
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó a enviar funcionarios a los hogares de algunas personas reportadas como desaparecidas para verificar si ya regresaron con sus familiares; sin embargo, la iniciativa ha provocado una reacción violenta de las familias, de acuerdo con The Washington Post.
Las familias dijeron al medio que temen que el gobierno esté intentando reducir las cifras de las personas desaparecidas antes de las elecciones presidenciales de 2024.
En México, hay más de 100 mil personas desaparecidas y es probable que López Obrador deja el cargo con un número récord de desapariciones registradas en la base de datos.
Ahora, López Obrador dice que la cifra real es mucho menor de lo informado oficialmente y está intentando demostrarlo con un “nuevo censo”, que se realizará casa por casa.
En junio, el mandatario dijo que había reclutado a personal de gobiernos estatales y fiscales, así como a trabajadores federales, para ir hacer el nuevo censo.

De acuerdo con The Washington Post, mucho antes de eso, la Comisión Nacional de Búsqueda había comenzado a actualizar su registro, verificando bases de datos de registros electorales, licencias de matrimonio, destinatarios de la vacuna contra el coronavirus y otros registros de personas que también figuraban como desaparecidas.
La comisión a menudo pasaba esas coincidencias a las autoridades estatales para que las confirmaran. Resultó que miles de personas seguían vivas o habían sido identificadas como muertas.
“Algunas familias estaban horrorizadas de que aparecieran burócratas que decían que sus parientes perdidos hacía mucho tiempo habían recibido vacunas contra el COVID-19 pero no proporcionaban más información”, señala el medio.
Mario César González, uno de los padres que buscaban a sus hijos en el caso Ayotzinapa, se sorprendió cuando apareció un trabajador del gobierno y preguntó si su hijo había regresado.
“Estaba furioso”, dijo Santiago Aguirre, director del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, quien también es abogado de los padres de los estudiantes desaparecidos.

El 23 de agosto, Karla Quintana Osuna renunció a la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) de personas desaparecidas, a más de cuatro años de tomar el puesto.
Cuando López Obrador nombró a Kara Quintana para encabezar la Comisión Nacional de Búsqueda en febrero de 2019, el registro oficial de desaparecidos tenía alrededor de 40 mil nombres en ese momento, pero la información era irregular y estaba mal organizada. Casi un año después, Quintana presentó un registro revisado y actualizado con más de 61 mil casos.
Karla Quintana no dio detalles de su renuncia, pero en señal de alarma, envió toda la base de datos de personas desaparecidas que había supervisado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos “para su custodia”, según un correo electrónico que escribió y que fue revisado por The Washington Post. El registro contiene más de 110 mil casos.
En las últimas semanas, López Obrador ha cuestionado reiteradamente la cantidad de personas en el registro. Cuando Quintana se opuso a los esfuerzos del presidente por modificarlo, se le pidió que renunciara, según un funcionario del gobierno.
Ella “temía que la obligaran a cambiar los datos”, dijo a The Washington Post un diplomático de un país europeo que proporcionó fondos a la comisión, hablando bajo condición de anonimato.
El jefe de Quintana, Alejandro Encinas, funcionario de derechos humanos del gobierno, negó cualquier intento de reemplazar el registro o presionar a alguien para “ocultar un fenómeno como las desapariciones que es tan grave y sensible para el país”.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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