
En México, la pobreza no es una condición pasajera ni un problema individual. Es una estructura que se reproduce de generación en generación, porque las carencias en alimentación, salud, educación y protección durante la niñez limitan el desarrollo y las oportunidades futuras, perpetuando ciclos de exclusión económica y social. Sus efectos más profundos no siempre se miden en ingresos, sino en las trayectorias de vida de millones de niñas, niños y adolescentes que crecen con derechos incompletos.
Hablar de pobreza implica ir más allá de los promedios nacionales y de los discursos que reducen el fenómeno a la capacidad de consumo. La pobreza que viven niñas y niños en México es multidimensional: se expresa en inseguridad alimentaria, rezago educativo, falta de acceso a servicios de salud, exposición a violencia y trabajo infantil. Cuando estas privaciones se acumulan desde los primeros años de vida, el punto de partida se vuelve decisivo y la desigualdad deja de ser una excepción para convertirse en norma.
La evidencia es clara: crecer en pobreza condiciona el desarrollo físico, emocional y cognitivo. Una niñez marcada por la mala alimentación, la interrupción escolar o la necesidad de trabajar de forma temprana reduce significativamente las posibilidades de acceder, en la vida adulta, a empleos dignos, ingresos estables y entornos seguros. Es decir, la pobreza no se transmite por fatalidad, sino por la ausencia de políticas y condiciones que garanticen derechos desde la niñez.
Esta reproducción estructural se vuelve más visible en territorios rurales y agrícolas. En estados como Sinaloa —líder nacional en producción de maíz— conviven altos niveles de productividad con comunidades donde los ingresos familiares dependen de ciclos climáticos cada vez más extremos, mercados volátiles y apoyos institucionales insuficientes. Cuando el ingreso se reduce, las decisiones que toman las familias no son abstractas: se reflejan en menos comida en la mesa, en niñas y niños que faltan a la escuela y en adolescentes que asumen responsabilidades económicas de manera prematura.
La pobreza no afecta a todas las personas por igual. Tiene rostro rural, indígena, femenino y juvenil. De acuerdo con el enfoque de pobreza multidimensional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las privaciones económicas y sociales impactan de manera desproporcionada a niñas, niños y adolescentes que viven en contextos rurales, indígenas y de alta marginación, así como a mujeres y juventudes.
En particular, las mujeres en comunidades agrícolas suelen concentrarse en actividades informales, mal remuneradas o no reconocidas, mientras que adolescentes y jóvenes enfrentan barreras para continuar estudiando o incorporarse a empleos dignos. Sin opciones reales, muchas juventudes quedan atrapadas en economías de subsistencia que replican la precariedad que vivieron en su infancia.
Este escenario evidencia una falla estructural: las políticas que no consideran la edad, el territorio y las desigualdades de género tienden a ser insuficientes. Combatir la pobreza en la niñez requiere intervenir en el presente de las familias y, al mismo tiempo, proteger el futuro de niñas, niños y adolescentes.
Desde esta lógica, abordar la pobreza en la niñez implica fortalecer los medios de vida familiares. No basta con transferencias económicas aisladas ni con programas desconectados del contexto local. Se requieren estrategias que mejoren los ingresos, fortalezcan capacidades productivas y reduzcan los riesgos que enfrentan niñas y niños.
Es por eso que en Save the Children trabajamos directamente en comunidades rurales de Sinaloa. A través de nuestro programa Raíces del Cambio hemos trabajado en esta dirección, nos enfocamos en la prevención del trabajo infantil y la inseguridad alimentaria a través del fortalecimiento de los medios de vida agrícolas. El programa impulsa la capacitación en buenas prácticas agrícolas adaptadas a la sequía, el acompañamiento a mujeres y jóvenes para diversificar ingresos y el desarrollo de proyectos productivos que fortalezcan la economía familiar.
La premisa es sencilla, pero poderosa: cuando las familias cuentan con ingresos más estables, conocimientos técnicos y oportunidades económicas, disminuye la presión para que niñas y niños trabajen y aumenta la permanencia escolar. La protección de la niñez y adolescencia no se logra únicamente con prohibiciones, sino creando condiciones para que las familias no tengan que elegir entre comer hoy o garantizar derechos mañana.
La pobreza infantil en México no es inevitable. Es el resultado de decisiones económicas, sociales y ambientales que pueden y deben cambiar. Colocar a la niñez en el centro de las estrategias contra la pobreza no es un gesto asistencialista: es una inversión social y una condición indispensable para romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad.
Si México aspira a un desarrollo sostenible y justo, debe preguntarse no solo cuánto produce, sino cómo viven las niñas y los niños en los territorios donde esa riqueza se genera. Garantizar derechos desde la infancia es la única vía para que la pobreza deje de ser una herencia y se convierta, por fin, en una excepción.
* Save the Children (@SaveChildrenMx) es la organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Ayuda a los niños y niñas a lograr una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección infantil y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas. Visita nuestra página y nuestras redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram.

La violencia digital está aumentando y millones de mujeres y niñas sufren abusos en línea cada año, lo que las está alejando de internet.
La violencia digital es una de las formas de abuso que más se está incrementando y está alejando a las mujeres de internet. Desde el acoso y el troleo hasta las deepfakes y el doxing, millones de mujeres y niñas sufren hostigamiento virtual cada año.
Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), el organismo especializado de las Naciones Unidas para las tecnologías digitales, alrededor de seis mil millones de personas utilizan internet en todo el mundo, y 280 millones más hombres que mujeres estuvieron conectados este año.
Las mujeres, las niñas y las personas no conformes con su género tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia y sufrir consecuencias más graves y duraderas debido a su género, según la ONU.
Estudios en todo el mundo muestran que hasta el 58 % de las mujeres y niñas han sido víctimas de violencia en línea, según la organización de la ONU para las Mujeres.
El troleo consiste en publicar mensajes intencionalmente provocativos u ofensivos en línea para molestar a alguien, provocar una reacción o causar problemas.
Según el Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CCDH), una ONG británico-estadounidense que busca frenar la propagación del discurso de odio y la desinformación en internet, existen dos tipos principales de troles:
Existen muchas razones por las que las personas pueden trolear en línea, y la diferencia varía de un trol a otro.
Los troles suelen disfrutar molestando a quienes atacan, por lo que si su víctima responde, esto solo los anima a continuar.
El troleo puede causar altos niveles de ansiedad y baja autoestima en la víctima.
El doxing se refiere a la divulgación de información privada sobre personas en internet, generalmente con malas intenciones.
Puede tener consecuencias en la vida real, como acoso, amenazas e incluso violencia física.
En 2021, J.K. Rowling, autora de Harry Potter, declaró haber sido víctima de doxing después de que una fotografía tomada fuera de su casa, que revelaba su dirección, circulara en línea.
Sin embargo, la policía declaró que no se tomarían medidas contra los activistas que la señalaron.
Desde abril de 2022, Facebook e Instagram (propiedad de Meta) prohíben compartir la dirección particular de una persona, incluso si aparece en registros públicos o noticias.
Los usuarios pueden seguir compartiendo su propia dirección, pero otros no pueden compartirla.
Este cambio se realizó siguiendo las recomendaciones de la Junta de Supervisión de Meta para fortalecer la protección de la privacidad y reducir los riesgos del doxing.
Los deepfakes son videos, imágenes o clips de audio creados con inteligencia artificial para que parezcan reales.
Pueden usarse para diversión o incluso para investigación científica, pero a veces se emplean para suplantar la identidad de políticos o líderes mundiales con el fin de engañar deliberadamente al público.
También se utilizan cada vez más para crear videos o imágenes pornográficas de famosos o de gente común.
Una encuesta reciente de la policía en Reino Unido reveló que “una de cada cuatro personas considera que no hay nada de malo en crear y compartir deepfakes sexuales, o se siente neutral al respecto, incluso cuando la persona representada no ha dado su consentimiento”.
Compartir o amenazar con compartir imágenes íntimas sin consentimiento es un delito penal en Reino Unido, que ahora se incluye en la Ley de Seguridad en Línea de 2023. Esto abarca las imágenes fabricadas o manipuladas, incluidas los deepfakes.
Muchos otros países, como Australia e Irlanda, cuentan con leyes similares para proteger a las personas del abuso con imágenes íntimas.
Los niños y jóvenes pueden ser objetivos de manipulación y grooming en línea.
Los agresores pueden usar plataformas en internet para establecer una relación de confianza con el menor y abusar de él.
Este abuso puede ocurrir en línea o el agresor puede concertar una cita con el niño o niña en persona con la intención de abusar de ellos.
El abuso también puede ocurrir cuando otros graban, suben o comparten contenido dañino en línea.
Ya sea que el abuso ocurra en internet o fuera de éste, puede tener un impacto duradero en el bienestar general del niño, provocando ansiedad, autolesiones, trastornos alimenticios, pensamientos suicidas o incluso suicidio.
El ciberacoso, o acoso en línea, se produce cuando alguien se enfrenta a un comportamiento acosador en redes sociales, aplicaciones de mensajería, juegos en línea y otros lugares de internet.
El acoso puede ocurrir tanto en línea como fuera de ella al mismo tiempo, y en ocasiones la persona que lo realiza es conocida de la víctima.
También es común sufrir acoso por parte de personas que no conoces en persona, pero que conoces de comunidades en línea, juegos o redes sociales. El abusador también puede ser anónimo.
Estos son algunos consejos para reducir el riesgo de ser víctima de abuso en línea, según la ONU.
Para prevenir eficazmente la violencia en línea facilitada por la tecnología, es fundamental comprender su especificidad y su impacto en las mujeres y las niñas, afirma la ONU.
Un estudio de ONU Mujeres de 2021 en la región de los Estados árabes reveló que el 60% de las mujeres usuarias de internet habían estado expuestas a violencia en línea ese año.
Un estudio europeo reveló que las mujeres tienen 27 veces más probabilidades de sufrir acoso en línea que los hombres, y otro análisis reveló que el 92% de las mujeres reportaron que la violencia en línea afecta negativamente su bienestar.
Las mujeres en la vida pública, como políticas, periodistas y defensoras de los derechos humanos, son especialmente blanco de ataques, y los riesgos son aún mayores para las mujeres negras, las personas LGBTQI+ y las mujeres con discapacidad, según la ONU.
La organización lanzó hasta el 10 de diciembre una campaña para erradicar la violencia digital contra todas las mujeres y niñas.
La campaña insta a los gobiernos a proteger la información personal y a penalizar la violencia digital, y pide a las grandes empresas tecnológicas eliminar el contenido dañino.
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