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La importancia de leer y escribir: maestros comunitarios educan en la adversidad en Guerrero
La importancia de leer y escribir: maestros comunitarios educan en la adversidad en Guerrero
Foto: Emiliano Tizapa
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La importancia de leer y escribir: maestros comunitarios educan en la adversidad en Guerrero

Juana pasó 62 años de su vida ocultando para el mundo que no sabía leer ni escribir y afrontando las dificultades que eso supone; sin embargo, gracias al Centro de Educación, Arte y Cultura Paulo Freire y al trabajo de voluntarios que luchan contra las adversidades para poder enseñar, ella consiguió "enderezar las cosas".
17 de mayo, 2025
Por: Arturo de Dios Palma / El Tlacolol

Pasaron 44 años para que Juana Neftalí González Barrientos descubriera que su esposo la engañaba. 

Hace ocho meses se puso a hurgar entre sus cosas y halló las cartas que cuando tenía 20 años su esposo le daba a guardar. Nunca sospechó que las hojas que le daba a guardar no eran “documentos” —como le decía— si no cartas que le enviaban sus amantes. 

No lo sospechó por una razón simple: Juana pasó 62 años de su vida sin saber leer ni escribir. Cuando las pudo leer, recuerda, lloró de coraje. Se sintió engañada y al mismo tiempo comprendió muchas cosas que pasaron hace cuatro décadas: cómo quiénes eran las mujeres que llegaron al velorio de su esposo y lloraron desenfrenadamente. O cuando su esposo no fue al parto de su hija mayor porque, según le dijo, se quedó a cuidar las vacas y los becerros en Campo de Aviación, el pueblo enclavado en la sierra del municipio de Heliodoro Castillo, donde vivían. Con las cartas se dio cuenta que en realidad su esposo se fue a ver a otra mujer que una semana antes había parido a un hijo. 

“Yo siento que no fue porque yo le parí una mujer y él quería un varón”, define Juana.

Lee: Con más vocación qué protección: ser un maestro en zona serrana de Sinaloa en tiempos de guerra 

Juana se incorporó hace tres años al Centro de Educación, Arte y Cultura Paulo Freire.  

Hace cuatro años, Juana conoció a David Teliz, el coordinador del centro educativo. La invitó a estudiar su primaria. Juana se resistió, se inventaba cualquier pretexto para no asistir. Sin saber leer y escribir había vivido su vida, había construido su casa y mandado hasta la universidad a su hija y a su hijo. 

No saber leer ni escribir, sin embargo, era un pendiente que tenía Juana. Toda su vida hizo maromas para que nadie descubriera que era analfabeta. A Juana se la robó su esposo cuando tenía 15 años. Vivía en la comunidad de La Providencia, en la sierra que conecta Acapulco y Chilpancingo. Se la llevó a vivir a su pueblo. A los cinco años, el hombre murió en un accidente automovilístico. Se quedó a vivir un tiempo con su suegra pero no se entendieron y la corrió. 

Juana no quiso regresar a la casa de sus padres y se aventuró a Chilpancingo. Salió con su hija en brazos y embarazada de su hijo. Vivió bajo puentes, luego en lugares donde le permitían dormir, hasta que pudo rentar un cuarto. Logró sobrevivir con su hija y su hijo. Tuvo infinidad de trabajos, fue camarera, ayudante de albañil, cocinera, vendedora y cobradora. Nadie la descubrió. La vida le enseñó lo básico de las sumas y las restas, eso le valió para mantener algunos empleos. 

Juana aprendió a leer y escribir tras 62 años; ahora estudia la preparatoria
Juana| Foto: Emiliano Tizapa

Donde no pudo ocultarlo fue en el Ejército. Después de que la despidieron en una obra, un amigo la invitó a ser ayudante de un quiropráctico en un cuartel militar. Aguantó siete años los maltratos a los que era sometida. La necesidad la hizo resistir. 

“Por cualquier motivo me daba de cachetadas”, recuerda la mujer.

Una vez le ordenaron que tenía que dar una plática, que tenía que organizar un material para exponerlo en la Ciudad de México. Se negó. 

“No quiero”, le dijo a los mandos militares. 

Los militares le dejaron claro que la orden no estaba a discusión y que la tenía que cumplir y punto. Juana insistió hasta que el margen de maniobra se terminó: confesó que no podía dar la plática porque no sabía leer ni escribir. No la fue a dar, en el cuartel se convirtió en la burla y después la despidieron.

Hace tres años, unas vecinas la buscaron para invitarla a que se uniera a un grupo para solicitar un préstamo colectivo. Quería terminar una construcción y accedió. Lo que nunca entendió, por no saber leer, es que si una de las integrantes se retrasaban lo tenían que pagar entre todas. Después de meses ocurrió: una dejó de pagar y la fueron a buscar para que además de su cuota cooperará para cumplir con la deuda de la vecina. A Juana no le gustó la idea, nadie le dijo que así funcionaba, todos dieron por hecho que había leído los documentos. Al final, decidió saldar su deuda y salirse del grupo. Las mujeres se quedaron furiosas.

Ahí entendió que no podía seguir sin saber leer ni escribir y decidió buscar a David para ingresar al centro educativo. Juana ya concluyó su primaria y secundaria, ahora estudia la preparatoria. 

David, el maestro comunitario que creó el Centro de Educación, Arte y Cultura Paulo Freire en Guerrero

Hace ocho años, David Teliz llegó al Centro de Salud de la colonia Bella Vista, al poniente de Chilpancingo, pidió permiso para dar clases en el pórtico. El director lo aceptó. Todas las tardes ahí organizaba los grupos de alfabetización, de primaria, secundaria y preparatoria que había confirmado como parte de la plaza comunitaria Ignacio Manuel Altamirano del Instituto Nacional para la Educación de Adultos (Inea). 

Como podía daba las clases junto con los demás asesores educativos. Pasaron los meses y el director del Centro de Salud lo invitó a dar sus clases en un espacio dentro del inmueble. 

“Desde entonces no volvimos a salir”, dice David con orgullo. 

Dos años después, al Centro de Salud lo trasladaron a unas cuadras a instalaciones nuevas, deshabitaron esa construcción vieja y deteriorada. Para David esos cuartos precarios, con paredes agrietadas, con techo de lámina, fueron suficientes para fundar el Centro de Educación, Arte y Cultura Paulo Freire.

Conservó la misma idea: que siguiera operando como plaza comunitaria del Inea pero que también se convirtiera en un espacio para la cultura y el arte. Y eso es. Ahí se alfabetiza, se dan clases de primaria, secundaria y preparatoria pero también talleres de pintura, de manualidades, de murales, se presentan libros, se proyectan películas.

Es un espacio que se ha mantenido en pie gracias a los jóvenes y adultos que de forma voluntaria dan las clases, pero también a los jóvenes y adultos que reciben las clases y a los vecinos de la colonia. Todo lo que hay, dice David, es donado. Las butacas, los pintarrones, los ventiladores, el refrigerador, los escritorios, los libreros. Ellos, profesores y alumnos, lo pintan, lo resanan, lo limpian. Todo es colectivo. Pero sobre todo, el centro de educación se ha convertido en un refugio, dice David. Sí, en un refugio de todos aquellos que el sistema educativo, económico, social ha rechazado, le ha negado la oportunidad de estudiar. 

Y no es una exageración de David, al centro educativo llegan las mujeres mayores que sus padres le negaron la oportunidad de estudiar porque hacerlo era sólo para los hombres. Llegan los hijos e hijas de las familias desplazadas por la violencia, los hijos e hijas de los campesinos y obreros que no les alcanza para mandarlos a la escuela.

Como Samuel Inés Castro, de 17 años, que nunca ha pisado una escuela convencional.  Nunca ha tenido compañeros de su misma edad, no sabe lo que son los recreos, el irse de pinta. En el centro educativo estudia la preparatoria. Ahí obtuvo su certificado de primaria y secundaria. 

Samuel no fue a la escuela porque su padre y su madre no tuvieron para comprarle los libros, los uniformes, ni para darle para los pasajes ni para el recreo. No tuvieron de otra: él y su hermana tuvieron que estudiar en la casa como pudieron y con lo que tuvieron. Samuel piensa obtener su certificado de preparatoria este año. Mientras —dice— está leyendo para entender uno de los periodos más oscuros de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial. También lee para entender las causas de tanta desigualdad que hay en el país. 

David Teliz creó el Centro de Educación, Arte y Cultura Paulo Freire en un centro de salud viejo y en desuso
Foto: Emiliano Tizapa

En agosto del 2024, Aldo Sebastián Méndez González, de 27 años, llegó al centro educativo para entrevistar a David como parte de un trabajo que hacía para el Colectivo Aguijón Rojo del cual forma parte. Al concluir la entrevista, David le soltó: 

—Tú sabes matemáticas, vente a dar clases. 

Sebastián estudió ingeniería en sistemas computacionales, sabe matemáticas sin ser experto. Aceptó la propuesta y desde entonces todos los jueves da la clase de matemáticas a los estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria. 

Sebastian además de dar clases de matemáticas ahora es asistente técnico en la plaza comunitaria del Inea, supervisa los círculos de estudio que ha podido establecer en Chilpancingo y es promotor del Centro de Educación, Arte y Cultura. 

Todo su trabajo es casi voluntario, recibe una compensación de parte del Inea. Le pagan 150 por cada estudiante que aprueba los exámenes mensuales. Pero que apruebe un examen un estudiante requiere de mucho trabajo. 

“Uno puede tener, por ejemplo, diez alumnos, pero si sólo dos aprueban, te pagan por esos dos, todo es por resultados”. 

Pese a eso, Sebastián está comprometido con seguir, sabe de la importancia de la educación, del poder del conocimiento en la gente. 

—¿Qué es lo que hace que te mantengas dando clases aquí?

—Me gusta enseñar, conectar con más personas, el tejido social casi no existe. Me siento comprometido a reconstruir ese tejido. Y tengo mi parte anarquista: estoy en contra del trabajo, así como funciona ahora, que somos obligados a trabajar para comer y para enriquecer a otros. No me quejo tanto del salario porque sé que con esto contribuyo con la educación de las personas y espero que eso las haga más humanas. 

La educación en comunidad reconstruye el tejido social y la alfabetización empodera a las personas
Foto: Emiliano Tizapa

— ¿Cómo resuelves tus necesidades del día a día?

—Me he puesto a pensar en eso: mis gastos son mínimos: comida, servicios básicos y no tan frecuente compro ropa. No consumo mucho, me muevo a pie en la ciudad, cuando puedo y, si no está tan lejos, voy caminando a ver a los estudiantes. Sé que es importante el dinero para cubrir los gastos básicos y no es que sea dejado, quiero que me paguen de manera justa por lo que hago. Lo justo sería que nos pagaran por lo menos el salario mínimo, pero en el Inea no valoran todo el trabajo que hacemos, sólo nos exigen. 

—Pese a todo, ¿disfrutas lo que haces en el centro educativo?

—Sí, el modelo educativo permite establecer lazos, fraternidad, ver la educación desde las experiencias. Acá la relación es de compañeros, no de profesor-alumno. Estar acá me ha abierto puertas, he conocido a mucha gente, muchos lugares y también he aprendido mucho con ellos. Lo más gratificante es cuando ves que se comprometen. La alfabetización los empodera, porque no sólo es leer, es saber leer documentos, manejar la tecnología básica. Los alfabetizados están más preparados para este mundo. La educación empodera, es más fácil pedir justicia en las condiciones precarias que vivimos.

Educar en la adversidad

En 1993 David Teliz vio un anuncio del Inea que solicitaba técnicos docentes, no lo pensó dos veces y fue a preguntar. Necesitaba trabajar, en su familia la crisis apretaba. Tuvo que dejar de estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. La situación apremiaba de verdad. 

No sabía de la docencia, no entendía la importancia social, era más la urgencia de contribuir con sus padres. Lo que nunca calculó fue que la educación lo enganchó y se dio cuenta de sus carencias. Apenas se acomodó, la situación mejoró en su casa y entró a estudiar de nuevo, esta vez la licenciatura en Educación en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). Luego regresó a la Facultad de Filosofía y Letras a terminar la licenciatura que dejó inconclusa.  

David fue el primero que operó una plaza comunitaria del Inea en Guerrero, ahora son unas 100, pero la mayoría están “tiradas”: sin internet, sin equipo, sin operatividad.

Hace 15 años fundó la plaza comunitaria Ignacio Manuel Altamirano, la misma que opera en el Centro de Educación, Arte y Cultura Paulo Freire. David ahora es el coordinador del departamento de Servicio Educativos del Instituto Estatal para la Educación de Jóvenes y Adultos (Ieejag).

La mitad de estos 15 años, la plaza comunitaria fue casi itinerante, anduvieron de un lugar a otro. Estuvieron en las instalaciones del Suspeg, en la plazoleta del barrio de San Mateo. Hubo momentos donde se sintieron ya establecidos, firmaron un convenio con el ayuntamiento y se fueron a unas instalaciones del DIF, en la colonia Viguri. Pero los caprichos de los gobernantes los sacaron de nuevo. 

En 2018 ganó el ayuntamiento el perredista Antonio Gaspar; su esposa, Yazmin Arriaga, pidió el espacio que ocupaba la plaza comunitaria. 

El perredista ofreció un espacio en el centro para evitar un conflicto. David accedió pero un día —sin más— el entonces alcalde dejó de pagar la renta. Y fue así que una tarde de hace ochos años David apareció con sus estudiantes en el pórtico del Centro de Salud de la colonia Bella Vista. 

En estos 32 años, David ha experimentado lo que es educar en la adversidad. Nunca, ni ahora, ha tenido las condiciones mínimas pese a la dificultad que implica educar a jóvenes y adultos. 

En el centro educativo falta casi todo, el Inea no les paga ni el internet ni el agua, ningún servicio. Hay un centro de cómputo con computadoras inservibles, obsoletas. El Centro de educación en realidad es un cuarto con divisiones: dos salones de dos por tres metros con puertas carcomidas por la polilla, el centro de cómputo, una recepción, el pórtico que sigue siendo utilizado como un aula. Apenas, por iniciativa de los voluntarios, han ido construyendo una biblioteca, que en realidad es un cuarto estrecho de dos metros de largo por uno y medio de ancho.

Maestros comunitarios en Guerrero trabajan pese a la adversidad
Maestros comunitarios en Guerrero trabajan pese a la adversidad | Foto: Emiliano Tizapa

En esta plaza comunitaria 270 estudiantes están inscritos, 60 por ciento son mujeres. Los 270 están distribuidos en los cuatro círculos de estudio que hay en la ciudad. 

“Del Inea nos dijeron que nos iban a dar pintura, es la hora que no llegan los botes de pintura”, dice David. 

Los estudiantes que llegan al centro de educación son distintos, son singulares, tienen biografías escritas con la rudeza de la vida. 

“La mayoría de los estudiantes que atendemos son personas que el mismo sistema formal de educación ya los rechazó. Aquí nos han llegado personas con problemas de alcoholismo, con problemas de violencia familiar y los tenemos que entender. Son alumnos que necesitan mucha atención. Son estudiantes que llegan, luego se van, regresan al año. Y eso complica, porque en el modelo convencional, llegue o no lleguen los estudiantes, los profesores cobran, acá no, acá hay que irlos a buscar, ellos priorizan primero comer, trabajar y luego estudiar, por eso es importante entender el contexto del que vienen”.

—¿La motivación de este tipo de estudiantes es muy distinta a los que van a escuelas  “convencionales”?

—Sí, ellos ven la educación con mayor utilidad. Estudiar les permite resolver un problema con su patrón, el albañil nos dice que quiere explicarle a la gente que su trabajo es bueno. Una vez llegó una persona a aprender a leer y a escribir porque le quitaron sus propiedades, fue uno de sus hermanos y abusó porque no sabía leer ni escribir. Es una necesidad de la vida, quieren resolver situaciones de su vida diaria.

A todos estos estudiantes los atienden profesores que no tienen ninguna certeza laboral. 

“Todos los asesores participan de manera voluntaria, aparentemente, pero hacen todo lo de un trabajo. Por máximo pueden ganar hasta cuatro mil pesos al mes. No pueden ganar más porque es por resultado. Les pagan sólo por alumno que pasan los exámen. No lo valoran y luego no les pagan a tiempo, ahorita les deben lo de abril. Siempre estamos peleando por eso, no valoran pero son los asesores los que sostienen todo el modelo del Inea. Esa parte es muy injusta, los directores siempre trabajan para sus intereses y no por la educación”.

El modelo del Inea se sostiene del trabajo de voluntarios
Foto: Emiliano Tizapa

Juana mantuvo como un secreto el no saber leer ni escribir. Se lo ocultó a todos, incluidos sus hijos.

Una vez, Juana llamó a su hija y a su hijo. Les pidió que la acompañaran a un evento. No les dijo el motivo. En la calle del centro educativo todo estaba listo: la mesa del presidium, las sillas para los estudiantes y para los invitados. 

Los hijos pensaron que le daría un reconocimiento a su madre. Comenzó el acto. Nombraron a Juana y le entregaron su certificado de primaria. 

Juana recuerda bien la cara de sorpresa de sus hijos. Desconocían que su madre no sabía leer ni escribir. Tenía la idea de que había estudiado unos años la primaria. 

El evento terminó, sus hijos pasaron de la sorpresa al reclamo. Le reclamaron porque nunca les dijo que no sabía leer ni escribir y de paso porque había sido tan exigente para que ellos estudiaran. 

Al final los dos la abrazaron orgullosos de ella. 

También lee: Cierran la Secretaría de Educación de Guerrero para exigir maestros para comunidades indígenas

Estos dos años, Juana ha dedicado todas las noches a hacer sus tareas. Regresando de su trabajo se relaja un rato, se prepara un café y comienza a contestar sus libros.  

—Ahora que ya sabe leer, ¿su vida ha cambiado?

—Yo comencé a aprender a leer con la biblia, ahí le intentaba leer, no sabía nada de vocales, de sílabas, nada. Cuando yo entré acá comencé a enderezar las cosas. Pero haber aprendido a leer me ayudó mucho a conocer la biblia. Y ahora siento que ya me quiero, ya me cuido más. Antes nunca me peinaba, antes todo era para los hijos. He aprendido a quererme. Acá aprendí a escribir, medio leía pero no escribía nada. Eso me ha ayudado mucho. Ahora voy a trabajar en una armadora de refrigeradores en Monterrey. Hace unos años era la que barría, pero le dije al jefe ya no quiero barrer, ya sé leer y quiero comenzar armar los refris. Ahora coloco los cables donde se necesita saber los números.

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Qué son los dólares “bajo el colchón” que Javier Milei quiere utilizar para incentivar la economía de Argentina
8 minutos de lectura

El gobierno de Milei busca reintegrar al sistema financiero local los dólares no declarados por los argentinos.

02 de junio, 2025
Por: BBC News Mundo
0

A principios de 1975, Rubén Stupiello decidió vender una casa en Buenos Aires y depositar sus pesos en un banco argentino, atraído por una alta tasa de interés que le permitiría hacer más dinero con su dinero.

La estrategia le funcionó, pero la buena racha le duró poco.

Pocos meses después, el ministro de Economía argentino de aquella época, Celestino Rodrigo, anunció el 4 de junio de 1975 un paquete de medidas económicas que derivó en una devaluación del peso por encima del 100%.

Desconcertado por la situación, Rubén se apresuró a retirar su dinero del banco. Al hacerlo, notó que los pesos equivalentes al valor de una casa le alcanzaba con suerte para comprar un auto.

El “Rodrigazo”, como se conoció al plan económico de Celestino Rodríguez, terminó de convencer a muchos argentinos que la mejor forma de ahorrar en su país era en dólares y no en una moneda local que se ha caracterizado por perder valor desde entonces.

“En Argentina, no confiamos en nuestra moneda. Después de décadas de devaluaciones muy fuertes, sabemos que quien ahorró en pesos en los últimos 50 años perdió en comparación a quien ahorró en dólares”, le dice a BBC Mundo Guido Zack, doctor en Análisis Económico.

Pero ahorrar en dólares y depositar la divisa estadounidense en bancos tampoco resultó una garantía.

En el año 2001, en medio de una de las peores crisis económicas, el ministro de Economía de ese entonces, Domingo Cavallo, impuso restricciones al retiro de los dólares que los ahorristas tenían en el sistema bancario.

Esta medida, que se conoció como “Corralito”, terminó con la caída del gobierno de ese entonces y con una pesificación forzosa de esos ahorros en dólares a un tipo de cambio menor al que regía antes de la crisis.

A la desconfianza en el peso se sumó la desconfianza en los bancos, por lo que muchos ahorritas escondieron en sus casas los “verdes” (como se conoce en Argentina al dólar) para un uso futuro.

Así nació la expresión: “debajo del colchón”, una práctica que rápidamente se convirtió en hábito entre los argentinos.

Una mujer sostiene un cartel que dice
Getty Images
A principios de 2002, Miles de argentinos golpearon enfurecidos las puertas de sus bancos exigiendo poder retirar sus ahorros.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos calcula que unos US$246.000 millones están por fuera del sistema bancario argentino, según el informe “Balanza de pagos, posición de inversión internacional y deuda externa” de 2024.

La cifra supera ampliamente a las reservas internacionales del Banco Central de Argentina que rondan los US$38.300 millones y se calcula que representan el 45% del PIB del país.

Por eso, el gobierno de Javier Milei quiere reinsertar esos dólares en el sistema.

“Los que tienen los dólares bajo el colchón son los héroes que van a sacar adelante este país”, sostuvo el mandatario en el Congreso Económico Argentino de abril pasado.

“Ustedes no metieron dólares abajo del colchón porque odian al país. Lo hicieron porque del otro lado había un conjunto de delincuentes que les robaron con el impuesto inflacionario”, remató.

“Bajo del colchón”

En esa dirección, el gobierno anunció a mediados de mayo un plan que habilita a las personas con ahorros no declarados a utilizar ese dinero para comprar una propiedad de hasta US$43.000 o colocar hasta US$85.000 en plazos fijos en los bancos sin justificar su origen.

“Este cambio de régimen apunta a devolverle la libertad a la gente y dejar de pensar que la gente que se tuvo que refugiar en el mercado informal son delincuentes”, agregó el ministro de Economía, Luis Caputo.

La medida llega después del exitoso blanqueo de capitales por US$22.500 millones que alcanzó el gobierno el año pasado y del nuevo préstamo del FMI por US$20.000 millones.

“Me dijeron, no sé si es verdad, que hay más de US$200.000 millones bajo el colchón y Dios sabe dónde. Si ese dinero se invierte en Argentina, imaginen lo que sería ese país”, comentó la directora del organismo, Kristalina Georgieva, en un evento con legisladores organizado en Washington.

Pero, ¿de qué hablamos cuando los argentinos se refieren a los dólares “en el colchón” y qué nos dicen sobre el problema crónico de la escasez de divisas de su economía?

Javier Milei.
Getty Images
Milei definió de “héroes que van a sacar adelante este país” a las personas que tienen ahorros en dólares no declarados en Argentina.

Santiago, un empresario gastronómico de 37 años, dice que nunca depositó sus ahorros en un banco y que adoptó esta posición, al igual que gran parte de los argentinos, al mirar la experiencia de su familia de las últimas décadas.

“Mi papá perdió US$40.000 en la década de 1990 de la noche a la mañana un día que el banco con el que operaba cerró. Después, en plena crisis de 2001, otro banco no le dejó sacar sus ahorros por un tiempo. No quiero que me pasé eso”, dice.

La expresión de los “dólares bajo del colchón” hace referencia a los ahorros no declarados, en moneda estadounidense, que no entran al sistema. Pueden estar escondidos en las casas, atesorados en las cajas de seguridad físicas de los bancos o depositados en cuentas en el exterior.

“La manera de protegernos de las devaluaciones y la inflación es ahorrar en moneda extranjera y ahorrar los dólares en billetes. Algunos, esos billetes los ponemos debajo del colchón, que es un eufemismo para decir que escondemos los dólares en nuestras casas”, dice Guido Zack.

De acuerdo al especialista, los incentivos para depositar los ahorros en pesos en el banco no logran compensar la inflación crónica por la que pasa el país. Por lo tanto, destinar los pesos a un plazo fijo en moneda local no siempre termina siendo favorable.

“En los últimos años ahorrar en moneda local en el sistema financiero no ha sido lo más conveniente para los argentinos. Pero eso es algo que debe cambiar, si queremos estabilizar nuestra economía”, añade.

Impacto en la economía

Esta práctica complica mucho la economía local.

Argentina ha sufrido constantes ciclos de estancamiento económico y en buena medida esto se debe a esta escasez crónica de dólares.

“En nuestro sistema bancario faltan esos US$250.000 millones de los argentinos que están fuera del sistema”, dice Zack.

La ausencia de estos dólares en los bancos se traduce en la escasez de reservas internacionales en el Banco Central, que es aquello que un país necesita importar más productos y así hacer crecer su economía.

Una mujer cuenta pesos argentinos.
Reuters
Desde hace medio siglo, los argentinos con capacidad de ahorro compran dólares para protegerse de la pérdida de valor del peso.

Cuando los argentinos ahorran en dólares lo que hacen es básicamente sacarlos del circuito económico. Por lo tanto, estos no son dólares que se usen para consumir ni para prestarle a una empresa para que invierta. Por el contrario, son “dólares que están quietos”.

“Y ese es un gran problema de la economía argentina”, explica el economista.

Si toda persona que tiene capacidad de ahorro, en lugar de utilizarla para financiar inversión en la economía local, lo que hace es comprar dólares y sacarlos del sistema, va a haber mucha menos disponibilidad de dólares para prestarle a las empresas dice Zack.

También habrá muchos menos dólares para acumular reservas y estabilizar el tipo de cambio, que es uno de los principales problemas de la economía argentina de la última década.

“Tus dólares, tu decisión”

Para recuperar esos dólares que Argentina necesita, el gobierno de Milei presentó un plan que consiste en no preguntar sobre el origen del dinero no declarado que se utilice para comprar una propiedad o que se deposite en un banco.

“Tus dólares, tu decisión”, anunció el vocero presidencial de Javier Milei, Manuel Adorni, en una rueda de prensa el 22 de mayo pasado.

“Lo tuyo es tuyo y podés gastarlo como quieras sin tener que andar demostrando a cada rato de dónde lo sacaste. Los argentinos vuelven a ser inocentes hasta que la Agencia de Recaudación y Control Aduanero demuestre lo contrario”, agregó.

“Este cambio de régimen apunta a devolverle la libertad a la gente y dejar de pensar que la gente que se tuvo que refugiar en el mercado informal son delincuentes”, sostuvo el ministro de Economía, añadió Luis Caputo.

Esta medida, que se presenta a cinco meses de las elecciones de medio término en Argentina, ha generado controversia.

“¿Dónde están los incentivos? Parecen que si haces las cosas mal salís premiado y si las haces bien estás castigado. Los incentivos están totalmente cruzados”, dice el empresario gastronómico entrevistado por BBC Mundo sobre esta medida que permite blanquear dinero no declarado.

Un simpatizante de Javier Milei sostiene un billete gigante falso de un dólar estadounidense durante la campaña presidencial de 2023.
Getty Images
La dolarización de la economía argentina ha sido una de las propuestas centrales en la campaña presidencial de Milei.

“El relajamiento de la información puede terminar por fomentar la informalidad. Si el Estado no puede controlar el origen de ese dinero, uno puede pensar: ¿Para qué voy a pagar mis impuestos? Y esa es una actitud muy egoísta y totalmente contraria a la solidaridad de un país”, comenta Zack.

Por su parte, la secretaria de Comunicaciones del FMI, Julia Kozack, recordó que Argentina se comprometió “a fortalecer la transparencia financiera y respetar las normas antilavado”.

“Cualquier medida nueva que pueda tener como objetivo alentar el uso de activos no declarados debe ser coherente con estos compromisos. Lo único que puedo decir ahora es que estamos viendo lo que está ocurriendo con suma atención”, alertó.

El gobierno argentino intenta por todos los medios sacar los dólares del colchón. Una ambición que comparten -y han intentado conseguir con poco éxito- los presidentes que antecedieron a Milei desde 1980 hasta la fecha.

La pregunta de fondo es si hoy existen los incentivos necesarios para que los argentinos recuperen la confianza en sus entidades financieras y, en última instancia, en su propia moneda.

Línea gris.
BBC

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