
México se encuentra “reprobado” en movilidad social entre generaciones, pues está considerada como baja. De acuerdo con un informe del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), 7 de cada 10 mexicanos que nacen en los hogares con menores recursos económicos se quedan en condición de pobreza por ingresos.
La movilidad social se define como “el hecho de que una persona alcance un nivel de ingreso o un grado educativo mayor o menor que el de sus padres“, señala el informe Movilidad Social en México 2025.
“La reducción en la pobreza por ingresos entre 2017 y 2023 fue de 7 puntos porcentuales, el avance de ingresos no necesariamente alcanza para que una proporción significativa de las personas con origen entre el 20 % de menores recursos económicos haya logrado superar la condición de pobreza por ingresos”, indica el informe.
El estudio resalta también que el país se encuentra en el número 10 de un grupo de 50 países “con mayor desigualdad de oportunidades”, en la clasificación internacional del Instituto Internacional de Desigualdades de la London School of Economics, de Inglaterra.
“La baja movilidad social se intensifica por factores como el género de las personas y la región donde crecieron. Por ejemplo, en el norte del país, el 37 % de las personas que nacen en el grupo más bajo de recursos económicos no logran superarlo, mientras que en el sur es de 64 %”.
“En tanto, por ejemplo, la permanencia en el grupo más alto de recursos económicos resulta más baja para las mujeres con un 47 % en comparación con el 53 % de los hombres”, indicó Roberto Vélez Grajales, director ejecutivo del CEEY.

El informe sobre Movilidad Social en México 2025 destacó que la “educación sigue sin ser un motor de movilidad social para los mexicanos”. De acuerdo con los datos presentados, solamente 1 de cada 10 personas con padres con primaria o menos logran terminar sus estudios profesionales.
“En el caso de las personas con padres con primaria o menos, 3 de cada 4 no superan la escolaridad promedio del país, que actualmente se encuentra en la secundaria completa”, señala el documento.
El Centro de Estudios Espinosa Yglesias estimó que las “mujeres enfrentan mayores obstáculos para mejorar su situación económica en comparación con los hombres”. En el ámbito regional, dice el informe, los “mayores desafíos” de movilidad social se encuentran en el sur del país.
“El análisis de la movilidad educativa también reveló que, a pesar de los avances educativos promedio en el país, la escolaridad de los padres aún es un factor determinante para los hijos en cuanto al acceso a los estudios profesionales”, señala.
Respecto a las oportunidades en México, los datos que fueron presentados mostraron que el 48 % de la desigualdad de ingresos “se debe a las diferencias en las circunstancias de origen, sobre las cuales las personas no tienen control”.

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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