Entre 2016 y 2022, la Secretaría de Salud federal registró 5 mil 936 lesiones intencionales ocurridas en escuelas, del total de más de 90 mil menores de edad lesionados que recibieron atención hospitalaria. Esto, mientras los protocolos para atender la violencia en los planteles educativos dependen de la voluntad de las autoridades estatales o no se aplican.
De esas casi 6 mil lesiones intencionales registradas por la secretaría y atendidas en hospitales públicos de todo el país, 999 fueron clasificadas por el personal médico como lesiones por violencia familiar —es decir, cometidas por algún pariente de la víctima—, 4 mil 935 se catalogaron por violencia no familiar y siete por trata de personas. Las cifras corresponden a un contexto en el que, de acuerdo con la REDIM, las expresiones de violencia física en contra de mujeres van a la alza, mientras que durante 2021 dos de cada mil personas entre 10 y 17 años fueron víctimas de violencia física en la escuela.
Entrevistados al respecto, Juan Martín Pérez García, coordinador de Tejiendo Redes Infancia; Mariana Gil, coordinadora de la ODI, y Tania Ramírez, directora ejecutiva de la REDIM, coincidieron en que los protocolos que existen no se aplican correctamente, han quedado a discrecionalidad de los estados o son insuficientes. En tanto, las entidades que presentaron mayor número de lesionados en escuelas en el periodo de siete años son Guanajuato, Estado de México, Chihuahua, Ciudad de México e Hidalgo.
En el caso de niñas y niños de cero a cinco años, fueron atendidos 11 mil 908 en los últimos siete años, por lesiones ocurridas en escuelas. De estas, 343 fueron consideradas como lesiones intencionales, 22 por violencia familiar y 321 por violencia no familiar. Otras 11 mil 485 se consideraron lesiones accidentales, 14 lesiones autoinfligidas y en 66 casos se ignora.
Del grupo de niños y niñas de 6 a 11 años, los hospitales del país atendieron 35 mil 193 casos de lesiones ocurridas dentro de escuelas. De las intencionales, 144 fueron consideradas por violencia familiar, mil 233 por violencia no familiar, una por trata de personas y 33 mil 576 por accidentes. De 195 pacientes se ignora cuál fue la causal y 44 lesiones se clasificaron como autoinfligidas.
Pérez García señaló que el gran problema es que en cada incidente se repite el patrón de individualizar el tema y no entender que todas las formas de violencia en una escuela tienen carácter comunitario, lo que impide modificar de fondo la situación de acoso escolar. “El hecho de separar o aislar a los agresores o agresoras con el estigma no ayuda a que se entienda que, además de quien agrede, hay testigos que validan y alimentan los temas de acoso porque se dan dentro de la comunidad educativa”, añadió.
Además, existe poca valoración de que el tema afecta y preocupa a las infancias; en cambio, se criminaliza y las autoridades no dan ningún tipo de seguimiento. El especialista explicó que el marco de convivencia escolar tuvo una última actualización en la administración del expresidente Enrique Peña Nieto y, desde entonces, no se ha modificado, pero tampoco ha sido de utilidad, a pesar de que no solo se refiere al acoso escolar, sino a varios aspectos que pueden ocurrir en la comunidad educativa. “Aunque está ahí, no es un tema que tenga aplicación”, lamentó.
Tanto Pérez García como Ramírez recordaron que la encuesta PISA también reveló un dato importante: en 2018, el 23% de las y los estudiantes en el rango de los 15 años dijo haber sufrido acoso escolar al menos algunas veces al mes. Basada también en el registro de lesiones de Salud, la REDIM detectó que, en 2021, de quienes llegaron a atención hospitalaria 42.6% eran mujeres y 57.4% varones, además de que tres cuartas partes de las víctimas se ubicaban en el rango de edad de 12 a 17 años.
En el ciclo escolar 2022-2023, el Centro de Atención para la Convivencia Escolar Mexiquense ha recibido 732 reportes de conductas violentas, acoso escolar, violencia sexual, maltrato escolar y volencia laboral, informó la Secretaría de Educación local.
Según las autoridades estatales, estos casos se atienden mediante una Red Institucional de Apoyo Socioemocional (RIAS) que integran 7 mil 805 psicólogos, trabajadores, orientadores, técnicos y promotores de educación para la salud, que son los encargados de implementar los protocolos de atención. Sin embargo, Ramírez detalló todos los niveles en que autoridades y sociedad le han fallado a niñas como Norma Lizbeth.
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“Nos queda claro que simplemente incorporar el bullying como un tema en alguna de las materias no es un abordaje adecuado: niñas, niños y adolescentes no aprenden de lo que escuchan, sino de lo que viven. Entonces, si el sistema educativo sigue siendo tan vertical, tan violento también, siguen siendo ambientes donde la disciplina con maltrato sigue estando presente, y si no se establecen otras medidas de resolución de conflictos, da lo mismo que las escuelas digan ‘Sí, nosotros abordamos el tema del bullying’”, señala Ramírez.
Además de las omisiones que puede haber de las propias autoridades cuando se presentan denuncias, la elaboración de protocolos está sujeta también a las autoridades estatales. Al respecto, la directora de la ODI precisó que cada estado debe tener los suyos, pero no en todas las páginas de las secretarías pueden ubicarse o no son fáciles de encontrar. “No es accesible esa información y no es clara”, añadió.
Ramírez explica que, por un lado, es adecuado que cada estado pueda desarrollar sus mecanismos e instrumentos de acuerdo a la lectura propia y endémica de los lugares en los que están. “Tiene un principio adecuado el hecho de que cada estado pueda desarrollar esto; lo que no es adecuado es que esto se convierta en dispersión y en atomización, y sí hay una responsabilidad en la entidad educativa a nivel federal de por lo menos supervisar que estos protocolos se hayan generado y que se hayan generado las capacidades para ponerlos a prueba”, apuntó.
El protocolo no puede ser solo un documento escrito que se envía por correo electrónico o se entrega en copias a la comunidad escolar, sino que tiene que ver con una praxis y con tener claramente ubicadas cuáles son las rutas de acción que se tienen que mover una vez que hay una denuncia por violencia o acoso escolar. Sería muy importante, señaló, hacer un levantamiento de qué escuelas lo tienen y cuáles no, y en qué casos se han dado al menos ejercicios de puesta en acción.
En su artículo 57, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes establece que las autoridades federales, estatales, municipales y de las demarcaciones territoriales de la CDMX deben garantizar una educación de calidad y la igualdad sustantiva en el acceso y permanencia de la misma mediante varias acciones, entre ellas, elaborar protocolos de actuación sobre situaciones de acoso o violencia escolar para el personal y para quienes ejerzan la patria potestad, tutela o guarda y custodia.
Por ello, la directora ejecutiva de la REDIM apuntó todas las fallas que se dan en casos como el de Norma Lizbeth, de 14 años, quien falleció por lesiones tras ser víctima de acoso escolar en su secundaria.
En primera instancia, falló la autoridad educativa a nivel escolar, que presuntamente tenía conocimiento del acoso. “En ese sentido, fue positiva la destitución de la directora, pero no nos podemos quedar con la idea de que con una directora expulsada se soluciona el problema; no es únicamente con las cabezas rodantes que estas situaciones se arrancan de raíz, cuando hay algo más sistémico, más estructural, más profundo”, dijo Ramírez.
En segundo lugar, hubo una omisión en la autoridad educativa estatal y federal, precisamente por la ausencia o falta de aplicación de los protocolos. Para la activista, es un caso obvio de cómo no hubo supervisión sobre si estos protocolos existían o si estaba instalada la capacidad de ponerlos en acción cuando hubiera una denuncia. Al mismo tiempo, falló también la autoridad médica, por el doctor que revisó a Norma Lizbeth y la envió a su casa solo con un analgésico sin más revisión o estudios.
“Hay una corresponsabilidad también a nivel social, porque en el video que se viralizó vemos a una serie de personas haciendo semicírculo. Esto no puede ser: documentar esto, no intervenir, no entrar a detenerlas, hay una corresponsabilidad y hay una dimensión donde la autoridad educativa suele eludir su responsabilidad cuando estos sucesos pasan fuera de sus instalaciones, porque en casos como este, lo que sucede en la escuela se traspasa a los espacios externos”, detalló.
Pérez García añadió que en este caso se sigue el mismo patrón de individualización. La directora siguió la práctica habitual de reducirlo a un pleito entre dos niñas, las atenciones las tiene que pagar la familia, la suspenden un mes, no le dan seguimiento y la niña vivió una agonía de dos semanas sin seguimiento médico ni educativo.
“Por eso hemos insistido en que particularmente en el acoso escolar, con un desenlace tan crítico como este, la justicia restaurativa es la mejor alternativa, es decir, hay una triada: el niño o la niña agresor, el niño o niña víctima y la comunidad educativa que participa. Si no lo hacemos desde la justicia restaurativa, corremos el riesgo de solo cambiar los rostros de la víctima y del agresor, y que se repitan estos hechos”, alertó.
Consultada al respecto, la Secretaría de Educación Pública se limitó a recompartir un comunicado del 20 de marzo donde se informa que la subsecretaria de Educación Media Superior, Nora Ruvalcaba Gámez, se reunió, de manera virtual, con más de mil 300 directoras y directores para presentar los Lineamientos para la prevención y atención de la violencia sexual en los planteles de Educación Media Superior, y les exhortó a replicar los lineamientos con todas sus plantillas docentes.
La secretaría estatal agregó que se han reforzado acciones para reestructurar sus redes de trabajo, fomentar la cultura de paz y una sana convivencia, además de que lleva a cabo estrategias y líneas de acción —sin precisar cómo— que promueven la perspectiva de género, no discriminación, mediación, los valores y la conciliación. Informó que está a disposición la línea 800 01 64667 para asesoría gratuita en casos de violencia escolar.
“Creo que también fallamos como sociedad. Lo que RacismoMx sacó en honor a esta chica fue muy doloroso, pero muy cierto, decir que también el racismo puede matar. El hecho de que Norma Lizbeth haya sido víctima de bullying por su tono de piel… vivimos una inconsistencia en términos de nuestro origen y nuestras pertenencias étnicas, que eso también tiene un efecto en las vidas de las personas y qué brutal darnos cuenta de que este pudo ser también uno de esos argumentos. Hay una falla en términos de la sociedad, también por el hecho de que niñas, niños y adolescentes tengan que aprender a pelear; no nacen violentos, la violencia se aprende”, concluyó Ramírez.
El primer taquillazo moderno del verano, la película “Tiburón” (Jaws) de Steven Spielberg, cumplen 50 años este 20 de junio.
En el verano de 1926 nadaba mar adentro, cerca de la Costa de Nueva Jersey, un tiburón joven de 2,7 metros de largo que brevemente desplazó a la Primera Guerra Mundial de los titulares de prensa en EE.UU.
Poco conocida entonces por la ciencia, esa criatura marina tendría posteriormente un enorme impacto en los anales de la cultura popular estadounidense, convirtiéndose en la estrella del primer taquillazo moderno del verano, la película “Tiburón” (Jaws) de Steven Spielberg, de cuyo estreno se cumplen 50 años este 20 de junio.
También hizo que el gran tiburón blanco fuese recordado cuando la Gran Guerra ya había sido olvidada.
Todo ocurrió entre el 1 y el 12 julio de 1916, cuando un tiburón blanco joven atacó a cinco personas en la costa este de EE.UU., matando a cuatro de ellas.
El animal protagonista de esta serie de ataques, entonces sin precedentes, creó terror mientras se desplazaba más de 100 kilómetros a lo largo de las playas del Atlántico en plena temporada vacacional.
La primera víctima fue encontrada en Beach Haven, Nueva Jersey. Recién graduado de la Universidad de Pensilvania, Charles Vansant, era hijo de un doctor de Filadelfia.
La noticia pasó casi desapercibida.
La gente que escuchó sus gritos en la playa pensó que estaba bromeando. Los científicos dijeron que un tiburón no tenía la “fuerza en la mandíbula” para atravesar los huesos humanos.
Fue el primer ataque mortal de un tiburón registrado en la historia de EE.UU. Sin embargo, no trascendió.
En el caso de la segunda muerte, unos bañistas encontraron un cuerpo mordido ensangrentado en la arena y salieron corriendo de la playa, gritando aterrorizados.
De repente, el “monstruo marino” saltó a la primera plana de The New York Times. Otro bañista horriblemente destrozado fue sacado del estuario de un río. La víctima falleció poco después.
Y otro hombre que intentó luchar con el tiburón también resultó muerto.
Los alcaldes de la zona negaron lo que estaba sucediendo, temiendo perder los ingresos en los balnearios turísticos, hasta que el miedo hizo que cerraran y que los políticos pidieran la ayuda de los científicos.
A un experto del Museo de Historia Nacional de EE.UU. le costó identificar la especie del asesino, pero finalmente dio con el “devorador” de hombres: Carcharodon carcharias, el gran tiburón blanco.
En una ola de pánico, hombres enfurecidos tomaron rifles y tridentes, lanzándose a cazar al tiburón. Finalmente, el escualo murió al atacar el bote de un hombre que lo mató, convirtiéndose en héroe.
¿Suena familiar? Es la verdadera historia de “Jaws” (“Tiburón”), la mítica película de Steven Spielberg de 1975.
En 1974, el escritor Peter Benchley trasladó la historia de los balnearios de Nueva Jersey a Amity, un lugar ficticio de Long Island, en su novela “Jaws”.
El tiburón de Benchley mata a cuatro personas, incluyendo una en un estuario. Un hombre lucha con el tiburón y muere. El alcalde niega lo que está sucediendo y protege los dólares del turismo hasta que el horror lo hace recurrir a un científico.
Al ictiólogo del acuario de Nueva York le cuesta identificar la especie hasta que da con el legendario “come hombres”, el Carcharodon carcharias, el gran tiburón blanco, y advierte a la gente sobre lo sucedido en 1916.
Grupos de hombres enardecidos lideran una caza del tiburón, que, finalmente, muere cuando ataca el bote de un hombre que termina siendo un héroe.
Cuando entrevisté a Benchley, me dijo que la novela surgió de su interés en los ataques de tiburones, incluyendo las proezas de Frank Mundus, un pescador deportivo de Long Island que atrapó un gran blanco de un peso récord de 1.554 kg.
Sin embargo, en un prólogo posterior de “Jaws”, Benchley se refirió a lo sucedido en 1916, enfatizando que los tiburones se quedaban en una sola zona, matando una y otra vez.
“Una y otra vez he asegurado en entrevistas que cada incidente descrito en ‘Jaws’… realmente ocurrió”, apunta Benchley.
Su novela fue una sensación cultural de alcance global.
Fidel Castro dijo que “Tiburón” representaba una metáfora sobre el capitalismo depredador.
Otros señalaron que se refería a Richard Nixon y el caso Watergate. El libro se mantuvo cerca del primer lugar en la lista de best-sellers de The New York Times durante 44 semanas.
Al siguiente verano, en 1975, Steven Spielberg lanzó “Jaws”, la película.
El papel del tiburón de la costa de Nueva Jersey fue interpretado por un monstruo gigante mecánico.
Y, a partir de entonces, salir a nadar nunca volvió a ser igual.
“Jaws” le dio a Hollywood su primer taquillazo de la temporada estival, sirviendo de modelo de negocio para otras películas.
Igualmente, inspiró algunas terribles películas de terror.
Y también horrorizó a los científicos expertos en tiburones, como George Burgess, de la Universidad de Florida, por representar falsamente al “gran blanco” como un vengativo cazador de humanos.
De hecho, los tiburones no atacan a las personas, excepto en contadas ocasiones.
Burgess apunta que la película inspiró decenas de torneos de pesca de tiburones en la costa este de EE.UU., donde los mataban “sin remordimientos”
En las últimas décadas los cazadores de tiburones han contribuido a diezmar casi todas las especies existentes.
Sin embargo, “Jaws” también provocó el crecimiento de un movimiento de conservación de los tiburones y los océanos, con mejor y mayor financiación para las investigaciones.
Y los científicos ahora difunden el concepto de que los tiburones son parte del medio ambiente para que no sean demonizados, dice Burgess.
Burges catalogó al responsable de los ataques de 1916 en el Registro Internacional Oficial de Ataques de Tiburón como un gran blanco, pero otros científicos dicen que fue un tiburón toro. Ese es un misterio que nunca se resolverá.
*Michael Capuzzo es periodista y autor de los best-sellers “Close to Shore” y “The Murder Room”. Esta historia se publicó originalmente en 2016 y fue actualizada con motivo del 50 aniversario de la película “Tiburón”.
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