En los últimos seis años el programa Investigadores por México no solo ha cerrado espacios para que científicos desarrollen proyectos en el país, se renueve la planta docente y se evite la fuga de cerebros, sino que ahora la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti) enfrenta al menos 40 demandas de científicos, quienes acusan que fueron despedidos injustificadamente.
A la fecha cuatro demandantes ya ganaron sus casos, por lo que la dependencia federal ha tenido que pagar indemnizaciones por salarios caídos, además de que ha tenido que reinstalarlos en sus puestos, confirmó SIINTRACATEDRAS, sindicato que agrupa a unos 300 científicos que cuentan con plazas de Investigadores por México, antes conocido como Cátedras Conahcyt.
Entre 2014 y 2018, la totalidad de las plazas ofertadas del programa fueron ocupadas, por lo que en 2018 había 1,511 plazas asignadas. Sin embargo, a partir de 2019 el número de plazas comenzó a disminuir.
En 2014, primer año de operación del programa, se asignaron 574 plazas. De 2015 al 2018 fueron asignadas un promedio de 234 plazas cada año.
En 2019, 2020 y 2021 no se publicó convocatoria y en el 2022 fueron asignadas sólo 118 plazas. Para el 2023 solo se abrieron 45 y en 2024 apenas 25.
Al cierre de 2024, el programa Investigadores por México cuenta con 1,243 plazas activas. Sin embargo, a la fecha, la Secihti no ha publicado la convocatoria 2025-2026.
“Es un programa innovador que tenía buenos objetivos, pero que cada vez se está estancado, e incluso es un lugar en donde varias injusticias se están cometiendo y pues creemos que para este gobierno que dice que ‘vamos a hacer una potencia científica’, pues no pueden dejar de lado los derechos laborales de los investigadores”, señala Beatriz Díaz, secretaria de prensa y propaganda de SIINTRACATEDRAS.
Sumado a los despidos injustificados, Animal Político habló con investigadores beneficiarios de este programa -algunos que han interpuesto denuncias formales y otros que se acercaron al Comité de Ética de la Secihti- a fin de conocer sus testimonios.
Acoso, discriminación, amenazas y apropiación ilegal de sus proyectos, son algunas de las situaciones que han tenido que vivir mientras realizan sus proyectos de investigación en distintos centros públicos y universidades del país.
Este medio buscó a la titular de la Secihti, Rosaura Ruiz, para abordar la situación de Investigadores por México, sin embargo, el área de comunicación social de la dependencia señaló que por cuestiones de agenda no podría atender la entrevista.
En una ficha informativa de tres párrafos la dependencia se limitó a informar que “no hay registro de despidos injustificados, las bajas que se han dado solamente son de aquellos que renuncian o incumplen con la normativa vigente”.
En agosto de 2017, después de estar un año desarrollando proyectos de investigación en Virginia, Estados Unidos, Bernardino Velázquez volvió a México tras ganar una plaza como Investigador por México.
Recuerda que les ofrecieron laboratorios y espacio para poder desarrollar sus investigaciones. Estaba muy emocionado por volver a su país y poder hacer lo que ama.
Desde el inicio, cuenta, no fue fácil la convivencia con los investigadores y docentes del Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño del Estado de Jalisco (CIATEJ-Guadalajara), institución a la que fue referido, debido al acoso y discriminación hacia él por su orientación sexual.
“Es de la vieja escuela y él así habla, habla con groserías”, fue la respuesta que recibió por parte de la directora del centro cuando acudió a pedir apoyo. Incluso, en algún momento la directora le preguntó si él no había hecho algo para que el otro profesor se comportara de esa manera grosera.
“Me culpó a mí, imagínate”, lamenta.
Fue ahí donde el calvario comenzó. Se vio obligado a trabajar en un ambiente hostil, con tratos groseros, sin material y con el impedimento de participar en determinados proyectos.
Incluso vandalizaron su auto y le aventaron piedras a su domicilio.
Su salud física y mental se deterioró rápidamente, hasta que por un cuadro de depresión severa tuvo que tramitar una incapacidad.
A prácticamente cinco años de su regreso a México, el viacrucis de Bernardino continúa sin que las autoridades de la Secihti le brinden apoyo.
El investigador se quedó sin empleo, pues, aunque pidió su cambio de centro de investigación tras denunciar el acoso y la discriminación, el CIATEJ-Guadalajara evaluó negativamente su desempeño, aunque él ya no trabajara ahí.
Así, aunque él ya estaba en la Ciudad de México laborando en el Cinvestav, esa evaluación resultó en la cancelación de su plaza como Investigador por México.
Aunque ha enviado mails a la Secihti y a su titular, Rosaura Ruíz pidiendo apoyo, no ha tenido ninguna respuesta. En días pasados solo la Secretaría de Buen Gobierno le respondió que turnaría su denuncia a la Secretaría de Ciencia.
“No te imaginas lo feliz que fui cuando estaba en Estados Unidos. Podía trabajar, podía ser quien soy (…) nadie me acosó, nadie”, comparte Bernardino.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos -en su primer mandato en enero de 2017-, el rector de la Universidad en la que laboraba envió una carta para darle certeza y tranquilidad a los investigadores extranjeros que ahí laboraban.
“Para nosotros son talento científico y por supuesto que los valoramos”, decía la carta, comenta el investigador.
Sin embargo, apenas volvió, “mi propio país me da un portazo en la cara permitiendo que nos maltraten”, reprocha.
A la fecha, Bernandino se encuentra desempleado.
“Cada día que pasa me estoy hundiendo más en la ansiedad y en las deudas (…) porque a la Secihti no le importa dejarnos en la calle”.
El caso de Bernardino no es aislado. Aunque él se asesora para emprender acciones legales en contra de la Secihti, este medio pudo conversar con otros Investigadores por México quienes compartieron sus experiencias y que por miedo a las represalias que pudieran tener, decidieron guardar silencio y no denunciar formalmente.
Sonia, una investigadora que labora en una institución del norte del país, y quien por miedo a represalias pide no publicar su nombre ni lugar de trabajo, cuenta que uno de sus superiores le gritó y humilló en distintas ocasiones, e incluso se apropió de su trabajo.
Aunque pensó en denunciarlo con las autoridades de su centro de empleo y pedir apoyo a la Secihti, finalmente decidió guardar silencio porque de ese investigador depende su evaluación laboral y si esa evaluación es negativa, ella puede perder su empleo.
Andrea, por ejemplo, envió varios escritos al Comité de Ética de la Secihti por el acoso y discriminación por parte de sus compañeros investigadores por su forma de vestir, pero nunca tuvo respuesta, ni siquiera de haber recibido el correo electrónico.
Te puede interesar | Secretaría de Ciencia pagará becas a estudiantes de Cinvestav, pero no serán para todos
Ella mantiene su empleo, pero evita entablar cualquier tipo de contacto o interacción con sus compañeros.
Después de 10 años en los que el programa Investigadores por México –antes Cátedras Conahcyt– ha estado activo, los científicos coincidieron en que hay resistencia de las autoridades federales a continuarlo, por lo que pidieron a la secretaria, Rosaura Ruiz, les dé certeza sobre el futuro de este programa, pues opinaron que su estabilidad laboral no puede depender solo de las evaluaciones.
“Creemos que ya es momento de sentarnos y revisar nuestras condiciones laborales porque la edad promedio (de los investigadores) es de 45 años (…) y cada vez nos vamos haciendo más adultos y pues nos aterra el futuro”, dice Beatriz Díaz, secretaria de prensa y propaganda de SIINTRACATEDRAS.
“Nos aterra tener que seguir pasando en las evaluaciones (porque) creemos que nos hemos ya ha ganado la estabilidad y porque hemos demostrado nuestras capacidades en áreas para hacer ciencia, en áreas para preparar personal y pues no vemos que alguien quiera solucionar y darnos toda la estabilidad y mejoras laborales que creemos que son nuestro derecho”, agrega la investigadora.
El trabajo de la astrónoma estadounidense llevó al descubrimiento de la teoría de la materia oscura. Su nombre quedará inmortalizado en un potente nuevo observatorio en Chile.
Sus creadores dicen que el Observatorio Vera Rubin “marcará el inicio de una nueva era en la astronomía y en la astrofísica”. Quizás por ello lleva ese nombre: ella hizo lo propio como científica.
Rubin (1928-2016) fue una astrónoma estadounidense cuyo trabajo pionero aportó las primeras pruebas convincentes de la existencia de la materia oscura, uno de los mayores misterios de la astrofísica actual.
Este lunes se revelan las primeras imágenes del observatorio bautizado en su honor y que dispone de la cámara digital más grande y más sensible del mundo.
Ubicado en lo más alto del Cerro Pachón, en la región de Coquimbo, en Chile, este centro de astronomía permitirá estudiar por primera vez en tiempo real explosiones de supernovas, además de agujeros negros supermasivos, estrellas variables, asteroides, cometas y más.
Todo esto gracias a su sensor con 3 mil 200 megapíxeles.
“Se necesitarían cientos de pantallas de televisión de ultra alta definición para mostrar una sola imagen tomada por esta cámara”, informa el observatorio que pertenece a la Fundación Nacional de Ciencias y al Departamento de Energía ambos de EE.UU.
Y agrega: “Con la información que proporcionará Vera Rubin, podremos comprender de mejor forma el universo, la crónica de su evolución, sumergiéndonos en los misterios de la energía y materia oscura, y tener las respuestas a preguntas que aún ni siquiera imaginamos”.
Siendo niña, Vera Rubin construyó su primer telescopio con un tubo de cartón y con unas pequeñas lentes que compró en una tienda de material científico.
Su afición por la astronomía contó con el apoyo de su padre, quien incluso la llevó a reuniones de astrónomos aficionados, según publica el perfil del Museo de Historia Natural de EE.UU.
Aunque su familia siempre fomentó su talento y pasión por la ciencia, cuando Rubin contó a su profesor de física del instituto —donde era prácticamente la única chica— que planeaba ir a la universidad, este le recomendó que evitara las carreras científicas.
Ella no le hizo caso y se convirtió en la única especialista en astronomía que se graduó de la prestigiosa universidad femenina Vassar en 1948.
Cuando buscó matricularse como estudiante graduada en Princeton, le dijeron que a las mujeres no se les permitía ingresar en el programa de astronomía de postgrado de la universidad, una política que no fue abolida hasta 1975.
Lee: Estudiar estrellas para entender la Tierra: la científica que explica la importancia del James Webb
Entonces se presentó en la Universidad de Cornell, donde estudió física. Luego fue a la Universidad de Georgetown, donde obtuvo su doctorado en 1954.
En los años 70, Vera Rubin y su colega Kent Ford estudiaron más de 60 galaxias y descubrieron que las estrellas de los bordes exteriores se movían con la misma rapidez que las del centro, algo que no obedecía a las leyes de la física.
Para conciliar sus observaciones con la ley de la gravedad, los científicos propusieron que había materia que no podemos ver y la llamaron materia oscura.
Al principio muchos astrónomos se mostraron reacios a esta idea, “pero las observaciones eran tan inequívocas y la interpretación tan sencilla que pronto se dieron cuenta de que Rubin tenía razón”, explica el Museo de Historia Natural de EE.UU.
Ahora el Observatorio Vera Rubin tiene como uno de sus objetivos justamente comprender la naturaleza de la materia oscura.
“Nunca hemos sido capaces de ver directamente una de estas partículas de materia oscura, a pesar de que constituyen más del 80% de toda la materia del universo”, afirma el observatorio.
“Lo que sí podemos ver —continúa— es el efecto gravitatorio que tiene la materia oscura sobre las galaxias y su distribución en el universo”.
En este sentido, el observatorio tendrá como una de sus tareas catalogar más de 10 mil millones de galaxias para entender cuántas hay de un determinado tamaño.
“Si vemos un montón de galaxias pequeñas, eso apoyaría nuestra hipótesis actual más probable sobre las propiedades de la materia oscura”, explica el observatorio.
Durante casi toda su carrera Vera Rubin tuvo que enfrentarse a los prejuicios de los que consideraban que la vida de una madre de cuatro hijos era incompatible con la ciencia.
Pero ella siempre se mostró combativa.
Un ejemplo ocurrió cuando finalmente pudo tener acceso al Observatorio de Palomar, donde no había baño para mujeres, problema que solucionó pegando una falda de papel a la puerta del baño de hombres.
Según la biografía Vera Rubin: Una vida, publicada en 2021 por Jacqueline y Simon Mitton, su impacto “no se limitó a sus contribuciones al conocimiento científico, sino que también ayudó a transformar la práctica científica, promoviendo la carrera de mujeres investigadoras“.
Luchó por la inclusión de las mujeres en los comités y conferencias científicas, por contratar más profesoras y premiar a colegas femeninas.
Sus estudios le valieron numerosos honores, incluyendo ser la segunda astrónoma mujer elegida para la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Pero hay quienes creen que los reconocimientos en vida no estuvieron a la altura de su carrera.
“A pesar de ser una de las astrónomas más influyentes de su época y de lo revolucionario de sus descubrimientos, Vera Rubin no fue galardonada con el Nobel ni recibió en vida el mismo reconocimiento que algunos de sus compañeros”, se afirma en su biografía.
Ahora está siendo reconocida de forma póstuma con el primer observatorio estadounidense que lleva el nombre de una mujer.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.