
Durante su comparecencia matutina del viernes 19 de diciembre, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó una gráfica titulada “Población en pobreza y clase media 2000-2024 (en porcentaje)”, en donde destaca que, desde 2018, la pobreza disminuyó 13.6 % mientras que la clase media incrementó en un 12.4 %. Además, a esta aseveración siguió otra, mucho más osada, que rebasa lo estadístico y se inserta en lo retórico: “es la primera vez que en México hay más personas que están reconocidas como en clase media y menos personas en pobreza”.
Desde luego, se trata de cifras que, de ser ciertas, habría que celebrar por lo que implican. Esto es, una serie de esfuerzos políticos acertados que, desde hace más de cinco años, han asegurado el tránsito constante de la pobreza hacia la clase media de alrededor del 10 % de la población. Sin embargo, antes que dejarse impresionar por la contundencia de las estadísticas, es un ejercicio prudente –además de necesario– analizar su procedencia y la metodología empleada para extraerlas.
Como la misma presidenta señaló, estas cifras fueron extraídas del LAC Equity Lab (Laboratorio de Equidad para América Latina y el Caribe) del Banco Mundial, una “plataforma de intercambio de datos que presenta los indicadores y análisis más recientes sobre pobreza, prosperidad compartida, desigualdad y equidad”, de modo que se pueda visualizar “el progreso continuo de la región hacia los objetivos del Banco Mundial de reducir la pobreza extrema y aumentar la prosperidad compartida, así como muchos otros indicadores”.
De acuerdo con el Banco Mundial y la Paridad de Poder Adquisitivo regional, es suficiente un ingreso diario de 17 dólares diarios para considerar a una persona en la clase media en países de ingreso medio-alto, lo que equivale a 187 pesos diarios per cápita, es decir, 5,610 pesos mensuales. Estas cifras contrastan con la versión estenográfica del Gobierno, en donde se menciona que son 340 pesos los que ingresan personas de clase media. Esta diferencia se debe a que el gobierno federal hizo una conversión nominal simple, es decir, los 17 dólares diarios que considera el Banco Mundial los convirtieron a pesos sin hacer la conversión por medio de la PPA, que se ajusta al costo de vida más bajo en México y que equivale a un aproximado de 10-11 pesos por dólares.
Un motivo probable por el cual se optó por mostrar esta cifra de 340 pesos diarios (sin que por ello se haya hecho el ajuste correspondiente en lo estadístico, es decir, que hubiera una reducción del porcentaje clasemediero por ser más alta la cifra del ingreso) es que hace más verosímil el discurso de ascenso social con base en las cifras del Banco Mundial, pues de mostrar los 187 pesos no sería igual de impactante para la audiencia pública; más aún, pondría de manifiesto que esa cantidad no basta para personas “que tienen satisfechas todas sus necesidades, no tienen ningún tipo… de rezago social ni de vulneración social”.
Dicho ingreso –y aquí es donde radican las limitaciones metodológicas y conceptuales del Banco Mundial– de 187 pesos diarios, se considera como suficiente para alcanzar el umbral de la clase media en la medida en que no supone una recaída inmediata al estrato más bajo o, en otras palabras, que permite la subsistencia y el funcionamiento diario en términos laborales, no obstante que no es lo suficiente para alcanzar una vida digna. Expresado llanamente, a pesar de que los 17 dólares PPA no se gastan de manera inmediata en la supervivencia diaria, no permiten el ahorro, la generación de un patrimonio ni la estabilidad económica a lo largo del tiempo.
Si bien le permiten al trabajador promedio trasladarse en transporte público hasta su espacio de trabajo y cubrir sus necesidades alimentarias para seguir siendo funcional, no le garantizan alcanzar la autonomía material, la cual implica esparcimiento, vivienda propia, seguridad social, estabilidad laboral, acceso a servicios adecuados de transporte, educativos y de salud, etc. Esta realidad apenas empieza a cambiar en hogares conformados por cuatro personas que ingresan 187 pesos diarios o más, que sólo en conjunto logran superar los 20 mil pesos mensuales.
La razón principal por la cual no es recomendable tomar como referencia las mediciones del Banco Mundial se debe a que este organismo hace uso de un lenguaje técnico que tiende a simplificar realidades sociales heterogéneas en indicadores monetarios, los cuales son útiles para evaluar, financiar y legitimar medidas centradas en la prosperidad de los mercados internacionales, no en la dignidad de las personas locales. Esto significa que terminan por obviar el carácter integral y estructural de la pobreza, así como las variaciones regionales dentro del país con respecto a la capacidad de compra.
Por lo tanto, lejos de tratarse de un caso inédito de ascenso clasemediero en la historia del país –según la narrativa empleada por la presidenta–, estaríamos hablando de una clase pobre funcional, clase media nominal o clase media por ingreso, 1 todos ellos eufemismos útiles al uso retórico y propagandístico, pero en ningún caso el signo inequívoco de una clase media con autonomía material, laboral y patrimonial. 2
El paradigma monetarista y –sí, hay que decirlo– neoliberal del Banco Mundial es fundamentalmente crematístico: supone que la acumulación del dinero es un fin en sí mismo, como si se tratara de un bien supremo. Esto se ve claramente reflejado en los métodos que emplea al momento de definir el umbral de la pobreza, pues desvincula los parámetros económicos –como el ingreso– de la dignidad humana, la cual queda supeditada al rendimiento de la acumulación monetaria.
Más aún, ignora algo fundamental: que el dinero en forma de ingreso sirve para vivir bien, no obstante, por sí mismo no es de ningún modo un indicador sobre cómo viven las personas. Desde luego, para un monetarista contemporáneo la clasificación de las clases sociales resulta indiferente en la medida en que éstas sigan siendo nominales, siempre y cuando ello no afecte el rendimiento de los trabajadores al momento de garantizar la ganancia de las empresas.
Más allá de las claras deficiencias de las cifras y la metodología del Banco Mundial, lo que resulta llamativo es el interés de la presidenta por adherirse a ellas como si se tratase de un verdadero augurio de prosperidad económica y social para el país. Ciertamente, a diferencia de su antecesor, ha optado –al menos en el discurso– por dejar de menospreciar a la clase media y de hacer un uso estratégico de los pobres para “ir a la segura… y defender la Transformación”.
Los datos más recientes del Banco Mundial 3 son convenientes al discurso presidencial de Sheinbaum Pardo en la medida en que empatan con el incremento significativo que ha habido en los últimos dos sexenios al salario mínimo, el cual será, para 2026, de 315 pesos diarios, 1.87 veces más que los 17 dólares PPA fijados por el Banco Mundial.
En realidad, la afinidad de la presidenta con un organismo que impulsa medidas monetarias neoliberales no es una excepción a su programa político habitual, sino que coincide con las medidas –y sus consecuencias– que tanto ella como su antecesor han adoptado en materia económica y social.
Deliberadamente o no, las medidas y programas sociales de la llamada Cuarta Transformación, particularmente el incremento al salario mínimo y la entrega directa de apoyos económicos, han contribuido a administrar la pobreza, pero no a erradicarla. En el fondo no están atacando las verdaderas causas de la misma, entre las cuales se incluyen algunas como:
La trampa de fondo detrás del discurso presidencial sobre el crecimiento de la clase media y del incremento al salario mínimo y la entrega directa de apoyos es que las causas de la pobreza permanecen prácticamente inalteradas, al mismo tiempo que se busca agotar el debate sobre la desigualdad haciendo pasar el gasto público redistributivo del gobierno como una forma eficaz de erradicar la pobreza.
En el fondo, el debate ha sido desviado a pensar que el problema se encuentra en incrementar el salario mínimo y las transferencias por programas sociales, con lo cual supuestamente se erradicaría la pobreza, pero la de ingresos, esto es, según la define el Banco Mundial. Esto oculta la solución estructural necesaria para disminuir la brecha entre ricos y pobres, la cual implica un papel gubernamental activo al momento de hacer inversión pública de largo plazo, un aspecto del que precisamente las administraciones pasada y en turno no se han ocupado en ningún momento, pues los rubros de salud, educación, transporte, agua, cuidados, seguridad, ciencia, entre otros, se encuentran prácticamente abandonados, mientras que la mayor parte del presupuesto en inversión lo acaparan las obras faraónicas del Tren Maya, Dos Bocas, AIFA, y el Corredor Interoceánico. A saber, se pierde de vista que no todo gasto público implica inversión y que no toda inversión es intrínsecamente redistributiva.
En lo sustancial, la metodología empleada por el Banco Mundial y las medidas económicas de los últimos dos sexenios son coincidentes, puesto que emergen del mismo paradigma crematístico, el de tipo neoliberal. La única diferencia con los sexenios anteriores –a los que tanto la actual presidenta como su antecesor achacan de neoliberales cada vez que la ocasión se les presenta–, es que las medidas cuatroteístas se han servido de recursos demagógicos para ser atractivas en lo popular, no obstante que siguen siendo del beneplácito del Banco Mundial por su impacto real en la economía, toda vez que atraen la inversión de capital extranjero gracias a su capacidad para mantener a raya la pobreza, hecho que se traduce en estabilidad política, incremento del consumo y mano de obra funcional y productiva. En definitiva, el neoliberalismo nunca se fue de la presidencia, solamente mudó de pieles.
* Mauricio Aguilar Madrueño es estudiante del doctorado en Ciencia Política por la UNAM.
1 Otro eufemismo muy común empleado por el Banco Mundial es el de población vulnerable, “aquellos que no están en la pobreza pero tienen una alta probabilidad de caer en la pobreza ante cualquier cambio inesperado que afecte sus ingresos.” Este malabarismo en el uso del lenguaje es el equivalente al absurdo de decir que hay muy pobres, pobres promedio y pobres cuasi clasemedieros, como si la pobreza, la vida digna y la libertad en el ingreso y gasto fueran una cuestión de tintes medios. Para el caso de las cifras empleadas por la presidenta, dicha población –que se quedó a un escalón de subir a la clase media nominal– corresponde al 1.2% que hay entre los 12.4% que entraron a la clase media y los 13.6% que salieron de la pobreza, es decir, aquellos que tienen un ingreso de entre 8.30 y 17 dólares, esto es, entre 91 y 187 pesos diarios.
2 Otras mediciones, más serias que la del Banco Mundial, como la del Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), creado por el economista Julio Boltvinik, apuntan a que para ser considerado de clase media no basta con exentar las carencias básicas. Es necesario tener acceso a agua, luz, celular, seguridad social –o “dinero para contratar un seguro privado”–, vivienda con cocina, sala y un máximo de dos habitantes por dormitorio, así como acceso a bienes durables como lavadora o computadora. De acuerdo con una estimación hecha por Viridiana Ríos y Ray Campos con datos de 2022 y siguiendo el MMIP, solamente 11% de los mexicanos podría considerarse de clase media. Este panorama no es muy distinto al actual, pues ser clase media nominal o por ingreso no basta para costear el verdadero nivel de vida mesocrático, mientras que la calidad y el acceso a los servicios públicos siguen a la baja. Viri Ríos y Ray Campos, Así no es: No creas todo lo que te dicen sobre meritocracia, clase media, clasismo, salarios e ingresos (Ciudad de México: Grijalbo, 2024), p. 101 y ss.
3 Que, en palabras de la presidenta, “es una referencia internacional… que muchas veces no está de acuerdo con nosotros”.
4 Viri Ríos, No es normal: El juego oculto que alimenta la desigualdad mexicana y cómo cambiarlo (Ciudad de México: Grijalbo, 2021), págs. 135 y 136.

Las autoridades estadounidenses han confiscado este mes al menos dos petroleros que considera parte de una flota de buques fantasma utilizada por Venezuela para evadir sanciones.
Rusia y China condenaron la incautación por parte de Estados Unidos de petroleros sancionados en aguas cercanas a Venezuela, en una reunión especial del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en Nueva York el martes.
El embajador ruso ante la ONU, Vasily Nebenzya, dijo que se trataba de una “agresión flagrante” contra un Estado soberano y describió las acciones estadounidenses como “métodos pseudolegales” que vulneran el derecho internacional.
Por su parte, el embajador chino afirmó que las medidas de Estados Unidos violan la Carta de la ONU y el derecho internacional, y advirtió que amenazan la paz y la seguridad en América Latina y el Caribe.
Las críticas de Moscú y Pekín se produjeron en una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad, órgano ejecutivo de la ONU, solicitada por el propio gobierno venezolano y respaldada por ambos países.
Las autoridades estadounidenses han confiscado en lo que va de este mes al menos dos petroleros que considera parte de una flota de buques fantasma utilizada por Venezuela para evadir sanciones.
En el foro abierto por Venezuela en el Consejo de Seguridad, Rusia acusó a EE.UU. de “comportamiento de cowboy” e “intimidación”, según la agencia AFP, mientras China denunció una escalada de presión militar y económica contra Caracas en un contexto de creciente tensión en el Caribe.
En respuesta, el embajador estadounidense ante la ONU, Mike Waltz, afirmó que Washington hará “todo lo que esté en su poder para proteger nuestro hemisferio, nuestras fronteras y al pueblo estadounidense”.
Waltz defendió el bloqueo impuesto por la administración de Donald Trump a petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela, así como la interceptación de varios buques en el mar Caribe.
También aseguró ante el Consejo que su país impondrá sanciones “al máximo” para privar al presidente Nicolás Maduro de los recursos que, según Washington, utiliza para financiar al Cártel de los Soles, designado por Estados Unidos como organización terrorista.
Insistió en que el petróleo exportado por Venezuela constituye “el principal salvavidas económico” de un gobierno al que calificó como ilegítimo y al que acusó de facilitar el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa.
Las declaraciones en la ONU llegan en medio de una intensificación de la presión militar estadounidense sobre el gobierno de Maduro.
Trump sugirió este lunes que Estados Unidos se quedará con el crudo de los petroleros incautados frente a las costas venezolanas, e incluso con los propios buques.
Por otra parte, el Comando Sur de Estados Unidos informó de un ataque militar en aguas internacionales del Pacífico oriental contra una embarcación sospechosa de narcotráfico, en el que murió una persona.
Desde septiembre ya han muerto alrededor de 100 personas en ataques de EE.UU. contra supuestas “narcolanchas” en el Caribe y el Pacífico.
Trump también ha amenazado con extender este tipo de operaciones a tierra firme, al tiempo que continúa el enorme despliegue militar estadounidense en aguas del Caribe.
Desde Caracas, Nicolás Maduro ha denunciado las incautaciones de los petroleros como actos de “piratería” y acusa a Washington de querer apropiarse de las reservas de petróleo de su país y de querer derrocarlo.
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