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4 minutos de lectura

La defensa de nuestros derechos, compromiso inaplazable en tiempos complejos

La complejidad que atravesamos en el mundo, hoy más que nunca requiere de renovados compromisos en tiempos donde nuestros derechos están cada vez más amenazados.
13 de diciembre, 2025
Por: Luis Knapp Moreno

A propósito del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, establecido así con la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, resulta pertinente abrir algunas reflexiones muy necesarias frente a este año 2025 que está a punto de terminar y en el contexto internacional en el que nos encontramos.

Desde aquel episodio histórico han pasado 77 años, durante los cuales han sucedido infinidad de hechos y cambios a lo largo del planeta. Estamos en un mundo totalmente distinto al de aquellos tiempos, pero hay algo que continúa latente desde entonces y hasta ahora: los derechos humanos nunca han dejado de estar en un campo de disputa política, social, económica, simbólica.

Han existido múltiples guerras, masacres, dictaduras, genocidios, millones de personas han sido desaparecidas, torturadas, ejecutadas desde que se emitió la Declaración Universal como aquella pretendida guía moral para la humanidad. De igual forma, no han llegado aquellos proclamados ideales de justicia, igualdad, dignidad para muchas personas y grupos en el mundo. Pero en estos 77 años tampoco debemos dejar de observar a los derechos humanos desde los contextos locales concretos.

Es bajo esta lupa analítica donde la disputa por los derechos se vuelve viva y fecunda. Los derechos han sido conquistas logradas desde diversos activismos y estrategias, organizaciones, colectivas y movimientos sociales, pueblos y comunidades indígenas, que desde terreno y a través de su lucha digna y férrea han empujado cambios políticos, sociales, normativos, institucionales; en ocasiones lentos y paulatinos, pero con resistencia y firmeza; no pocas veces pagando altos costos que no debían pagar, incluso en contra de su propia integridad y vida.

La experiencia nos sigue enseñando que los derechos no son logros permanentes ni llegan para quedarse, así como tampoco existe una linealidad histórica de continua progresividad y avance. Al contrario, en muchas ocasiones se avanzan cinco pasos y se retroceden diez.

Hoy nos encontramos ante enormes desafíos políticos, económicos, sociales, medioambientales. Vale la pena colocar algunas reflexiones:

1. El espacio cívico se va cerrando. Así se reporta en el reciente informe de CIVICUS Monitor, el cual analiza 5 categorías de este espacio en cada país: cerrado, reprimido, obstruido, reducido y abierto (en orden de peor a mejor). Entre los 35 países americanos, el entorno cívico obtiene la calificación de “cerrado” en tres, “reprimido” en siete, “obstruido” en seis, “reducido” en nueve y “abierto” en diez. En cuanto a la distribución poblacional, señaló que un 90% de habitantes del continente se encuentran en países de las dos peores categorías, con un 60% en espacios cívicos obstruidos y otro 30% en espacios cerrados.

2. A la par de esta reducción del espacio cívico, la democracia va perdiendo terreno en el mundo. Conforme al reciente informe de 2024 del Instituto V-Dem de la Universidad de Gotemburgo, existe una gran ola mundial de autocratización. Por primera vez en 20 años, en el mundo hay más autocracias que democracias. La pérdida de libertad de expresión es alarmante: su nivel ha disminuido en 44 países frente a los 35 países que reportó en su informe 2023. También ha colocado a México como uno de los países con mayor declive democrático y aumento de la autocratización en los últimos años.

3. Los derechos humanos no sólo siguen siendo atacados de manera física (torturas, desapariciones, detenciones, etc.) sino también en el ámbito digital que, junto con estas agendas autoritarias, van estableciendo sistemas que sacrifican cada vez más nuestra privacidad y datos personales, habilitando mecanismos de vigilancia, espionaje y control social, con el objeto de inhibir el despliegue de nuestras libertades dentro de este espacio cívico que también es digital y debe ser igualmente protegido. Recientemente en México entró en vigor un paquete de reformas que establecen grandes plataformas de recolección masiva e indiscriminada de datos personales y habilitan sistemas de vigilancia.

4. La desinformación también constituye un gran reto en la actualidad. Sobre todo, en estos contextos de retroceso democrático, las autoridades se valen de emitir informaciones inexactas, manipuladas o abiertamente falsas, con el objeto de distorsionar la realidad y generar narrativas perniciosas. Ante esto, se vuelve indispensable la activación social de un pensamiento mucho más crítico y analítico. Además, resultan fundamentales los proyectos de fact-checking como en México, por ejemplo, están Verificado, El Sabueso y así en los demás países.

5. La crisis climática nos va colocando cada vez más ante escenarios funestos, como incendios, inundaciones, sequías, huracanes, cada vez más fuertes, que provocan grandes pérdidas sociales, humanas, económicas, comunitarias. Este planeta es nuestra “casa común”, y si no lo asumimos así, seguiremos caminando como entes individuales, sin tejer comunidad.

En este sentido, la empatía y solidaridad constituyen condiciones fundamentales que nos ayudarán como humanidad ante estos escenarios adversos. La complejidad que atravesamos en el mundo, hoy más que nunca requiere de renovados compromisos en tiempos donde nuestros derechos están cada vez más amenazados. 

* Luis Knapp Moreno es coordinador del programa de Ecosistema Informativo y Tecnología en ARTICLE 19 MX-CA.

Agradecemos a Animal Político un año más de colaboración en este espacio. Que 2026 sea un mejor año con más derechos y menos autoritarismos.

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Imagen BBC
La “psicosis” en Francia por el auge de los asesinatos de menores a manos de bandas de narcotraficantes
9 minutos de lectura

El número de adolescentes involucrados en el tráfico de drogas se ha cuadruplicado en ocho años, según datos del gobierno.

12 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
0

Advertencia: Este artículo contiene detalles explícitos de violencia.

Un grupo de niños vio el cuerpo de Adel camino a la escuela, justo cuando sus padres se dirigían a la comisaría para denunciar su desaparición.

Se reducía a una silueta grotesca y carbonizada, reclinada, con una rodilla en alto, como si estuviera tumbado, en una de las playas cercanas de Marsella.

Tenía 15 años cuando murió de una forma que aquí es habitual: un disparo en la cabeza, su delgado cuerpo rociado con gasolina y prendido fuego.

Alguien incluso filmó la escena en la playa, en la última de una escalofriante serie de asesinatos a tiros vinculados a la rápida evolución del narcotráfico en esta ciudad portuaria, cada vez más alimentado por las redes sociales y ahora marcado por actos de violencia aparentemente aleatorios y el creciente papel de los menores, a menudo obligados a participar en la venta de drogas.

Marsella, en estado de “psicosis”

“Ahora es un caos “, afirmó un pandillero escuálido, levantándose la camisa en un parque cercano para mostrarnos un torso marcado por las cicatrices de al menos cuatro balazos como resultado de un intento de asesinato por parte de una banda rival.

El Ministerio de Justicia francés estima que el número de adolescentes involucrados en tráfico de drogas se ha más que cuadruplicado en los últimos ocho años.

“He estado en una pandilla desde los 15 años. Pero todo ha cambiado ahora. Los códigos, las reglas… ya no hay reglas. Nadie respeta nada hoy en día. Los jefes empiezan… a usar a los jóvenes. Les pagan miserias. Y terminan matando a otros sin ningún motivo aparente. Reina la anarquía en toda la ciudad”, aseguró el hombre, ahora de veintipocos años, quien nos pidió que usáramos su apodo, El Inmortal.

El Inmortal, miembro de una pandilla de Marsella, muestra sus heridas de bala en un ataque de una pandilla rival.
BBC
El Inmortal, miembro de una pandilla de Marsella, muestra sus heridas de bala en un ataque de una pandilla rival.

Policías, abogados, políticos y organizadores comunitarios en Marsella hablan de una psicosis -un estado de trauma o pánico colectivo- que se apodera de partes de la ciudad, mientras debaten si contraatacar con una acción policial cada vez más contundente o con nuevos intentos para abordar la arraigada pobreza.

“Hay un ambiente de miedo. Es evidente que los narcotraficantes dominan y ganan terreno cada día”, declaró una abogada local, que pidió permanecer en el anonimato por temor a represalias contra ella o su familia.

“El Estado de derecho está ahora subordinado a las bandas. Hasta que no tengamos un Estado fuerte de nuevo, debemos tomar precauciones”, puntualizó, sobre su reciente decisión de dejar de representar a las víctimas de la violencia de las bandas.

“Ya no hay reglas”

Durante el verano, varias ciudades francesas impusieron toques de queda nocturnos a los adolescentes tras una oleada de violencia relacionada con el narcotráfico.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, mantuvo conversaciones el jueves para intentar responder a la crisis.

“Hay tanta competencia en el narcotráfico que la gente está dispuesta a todo”, aseveró el organizador comunitario Mohamed Benmeddour.

Y agregó: “Tenemos chicos de 13 o 14 años que vienen como vigías o traficantes. Los jóvenes ven cadáveres, oyen hablar de ellos, todos los días. Y ya no tienen miedo de matar ni de que los maten”.

El detonante de la actual psicosis en Marsella fue el asesinato, el mes pasado, de Mehdi Kessaci, un policía en prácticas de 20 años sin vínculos con el narcotráfico.

Se cree que su muerte pretendía ser una advertencia para su hermano, un destacado activista antipandillas de 22 años y aspirante a político llamado Amine Kessaci.

Bajo estrecha protección policial, Kessaci habló con la BBC sobre la muerte de Mehdi y la culpa que siente.

“¿Debería haber obligado a mi familia a irse de Marsella? La lucha de mi vida será esta lucha contra la culpa”, lamentó.

El activista antidrogas francés Amine Kessaci (centro) está de luto por su hermano Mehdi, asesinado en Marsella.
AFP via Getty Images
El activista antidrogas francés Amine Kessaci (centro) de luto por su hermano Mehdi, asesinado en Marsella.

Amine Kessaci saltó a la fama en Francia en 2020 tras el asesinato de su hermano mayor, un pandillero llamado Brahim.

“Llevamos años con esta psicosis. Sabíamos que nuestras vidas pendían de un solo hilo. Pero todo cambió desde el covid-19. Los agresores son cada vez más jóvenes. Las víctimas son cada vez más jóvenes”, afirmó.

“Mi hermano pequeño fue una víctima inocente. Hubo una época en que los verdaderos matones tenían un código moral. No se mata de día. No delante de todos. No se queman cadáveres. Primero se amenaza con un tiro en la pierna. Hoy en día, todas estas reglas han desaparecido”.

La acción policial

Ante los actuales niveles de violencia sin precedentes, la policía francesa está respondiendo con lo que denominan “bombardeos” de seguridad en zonas de alta criminalidad de Marsella.

Aunque una banda, la DZ Mafia, parece dominar el negocio, opera una especie de sistema de franquicias con una red fragmentada de pequeños distribuidores, a menudo compuestos por adolescentes e inmigrantes indocumentados, que se enfrentan violentamente por territorio.

Según una estimación, hasta 20.000 personas podrían estar involucradas en el negocio de la droga en la ciudad.

El año pasado, las autoridades confiscaron a las bandas 42 millones de euros (unos US$49 millones) en bienes de origen delictivo.

Videos compartidos en redes sociales muestran habitualmente a miembros de las pandillas armados con rifles automáticos disparándose entre sí en las diversas cités de Marsella: barrios pobres caracterizados por edificios de gran altura y una gran concentración de viviendas sociales.

Policías en Marsella
Getty Images
La policía se enfrenta a delincuentes armados en los barrios más conflictivos de Marsella.

En una fría tarde de la semana pasada acompañamos a un grupo de policías antidisturbios armados en una de sus misiones habituales de “bombardeo”.

Los agentes se dirigieron a toda velocidad a un bloque de pisos en ruinas en sus furgonetas, mientras un joven pandillero que vigilaba la entrada huía a pie. Divididos en dos grupos, los policías corrieron por ambos lados del edificio intentando atrapar a los traficantes en las escaleras.

“El objetivo es desmantelar los puntos de venta de droga. Hemos clausurado más de 40… y hemos encerrado a mucha gente”, explicó Sébastien Lautard, jefe de la policía regional.

“Denle la vuelta”, ordenó un agente bruscamente, mientras su equipo acorralaba a un joven de 18 años contra una puerta.

En un sucio sótano cercano, la policía encontró docenas de viales y pequeñas bolsas de plástico utilizadas para distribuir cocaína.

Más tarde, un policía explicó que el joven detenido pedía ser arrestado, alegando que había llegado a Marsella desde otra ciudad y que ahora estaba retenido contra su voluntad y obligado a trabajar para una banda de narcotraficantes.

Los agentes se lo llevaron en una furgoneta.

Reclutamiento infantil

“Esto no es El Dorado. Tenemos muchos jóvenes reclutados en redes sociales. Vienen a Marsella pensando que ganarán dinero fácil. Les prometen 200 euros (US$233) al día. Pero a menudo terminan en miseria, violencia y, a veces, la muerte”, declaró el fiscal jefe de la ciudad, Nicolas Bessone.

En su oficina, cerca del antiguo puerto de la ciudad, Bessone describió una industria que alcanza un estimado de 7.000 millones de euros a nivel nacional (unos US$8.200 millones) y se caracteriza por dos novedades: un creciente énfasis en el reclutamiento, la venta y la entrega a domicilio en línea; y un número cada vez mayor de adolescentes obligados a participar en el negocio.

Menores en una escuela de Marsella
Getty Images
Los menores son objeto de reclutamiento para las bandas de Marsella.

“Ahora vemos cómo los traficantes esclavizan a estos pequeños soldados. Crean deudas ficticias para que trabajen gratis. Los torturan si roban 20 euros para comprar un sándwich. Es ultraviolencia. La edad promedio de los agresores y las víctimas es cada vez menor”, afirmó Bessone.

Instó a la población local a no sucumbir a la psicosis, sino a “reaccionar, a rebelarse”.

La abogada, que nos pidió que ocultáramos su identidad, describió un caso que ella había llevado.

“Un joven, que se negaba rotundamente a formar parte de una red, fue recogido después de la escuela, obligado a participar en el tráfico de drogas, violado, amenazado y su familia también fue amenazada. Se utilizan todos los medios para crear una fuerza laboral”, declaró.

En TikTok decenas de vídeos con música anuncian la venta de drogas en las cités de Marsella “de 10:00 a medianoche”, cada producto con su propio emoji: cocaína, hachís y marihuana.

Otros anuncios buscan reclutar nuevos miembros de bandas con mensajes como “se busca trabajador”, “250€ para vigilantes”, “500€ para transportar drogas”.

¿Soluciones?

Para algunos políticos locales, la solución a los problemas de Marsella es el estado de emergencia y normas de inmigración mucho más estrictas.

“Hay que restaurar la autoridad. Necesitamos acabar con la cultura de la permisividad en nuestro país. Necesitamos dar más libertad y más poder a la policía y al poder judicial”, sentencia Franck Alissio, diputado local del partido populista de extrema derecha Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) y posible candidato a la alcaldía.

Policía haciendo un registro
Getty Images
Muchas voces en la política y la sociedad francesas piden más mano dura para combatir el problema.

Aunque la antigua ciudad mediterránea de Marsella ha sido conocida durante siglos por su numerosa comunidad inmigrante, Alissio argumenta que “hoy en día, el problema es que ya no somos capaces de integrarnos económicamente ni asimilarnos. Hay demasiada inmigración. El problema es la cantidad (de inmigrantes). Y, de hecho, los narcotraficantes, los traficantes, los vigilantes, los líderes de estas mafias, son casi todos inmigrantes o extranjeros con doble nacionalidad”.

Es una afirmación controvertida y difícil de verificar en un país que se esfuerza por evitar incluir ese tipo de detalles en las cifras oficiales.

Alissio sostiene que los sucesivos gobiernos invirtieron miles de millones de euros en los barrios más pobres de Marsella sin ningún resultado. Culpa a los padres y a las escuelas por permitir que los niños se involucren en el narcotráfico, pero añade que su objetivo era “resolver el problema, no hacer sociología”.

Los partidos de extrema derecha han gozado durante mucho tiempo de un fuerte apoyo en el sur de Francia, pero no tanto en la diversa ciudad de Marsella. Críticos de RN, como la abogada cuya identidad hemos ocultado, acusaron al partido de “explotar la miseria y el miedo” y de culpar erróneamente a los inmigrantes de una “gangrena” generalizada en todas las comunidades de Francia.

Philippe Pujol, escritor local y experto en el narcotráfico en Marsella, también recibió protección policial tras el asesinato de Mehdi Kessaci el mes pasado.

“No estoy seguro de que haya una buena razón para este terror. Pero… el terror se está extendiendo. Prefiero tener miedo y ser precavido que correr riesgos innecesarios”, declaró.

Pero refutó las peticiones de una acción policial más contundente, argumentando que solo aliviaba los síntomas de una sociedad en crisis, en lugar de abordar las causas del problema.

Al describir la pobreza arraigada como un “monstruo”, Pujol pintó una imagen de una sociedad radicalizada por décadas de abandono.

“El monstruo es una mezcla de clientelismo, corrupción y decisiones políticas y económicas tomadas en contra del interés público”, opinó Pujol.

“Estos chicos pueden ser unos imbéciles cuando están en grupo, pero cuando estás a solas con ellos, siguen siendo niños, con sueños, que no quieren esta violencia”, aseguró.

BBC

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