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Reformar sin transformar: el Reglamento de Tránsito de Ciudad Juárez administra la violencia vial, no la previene
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Reformar sin transformar: el Reglamento de Tránsito de Ciudad Juárez administra la violencia vial, no la previene

El debate sobre el Reglamento de Tránsito de Ciudad Juárez no es técnico ni menor: es profundamente político, en el sentido más amplio del término. Habla de qué vidas se protegen, cuáles se consideran prescindibles y bajo qué condiciones se permite habitar el espacio público.
28 de diciembre, 2025
Por: Bici blanca Juárez y Sergio Andrade-Ochoa

Hablar de reformas al Reglamento de Tránsito en Ciudad Juárez debería implicar, necesariamente, una discusión profunda sobre derechos, seguridad vial y justicia urbana. Sin embargo, las modificaciones que actualmente se impulsan desde el ámbito municipal distan mucho de representar un cambio estructural. No solo carecen de profundidad, sino que no se alinean con los principios y disposiciones de la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial ni con la Ley Estatal de Movilidad y Seguridad Vial de Chihuahua, ambas vigentes y de observancia obligatoria.

El problema no es menor: un reglamento de tránsito no es un documento administrativo cualquiera, sino un instrumento que define quién tiene derecho a la calle, bajo qué condiciones y a costa de qué riesgos. Cuando ese instrumento se queda corto, ambiguo o reproduce viejos paradigmas, sus efectos se traducen en lesiones, muertes evitables y exclusión del espacio público.

Una jerarquía de movilidad ausente

Uno de los principios rectores de la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial es la jerarquía de movilidad, que establece con claridad que las personas peatonas —especialmente aquellas en situación de vulnerabilidad— deben ser la prioridad, seguidas por quienes usan la movilidad activa, el transporte público y, al final, el vehículo motorizado particular.

Las reformas al reglamento municipal no establecen de manera explícita ni operativa esta jerarquía, lo que deja la puerta abierta a interpretaciones discrecionales y mantiene intacta una visión vehicular-centrista de la ciudad. En los hechos, la calle sigue pensándose para la velocidad, y no para las personas.

Preferencia peatonal condicionada: una forma de revictimización

El reglamento establece en su Artículo 103 que las personas peatonas tienen preferencia sobre el tránsito vehicular solo cuando cruzan por pasos peatonales marcados y cuando la señal del semáforo así lo indique. Esta redacción es profundamente problemática por dos razones.

La primera es conceptual: condicionar el derecho a la vida y a la integridad física a la existencia de infraestructura adecuada contradice la jerarquía de movilidad y los principios de seguridad vial. La segunda es material: Ciudad Juárez enfrenta una grave carencia de cruces peatonales seguros, bien delimitados y accesibles. En ese contexto, el reglamento termina responsabilizando a la víctima por una omisión estructural del propio Estado.

No se trata de fomentar cruces inseguros, sino de reconocer que la prioridad peatonal es inherente, no condicional, y que corresponde a la autoridad adaptar la infraestructura a la realidad de la ciudad, no al revés.

Un reglamento que discrimina y limita la autonomía

Más grave aún es lo dispuesto en el Artículo 106, que obliga a que niñas, niños menores de seis años y personas con discapacidad física no puedan transitar sin acompañantes adultos. Esta disposición no solo es regresiva, sino abiertamente discriminatoria.

El Artículo 4º constitucional reconoce el derecho de toda persona a la movilidad en condiciones de seguridad, accesibilidad y autonomía. Impedir normativamente que ciertos cuerpos puedan transitar de forma independiente no protege, excluye. Refuerza una visión asistencialista de la discapacidad y desconoce los avances en materia de derechos humanos, accesibilidad universal y diseño incluyente.

La movilidad activa: la gran ausente

En un contexto de crisis climática, de salud pública y de desigualdad urbana, resulta alarmante que la movilidad activa esté prácticamente ausente del reglamento. La palabra ciclovía no aparece en ningún momento. No se reconoce el derecho de las personas ciclistas a ocupar el centro del carril cuando las condiciones lo ameritan, ni se establecen medidas claras de protección.

Por el contrario, el reglamento revictimiza a quienes usan la bicicleta, imponiendo obligaciones como el uso de prendas reflejantes (Artículo 93), trasladando nuevamente la responsabilidad de la seguridad a la persona y no al sistema vial. Además, la bicicleta sigue siendo concebida como un objeto recreativo, no como un vehículo legítimo de transporte, trabajo y movilidad cotidiana.

Ciclistas y motociclistas: riesgos distintos, reglas distintas

Otro error conceptual es colocar a ciclistas y motociclistas en la misma jerarquía normativa. Aunque ambos son usuarios vulnerables frente al automóvil, sus niveles de riesgo, velocidades, masas y capacidades son radicalmente distintos.

Las buenas prácticas internacionales y las disposiciones oficiales recomiendan regulaciones específicas para motocicletas: uso obligatorio de casco certificado, procesos claros para la obtención de licencias, y la prohibición del transporte de menores de 14 años. Ninguno de estos elementos se aborda con la claridad y/o contundencia necesarias.

La electromovilidad ignorada

Finalmente, el reglamento parece anclado en una realidad que ya no existe. La electromovilidad —patines eléctricos, bicicletas asistidas, scooters— crece de manera acelerada en las ciudades mexicanas, pero no es contemplada en las reformas. La ausencia de regulación no elimina el fenómeno: solo lo vuelve más inseguro y caótico.

Reformar con participación, no desde el escritorio

Las reformas están siendo impulsadas desde las comisiones de Gobernación, Movilidad y Seguridad Pública. Sin embargo, un reglamento que define la vida cotidiana de millones de personas no puede construirse sin consultas públicas reales, ni sin la participación activa de la sociedad civil organizada y la academia.

Ciudad Juárez necesita un reglamento que deje claro que la prioridad es salvaguardar la integridad de todas las personas, sin importar el medio por el que se desplacen o las capacidades de sus cuerpos. Reformar no es ajustar artículos: es cambiar la forma en que entendemos la ciudad y a quienes la habitan.

Porque cuando un reglamento no protege a las personas más vulnerables, no es un instrumento de orden: es un factor de riesgo más.

Cerrar la brecha entre la norma y la calle

El debate sobre el Reglamento de Tránsito de Ciudad Juárez no es técnico ni menor: es profundamente político, en el sentido más amplio del término. Habla de qué vidas se protegen, cuáles se consideran prescindibles y bajo qué condiciones se permite habitar el espacio público.

Es indispensable subrayar que estas reformas no son un error aislado, sino parte de un patrón recurrente en muchas ciudades mexicanas: simular cambios normativos sin transformar las causas estructurales de la violencia vial. Se modifican artículos, se endurecen sanciones, pero se evita tocar lo fundamental.

El problema no es solo lo que el reglamento dice, sino lo que decide no decir. Al omitir la jerarquía de movilidad, la protección explícita a peatones y ciclistas, y la regulación de nuevas formas de movilidad, el municipio renuncia a su obligación de garantizar el derecho a la movilidad segura. Y cuando el Estado omite, la consecuencia no es neutral: esa omisión se traduce en riesgo y exclusión.

Ciudad Juárez no necesita un reglamento que administre la violencia vial; necesita uno que la prevenga. Las reformas actuales se quedan en la superficie, ignoran la evidencia y reproducen una visión excluyente de la movilidad y el espacio público.

Armonizar el reglamento con la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial no es un trámite burocrático: es una obligación legal y ética. Cualquier cosa distinta es legislar de espaldas a la realidad de la calle y a las personas que, todos los días, se juegan la vida al intentar moverse por la ciudad.

* Bici blanca Juárez (@biciblancajrz) es una iniciativa que visibiliza al ciclista caído colocando una bicicleta blanca en el lugar donde este fue atropellado; un tributo a la memoria de quien ya no está con nosotros, como un recordatorio de nuestra fragilidad y como una protesta silenciosa ante la violencia vial. Sergio Andrade-Ochoa (@rat_inside) actualmente es catedrático-investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua y líder del proyecto de Estrategia Misión Cero. Ha sido reconocido por la International Youth Foundation, Fundación MAPFRE, la Federación Latinoamericana de Asociaciones Químicas, el Gobierno del Estado de Chihuahua, la Secretaría de Desarrollo Social y Rotary International por sus contribuciones en materia de derechos humanos, salud pública, ciencia y tecnología.

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Imagen BBC
Por qué el universo está creando menos estrellas (y qué dice eso sobre su futuro)
6 minutos de lectura

Los astrónomos han detectado señales de que nacen cada vez menos estrellas. Podría ser parte de un declive gradual del Universo y de todo lo que contiene. Pero ¿por qué? ¿Y cuánto deberíamos preocuparnos?

22 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
0
Nada dura para siempre, ni siquiera nuestro universo.

En las últimas dos décadas los astrónomos han ido notando pistas de que el cosmos tal vez ha pasado su mejor momento.

Una de esas señales es que menos estrellas han ido naciendo.

Ahora, eso no significa que el universo se está quedando sin estrellas. Hay estimaciones de que hay por lo menos un septimillón de ellas -eso es un número seguido de 24 ceros.

Pero los astrónomos creen que la producción de nuevas estrellas se está reduciendo.

Una estrella nace… y muere

El consenso científico actual es que el universo tiene una edad de 13.800 millones de años.

Las primeras estrellas se formaron poco después de que el Big Bang apareciera.

De hecho, el año anterior, el telescopio espacial James Webb halló un trío de estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, que se cree tienen una edad cercana a los 13.000 millones de años.

Las estrellas son esencialmente bolas gigantes de gas caliente que comenzaron su vida de la misma forma.

Ellas se forman en nubes enormes de polvo cósmico conocidas como nebulosas. La gravedad junta los gases, que eventualmente se calienta y se convierte en una estrella bebé, o como se le conoce, protoestrella.

Una pequeña silueta de una persona que lleva una linterna en la cabeza, mirando hacia un vasto cielo nocturno lleno de innumerables estrellas, con la galaxia de la Vía Láctea asomándose hacia arriba en el medio.
Anadolu via Getty Images
Las estrellas no solo han sido un objeto de fascinación para la humanidad, sino un factor clave dentro del universo.

A medida que el corazón de la estrella se calienta a millones de grados centígrados, los átomos de hidrógeno que están contenidos allí comienzan a agitarse para formar helio a través de un proceso llamado fusión nuclear. Esta reacción emite luz y calor y la estrella ahora está en una fase estable de “secuencia principal”.

Los astrónomos estiman que las estrellas en secuencia principal, incluido nuestro propio Sol, son aproximadamente el 90% de todas las estrellas del universo. El rango varía entre una décima parte hasta 200 veces la masa de nuestro Sol.

Eventualmente esas estrellas consumen su combustible y pueden tomar diferentes caminos en su manera de morir.

Estrellas con masas pequeñas como nuestro Sol entran en un proceso de desvanecimiento que puede durar miles de millones de años.

Para estrellas “hermanas” más grandes, con al menos ocho veces el tamaño del Sol, su final es más dramático: ellas se destruyen en una gran explosión conocida como supernova.

Un diagrama de flujo que ilustra el ciclo de vida de las estrellas: una nebulosa formadora de estrellas produce una protoestrella, que puede tomar uno de dos caminos; si se convierte en una estrella masiva, se convertirá en una supergigante roja, luego en una supernova que conduce a un agujero negro o una estrella de neutrones; si se convierte en una estrella similar al Sol, se convertirá en una gigante roja, luego en una nebulosa planetaria que conduce a una enana blanca.
BBC

Las viejas estrellas dominan

En 2013, un equipo internacional de astrónomos dedicados a estudiar las tendencias en la formación de estrellas afirmó que de todas las estrellas que iban a nacer en la historia del Universo, el 95% ya lo había hecho.

“Vivimos en un universo dominado por estrellas viejas”, dijo en ese momento el autor del estudio, David Sobral, en un artículo publicado en la revista Subaru Telescope.

En la línea del tiempo del universo, parece que su momento de mayor producción de estrellas ocurrió hace unos 10.000 millones de años, en un período conocido como el “Mediodía Cósmico”.

“Las galaxias convierten el gas en estrellas y lo están haciendo a una tasa decreciente”, explica el profesor Douglas Scott, cosmólogo de la Universidad de British Columbia en Canadá.

Scott es el coautor de un informe, que aún no se ha publicado, en el que se analiza información de los telescopios de la Agencia Espacial Europea, Euclides y Herschel.

Él y su equipo de investigadores espaciales fueron capaces de estudiar de forma simultánea cerca de 2,6 millones de galaxias, lo que fue posible gracias al mapa 3D del universo creado por la misión Euclides.

Se ven nubes anaranjadas que giran sobre un fondo de estrellas distantes, con tres centros brillantes de formación estelar brillando en una línea vertical.
Misión Euclides
La misión espacial Euclides ha capturado detalles de viveros en el universo cercano en los que nacen nuevas estrellas.

Los astrónomos estaban particularmente iuteresados en el calor que emiten las estrellas. Las galaxias con mayor tasa de formación de estrellas tienden a tener un polvo cósmico más caliente a medida que contienen estrellas más grandes y calientes.

El equipo halló que las temperaturas de las galaxias han ido disminuyendo en los últimos mil millones de años.

“Ya se nos pasó el momento de mayor formación de estrellas, y habrá cada vez menos formación de nuevas estrellas en el universo”, agrega Scott.

La gran helada

Es verdad que la muerte de las viejas estrellas puede llevar a la formación de nuevas usando el mismo material, pero no es tan simple.

Asumamos que tenemos una pila de materiales de construcción y la usamos para hacer una casa. Si queremos construir uno nuevo, podemos reciclar cosas de una casa vieja, pero no todo será útil.

“Eso significa que solo podemos hacer una casa más pequeña. Cada vez que hagamos una demolición, habrá menos materiales que sean útiles hasta que no se pueda construir nada”, señala Scott.

Eso es lo que pasa con las estrellas.

“Cada generación de estrellas tienen menos combustible para gastar y eventualmente no habrá suficiente combustible para hacer una estrella”, añade.

Y concluye: “Ya sabemos que las estrellas menos masivas son más comunes que las estrellas masivas en el universo”.

El Sol se ve como una bola brillante con remolinos brillantes y oscuros; un gran destello en la superficie frontal representa una poderosa llamarada solar.
Nasa/SDO
Los astrónomos estiman que a nuestro Sol aún le quedan otros 5 mil millones de años antes de que finalmente se desvanezca.

Los científicos han teorizado durante mucho tiempo que el universo llegará a su fin algún día. Simplemente no pueden estar seguros de cómo ni cuándo.

Una de las teorías más aceptadas actualmente es la muerte térmica.

También conocida como la “Gran Helada”, predice que a medida que el universo continúa expandiéndose, la energía se dispersará hasta que finalmente se enfríe demasiado para sustentar la vida. Las estrellas se alejan cada vez más, se quedan sin combustible y no se forman nuevas.

“La cantidad de energía disponible en el universo es finita”, explica Scott.

Muchos ceros

Pero antes de que mires con melancolía el cielo, la desaparición de las estrellas tomaría una cantidad astronómica de tiempo.

Se ven filamentos de gas y polvo de color gris y marrón que se extienden en espiral hacia afuera desde un brillante cúmulo de estrellas azules en el centro de una galaxia.
NASA
La formación de estrellas continuará durante mucho, mucho tiempo en muchas galaxias.

Scott estima que seguirán apareciendo nuevas estrellas durante los próximos 10 a 100 mil millones de años, mucho después de que nuestro Sol probablemente haya desaparecido.

En cuanto a la “Gran Helada”, podría tardar aún más: a principios de este año, astrónomos de la Universidad Radboud de los Países Bajos estimaron que el final llegaría en aproximadamente un quinvigintillón de años, es decir, un uno seguido de 78 ceros.

Hay tiempo de sobra, entonces, para apreciar las estrellas la próxima vez que haya una noche despejada.

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