos en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro y cobraron la beca, lo que representó un monto total de 5 millones 110 mil pesos.
Además de los 120 mil millones de pesos gastados en el sexenio obradorista en Jóvenes Construyendo el Futuro, para este 2025, ya con Claudia Sheinbaum, se aprobó un presupuesto de otros 24 mil 200 millones de pesos. Una cifra, no obstante, que supone un recorte del 39 % en comparación al monto máximo ejercido en 2019, al inicio del sexenio pasado, o 15 mil 700 millones de pesos menos.
“Es un programa que está limitando su prioridad, y esto también está limitando que abarque o beneficie a más personas”, concluyó el investigador de México Evalúa, Jorge Cano.
Los dos estadounidenses, quienes permanecieron casi nueve meses en la Estación Espacial Internacional, serán sometidos a una serie de exámenes que permitirán ampliar el conocimiento sobre los efectos para hombre de permanecer largas estancias fuera del planeta.
Los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore nunca se imaginaron que permanecerían nueve meses en órbita.
Su viaje a la Estación Espacial Internacional (EEI) a bordo de la nave espacial Boeing Starliner estaba programado para durar solo ocho días en junio de 2024. Pero por problemas técnicos, los cuales a obligaron a la nave a regresar a la Tierra sin ellos, su estancia en el espacio se prolongó.
Ahora que finalmente regresaron, la pareja tendrá que aclimatarse a la fuerza de la gravedad de nuestro planeta tras tanto tiempo lejos de casa.
Para ninguno de los dos los rigores de los viajes espaciales es algo nuevo. Ambos son astronautas experimentados.
Pero es probable que cualquier tiempo prolongado en el extraño entorno haya afectado sus cuerpos. Para comprender cómo, debemos observar a quienes han permanecido aún más tiempo en el espacio.
El vuelo espacial más largo realizado por un estadounidense hasta la fecha fue el del astronauta de la NASA Frank Rubio, quien pasó 371 días viviendo a bordo del conjunto de módulos y paneles solares del tamaño de un campo de fútbol americano que componen la EEI.
Su tiempo en órbita, que superó el récord anterior de 355 días consecutivos, se prolongó en marzo de 2023 después de que la nave espacial en la que él y sus compañeros debían regresar a casa sufriera una fuga de refrigerante.
Finalmente volvió en octubre de 2023. Los meses adicionales en el espacio le permitieron a Rubio completar un total de 5.963 órbitas alrededor de la Tierra, recorriendo 253,3 millones de kilómetros.
Aun así, le faltaron unos dos meses para alcanzar el récord del vuelo espacial más largo jamás realizado por un ser humano que ostenta el cosmonauta ruso, Valeri Polyakov, quien pasó 437 días a bordo de la Estación Espacial Mir a mediados de la década de 1990.
Y en septiembre de 2024, dos cosmonautas rusos, Oleg Kononenko y Nikolai Chub, batieron el récord de la estancia más larga en la EEI tras pasar 374 días en órbita. La pareja partió de la estación en la nave espacial Soyuz MS-25 junto con el astronauta estadounidense Tracy Dyson, quien pasó seis meses a bordo.
Con una gran sonrisa, Kononenko hizo un gesto de aprobación con los pulgares al recibir ayuda para salir de la cápsula de reentrada, tras impactar contra la Tierra en medio de una nube de polvo cerca de la remota ciudad de Jezkazgan, en la estepa kazaja.
Ahora también ostenta el récord de mayor tiempo acumulado en el espacio: un total de 1.111 días en órbita.
Kononenko y Chub recorrieron más de 254 millones de kilómetros durante sus 5.984 vueltas a la Tierra en su última misión en la EEI. Sin embargo, pasar tanto tiempo en el entorno de baja gravedad de la estación espacial les afectó gravemente, por lo que los equipos de rescate tuvieron que sacarlos de la cápsula.
El prolongado viaje de Rubio al espacio proporcionó valiosas perspectivas sobre cómo los humanos pueden afrontar los vuelos espaciales de larga duración y cómo contrarrestar mejor los problemas que pueden presentar.
Rubio es el primer astronauta en participar en un estudio que examina cómo el ejercicio con equipo de gimnasio limitado puede afectar al cuerpo humano.
Si bien los resultados aún no se han publicado, esta información será vital a medida que la humanidad se propone enviar misiones para explorar las profundidades del Sistema Solar. Por ejemplo, se espera que un viaje de regreso de Marte dure alrededor de 1.100 días (poco más de tres años) según los planes actuales.
La nave espacial en la que viajarán será mucho más pequeña que la EEI, lo que significa que se necesitarán dispositivos de ejercicio más pequeños y ligeros.
Pero dejando de lado los problemas para mantenerse en forma, ¿qué efectos tiene el vuelo espacial en el cuerpo humano?
Sin la constante presión de la gravedad sobre nuestras extremidades, la masa muscular y ósea comienza a disminuir rápidamente en el espacio.
Los más afectados son los músculos que ayudan a mantener la postura en la espalda, el cuello, las pantorrillas y los cuádriceps, pues en microgravedad, ya no tienen que esforzarse tanto y comienzan a atrofiarse.
Tras solo dos semanas, la masa muscular puede disminuir hasta un 20% y, en misiones más largas, de tres a seis meses, un 30%.
De igual manera, dado que los astronautas no someten sus esqueletos a tanta tensión mecánica como cuando están sujetos a la gravedad terrestre, sus huesos también comienzan a desmineralizarse y a perder fuerza.
Los astronautas pueden perder entre un 1% y un 2% de su masa ósea cada mes que pasan en el espacio y hasta un 10% en un período de seis meses (en la Tierra, los hombres y mujeres mayores pierden masa ósea a un ritmo del 0,5% al 1% anual).
Esto puede aumentar el riesgo de sufrir fracturas y alarga el tiempo de recuperación, pues la masa ósea puede tardar hasta cuatro años en recuperarse tras regresar a la Tierra.
Para combatir esto, los astronautas realizan 2,5 horas diarias de ejercicio y entrenamiento intenso mientras están en órbita. Esto incluye una serie de sentadillas, peso muerto y remos con un dispositivo de resistencia instalado en el gimnasio de la EEI, además de sesiones regulares de trote y de bicicleta estática.
También toman suplementos dietéticos para mantener sus huesos lo más sanos posible.
Sin embargo, un estudio reciente destacó que incluso este régimen de ejercicios no fue suficiente para prevenir la pérdida muscular. Y, por ello, se recomendó evaluar si cargas más altas de ejercicios de resistencia y un entrenamiento de alta intensidad a intervalos podrían ayudar a contrarrestar esto.
La falta de gravedad ejerce presión sobre el cuerpo humano, lo que significa que los astronautas experimentan un ligero crecimiento durante su estancia en la EEI, pues su columna vertebral se alarga.
Esto puede provocar problemas como dolor de espalda y hernias discales al regresar a la Tierra.
Durante una sesión informativa a bordo de la EEI antes de su regreso a la Tierra, Rubio comentó que su columna vertebral estaba creciendo y que esto podría ayudarle a evitar una lesión de cuello común que los astronautas pueden sufrir cuando su nave espacial impacta contra el suelo.
“Creo que mi columna se ha extendido lo suficiente como para que esté encajado en mi asiento, así que no debería moverme mucho”, dijo.
Aunque el peso significa muy poco en órbita (el entorno de microgravedad permite que cualquier cosa que no esté atada pueda flotar libremente en la EEI, incluidos los cuerpos humanos), mantener un peso saludable es un desafío en órbita.
Si bien la NASA intenta garantizar que sus astronautas consuman una variedad de alimentos nutritivos, incluyendo algunas hojas de ensalada cultivadas a bordo de la estación, esto puede afectar el cuerpo de un astronauta.
Scott Kelly, astronauta de la NASA que participó en el estudio más extenso sobre los efectos de los vuelos espaciales de larga duración tras permanecer 340 días a bordo de la EEI mientras su hermano gemelo permanecía en la Tierra, perdió 7% de su masa corporal durante su estancia en órbita.
En la Tierra, la gravedad ayuda a impulsar la sangre hacia abajo mientras el corazón la bombea de nuevo hacia arriba. Sin embargo, en el espacio, este proceso se altera (aunque el cuerpo se adapta en cierta medida) y la sangre puede acumularse en la cabeza más de lo normal.
Es posible que parte del líquido se acumule en la parte posterior del ojo y alrededor del nervio óptico, lo que puede provocar un edema. Esto puede provocar cambios en la visión, como disminución de la agudeza visual y cambios estructurales en el propio ojo.
Los cambios pueden comenzar a ocurrir tan solo a dos semanas de estar en el espacio, pero a medida que transcurre ese tiempo, el riesgo aumenta. Algunos cambios en la visión se revierten aproximadamente al año del regreso a la Tierra, pero otros pueden ser permanentes.
La exposición a los rayos cósmicos y a las partículas solares también puede provocar otros problemas oculares. La atmósfera terrestre nos protege de estos problemas, pero en la órbita, esta protección desaparece.
Si bien las naves espaciales pueden llevar blindaje para evitar el exceso de radiación, los astronautas a bordo de la EEI han reportado haber visto destellos de luz en sus ojos cuando los rayos cósmicos y las partículas solares impactan en su retina y nervios ópticos.
Tras su larga estancia en la EEI, se descubrió que el rendimiento cognitivo de Kelly cambió poco y se mantuvo relativamente igual al de su hermano en la Tierra.
Sin embargo, los investigadores observaron que la velocidad y la precisión del rendimiento cognitivo de Kelly disminuyeron durante unos seis meses después de su aterrizaje, posiblemente a medida que su cerebro se reajustaba a la gravedad terrestre.
Un estudio sobre un cosmonauta ruso que pasó 169 días en la EEI en 2014 también reveló que algunos cambios en el cerebro parecen ocurrir durante la órbita.
Se encontraron cambios en los niveles de conectividad neuronal en partes del cerebro relacionadas con la función motora (es decir, el movimiento) y también en la corteza vestibular, que desempeña un papel importante en la orientación, el equilibrio y la percepción del propio movimiento.
Lo anterior no debería sorprender dada la peculiar naturaleza de la ingravidez en el espacio; los astronautas a menudo tienen que aprender a moverse eficientemente sin gravedad para anclarse a nada y adaptarse a un mundo donde no hay arriba ni abajo.
Un estudio más reciente ha suscitado preocupación. Las cavidades cerebrales conocidas como ventrículo lateral derecho y tercer ventrículo (responsables de almacenar líquido cefalorraquídeo que proporciona nutrientes al cerebro y elimina desechos) pueden hincharse y tardar hasta tres años en recuperar su tamaño normal.
Las investigaciones recientes demuestran que una clave importante para la buena salud reside en la composición y diversidad de los microorganismos que habitan en nuestro cuerpo. Esta microbiota puede influir en la digestión, afectar los niveles de inflamación e incluso alterar el funcionamiento del cerebro.
Los científicos que examinaron a Kelly tras su viaje a la EEI descubrieron que las bacterias y hongos que habitaban en su intestino se habían alterado profundamente.
Esto quizás no sea del todo sorprendente, dada la gran diferencia en su alimentación y el cambio en las personas con las que compartía sus días (obtenemos una cantidad alarmante de microorganismos intestinales y orales de las personas con las que convivimos).
Sin embargo, la exposición a la radiación y el uso de agua reciclada, junto con los cambios en su actividad física, también podrían haber influido.
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Aunque ya son cinco los astronautas de la NASA que han pasado más de 300 días en órbita, debemos agradecer a Kelly por la información sobre el estado de su piel tras su estancia. Se detectó una mayor sensibilidad en su piel y una erupción cutánea durante unos seis días tras su regreso.
Los investigadores especularon que la falta de estimulación cutánea durante la misión podría haber contribuido a su problema.
Uno de los hallazgos más significativos del prolongado viaje espacial de Kelly fueron los efectos a su ADN.
Al final de cada cadena de ADN están estructuras conocidas como telómeros, que se cree ayudan a proteger a nuestros genes. A medida que envejecemos, estos se acortan, pero las investigaciones sobre Kelly y otros astronautas han revelado que los viajes espaciales parecen alterar la longitud de los telómeros.
“Lo más sorprendente fue el hallazgo de telómeros significativamente más largos durante el vuelo espacial”, afirma Susan Bailey, profesora de Salud Ambiental y Radiológica en la Universidad Estatal de Colorado, quien formó parte del equipo que estudió a Kelly y a su hermano.
Bailey ha realizado estudios separados con otros 10 astronautas no emparentados que participaron en misiones más cortas.
“También fue inesperado que la longitud de los telómeros se acortó rápidamente al regresar a la Tierra para todos los miembros de la tripulación. De particular relevancia para la salud a largo plazo y el envejecimiento, los astronautas en general tenían muchos más telómeros cortos después del vuelo espacial que antes”, indicó.
Aún se está descifrando la razón exacta por la que esto sucede, afirmó. “Tenemos algunas pistas, pero la presencia de tripulantes adicionales de larga duración, como Rubio, quien pasó un año en el espacio, será fundamental para caracterizar y comprender esta respuesta y sus posibles consecuencias para la salud”.
Una posible causa podría ser la exposición a la compleja mezcla de radiación durante el espacio. Los astronautas que experimentan exposición prolongada en órbita muestran signos de daño en el ADN, añadió.
También se observaron en Kelly algunos cambios en la expresión génica (el mecanismo que interpreta el ADN para producir proteínas en las células) que podrían estar relacionados con su viaje espacial.
Algunos de estos cambios se relacionaban con la respuesta del cuerpo al daño en el ADN, la formación ósea y la respuesta del sistema inmunitario al estrés. Sin embargo, la mayoría de estos cambios se normalizaron a los seis meses de su regreso a la Tierra.
En junio de 2024, un nuevo estudio destacó algunas posibles diferencias entre la forma en que el sistema inmunitario de los astronautas masculinos y femeninos responde a los vuelos espaciales.
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Utilizando datos de muestras obtenidas de la tripulación de la misión SpaceX Inspiration 4, que pasó poco menos de tres días en órbita en el otoño de 2021, se identificaron cambios en 18 proteínas relacionadas con el sistema inmunitario, el envejecimiento y el crecimiento muscular.
Al comparar su actividad genética con la de otros 64 astronautas en misiones anteriores, el estudio detectó la expresión de tres proteínas que influyen en la inflamación, en comparación con la de antes del vuelo. Los hombres tendieron a ser más sensibles al vuelo espacial, con mayor alteración de su actividad genética y tardaron más en recuperar su estado normal tras regresar a la Tierra.
En particular, los investigadores descubrieron que la actividad genética de dos proteínas conocidas como interleucina-6, que ayuda a controlar los niveles de inflamación en el cuerpo, e interleucina-8, que se produce para guiar a las células inmunitarias a los focos de infección, se vio más afectada en los hombres que en las mujeres.
Otra proteína, el firbrinógeno, que participa en la coagulación sanguínea, también se vio más afectada en los astronautas masculinos.
Sin embargo, los investigadores afirmaron que aún necesitan descubrir por qué las mujeres parecen ser menos sensibles a estos efectos particulares de los vuelos espaciales, aunque esto podría estar relacionado con su respuesta al estrés.
Kelly recibió una serie de vacunas antes, durante y después de su viaje espacial, y se observó que su sistema inmunitario reaccionaba con normalidad.
Sin embargo, la investigación descubrió que los astronautas sufren ciertas disminuciones en el recuento de glóbulos blancos que se corresponden con las dosis de radiación que reciben en órbita.
Aún quedan muchas preguntas por responder sobre el impacto que los viajes espaciales pueden tener en una especie bípeda de cerebro grande que evolucionó para vivir en la Tierra.
A medida que los investigadores analizan las pruebas médicas, las muestras de sangre y las exploraciones de Rubio tras sus 371 días en el espacio, sin duda esperan obtener más información.
* Este artículo fue publicado originalmente en BBC Future, cuya versión en inglés puede leer aquí.
* Este artículo se publicó originalmente el 27 de septiembre de 2023. Se actualizó el 12 de junio de 2024 para incluir detalles del estudio de la misión SpaceX Inspiration 4 y el 25 de septiembre de 2024 para incluir detalles del vuelo espacial de Oleg Kononenko y Nikolai Chub en la EEI. Se actualizó el 13 de marzo de 2025 para incluir detalles sobre Suni Williams y Butch Wilmore.
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