
En México, la política de salud pública vive una paradoja peligrosa. Dice que es una de las transformaciones más profundas del Estado, pero en su operación diaria reproduce viejos vicios con nuevos nombres. El caso del IMSS-Bienestar es hoy el mejor ejemplo de la estrategia del gatopardo aplicada al sector salud: cambiar la estructura institucional para que, en el fondo, nada cambie realmente. El discurso se transforma, la realidad operativa permanece —o empeora—.
En papel, el IMSS-Bienestar nace como solución al desorden, al desabasto y a la fragmentación del sistema. En los hechos lo que enfrentan hospitales, personal médico y proveedores es un ecosistema de pedidos mal generados, logística fallida, bloqueos administrativos y un trato institucional que raya en la burla. La simulación de la reforma es cada vez más evidente.
El primer gran problema está en el origen de todo: los pedidos mal planeados. Órdenes incompletas, duplicadas con claves erróneas o volúmenes que no corresponden a la demanda real. Se compra sin escuchar al hospital; se ordena sin dialogar con el consumo histórico; se programan insumos sin inteligencia clínica. El resultado es absurdo: almacenes llenos de productos que no se requieren y estantes vacíos de medicamentos esenciales. El sistema compra, pero no abastece; registra, pero no resuelve.
A esta falla estructural se le suma una logística nacional colapsada: retrasos crónicos, rutas ineficientes, entregas parciales e inventarios mal distribuidos. Medicamentos tardan semanas en llegar o arriban cuando el tratamiento ya no es útil. Cada error logístico no es un simple retraso administrativo: es una cirugía pospuesta, terapia interrumpida y complicación evitable. En salud pública la ineficiencia logística también enferma.
El tercer eslabón de esta cadena de disfunciones es el bloqueo sistemático de los procesos de revisión y pago: proveedores que cumplen con entregas enfrentan un viacrucis administrativo: sistemas que no cargan, ventanillas que no reciben, observaciones repetidas sin criterios claros. El derecho al pago se convierte en carrera de resistencia; administración que no audita, desgasta, y mientras tanto la deuda crece en silencio.
Pero quizá el elemento más corrosivo del modelo actual sea la normalización del maltrato a proveedores: no sólo por los pagos tardíos que reciben, sino por una cultura institucional de incumplimiento, promesas vacías y silencios asfixiantes. Financieramente quienes sostienen el abasto son las empresas, muchas de ellas pequeñas y medianas, operando durante meses sin recibir un solo peso, financiando de facto al Estado sin garantías ni certidumbre ni respeto. El gobierno exige puntualidad absoluta, pero responde con retraso crónico.
Nada de esto es casual. La estrategia del gatopardo no busca resolver de fondo, sino administrar el conflicto sin tocar las estructuras reales de poder y control. Se centraliza la operación, se concentran las decisiones, se desmontan esquemas previos, pero no se construyen capacidades técnicas suficientes. Se privilegia la narrativa política sobre la logística, la propaganda sobre la planeación, el control sobre la eficiencia.
El costo de esta simulación no es abstracto. Se mide en pacientes sin medicamento, en médicos sin insumos, en proveedores al borde de la quiebra. Cada pedido mal planeado y mal hecho, es una cama sin tratamiento. Cada factura no pagada es una cadena productiva que se rompe. Cada retraso logístico es una oportunidad perdida de salvar una vida.
Desde una mirada de política pública, el IMSS-Bienestar opera hoy como un sistema hipercentralizado sin inteligencia operativa. Se transformó la arquitectura institucional, pero se descuidó lo esencial: el pedido correcto, la ruta eficiente y el pago oportuno; cambió la forma, pero no el fondo, justo la esencia del gatopartidismo.
La paradoja es brutal: mientras el discurso oficial responsabiliza históricamente a los proveedores de los males del sistema, en la práctica son ellos quienes sostienen financieramente la operación día a día. Sin créditos públicos, sin financiamiento garantizado y sin reglas claras, el Estado que debería ser el pagador más confiable del país se ha convertido en uno de los deudores más riesgosos.
Lo más inquietante es que este modelo parece funcional al control político: precariedad genera dependencia; caos permite discrecionalidad; adeudo produce sumisión. Un sistema desordenado es más manejable desde el poder, que uno eficiente y transparente.
La salud pública no tolera simulaciones porque el cuerpo humano no entiende discursos; los medicamentos no llegan con propaganda. Hay un sistema que funciona o hay un colapso administrado. Y hoy, bajo lógica del gatopardismo, lo que tenemos no es transformación real sino una reconfiguración burocrática que mantiene intacta la ineficiencia, la opacidad y la deuda moral con pacientes y proveedores.
México no necesita más cambios cosméticos en el sector salud; necesita planeación real, logística profesional, trazabilidad en pedidos, pagos puntuales. De lo contrario seguiremos cambiando todo… para que nada cambie.
* José Luis García Rodríguez es presidente de la Asociación Mexicana para la Distribución Institucional de la Salud, A. C. (@ASMEDISmx).

Es esa zona gris entre el sueño y la vigilia, cuando nos quedamos somnolientos en un estado semiconsciente, experimentando vívidas imágenes y sonidos mentales.
La canción de los Beatles, “Yesterday”, fue escrita en lo que los psicólogos llaman “estado hipnagógico”. Es esa zona gris entre el sueño y la vigilia, cuando nos quedamos somnolientos en un estado semiconsciente, experimentando vívidas imágenes y sonidos mentales.
Al despertar una mañana a principios de 1965, Paul McCartney percibió una larga y compleja melodía sonando en su cabeza. Saltó de la cama, se sentó al piano y empezó a tocar la melodía.
Rápidamente encontró los acordes que acompañaban a la melodía y creó algunas frases de acompañamiento (como las llaman los compositores, antes de escribir la letra propiamente dicha) que encajaban con la música.
Le costaba creer que un sonido tan hermoso pudiera surgir espontáneamente, McCartney sospechó que estaba plagiando inconscientemente otra composición.
“Durante aproximadamente un mes fui a ver a gente del mundo de la música y les pregunté si la habían escuchado antes… Pensé que si nadie la reclamaba después de unas semanas, podría quedármela”, recordó. Pero resultó ser original.
Muchos grandes descubrimientos e inventos han surgido durante el estado hipnagógico.
El físico Niels Bohr ganó el Premio Nobel porque estando semiconsciente soñó que veía el núcleo del átomo, con los electrones girando a su alrededor, al igual que el sistema solar con el sol y los planetas, y así “descubrió” la estructura del átomo.
Las investigaciones han demostrado que el estado hipnagógico es un punto óptimo para la creatividad. Por ejemplo, en un estudio de 2021, los participantes en estado hipnagógico tenían tres veces más probabilidades de descubrir la “regla oculta” que podía resolver un problema matemático.
Los psicólogos asocian la creatividad con cualidades como la apertura a la experiencia y la flexibilidad cognitiva.
Otros han sugerido que la creatividad surge de la coordinación entre la red de control cognitivo del cerebro (que se encarga de la planificación y la resolución de problemas) y la red neuronal por defecto (que se asocia con la ensoñación y la divagación mental).
Sin embargo, en mi opinión, una de las teorías más importantes sobre la creatividad es una de las más antiguas, propuesta por el psicólogo británico Frederic Myers en 1881. Según Myers, las ideas y las percepciones surgen como una repentina “oleada” de una mente subliminal.
Para Myers, nuestra mente consciente es solo un pequeño segmento de nuestra mente, que incluye no solo lo que Sigmund Freud llamó el inconsciente, sino también niveles de conciencia más amplios y elevados. Las ideas pueden gestarse inconscientemente durante mucho tiempo antes de emerger a la conciencia.
Por eso, a menudo sentimos que las ideas provienen de más allá de la mente, como si nos hubieran sido regaladas. Pueden provenir de más allá de nuestra mente consciente.
El estado hipnagógico es tan creativo porque, mientras oscilamos entre el sueño y la vigilia, la mente consciente apenas está activa.
Durante un breve período, nuestros límites mentales son permeables y existe la posibilidad de que percepciones e ideas creativas fluyan desde la mente subliminal.
En un sentido más general, esta es la razón por la que la creatividad suele asociarse con la relajación y la ociosidad. Cuando nos relajamos, nuestra mente consciente suele estar menos activa. A menudo, cuando estamos ocupados, nuestra mente se llena de pensamientos que parlotean, impidiendo que fluyan las ideas creativas.
Esta también es la razón por la que la meditación está fuertemente asociada con la creatividad.
Las investigaciones demuestran que la meditación promueve cualidades creativas generales, como la apertura a la experiencia y la flexibilidad cognitiva.
Pero quizás más importante aún, la meditación aquieta y suaviza la mente consciente, de modo que somos más responsables de recibir inspiración de fuera de ella.
Como señalo en mi libro “El Salto”, esta es la razón por la que existe una fuerte conexión entre el despertar espiritual y la creatividad.
Las investigaciones han descubierto que alrededor del 80% de las personas han experimentado el estado hipnagógico, y que aproximadamente una cuarta parte de la población lo experimenta con regularidad. Es ligeramente más común en mujeres que en hombres.
Es más probable que ocurra al inicio del sueño, pero también puede ocurrir al despertar o durante el día si nos entra sueño y perdemos la consciencia normal.
¿Podemos usar el estado hipnagógico para potenciar nuestra creatividad? Ciertamente es posible permanecer en él, como probablemente sepas de las noches de los domingos.
Sin embargo, una de las dificultades es captar las ideas que surgen. En la somnolencia, puede que no sintamos el impulso de recordarlas. Es tentador decirnos antes de volver a dormirnos: “Esta idea es tan buena que se me quedará grabada”. Pero cuando nos despertamos un rato después, la idea se ha ido.
No obstante, mediante el entrenamiento mental, no hay razón por la que no podamos adquirir el hábito de registrar nuestras ideas hipnagógicas.
Lo mejor es tener un bolígrafo y papel en la mesita de noche. O, para una variante más moderna, tener el teléfono junto a la cama con la aplicación de grabación abierta.
De hecho, esta es una práctica que Paul McCartney siempre ha seguido. Incluso se entrenó para escribir en la oscuridad con este fin.
También podemos usar la técnica de la “siesta consciente” para generar ideas. Siempre que el gran inventor Thomas Edison se quedaba atascado en una solución o una idea nueva, se dejaba llevar por la inconsciencia mientras sostenía una bola de metal.
Al quedarse dormido, la bola caía al suelo y lo despertaba, momento en el que a menudo descubría que había surgido una nueva perspectiva.
En términos más generales, deberíamos usar la inactividad como una forma de cultivar la creatividad.
No pienses que la siesta o el relax son una pérdida de tiempo. Lejos de ser improductivos, pueden conducir a las ideas y percepciones más inspiradoras.
*El texto original fue publicado en inglés en The Conversation. Puedes leerlo aquí.
**Steve Taylor es profesor de Psicología de la Universidad de Leeds Beckett (Reino Unido) y es autor de varios libros sobre psicología y espiritualidad.
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