Una de cada tres personas padece de insomnio en México y en las mujeres el porcentaje es mayor. Este padecimiento, que suele ser minimizado, causa bajo rendimiento en sus labores o impacto en la memoria. Así lo advirtieron médicos psiquiatras en el marco del Día Mundial del Sueño.
De acuerdo con tres distintos estudios aplicados entre la población mexicana, en 1995, 2017 y 2018, el 40% de las mujeres son quienes tienen este padecimiento. Esas cifras podrían ser mayores debido a un subregistro.
Otro estudio realizado por el médico Juan M. Márquez-Romero reveló que entre las personas que acuden al médico en centros de atención primaria el porcentaje de quienes tienen problemas para dormir se eleva a casi la mitad, con 46.5 por ciento, por lo que 72.8 por ciento de ellas tienen consecuencias en sus labores durante el día, como bajo rendimiento en su trabajo, la dispersión y la memoria.
El impacto del padecimiento es notorio en los resultados de la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica, que mostró que las personas con insomnio en México pierden 21 días laborales cada año, debido a la discapacidad que les genera, por lo que representa la quinta enfermedad con mayor impacto en este sentido.
Los efectos son mayores que el cáncer, la diabetes o enfermedades respiratorias, que son padecimientos principalmente físicos.
Los datos destacan que, precisamente, los padecimientos relacionados con la salud mental son los que más impacto generan en las personas en México y les generan el mayor número de días “perdidos”. En primer lugar está la depresión, seguida por el estrés postraumático, la bipolaridad, la ansiedad y finalmente el insomnio.
Como pasa con otros padecimientos de salud mental, con el insomnio aún existe un estigma que evita que las personas busquen atención médica.
“Todavía tenemos que aguantarnos una vergüenza injustificada para atendernos. ¿Y de qué depende que esta vergüenza empiece a disminuir? Pues de que se difunda que no hay ningún motivo de vergüenza, sino por el contrario, el no atenderse puede ser una condición muy grave que puede acelerar procesos de enfermedad”, señaló el médico Alejandro Molina, de la Asociación Psiquiátrica Mexicana.
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Asimismo, el médico Ricardo Bello Carrera, presidente de la Academia Mexicana de Medicina del Dormir, explicó que existen 74 trastornos de sueño y enfatizó que significa un problema de salud pública pero no se considera así porque falta difusión.
El médico Bello Carrera explicó que hay dos estrategias para atender ese padecimiento, una es la terapia cognitiva-conductual, que no amerita medicamentos, y otra es el uso de fármacos.
En el primer caso, se trata principalmente con el autocuidado, con medidas en las que se procura dormir al menos seis horas cada día, evitar tener pantallas en la cama y no revisar la hora durante la noche, que clasifican como “higiene del sueño”.
Otras estrategias tienen que ver con salir de la cama cuando no se puede dormir. Lo cognitivo tiene que ver con los pensamientos que se tienen a la hora de dormir.
Alejandro Jiménez Guenchi, coordinador de la Clínica del Sueño del Instituto Nacional de Psiquiatría, definió el insomnio como las dificultades para empezar a dormir, mantenerse dormido o despertar antes de lo deseado, que generan consecuencias en el día como cansancio, somnolencia, fallas en la atención, fallas en la memoria, cambios en el estado de ánimo, principalmente irritabilidad.
El médico explicó que si esto ocurre más de tres noches por semana, al menos durante tres meses, se puede hablar de insomnio crónico.
Sobre sustancias como magnesio o CBD, utilizados para dormir, el psiquiatra dijo que no existe una información precisa científica sobre su eficacia y seguridad. Su uso, además de tés o valeriana, causan que las personas posterguen un tratamiento adecuado.
El médico Jiménez Guenchi señaló que una de las razones por las que las mujeres tienen una mayor prevalencia de insomnio son los cambios hormonales. El médico dijo que otra de las razones son las cargas sociales para las mujeres, lo que significa un mayor nivel de estrés.
Asimismo, el psiquiatra Alejandro Molina añadió que la depresión mayor y la ansiedad son más comunes en las mujeres. Y estos dos padecimientos se manifiestan principalmente por insomnio.
En el marco del Día Mundial del Sueño, y con la intención de visibilizar este padecimiento y cómo impactos en las actividades diarias, así como sensibilizar a la población, la empresa especializada en salud mental IFA Celtics está llamando a que habitantes de Ciudad de México salgan en pijama a realizar sus labores.
La empresa invita que el próximo 13 de marzo, las personas se fotografíen con su pijama y la publiquen en redes digitales con las etiquetas #DMS2025 #PijamatonMX #WorldSleepDay #CDMXEnPijama.
Durante más de seis meses Gurpreet viajó en su intento de cumplir el sueño americano. Pero no tuvo éxito y fue deportado.
Gurpreet estaba esposado, sus piernas atadas con una cadena que subía hasta su cintura. Él estaba siendo dirigido por la patrulla fronteriza de Estados Unidos hacia un C-17, un poderoso avión militar.
Era 3 de febrero de este año y después de meses de un largo viaje, él se dio cuenta de que el sueño de vivir en EE.UU. se había acabado. Estaba siendo deportado a su país, India.
“Sentí que el suelo se resbalaba debajo de mis piernas”.
Gurpreet, de 39 años, fue uno de los miles de indios que en los últimos años han gastado sus ahorros para cruzar varios continentes con la idea de entrar de forma ilegal a EE.UU. a través de su frontera sur y de ese modo escapar al desempleo que acosa a la India.
Se estima que hay unos 725.000 indios indocumentados viviendo en EE.UU., la tercera nacionalidad más numerosa después de los mexicanos y los salvadoreños, de acuerdo a las cifras del Pew Research Center de 2022.
Ahora Gurpreet se ha convertido en uno de los primeros indios indocumentados que han sido deportados desde que Donald Trump asumió la presidencia de EE.UU., con la promesa de hacer una deportación masiva como prioridad.
La intención de Gurpreet era solicitar asilo basado en las amenazas que él dice que recibió en India, pero -en el marco de la orden ejecutiva de Trump de devolver a los migrantes sin darles ni siquiera la posibilidad de una audiencia para solicitar asilo- fue enviado de vuelta sin que su caso fuese siquiera considerado.
Cerca de 3.700 indios fueron deportados durante la era de Joe Biden, pero las nuevas imágenes de estos migrantes siendo deportados con esposas y cadenas en los pies ha generado una fuerte reacción en India.
La oficina de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. publicó un video en internet con esas imágenes, acompañadas de una música estrambótica y la advertencia: “Si cruzas de manera ilegal, serás expulsado”.
“Estuvimos sentados, esposados y encadenados por más de 40 horas. Incluso las mujeres fueron tratadas de la misma manera. Solo a los niños no los encadenaron”, le dice Gurpreet a la BBC en India.
“No nos permitían pararnos. Si queríamos usar el baño, teníamos que estar escoltados por un soldado y solo nos quitaban una de las esposas”, añade.
Los partidos de oposición en el parlamento indio protestaron frente a lo que señalaban era un “trato inhumano y degradante” para los deportados.
“Hay muchos comentarios de que el primer ministro de India, Narendra Modi, y Donald Trump son buenos amigos, entonces, ¿por qué permitió esto?”, le dijo a la BBC Priyanka Gandhi Vadra, un líder de la oposición.
Por su parte, Gurpreet dice: “El gobierno indio debió decir algo sobre esto. Ellos debieron decirle a EE.UU. que hiciera las deportaciones como las hacía antes, sin las cadenas ni las esposas”.
El vocero de la oficina de Relaciones Exteriores de India señaló que el gobierno ha comunicado a EE.UU. estas preocupaciones y, como consecuencia, en los siguientes vuelos no se encadenaron a las mujeres.
Pero las imágenes intimidantes y la retórica de Trump parecen haber conseguido el objetivo, al menos como efecto inmediato.
“Nadie va a tratar de ir a EE.UU., sobre todo por una ruta ilegal y complicada, mientras Trump esté en el poder”, dice Gurpreet.
A largo plazo, esto podría depender de si continúan las deportaciones, pero por ahora muchos de los traficantes indios, llamados localmente “agentes”, se han escondido por temor a redadas en su contra por parte de la policía india.
Gurpreet relata que las autoridades indias le pidieron el teléfono del “agente” que él había utilizado para ir hasta EE.UU., pero el traficante ya no podía ser localizado.
“No los culpo. Nosotros queríamos ir, era nuestra decisión. Ellos no vinieron a buscarnos”, señala Gurpreet.
Aunque las cifras del gobierno ponen la tasa de desempleo de apenas 3,2%, lo cierto es que la realidad es más precaria para muchos indios.
Solo el 22% de los trabajadores tienen salarios regulares. La mayoría de ellos son independientes y cerca de una quinta parte de ellos son “ayudantes sin paga”, que incluyen a decenas de mujeres que trabajan en negocios familiares.
“Dejamos India porque nos vimos obligados a hacerlo. Si tuviera un empleo que me pagara al menos 30.000 rupias (US$340) al mes, podría ayudar a mi familia y nunca pensaría en irme”, anota Gurpreet, quien tiene a su esposa, un bebé y su madre que dependen de él.
“Se puede decir lo que sea sobre la economía en el papel, pero necesitas ver la realidad en la calle. No hay oportunidades para nosotros, para trabajar o crear un negocio”, añade.
La compañía de camiones de Gurpreet estuvo entre las empresas, fuertemente dependientes del dinero en efectivo, que fueron duramente golpeadas cuando el gobierno indio, con apenas cuatro horas de aviso, retiró cerca del 86% de los billetes que estaban en circulación en el país.
Eso hizo, explica Gurpreet, que sus clientes no le pagaron más y él no pudo mantener a flote su negocio.
Y otro pequeño negocio que había montado, dedicado al manejo de logística para otras compañías, también colapsó debido a la pandemia del Covid-19.
También relata que pidió visas para viajar a Canadá y a Reino Unido, pero sus aplicaciones fueron rechazadas.
Entonces, con todos sus ahorros y con la ayuda de familiares, logró juntar cerca de US$45.000 para pagarle a un traficante para que lo ayudara en su viaje.
El 28 de agosto de 2024, él voló desde la Indiana hasta Guayana para iniciar su viaje a EE.UU.
Gurpreet marcó todas las paradas que hizo en un mapa que tiene en su teléfono.
Desde Guyana él viajó a través de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia, la mayoría de las veces en bus, otras en carros y en bote y una parte pequeña en avión, pasando de traficante a traficante y detenido y liberado por algunas de las autoridades de los países.
En Colombia, los traficantes trataron de ponerlo en un avión hacia México, para de esa forma evitara atravesar el Tapón del Darién.
Pero la inmigración colombiana no le permitió abordar el avión, por lo que tuvo que hacer el peligroso viaje por la selva.
Un territorio denso e inhóspito entre Colombia y Panamá, el Tapón del Darién solo puede ser cruzado a pie, con riesgo de sufrir accidentes, enfermedades y ataques de bandas criminales.
El año anterior, 50 personas murieron intentando cruzar el Darién.
“No estaba asustado. He sido deportista toda mi vida, así que pensé que iba a estar bien. Pero fue la parte más dura. Caminamos durante cinco días por ríos y selvas. En muchas partes, mientras atravesaba un río, el agua me llegaba al pecho”, recuerda Gurpreet.
Cada grupo estaba acompañado por un contrabandista, o un “donker”, como Gurpreet y otros inmigrantes los llaman, una palabra aparentemente derivada del término “ruta del burro”, utilizado para referirse a los viajes de migración ilegal.
A la noche, levantaban carpas en la selva, comían un poco y trataban de descansar.
“Llovió todos los días que estuvimos ahí. Estábamos mojados hasta los huesos”, señala.
Primero los llevaron por unas montañas y después por un camino marcado con bolsas azules, que habían puesto los traficantes.
“Mi pie comenzó a hincharse, las uñas estaban destrozadas y las palmas de las manos estaban secas. Pero tuvimos la fortuna de no encontrarnos con ladrones”, explicó.
Cuando llegaron a Panamá, Gurpreet explica que él y cerca de 150 otros migrantes fueron detenidos y llevados a un lugar que lucía como una cárcel.
Tras 20 días detenidos fueron liberados y después, tras un mes de travesía, finalmente llegaron a México después de pasar por Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala.
Gurpreet anota que ellos esperaron por cerca de un mes en México hasta que hubo una oportunidad de cruzar la frontera cerca de San Diego.
“No escalamos un muro. Hay una montaña cerca que escalamos. Y hay un alambre de púas que el ´donker´ cortó”, dijo.
Gurpreet entró en los EE.UU. el 15 de enero, cinco días antes de que el presidente Trump asumiera el cargo, creyendo que había llegado justo a tiempo, antes de que las fronteras se volvieran impenetrables y las reglas se tornaran más estrictas.
Una vez en San Diego, se entregó a la Patrulla Fronteriza de los EE. UU. y luego fue detenido por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por siglas en inglés).
Durante la administración Biden, los inmigrantes ilegales o indocumentados comparecían ante un oficial de inmigración que realizaba una entrevista preliminar para determinar si cada persona tenía un caso de asilo.
Si bien la mayoría de los indios emigraron por necesidad económica, algunos también se fueron por temor a la persecución debido a sus antecedentes religiosos o sociales, o su orientación sexual.
Si pasaban la entrevista, los liberaban, a la espera de una decisión sobre la concesión de asilo por parte de un juez de inmigración.
El proceso a menudo demoraba años, pero se les permitía permanecer en los EE.UU. mientras tanto.
Esto es lo que Gurpreet pensó que le sucedería. Había planeado buscar trabajo en una tienda de comestibles y luego dedicarse al transporte de camiones, un negocio con el que está familiarizado.
En cambio, menos de tres semanas después de entrar en los EE. UU., se encontró siendo conducido hacia ese avión C-17 y regresando al lugar de partida.
En su pequeña casa en Sultanpur Lodhi, una ciudad en el estado norteño de Punjab, Gurpreet ahora está tratando de encontrar trabajo para pagar el dinero que debe y mantener a su familia.
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