
Georgina Álvarez tiene 28 años y vive en el Estado de México. Con ayuda de su mamá, hasta donde puede porque es una persona mayor, ella se hace cargo de su hija de 5 años. Aunque terminó su carrera universitaria poco antes de embarazarse, tuvo que interrumpir su proceso de titulación y hoy solo cuenta con ingresos laborales informales.
Durante sus estudios universitarios, relata, conoció a un escultor que con el tiempo se volvió famoso e incluso colaboró en el diseño del Espacio Escultórico de Ciudad Universitaria. Fue una relación de abuso y todo tipo de violencias: económica, familiar, psicológica, patrimonial e incluso física. Vivió brevemente con él, y durante ese periodo pudo titularse cuando la niña tenía un año y seis meses. Pero al poco tiempo, él se fue.
Fue entonces cuando su mamá, de 66 años, comenzó a ayudarla con la crianza de su hija. Georgina explica que su madre tiene una tarjeta de Bienestar y con eso colabora para pagar algunos servicios, pero para el resto, la joven se las arregla sola, mediante dos ingresos que no son fijos.

Por un lado, da clases de arte a niños en la casa de cultura de Real del Valle en el Estado de México, sin contrato ni prestaciones, pues es un trato en el que median documentos, pero se cierra solo de palabra: “Ellos no reciben dinero; todos los padres que quieren inscribir a sus hijos nos dan el dinero directamente, pero, a cambio, para poder trabajar, básicamente hay que asistir a eventos políticos, ferias, festivales y otros como intercambio”. Ella cobra por clase.
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Allegarse ingresos ha sido muy difícil, incluso ha tenido que pedir dinero prestado a sus hermanos, pero el bazar al que asiste hoy, un domingo en la colonia Roma, es “una ayudadota”, dice, aunque tampoco representa un ingreso fijo. Su emprendimiento solo lo puede desarrollar cuando hay bazares, y ahora busca cómo insertarlo en los tianguis de su colonia. Algunos servicios también los ofrece por redes sociales mediante cooperación voluntaria.
Como mujer, ha encontrado un ambiente laboral muy difícil, particularmente desfavorecedor. En su último trabajo incluso vivió acoso sexual. Además, en su profesión, como artista visual, percibir ingresos fijos es aún más complicado. Apenas ahora que su hija ya tiene 5 años ha podido empezar a desarrollarse un poco más profesionalmente o mediante emprendimientos, porque antes su hija requería todo el tiempo.
“No he podido dedicarme tanto a mi salud física, emocional, y sobre todo a un trabajo fijo, formal; no he podido”, lamenta. En el bazar de jóvenes emprendedores al que asiste hoy permanece detrás de una mesa llena de collares y artesanías de piedra, obsidiana y un servicio de oráculo de ángeles. Georgina cuenta que surgió como una actividad secundaria para tener ingresos, dado que es la única que aporta recursos a su casa, además del programa social que recibe su mamá.
“Soy madre soltera, solo yo trabajo, mi hija tiene 5 años y mi mamá es la que se encarga de ayudarme a cuidarla, pero ahorita está enferma, por ejemplo; también cuido de mi madre, ya que también es adulta mayor y en eso estamos”, dice entre resignada y entusiasta por el día de venta que se avecina.
Aunado a que la mayoría de jóvenes que no estudian y no trabajan son mujeres que no pueden buscar empleo por estar dedicadas a labores domésticas o de cuidados, por otro lado hay 605 mil jóvenes que no trabajan, pero están disponibles para hacerlo, y 494 mil que están buscando trabajo sin éxito, estima la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno a partir del análisis de datos de encuestas del INEGI.
Esteban Álvarez, coordinador de la Alianza, enfatiza que en el caso particular de las mujeres, se enfrentan a la falta de servicios de cuidado infantil y esquemas laborales flexibles que dificultan su incorporación al trabajo. A esto se suma la discriminación y el acoso laboral y sexual, que también afecta de manera desproporcionada a las mujeres.
“Estamos trabajando en entender qué tipo de recomendaciones de políticas públicas podemos acercar a los tomadores de decisión en el Poder Ejecutivo y en el Poder Legislativo para que se instalen acciones efectivas para la inclusión económica de las personas jóvenes que están fuera de la escuela y fuera del trabajo, y que en su gran mayoría son mujeres”, apunta.
Lluvia y María, que abandonaron sus estudios por diferentes razones, también forman parte de esas mujeres jóvenes que no encontraron una respuesta en el trabajo formal, pero ahora la buscan con sus emprendimientos. La primera tiene 18 años, la segunda 21; una echó a andar un negocio de aguas artesanales y la otra, una panadería casera. Ante la falta de alternativas escolares y laborales, encontraron esa salida, que desde su perspectiva, no es menor, e incluso las ha ayudado a superar el juicio social por dejar sus estudios.
“Me gusta mucho emprender porque siempre he creído que sí, la escuela es algo muy importante, nunca debes de dejar de prepararte, pero hay otros caminos, siempre hay otros caminos, la escuela no es la única opción. Entonces el emprendimiento también me parece algo muy viable, porque es algo tuyo, algo que tú vas construyendo”, sostiene Lluvia.
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Eso ha sido posible gracias a una iniciativa de la Red Global Jóvenes Oportunidad (GOYN), que impulsa un cambio de narrativa mediante un grupo de jóvenes que asesora iniciativas de otros jóvenes, para poner al centro la perspectiva de eliminar los estereotipos y estigmas negativos que existen hacia la juventud, particularmente dirigidos a la que no estudia ni trabaja.
Se refieren en específico a jóvenes entre 15 y 29 años que enfrentan contextos adversos y falta de acceso al ámbito educativo y laboral, o que están en este último solo de forma informal y precaria, pero cuyas barreras estructurales no los definen. Dada una oportunidad, pueden explotar su creatividad, resiliencia y capacidad de resolución.
Atena, quien forma parte de esa red, puntualiza que particularmente en la Ciudad de México –donde trabaja la red– se refleja la estadística global del gran porcentaje de mujeres jóvenes que no pueden acceder al empleo y la capacitación por el tema de labores de cuidados. Es una problemática transversal, por lo que la Red trabaja la perspectiva de género en todas sus líneas de acción, asegura, pues las barreras son particularmente desproporcionadas en su caso.
Álvarez recuerda que el universo total de jóvenes en México supera los 30 millones de personas, de los que más de la mitad están fuera de la escuela y el trabajo, en trabajos precarios o son jóvenes en pobreza por ingresos, lo que afecta particularmente a las mujeres. Se trata de trabajos precarios porque no tienen ingresos suficientes ni seguridad social, así como un salario suficiente. “Muchas veces no tienen ni lo uno ni lo otro”, enfatiza.
Georgina representa el futuro de muchas mujeres jóvenes y adolescentes que se convierten en madres a temprana edad, lo que desde ese momento limita u obstaculiza sus posibilidades de continuar con estudios o trabajar. Por eso, otro componente fundamental para cambiar la realidad de las jóvenes mexicanas es atender el fenómeno del embarazo adolescente.
Maya es una niña, ahora de 14 años, que vive en Xochimilco. Cuando tenía 11, acudió embarazada a un centro de salud de la jurisdicción sanitaria de esa demarcación para pedir consejería sobre métodos anticonceptivos para su hermanita, un año menor. Maya sabía que, tal como le había sucedido a ella, su hermanita tarde o temprano sería violada por su primo.
Su contexto de violencia se entrevera con las condiciones económicas en las que vive, que orillan a su familia nuclear a compartir el mismo predio con la ampliada. A la larga, Maya dejó la escuela y tampoco tuvo acceso a alguna otra forma de allegarse ingresos. No quiso el apoyo de alguna organización; se resignó a que su realidad y destino era cuidar.
Como ella, el contexto de las niñas y adolescentes madres en Xochimilco, segunda alcaldía con mayores índices en la Ciudad de México, está estrechamente relacionado con contextos de marginación y violencia, explica la doctora Mirna Vara Aguirre, directora jurisdiccional, quien al conocer en 2017 las preocupantes cifras, usó lo que tenía a mano para echar a andar un programa que hoy cuenta con la participación del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y de Petit Files.
“Nadie quería hablar del tema, y por eso vimos la necesidad de trabajar con madres, padres, responsables de crianza y con el personal docente. Ahí fue donde detonamos el proyecto… Un tema que estamos trabajando con ellas y ellos es la importancia de tener un proyecto de vida: que más allá que vayas o no vayas a la escuela, la vida sigue y pueden hacer otras actividades”, subraya Vara Aguirre.

El proyecto, puesto en marcha en 2022, forma parte de la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes (ENAPEA) que México implementó en 2015 y que, según las autoridades, ha conseguido reducir en 30% la tasa de fecundidad de niñas y jóvenes. El Consejo Nacional de Población estima que en la capital del país han disminuido en un 20%.
El proyecto consta de ferias y talleres interinstitucionales en planteles educativos y espacios deportivos, en los que profesionales capacitados en consejería de métodos anticonceptivos, derechos sexuales y reproductivos, marco normativo y desarrollo de opciones de autoempleo orientan a jóvenes y adolescentes para evitar embarazos tempranos, principalmente aquellas que viven en las zonas más marginadas de la alcaldía.
César Guevara, director de la asociación Petit Fils, explicó que este proyecto busca llegar a jóvenes dentro de los planteles escolares donde estudian, pero también se enfoca en la población que deja la escuela, ya que 8 de cada 10 adolescentes que se embarazan abandonan su trayectoria escolar para criar a sus hijos e incorporarse, generalmente, al comercio informal en mercados o al trabajo en la zona chinampera.
Por ello, Petit Fils trabaja con estas jóvenes el empoderamiento económico a través de la elaboración de productos de amaranto, una semilla que forma parte de la cultura de Xochimilco. “Con esta labor artesanal, las mujeres se liberan del yugo económico que viven dentro de sus hogares; también trabajamos un componente artístico con talleres de muralismo y graffiti, así como con torneos de futbol en los que desarrollamos temas como derechos de adolescentes y los concientizamos de la realidad que se vive dentro de la alcaldía”, explica.
Dentro de las escuelas, el proyecto refuerza la educación integral: “No sólo con adolescentes y jóvenes, sino también con padres de familia, con quienes quitamos mitos y tabús de los que está rodeada la sexualidad, porque somos una comunidad con usos y costumbres muy marcados, en los que estas pláticas no son tema de la vida cotidiana, aunque no está cerrada a recibir esta información”.
Ariadna Morales, integrante de Petit Fils, dice que en el caso de los adolescentes y jóvenes que no estudian, se les invita de puerta en puerta, o en zonas donde trabajan, a que acudan a los talleres, así como a actividades culturales en las que se habla de métodos anticonceptivos, se regalan preservativos y se resuelven sus dudas.
“Citamos a los chicos en un embarcadero donde abordamos trajineras para llegar a una cancha que está en medio de los canales de Xochimilco, normalmente los partidos y talleres se realizan los sábados, porque a veces los jóvenes tienen actividades en la semana, y hasta ahora les ha gustado; han generando un espacio seguro al que llegan más personas por invitación de amigos”, relata Morales.
Además de hablar sobre derechos sexuales y reproductivos, Adriana destacó que en los talleres se toca el tema de la violencia, “y algunas veces, al estar platicando con ellos, se dan cuenta que la han sufrido, pero también que pueden frenarlo y que hay espacios seguros que los pueden apoyar, como en Petit Fils, en donde también buscamos combatir el rezago educativo y contamos con un comedor comunitario para quienes no tienen trabajo o no cuentan con recursos”.
Con todo esto, Adriana reconoce que para las adolescentes que han tenido un embarazo es difícil continuar con su proyecto de vida, “porque les han dicho que su maternidad es un castigo, que por no cuidarse les toca cuidar a sus hijos, pero nosotros les recordamos que no merecen ser violentadas y que con apoyo de familiares e instituciones pueden cambiar su situación”.
Fernanda y Dulce, de 17 años, han conseguido encontrar una alternativa distinta a Maya. Son ejemplo de cómo con apoyo familiar y de asociaciones como Petit Fils y la UNFPA las adolescentes que son madres pueden continuar con su proyecto de vida.
Fernanda, por ejemplo, se embarazó a los 16 años. Lo supo cuando tenía ya cinco meses de gestación, lo que al principio la desconcertó, pero gracias al apoyo de su madre pudo continuar con sus estudios de bachillerato, e incluso tiene tiempo de acudir a las actividades deportivas y talleres de Petit Fils.
“Mi mamá me dijo que siguiera estudiando para acabar una carrera y tener un trabajo estable, y en las actividades de la organización he aprendido que es importante cuidarse y saber sobre métodos anticonceptivos”, señaló la joven.
Dulce no se ha embarazado, pero encuentra útil la información sobre sexualidad que recibe en la escuela y en los talleres de Petit Fils: “Son cosas que no sabía sobre la variedad de métodos anticonceptivos, su uso y los riesgos que hay de enfermedades o embarazos no deseados, y que ahora puedo compartir con más personas que tampoco sepan”.
Para la UNFPA, es importante continuar con el proyecto en Xochimilco, que prevé abrir dos clínicas para atención de salud sexual y reproductiva para llegar a unos 35 mil adolescentes que aún no forman parte de las actividades. Aunque la ENAPEA ha disminuido la tasa de fecundidad adolescente –jóvenes de entre 15 y 19 años–, estas acciones no han impactado en los embarazos de niñas menores de 15 años: en el país, una de ellas da a luz cada hora.

En un intento por cambiar esta realidad, la UNFPA buscará replicar los componentes del modelo integral de prevención del embarazo en adolescentes en otras partes del país, comenzando con cinco municipios de Yucatán –Halachó, Kanasín, Umán, Chemax y Progreso–, e incorporar en sus proyectos la autonomía corporal como forma de promover el libre ejercicio de los derechos humanos, particularmente los sexuales y reproductivos.
Ante una realidad en la que las jóvenes se convierten en madres a edades muy tempranas, y con frecuencia abandonan estudios y se enfrentan a escasas oportunidades laborales, precarias o marcadas años después por brechas salariales profundas, que son más grandes entre más hijos tienen, se evidencia de manera más marcada la deuda eterna de un Sistema Nacional de Cuidados que no llega.

Un nuevo documental de la BBC arroja luz sobre cómo Jasveen Sangha terminó siendo acusada en el caso del actor de “Friends” Matthew Perry.
Ella era una mujer que parecía tenerlo todo: una crianza privilegiada, una buena educación y un amplio círculo de amigos.
Pero Jasveen Sangha guardaba un oscuro secreto que, según algunos de sus amigos más cercanos, ocultaba incluso de ellos. La ciudadana con doble nacionalidad británica-estadounidense proveía de sustancias controladas a estrellas ricas y famosas de Hollywood, y administraba una ‘casa de escondite’ de drogas que incluía cocaína, Xanax, pastillas falsas de Adderall y ketamina.
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Su negocio —y la ilusión de su vida encantada— llegó a un abrupto final después de suministrar 50 viales de ketamina que finalmente fueron vendidos al actor de Friends Matthew Perry, incluyendo la dosis que provocó su muerte por sobredosis en 2023.
Ahora, Sangha está entre otras cinco personas, incluidos dos médicos, que se han declarado culpables de delitos relacionados con la muerte de Perry.
En febrero, Sangha será la última acusada en recibir sentencia en el caso, el cual destapó una red clandestina de ketamina en Los Ángeles. Podría enfrentar una pena máxima de 65 años en una prisión federal.
Bill Bodner, agente especial a cargo de la oficina de Los Ángeles de la Administración para el Control de Drogas (DEA) en el momento de la muerte de Perry, dijo a la BBC que ella era “una persona altamente educada que decidió ganarse la vida traficando drogas, y usar ese dinero del narcotráfico para financiar esta personalidad de influencer en redes sociales”.
Añadió que Sangha dirigía “una operación de narcotráfico bastante grande que atendía a la élite de Hollywood”.
Los fiscales han señalado que Perry estaba tomando cantidades legales y prescritas de ketamina para tratar la depresión, pero luego comenzó a querer más de lo que sus médicos le permitían.
Los documentos judiciales relacionados con la investigación federal muestran cómo eso llevó al actor a ponerse en contacto con varios médicos y luego con un distribuidor que obtenía la droga para Sangha a través de un intermediario.
Su abogado, Mark Geragos, ha dicho que Sangha está asumiendo la responsabilidad, pero ha negado que ella conociera realmente a Perry, quien fue más conocido por interpretar a Chandler Bing en la popular comedia televisiva Friends.
“Ella se siente terrible. Se ha sentido terrible desde el primer día”, dijo Geragos a los periodistas después de que se declarara culpable en el caso. “Ha sido una experiencia horrenda”.
Semanas antes de la muerte de Perry, Sangha habló por teléfono con su viejo amigo Tony Marquez.
Él y otras personas hablaron con la BBC y la presentadora Amber Haque para un documental que investiga las circunstancias alrededor de la muerte de Perry. Es la primera vez que amigos hablan abiertamente sobre la mujer que se ha hecho conocida mundialmente como la “reina de la ketamina”.
Sangha y Marquez se conocen desde la década de 2010, y él dijo que incluso había frecuentado a su familia. Como Sangha, Marquez era un habitual del circuito de fiestas en Los Ángeles.
Él también ha enfrentado problemas legales relacionados con drogas y tiene una condena previa por narcotráfico. Pero aunque ambos compartían una larga historia, dice que Sangha nunca insinuó que estaba en serios problemas.
Solo unos meses antes, su casa en North Hollywood, que según los fiscales era una “casa de escondite’, había sido allanada por la policía.
Jash Negandhi asistió a la Universidad de California en Irvine junto con Sangha en 2001 y han sido amigos durante más de 20 años.
“Ella estaba muy metida en la escena de la música dance”, recuerda Negandhi. “Le encantaba bailar y pasarla bien”.
Negandhi dijo que quedó desconcertado al enterarse de que su amiga era una traficante de drogas.
“Yo no sabía nada”, afirma. “Absolutamente nada. Ella nunca había hablado de eso”.
Ciertamente, la mayoría de los amigos asumían que ella no necesitaba dinero.
“Ella siempre tenía dinero”, dice Marquez. “Viajaba por todas partes en jet privado, y hacía eso mucho antes de que todo explotara”.
Los abuelos de Sangha eran multimillonarios del comercio de moda en el este de Londres, según el periódico The Times, y Sangha —hija del empresario Nilem Singh y de la doctora Baljeet Singh Chhokar— estaba destinada a heredar la riqueza familiar.
Su madre se volvió a casar dos veces y se mudó a Calabasas, en California, donde En Sangha creció. Su casa familiar en Los Ángeles es “hermosa” y “grande”, según Marquez.
“Hacíamos parrilladas o fiestas en la piscina en la casa de sus padres”, dice. “Son muy atentos, muy cariñosos, y nos trataban como si fuéramos sus hijos”.
Sangha pasó un tiempo en Londres después de la secundaria y se graduó con un MBA en la Hult International Business School de Londres en 2010. En las fotos, se la puede ver sonriendo dulcemente a la cámara con un elegante traje negro y el cabello castaño alisado durante una visita al Financial Times en 2010.
“No daba la impresión de ser una buscavidas”, señala un antiguo compañero de clase. Sangha era amistosa, aunque algo distante.
En clase usaba ropa de diseñador y disfrutaba socializar. No había rumores de que estuviera involucrada en drogas. “Si hubiera sido consumidora en Hult, probablemente lo habríamos sabido”.
Regresó a Los Ángeles poco después de completar su MBA. La madre y el padrastro de Sangha administraban franquicias de KFC en California y fueron demandados por la compañía en 2013 por más de 50.000 dólares, según muestran documentos judiciales, por no pagar regalías a la empresa por el uso de su marca.
El padrastro de Sangha se declaró en bancarrota antes de que el caso concluyera. Si la familia de Sangha estaba atravesando dificultades financieras durante ese período, sin embargo, ella no lo reveló a muchas personas.
“No escuché nada sobre eso”, dice Negandhi.
Sangha parecía querer alcanzar los logros empresariales de sus padres. Abrió un salón de manicura de corta duración llamado Stiletto Nail Bar y hablaba con amigos sobre ambiciones que incluían ser propietaria de una franquicia de restaurantes.
Pero su verdadero interés parecía estar en salir de fiesta. En Los Ángeles, tenía un círculo muy unido de amigas llamado las ‘Kitties’, según Marquez, que era un grupo compuesto en su mayoría por mujeres que disfrutaban organizar fiestas a las que asistían celebridades.
A menudo se reunían en Avalon, un teatro histórico en el corazón de Hollywood que alberga conciertos y eventos de música electrónica, y festejaban hasta altas horas de la madrugada.
Marquez afirma que tomaban pastillas y ketamina. A veces sus fiestas, que organizaban en distintas partes de California, duraban varios días.
“Íbamos de viaje al Lago Havasu, alquilábamos una gran mansión antigua y llevábamos a nuestros DJs, todos nuestros sistemas de sonido, y cada noche teníamos una fiesta temática solo para nosotros”, dice Marquez sobre el lago, que limita con California y Arizona.
“Nos vestíamos elegantes y hacíamos una fiesta de blanco, una fiesta de trajes brillantes. Tuvimos una fiesta de hongos.”
Estas fiestas “siempre incluían ketamina”, afirma. Pero aunque Sangha tenía muchos apodos dentro de este grupo de amigos, nadie la conocía como la “reina de la ketamina”.
“Nadie la llamaba así”, dice Marquez.
El grupo estaba preocupado por la contaminación del suministro ilegal de drogas con el mortal opioide fentanilo y, por lo tanto, hizo esfuerzos extraordinarios para obtener grandes cantidades de ketamina de alta calidad.
“Si íbamos a consumir ketamina, queríamos conseguirla de la fuente”, dice Marquez.
Los amigos supuestamente usaban mensajeros para ir a México a recoger la droga —que se utiliza como sedante durante cirugías— de veterinarios y farmacias corruptas al otro lado de la frontera.
“No sabría decir si Jasveen hacía eso”, afirma Marquez. “¿Pero teníamos acceso? ¿Teníamos gente que lo hacía? Sí”.
Marquez afirma que nunca sospechó que Sangha estuviera traficando drogas en paralelo: “Es impactante, te lo digo”.
“Durante años y años he conocido a esta persona. Conozco a su familia. Sé cómo actúa, sé de lo que es capaz. Sé de dónde viene. No puedo —aún hoy en día— no puedo creer que esto esté pasando”, dice.
Mirando en retrospectiva, Marquez sospecha que Sangha se volvió “adicta” al estatus social que conllevaba ser una traficante de drogas para los ricos y famosos.
“Creo sinceramente que Jasveen estaba adicta a esa vida de vender [drogas] a celebridades”, afirma.
“Ella era adicta a estar en ese círculo social y a ser buscada por celebridades que la gente ha visto toda su vida en la televisión”, agrega.
Dice que cree que ella nunca fue una “capo” ni una gran traficante, sino que simplemente cayó en el negocio porque “le encantaba consumir ketamina, igual que todos nosotros”.
Las acciones de Sangha, sin embargo, sugieren un carácter más despiadado.
Los fiscales han dicho que en 2019, Sangha vendió ketamina a un hombre llamado Cody McLaury.
McLaury sufrió una sobredosis y murió. Tras su muerte, su hermana le envió un mensaje de texto a Sangha para decirle que las drogas que había vendido a su hermano lo habían matado.
“En ese momento, cualquier persona sensata habría acudido a las autoridades, y ciertamente cualquier persona con un mínimo de corazón habría detenido sus actividades y no habría seguido distribuyendo ketamina a otros”, dice Martin Estrada, exfiscal jefe del Distrito Central de California, quien anunció cargos federales contra Sangha en agosto de 2024.
“Ella siguió haciendo esto, y vimos que, varios años después, la continuación de su conducta resultó en la muerte de otra persona, el señor Perry”, agrega.
Otro amigo de un círculo distinto que solía ir a clubes con Sangha en la década de 2010 recuerda haberse sorprendido de manera similar con la noticia.
Le dijo a la BBC que conocía a Sangha desde la secundaria y que socializaba mucho con ella al mismo tiempo que Marquez.
El amigo no quiso ser identificado, para poder hablar con franqueza sobre la mujer que conocía y que ahora “está siendo acusada de ser una narcotraficante”.
“Siempre estábamos en fiestas, casi todas las noches. Durante muchos, muchos años”, dice él. “Ella nunca me ofreció nada”.
Recuerda que Sangha llevaba a su tío Paul Sing con ella a casi todos lados. “No es realmente el comportamiento de una narcotraficante”, afirma. “[Y] no es que simplemente lo dejara acompañarla. Él siempre vestía a la moda”.
Paul Sing aparece en fotos de eventos junto a Sangha y estuvo presente en el tribunal para escucharla declararse culpable el 3 de septiembre.
Según Marquez, en algún momento de la década de 2020 Sangha asistió a rehabilitación. En documentos judiciales presentados el mes pasado, su abogado Mark Geragos afirmó que llevaba 17 meses sobria. En su última conversación con Negandhi, hablaron sobre el futuro.
“Ambos estábamos ya en nuestros cuarenta, y tiendes a autoevaluarte cuando llegas a esa edad. Y empiezas a pensar, ¿qué es lo que queremos hacer ahora que hemos alcanzado esta etapa?”, dice él.
“Ella estaba muy emocionada por haber estado sobria durante bastante tiempo y simplemente esperaba muchas cosas de la vida”, agrega.
Sangha no mencionó que había sido arrestada recientemente.
“Yo no tenía idea de que estaba pasando por todo esto cuando hablábamos”, afirma. “Ella no había revelado nada de eso”.
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