Escribo estas líneas minutos después de que ocurriera la noticia que solo parece ser noticia para los opinadores en México. No hay nada en las órdenes ejecutivas ―los columnistas, la comentocracia y los diarios nacionales insisten en llamarles “decretos”, “decisiones”, lo cual es confuso y poco preciso, si bien parece que a partir del desconocimiento de ese poderoso instrumento jurídico del presidente de Estados Unidos, los medios políticos y de comunicación al sur de la frontera con ese país llevan, como suele decirse, agua para su molino. Cada orden ejecutiva estaba más anunciada que el hecho incontrovertible de prever que mañana temprano volverá a salir el sol, o que pasado mañana habrán muerto otras decenas más de personas cortesía del crimen a lo largo y ancho del territorio nacional. Por favor amigas, amigos y amigues: nada de eso es noticia.
Me explico.
La confusión parece premeditada. Lo mismo para quienes, no encuentro otra forma de decirlo, se pasaran al otro lado y peroraron anticipadamente de algo que, válganos dios, llaman el fin de la decencia ―la de quién, porque ahí cabe la especie humana completita; que para quienes se erigieron en salvadores del homo sapiens liberal, tan clemente y bondadoso como el Pueblo Bueno, para lo cual ―en su ignorancia de la historia de las ideas y del pensamiento estratégico, en tanto que el término proviene de la izquierda socialista estadounidense― se sacan del viejo cajón la expresión “guerra cultural” al tratar de cifrar el sentido profundo de la segunda presidencia de Trump, cuando la guerra, las guerras reales que ya tienen lugar, cambiarán y/o se extenderán hacia otros frentes en el mapa. Tampoco es noticia. Entre la militancia dura, uno encuentra afirmaciones al mismo tiempo simplonas y espeluznantes que denotan, además del retorno triunfal y literal del significado atávico del nombre de la Patria, el ombligo de la Luna, la necesidad urgente de recibir atención profesional para tratar un narcisismo agudo del tipo que lleva a decir cosas como estas: “Trump nos estará hablando a nosotros”. No estamos lejos de leer, la semana próxima: “Les cuento que a mí me hablaron, en teleconferencia, Jesucristo, Benito Juárez, Carlos Jonguitud Barrios y la Doña, María Félix. Tranquilos chicos, calmantes montes, alicantes pintos: Estados Unidos, problemita resuelto”.
Mientras tuvieron lugar los numerosos inaugural balls y otras sórdidas celebraciones en torno al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, medio mundo y medio Washington anduvieron a la caza de las órdenes ejecutivas firmadas por Trump antes de largarse a bailar por enésima ocasión “Macho Man”. No es necesario tenerlas ni verlas. Basta con repasar la lista que los señala puntualmente. Ahí tampoco nadie ―más o menos pensante, más o menos informado― encontrará mayores sorpresas. En el plano doméstico, entre otras prioridades, como todo presidente que se respete ―es complicado argumentar cómo es que el actual en efecto lo logra―, una vez más habrá que drenar el pantano, hacer América grandiosa otra vez, implementar algo que en México conocemos desde el tiempo de la Colonia como la “simplificación administrativa”, ya no echar para atrás cualquier asunto relativo a la inclusión y diversidad sexuales, sino de plano regresar al tiempo de las cavernas.
En el plano internacional, que empieza ―para quien, diferencia de la burocracia de Relaciones Exteriores, sí conoce Estados Unidos― al interior del país: deportaciones, que sí habrá, de mexicanos y de todas partes del mundo que, esto tampoco es noticia, serán echados al otro lado de la frontera, en el país cuyo gobierno dice que no será tercer país seguro ―cosa que, al menos yo, tomo al pie de la letra: acá nadie está seguro ―incluidos los amigos del abrazo, ya catalogados como parte del terrorismo internacional.
Para todo lo demás, que no es poco, vale apoyarse en la última edición de The Military Balance (2024) que cada año arma y edita el equipo de expertos del International Institute for Strategic Studies de Londres, siempre con voluntad de hacer comprensible, al menos para quien quiera entender, las tendencias en los conflictos armados y crisis alrededor del mundo. Cada edición incluye un mapa detallado que vale más que tres mil presentaciones de PowerPoint proyectadas a deshoras en Palacio.
A menos que se padezca de daltonismo (es mi caso), echándole una mirada al mapa de conflictos y crisis del IISS, queda claro que México, Colombia, yo agregaría Venezuela ―que no fue incluida por las fechas de la fraudulenta elección y toma de posesión de Nicolás Maduro―, no están color de hormiga como Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, Afganistán, Sudán, pero sí más ardientes que India, Turquía, Níger, Mozambique. Cabe señalar que las diferentes tonalidades con que se identifican los países/conflictos/crisis refieren al impacto humano medido con diversos criterios: mortalidad, heridos, desplazados, desaparecidos, hambrunas, fallas de las economías, entre otras.
Se trata de un instrumento que refleja los alcances, el reach, que tendrá el despliegue militar de Estados Unidos con Trump, sus agencias de inteligencia, qué embajadas de ese país serán cruciales: un instrumento útil para quien busque entender y ver un poco más allá. Estados Unidos vuelve a ser, otra vez, la única potencia global. Ofrezco mi reino por un caballo que no nos están precisamente hablando a nosotros.
Al contrario, la red consular de México, el embajador en Washington que no para de grabar videos inocuos, deberían estar hablando con ellos: con quienes no son amigos ―en el entendido que la diplomacia es el arte de la persuasión, se supone― por ejemplo, empleadores racistas que no vacilan en contratar mexicanos porque de lo contrario el negocio se cae por costos; con los supremacistas, que odian más a otros grupos étnicos antes que los paisanos; con Fox News y demás outlets donde se congrega la demencia y la desinformación, con los republicanos en todos los niveles. Y no con los aliados de siempre. Ni como táctica elemental camina hacerse amigos de los restauranteros, empresarios y activistas mexicanos y/o de origen mexicano. Menos aún presentar eso como un dique de contención. La señal es contundente: gracias por ser mi amigo, amigo, pero ahí vienen los malos. Agárrate, que juntos nos arrojamos al precipicio.
* Bruno H. Piche (@BrunoPiche) es ensayista y narrador. Ha sido editor, diplomático, promotor cultural y de negocios internacionales. Es autor de los libros Robinson ante el abismo, Noviembre, El taller de no ficción, Los hechos y más recientemente, La mala costumbre de la esperanza (Literatura Random House). En 2025 aparecerá su libro de ensayos biográficos del primer premio Nobel mexicano, Alfonso García Robles, por El Colegio Nacional, del cual García Robles fue un destacado miembro.
En búsqueda de momentos de más felicidad, los amigos, los viajes y hasta una lista pueden ayudar a encontrar el camino.
¿Qué es la felicidad?
Es una pregunta que nos hacemos muchas veces… y para la que muchas veces no tenemos una respuesta clara.
¿Es vivir sin preocupaciones? ¿O es vivir tranquilo a pesar de los problemas que a diario nos aquejan?
Lo cierto es que algunas personas parecen predeterminadas a ser más felices que otras.
Pero seas el tipo de persona que canta en la ducha y baila bajo la lluvia, o bien tengas una personalidad más dura y un poco pesimista, esa idea de la felicidad no es algo que simplemente vaya a ocurrirnos.
Todos podemos cambiar nuestros hábitos para atraer más de ese bienestar a nuestras vidas.
Por esa razón, aquí puedes encontrar algunos consejos que quizá te sean útiles para ser más feliz en 2025
La amistad beneficia a las personas en todas las edades, pero en la edad adulta se puede convertir en una importante fuente de felicidad.
Mientras que las personas mayores tienden a limitar sus conexiones sociales para pasar tiempo con las personas que conocen mejor, los investigadores en el tema señalan que es una buena idea estar abierto a forjar nuevas amistades, porque eso nos da un beneficio distinto a las relaciones con la familia, que pueden estar basadas en la obligación.
Como la amistad es voluntaria, las relaciones no obligatorias pueden comenzar y terminar en cualquier momento, por lo que pueden ser más divertidas y menos tensas.
Aunque los adultos enfrentan obstáculos que puede hacer difícil el conocer a nuevas personas, en cierto modo debería ser más fácil hacer amigos: nuestra personalidad es más madura, hemos ganado en la capacidad de relacionarnos socialmente, nuestra perspectiva de vida se orienta más hacia la búsqueda de la alegría y tendemos a volvernos más agradables.
Y el esfuerzo de mantener amistades de calidad mientras envejecemos vale la pena, ya que los beneficios van más allá del bienestar psicológico.
Esto también mejora nuestro funcionamiento cognitivo y la salud física.
De hecho, las investigaciones señalan reiteradamente que la amistad es un factor tan importante como la familia a la hora de predecir la buena salud mental cuando envejecemos.
Y si eres el tipo de persona a la que se le dificulta hacer amigos, un consejo que puede ayudar: puede ser bueno compartir momentos que te marquen como, por ejemplo, ver un eclipse solar como el que se pudo ver el año pasado a lo largo de EE.UU., como una manera de sentirte cerca de quienes te rodean a la vez que se comparten emociones positivas.
La compasión es un pilar bien establecido de la amistad verdadera.
La palabra, que viene del vocablo latino “dolor compartido”, nos muestra que la empatía nos ayuda a formar fuertes conexiones cuando nuestros amigos necesitan ayuda.
Pero hay un estado emocional opuesto que es menos conocido e igualmente importante: la “confelicidad”.
Esa palabra significa “felicidad compartida” y es una faceta subvalorada de las buenas relaciones que puede ser tan importante como la compasión para mantener la amistad, de acuerdo a varios estudios.
Apoyar de forma entusiasta las buenas noticias de nuestros amigos -y preguntar sobre ello- es la base de ser un buen amigo. Responder de forma pasiva o no valorar de forma activa el éxito de tu amigo puede poner en riesgo esas relaciones.
Es casi un cliché decir que hacer algo por otra persona te puede hacer sentir mejor que darte un gusto personal. Pero entre más sabemos del altruismo, más parece que ese cliché es muy cierto.
De hecho, estudios científicos han encontrado que hacer un voluntariado puede incluso ayudar con una serie de condiciones como el dolor crónico y la depresión.
En 2002, un estudio encontró que personas voluntarias que sufrían de un dolor crónico y que fueron asignadas a ayudar a otras personas experimentaron dolor de menor intensidad mientras servían como voluntarios.
Otros estudios han mostrado que el cuidado de animales puede mejorar nuestra salud y cuidar plantas nos puede aportar bienestar, especialmente en adultos mayores.
Algunos médicos ahora recetan el voluntariado como una forma efectiva de “prescripción social”: prescripciones médicas que conectan a las personas con recursos y actividades en la comunidad en la que viven.
Enviar a personas a hacer de todo, desde clases de arte a grupos de ciclismo, o incentivarlas a participar en actividades para ayudar a otras personas necesitadas han probado ser válidas intervenciones de salud que pueden, además, ayudar a reducir la presión sobre los servicios de salud.
Hay otra manera de que el pasado te ayude en el presente.
Varios estudios sugieren que relacionarse con nuestros ancestros puede tener profundos beneficios psicológicos.
Conocer historias de la familia sobre cómo se superó una adversidad, por ejemplo, puede ser empoderador cuando los relatos pasan de una generación a otra.
Susan M. Moore -profesora emérita de psicología en la Universidad de Swinburne, en Australia- ha encontrado que las personas que saben sobre su historia familiar tienen mayores niveles de satisfacción y bienestar mental.
Meterse en la tarea de investigar el árbol genealógico puede ayudar a tener la sensación de estar en control de la propia vida, además de favorecer un mayor entendimiento de tu lugar en el mundo.
También te puede dar un sentido de perspectiva y gratitud: saber que tu vida actual ha sido posible por las batallas y logros de tus predecesores.
Hacer un recuento de las bendiciones y favores recibidos es un viejo consejo y se sustenta en una simple pero bien probada intervención.
Sucede que cuando escribimos una lista de tres cosas que nos han pasado nos puede ayudar a mejorar nuestro humor.
Ya sea un evento que nos ha cambiado la vida, como pasar un examen importante o tener un bebé, o algo más ligero como encontrarse de casualidad con un viejo amigo o disfrutar de un momento hermoso como la luz del atardecer.
Cada vez hay más investigaciones que señalan que hacer una lista de ese tipo de cosas puede mejorar nuestro bienestar.
Dicen que no hay nada mejor que manejar por un escenario idílico: el viento en tu pelo, la música ideal en el radio, la libertad de la carretera delante tuyo.
Bueno, ahora sabemos que incluso las ratas pueden disfrutar en parte de este paraíso vehicular, después de que unos investigadores de la Universidad de Richmond, en Virginia, le enseñaron a un grupo de roedores a manejar pequeños automóviles de plástico en el laboratorio.
Las ratas aprendieron esta nueva habilidad y pronto comenzaron a montarse en los carros con mucho entusiasmo, como preparadas para el siguiente viaje.
Eventualmente los investigadores notaron que algunas ratas daban pequeños saltitos como muestra de excitación, por manifestar de forma anticipada el placer de ese viaje.
Esto llevó a un nuevo campo de investigación. ¿Puede que la expectativa de la diversión sea tan satisfactoria como la propia actividad?
En otro experimento, los científicos entrenaron a algunas ratas para que aguardaran por las recompensas, mientras que a otras se les daba una retribución de forma inmediata.
Más tarde, evaluaron el optimismo de las ratas y descubrieron que aquellas que habían sido entrenadas para esperar recompensas eran más optimistas.
Los investigadores especularon que esto también podría funcionar así entre los humanos: al anticipar rutinariamente actividades o eventos placenteros, podríamos reprogramar nuestros cerebros para ser más optimistas.
Si has llegado hasta aquí en la lista, el consejo que sigue puede resultarte algo inesperado.
Pero las investigaciones sugieren que preocuparse demasiado por ser feliz puede, en realidad, ser un obstáculo para serlo.
Los experimentos que prepararon a las personas para desear una mayor felicidad antes de ver una película de tono edificante u optimista terminaron sintiéndose más decepcionados que eufóricos después del film.
La teoría es que, al aumentar sus expectativas y dedicarse a leer e informarse sobre la importancia de la felicidad, en realidad las personas pueden experimentar el efecto contrario y sentirse desanimadas.
Es posible que tú mismo hayas experimentado esto durante un gran evento o fiesta que estabas esperando con ansias y que no estuvo a la altura de esas expectativas.
Iris Mauss, psicóloga de la Universidad de California en Berkeley, ya ha demostrado que el deseo y la búsqueda de la felicidad también pueden aumentar los sentimientos de soledad y desconexión.
Ella recomienda adoptar una actitud más estoica y aceptar que la vida al fin de cuentas está hecha de altibajos.
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