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Greta Thunberg: Palestina y la lucha climática
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Greta Thunberg: Palestina y la lucha climática

Gaza no representa únicamente la lucha por la vida de dos millones de personas, sino la defensa misma de nuestra humanidad. Como bien advertía Walter Benjamin, "no hay documento de civilización que no sea, al mismo tiempo, un documento de barbarie".
05 de junio, 2025
Por: Pablo Montaño y Carlos Tornel

Mientras escribimos estas líneas, Greta Thunberg navega en el velero Madleen rumbo a Gaza junto a otras personalidades como el actor Liam Cunningham y la eurodiputada Rima Hassan. La intención es llevar ayuda humanitaria a Gaza y romper el bloqueo israelí que impide la urgente entrada de medicina y comida. La misión, aunque se lea simbólica, tiene una muy alta peligrosidad. Hace un mes se intentó una acción idéntica, en la que también participaba Thunberg, y el barco fue bombardeado por el ejército de Israel cerca de Malta horas antes de zarpar.

Mapa con la Ubicación de la Flotilla de la Libertad el 4 de junio (Freedom Flotilla).

Ubicación de la Flotilla de la Libertad el 4 de junio (Freedom Flotilla).

Ante la impotencia y la desesperación de ver a más de dos millones de personas sometidas impunemente a la hambruna y un bombardeo incesante, la Flotilla de la Libertad –coalición que encabeza la acción– ha decidido confrontar directamente los actos genocidas como una manifestación más de la crisis civilizatoria actual, la cual tiene entre sus síntomas tanto el genocidio en Gaza como la crisis climática. En un emotivo discurso, Greta habló sobre la peligrosidad de la misión: “El peligro de esta misión no está cerca de ser tan peligroso como el silencio del mundo entero frente a un genocidio transmitido en vivo”. Más allá de la congruencia de Greta en su reiterado discurso anticolonial, hay un vínculo profundo entre lo que sucede en Gaza con la crisis climática.

El giro que dio Greta Thunberg —de ser el rostro internacional del movimiento juvenil Fridays for Future, donde estudiantes de todo el mundo faltaban a clases los viernes para protestar contra la inacción climática, a convertirse en una figura pública que denuncia el genocidio perpetrado por el gobierno de Israel contra el pueblo palestino— ha sido duramente criticado por algunos sectores del movimiento climático. Particularmente en Alemania, donde el activismo climático —como tantos otros espacios de la sociedad— se ha visto limitado por la represión estatal y por medidas draconianas que buscan incluso censurar cualquier mención a las atrocidades cometidas por el gobierno de Israel. Greta fue acusada de “sembrar división” dentro del movimiento. Sin embargo, como ella misma ha señalado, carece de sentido luchar contra el cambio climático sin comprender la lógica sistémica que lo produce.

Greta Thunberg horas antes de abordar el velero Madleen.Foto: Greta Thunberg
Greta Thunberg horas antes de abordar el velero Madleen. Foto: Greta Thunberg

 

Como hemos argumentado en distintos espacios, la crisis climática no es simplemente un problema de exceso de CO₂ en la atmósfera, ni se reduce al uso de combustibles fósiles o a la falta de tecnologías para aprovechar fuentes de energía renovable. No. La crisis climática es la manifestación de un sistema capitalista cuya estructura se sostiene sobre la colonialidad, el patriarcado y el extractivismo; un sistema que, durante los últimos 500 años, ha intentado una y otra vez imponerse como única visión del mundo, borrando las diferencias y aniquilando las alternativas. El capitalismo, en última instancia, es un modelo capaz de cambiar de rostro y de máscaras: durante décadas logró convencernos de que era compatible con la democracia, la inclusión, la tolerancia e incluso con la sustentabilidad. Lo que hoy ocurre en Gaza es, como señala Margara Millán, un anticipo del futuro del capitalismo: la remoción de todas sus máscaras para exhibir su verdadera esencia, la que siempre ha tenido: un sistema basado en la violencia, la supremacía, el despojo y la destrucción.

El modelo capitalista se ha definido siempre por trazar una distinción tajante entre valor y desperdicio. Designar a Gaza como un territorio “vacío”, sin valor, implica no sólo borrar su historia y su población, sino activar el mecanismo central de todo proyecto de colonialismo de asentamiento: garantizar el acceso a la tierra mientras se convierte a los nativos en foráneos y a los foráneos en nativos. La colonialidad climática expone no sólo los legados históricos de violencia colonial, imperial y capitalista, sino también sus continuidades actuales en la crisis climática contemporánea. Los países y pueblos históricamente colonizados —particularmente en el Sur Global— siguen siendo los más golpeados por los desastres climáticos, la degradación ambiental y la pérdida de medios de vida, a pesar de haber contribuido mínimamente al calentamiento global. Los ejemplos abundan: tan sólo en los últimos días, Nigeria e India han enfrentado inundaciones con cientos de víctimas, mientras que incluso en los países sobredesarrollados los impactos empiezan a ser visibles —como el reciente colapso de un glaciar que borró un pueblo entero en Suiza. Sin embargo, lo revelador es cómo las élites globales reaccionan ante estos fenómenos, dividiéndose en dos grandes campos: por un lado, figuras como Peter Thiel, que apuestan por un aislacionismo misantrópico que asume el fin del mundo como inevitable y busca garantizar su capacidad de acumulación a costa del resto; y por otro, empresarios como Elon Musk, que promueven la ilusión de un capitalismo verde capaz de sostener el sistema mediante tecnologías salvadoras o incluso la colonización de otros planetas.

Frente a este panorama, la mayoría de los gobiernos del mundo nos invitan a desviar la mirada de lo que ocurre en Gaza. Como advierten Naomi Klein y Astra Taylor, el ascenso del fascismo del fin de los tiempos anuncia un viraje cada vez más abierto hacia el ecofascismo, mientras las máscaras democráticas, inclusivas y sustentables del capitalismo se desmoronan. Naturalizar la violencia en Gaza —y en tantos otros territorios sacrificados— es aceptar la narrativa de las élites que insisten en que no hay alternativa al capitalismo: o bien nos resignamos a su colapso, como pregonan los Thiel de este mundo, o bien aceptamos las falsas promesas de un capitalismo verde que no cuestiona las raíces del problema, como propone Musk. Mientras tanto, seguimos con nuestras vidas mientras comunidades desaparecen en Manitoba (Canadá), en Guatemala por los incendios forestales, o en Tabasco, México, por el avance de las crisis ambientales. Normalizar esta violencia equivale a aceptar que hemos entrado en un nuevo momento histórico donde el “no hay alternativa” —al capitalismo, a los combustibles fósiles, al despojo, al sacrificio— se instala como el nuevo sentido común.

Gaza no representa únicamente la lucha por la vida de dos millones de personas, sino la defensa misma de nuestra humanidad. Como bien advertía Walter Benjamin, “no hay documento de civilización que no sea, al mismo tiempo, un documento de barbarie”. Si lo que presenciamos en Gaza, junto con el recrudecimiento de la violencia climática, es un anticipo del futuro del capitalismo, entonces lo que nos aguarda es un descenso acelerado hacia la barbarie. Por eso, la denuncia de lo que ocurre en Palestina no es sólo un imperativo moral frente a un genocidio y el asesinato de niñas y niños; es también un llamado global a resistir la normalización de la barbarie como única respuesta posible ante las crisis que se multiplican.

Ilustración de Javier Domínguez (@soy_jadg).
Ilustración de Javier Domínguez (@soy_jadg).

 

Las amenazas y los ataques no cesan: en las redes sociales proliferan los mensajes de odio, los deseos de fracaso y muerte hacia Greta Thunberg y quienes, como ella, se atreven a vincular la crisis climática con la violencia colonial y el genocidio en curso. La espiral de violencia persiste en todos los frentes: desde el reciente ataque en Colorado hasta nuestras propias salas y cocinas, donde la propaganda y la ingeniería social de la normalización y la división se han vuelto cada vez más penetrantes. Estas agresiones no son casuales; expresan una de las lógicas más perversas del capitalismo contemporáneo: su disposición a sacrificar vidas humanas y ecosistemas enteros con tal de preservar su orden de acumulación. Un sistema que convierte la destrucción en rutina y el exterminio en normalidad, siempre dispuesto a consumir todo lo que pueda ser convertido en ganancia, incluso a costa de la vida misma. Sin embargo, frente a esta maquinaria insaciable, la resistencia persiste: hoy navega hacia Gaza, y vive en cada persona y pueblo que se niega a aceptar el sacrificio silencioso como destino, desafiando la brutalidad de un sistema insaciable, aunque no invencible.

Carlos Tornel (@CarTor_88) es investigador y escritor. Parte del equipo del Tejido Global de Alternativas en México. Contacto: tornelc@gmail.comPablo Montaño (@PabloMontanoB) es politólogo y coordinador de Conexiones Climáticas. Contacto: pablo@conexionesclimaticas.org.

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Imagen BBC
Cómo es la bomba “rompebúnkeres” que EU utilizó por primera vez para destruir las instalaciones nucleares de Irán
4 minutos de lectura

Altos funcionarios del Departamento de Defensa de Estados Unidos confirmaron que se utilizó esta arma guiada con precisión, de 13.600 kilogramos de peso, en un ataque coordinado con Israel.

22 de junio, 2025
Por: BBC News Mundo
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Entre las armas capaces de atacar las instalaciones nucleares subterráneas de Irán, hay una que utilizó EE.UU. en la madrugada de este domingo: el penetrador de municiones masivo (MOP) GBU-57A/B, la mayor bomba no nuclear “rompebúnkeres” del mundo, propiedad exclusiva de Washington.

Altos funcionarios del Departamento de Defensa confirmaron el uso de esta arma guiada con precisión, de 13.600 kg de peso, algo que también hizo el Pentágono el domingo en la mañana.

Se confirmó que es la primera vez que se utiliza esta bomba.

EE.UU. dijo que el programa nuclear de Irán había sido “destruido”, pero la televisión iraní aseguró que los daños no eran importantes y que las bases habían sido evacuadas previamente.

Según el gobierno de EE.UU., el GBU-57A/B es una “gran arma penetrante con capacidad para atacar búnkeres y túneles construidos a gran profundidad y fortificados”.

Con seis metros de longitud, se cree que es capaz de penetrar aproximadamente 61 metros bajo la superficie antes de explotar. Pueden lanzarse varias bombas seguidas, perforando aún más con cada explosión.

Fabricado por Boeing, el MOP nunca se ha utilizado en combate, pero se ha probado en el campo de misiles de White Sands, una zona de ensayos militares estadounidense situada en el estado de Nuevo México.

Es más potente que la Massive Ordnance Air Blast (MOAB), un arma de 9.800 kg conocida como “la madre de todas las bombas”, que fue usada en combate en Afganistán en 2017.

Un gráfico de la BBC muestra el funcionamiento del rompebúnkeres. Los gráficos muestran su altura (6,25 metros), su peso (13.600 kilos) y la profundidad a la que puede penetrar el hormigón (60 metros).

Arsenal limitado

“Las Fuerzas Aéreas de EE.UU. se esforzaron en idear armas de un tamaño muy similar a la MOAB, pero con la carga explosiva contenida dentro de una caja metálica extremadamente dura. El resultado fue el GBU-57A/B Massive Ordnance Penetrator (MOP)“, explicó hace unos días Paul Rogers, profesor emérito de Estudios sobre la Paz en la Universidad de Bradford (Reino Unido).

En la actualidad, solamente el B-2 Spirit estadounidense –también conocido como el bombardero furtivo– está configurado y programado para lanzar el MOP.

El B-2, fabricado por Northrop Grumman, es uno de los aviones de guerra más avanzados del arsenal de las Fuerzas Aéreas estadounidenses.

De acuerdo con su fabricante, el B-2 puede transportar una carga útil de 18.000 kg.

Gráfico que muestra cómo funciona la bomba GBU-57A/B
BBC

Sin embargo, las Fuerzas Aéreas de EE.UU. afirman que han probado con éxito que el B-2 puede transportar dos GBU-57A/B, lo que supone un peso total de unos 27.000 kg.

Este bombardero pesado de largo alcance tiene una autonomía de unos 11.000 kilómetros sin repostar, y de hasta 18.500 km con un repostaje en vuelo, lo que le permite llegar a casi cualquier parte del mundo en cuestión de horas, según Northrop Grumman.

Rogers afirmó que si alguna vez se utilizara el MOP contra un enemigo con defensas aéreas modernas, como Irán, a los bombarderos B-2 se unirían probablemente aviones de ataque furtivos F-22 para la supresión de las defensas, seguidos de drones para evaluar los daños y determinar si son necesarios más ataques.

El experto calculó que Estados Unidos tiene un arsenal limitado de estas bombas MOP.

“Probablemente, tengan un arsenal operativo de unas 10 o 20 de esas bombas en total”, afirmó.

Personal militar estadounidense manejando una bomba de penetración masiva de municiones (MOP) colocada sobre un camión
Whiteman Air Force Base via Facebook
Se cree que el MOP es capaz de penetrar unos 61 metros debajo de la superficie antes de explotar.

Fordo

Fordo es la segunda instalación de enriquecimiento nuclear de Irán después de Natanz, la principal.

Está construida en la ladera de una montaña cerca de la ciudad de Qom, a unos 95 km al suroeste de Teherán. Se cree que comenzó a construirse hacia 2006 y que entró en funcionamiento en 2009, el mismo año en el que Irán reconoció públicamente su existencia.

Además de estar enterrada unos 80 metros bajo roca y tierra, Fordo está protegida por sistemas de misiles tierra-aire iraníes y rusos.

En marzo de 2023, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) detectó partículas de uranio enriquecido con una pureza del 83.7%, casi apto para armamento, en el emplazamiento.

“Nuestro objetivo era la destrucción de la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán y un alto a la amenaza nuclear planteada por el Estado patrocinador del terror número uno del mundo“, dijo Trump este sábado en una declaración televisada, después de haber anunciado el ataque contra Fordo y otras dos instalaciones nucleares, la de Natanz y la de Isfahán.

Irán siempre ha dicho que su programa nuclear es totalmente pacífico y que nunca ha pretendido desarrollar un arma nuclear.

Pero, la semana pasada, la Junta de Gobernadores del OIEA, formada por 35 países, declaró que Irán había incumplido sus obligaciones de no proliferación por primera vez en 20 años.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asiste a una reunión con los líderes del G7 en la Cumbre de Líderes del G7, el 16 de junio de 2025, en Kananaskis, Alberta. Vestido con traje azul marino, corbata roja y un pin de EE.UU., se sienta a la mesa con las manos cruzadas
Getty Images
Los ataques estadounidenses en suelo iraní se dieron en coordinación con Israel, confirmaron el presidente Trump y el primer ministro de ese país, Benjamín Netanyahu.
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