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La vieja confiable: el uso sistemático de la tortura
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La vieja confiable: el uso sistemático de la tortura

Durante la Guerra Sucia, la tortura, las desapariciones forzadas y otras violaciones graves de derechos humanos fueron prácticas sistemáticas. Sin embargo, no se quedaron en el pasado. Con base en los datos más recientes, vemos que a más de 50 años del inicio de este periodo, la tortura sigue estando vigente en las prácticas de detención de todas las fuerzas de seguridad pública, especialmente en las de las fuerzas armadas.
01 de julio, 2022
Por: Adriana E. Ortega

“El más largo corredor en esta represión es la tortura”.

Carlos Montemayor

 

Micaela Cabañas Ayala hija única del maestro rural y fundador del Partido de los Pobres, Lucio Cabañas Barrientos relata en las propias instalaciones del Campo Militar Número 1 cómo en 1974 fue levantada junto con su madre, su abuela, tíos y primos por elementos militares para ser llevados al mismo lugar donde ella pronuncia este discurso,  48 años más tarde. Micaela indica que llegó a ese lugar con apenas dos meses de nacida. En este campo militar aprendería a caminar y a decir sus primeras palabras. También aprendería muy temprano lo que significa la persecución política estatal y viviría en carne propia la tortura infligida por elementos castrenses.

“En este lugar y con el cobijo de mi madre y de toda la familia Cabañas que aquí nos encontrábamos en la clandestinidad, porque así lo dijeron el gobierno de ese entonces, sufrimos tortura, tortura física, moral y sicológica, y muchas otras violaciones, incluida la sexual, puesto que mi madre salió de aquí embarazada del gobernador de ese entonces del estado de Guerrero (…)”.

La desaparición forzada de Rosendo Radilla Pacheco en Atoyac, Guerrero, sucedió en este mismo contexto, donde la tortura era utilizada sistemáticamente como método de interrogación e intimidación hacia comunidades enteras.

“Debido a que el preso no era nunca puesto a disposición de la autoridad competente, se le podría aplicar todo tipo de tortura, incluyendo, desfiguraciones en el rostro, quemaduras de tercer grado, darles de tomar gasolina, romperles los huesos del cuerpo, cortarles o rebanarles la planta de los pies, darles toques eléctricos en diferentes partes del cuerpo, amarrarlos por los testículos y colgarlos, introducir botellas de vidrio en la vagina de las mujeres y someterlas a vejación, introducir mangueras por el ano para llenarlos de agua y luego golpearlos”.

Más de 50 años han transcurrido desde el comienzo de la Guerra Sucia, periodo durante  el que se perpetraron incontables eventos de tortura, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias y otros eventos de disolución de organización social, principalmente en las entidades de Guerrero y Chihuahua. La magnitud de estos hechos aún permanece en la opacidad. 1

¿La tortura sigue vigente?

Desde entonces, las estrategias de seguridad en México se han ido adaptando a los tiempos, creando nuevos enemigos nacionales. A pesar de la implementación de las reformas encaminadas a respetar los derechos de las personas que entran en contacto con el sistema penal, lo cierto es que una característica que permanece constante en los contextos de las detenciones es la perpetración de violencia por parte de las autoridades que las realizan. Con base en la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2021, podemos observar que, de manera general, el 67.7% de los hombres reportaron haber vivido algún tipo de violencia ya sea psicológica, física o sexual, mientras que el 65.7% de las mujeres indicaron lo mismo. La mayor parte de las personas privadas de la libertad pasó por alguna situación de este tipo.

Aunque no podemos conocer los detalles de cada detención, podemos darnos una idea de la magnitud con la que la tortura 2 es utilizada durante las detenciones en el país. La ENPOL nos permite conocer desde la incidencia de patadas o golpes, hasta conductas más complejas como la violación sexual o la aplicación de descargas eléctricas. Con el fin de dimensionar de mejor forma los tipos de violencia y poder analizar las agresiones de manera amplia, las agrupamos en tres categorías: violencia psicológica, violencia física y violencia sexual.

Las agresiones psicológicas son las más comunes, según las respuestas de las personas privadas de la libertad, con 62.9% en el caso de los hombres y 63.6% en el de las mujeres. Al observar las conductas de manera más específica, podemos ver que a casi la mitad de la población en prisión la incomunicaron o aislaron al momento de su detención. Otra forma común de intimidación es la amenaza: a casi el 40% se le amenazó con levantarle cargos falsos, a un poco más de un tercio se le amenazó con herirle, a un cuarto con privarle de su vida y a casi un tercio de las mujeres se les amenazó con hacerle daño a su familia, en comparación con 21.2% de los hombres. En este sentido, el 8.6% de las mujeres y 5.1% de los hombres dijeron que algún familiar suyo había sido agredido por las autoridades, mostrando el cumplimiento de esta amenaza. El testimonio de Micaela se sigue presentando en las prácticas de detención que suceden hoy en día.

En lo que respecta a la violencia física, de manera general, casi la mitad de los hombres indican haberla vivido, mientras que 37.9% de las mujeres señalan lo mismo. Al observar qué tipo de agresiones se perpetran en esta categoría, las acciones más comunes son las patadas o golpes con las manos, con un 39% para los hombres y 29.8% para las mujeres; seguido de asfixia o ahorcamiento con una bolsa de plástico u otro objeto, donde casi un cuarto de los hombres y 15.3% de las mujeres lo reportan. Otras prácticas comunes tienen que ver con golpes con palos o cachas de pistolas, ataduras y aplastamiento con algún objeto o el cuerpo de otra persona. Aunque en menor medida, también se registran descargas eléctricas, reportadas en un 12.9% por hombres y 6.8% por mujeres. Varias de las prácticas ejecutadas en la Guerra Sucia se siguen poniendo en práctica actualmente.

Por último, nos encontramos con la violencia sexual. Este tipo de violencia es la menos reportada por las personas privadas de su libertad. Para esta categoría, tal como se describe en el Protocolo de Estambul, incluimos agresiones como el ser obligado u obligada a desnudarse, el que los órganos sexuales fueran lastimados con golpes, descargas eléctricas u otros medios, además de los actos de acoso y violación sexual. En este sentido, una mayor proporción de hombres declara haber sido víctima de este tipo de violencia, con 33.1%, en comparación con las mujeres (28.4%). Cuando lo vemos por tipo de agresión, nos damos cuenta de que los hombres suelen ser mayormente víctimas de lesiones a órganos sexuales (11.4%), así como desnudos obligatorios (29.2%), mientras que las mujeres reportan en mayor medida que fueron agredidas mediante acoso, manoseo, exhibicionismo e intento de violación, con un 15.5% cinco veces más que los hombres en sus detencionesasí como violación, con 4.8% en comparación con 1.9% reportado por hombres.

¿Existen diferencias por tipo de autoridad?

Si bien estas proporciones son en sí preocupantes, al mirar los datos por el tipo de autoridad que realiza las detenciones, también notamos contrastes. De manera general, aquellas autoridades que infligen mayor violencia durante las detenciones son los operativos conjuntos, 3 con 88.5%; la Marina, con 87.1% y el Ejército, con 81%. En menor medida se encuentran las policías locales fuerzas municipales y estatalescon 70%, y las federales con un 76.4%.

Al  realizar un análisis más minucioso de los datos sobre quién realiza en mayor medida qué tipo de prácticas, nos percatamos de varios patrones. Tomemos como ejemplo las patadas o golpes, una de las agresiones más comunes. En el caso de la Marina, la prevalencia es cerca de 20% mayor que la media nacional tanto en hombres como en mujeres. En lo que respecta a las agresiones más complejas, como las descargas eléctricas, un tercio de las personas que fueron detenidas por la Marina vivieron este tipo de prácticas, una proporción casi tres veces mayor que la media nacional en el caso de los hombres y casi cinco veces mayor para las mujeres. Asimismo, la perpetración de lesiones como quemaduras, se dispara al doble en el caso del Ejército y al triple en el caso de los hombres al ser detenidos por la Marina.

De igual forma, hemos visto que la violencia sexual es una constante dentro de las detenciones, sobre todo en aquellas realizadas por las fuerzas armadas. El 20% de las mujeres que fueron arrestadas por la Marina vivieron una violación sexual una proporción cuatro veces mayor a la media nacional—, mientras que aquellas que fueron detenidas por miembros de la Sedena, reportan el doble de incidencia de este tipo de agresiones.

¿Hay alguna relación entre la perpetración de violencia y la fabricación de culpabilidad?

Tal y como se reprimía a las comunidades chihuahuenses y guerrerenses en el marco de la Guerra Sucia, al detenerles de manera arbitraria y torturarles con el fin de criminalizarles y “obtener información”, lo que sucede actualmente sigue siendo alarmante. Con base en la ENPOL, alrededor del 43.9% de las personas privadas de la libertad indica que se encuentra en prisión por acusaciones falsas.

En este sentido, al tomar en cuenta solamente esta proporción de la población y cruzarla con aquellas personas que reportaron algún incidente de violencia durante su detención, nos encontramos con patrones que sugieren cuál es el objetivo por el cual se perpetran estas agresiones. Nuevamente, nueve de cada diez personas detenidas por la Marina que dijeron estar en prisión por acusaciones falsas, vivieron algún tipo de violencia. Esta proporción es prácticamente la misma para aquellas personas que fueron detenidas por miembros del Ejército o en el marco de un operativo conjunto.

¿De aquí para dónde?

Las políticas de seguridad mexicanas no son ajenas a basarse, casi completamente, en la fabricación de enemigos nacionales. Durante la Guerra Sucia eran los “comunistas” o “guerrilleros” que “amenazaban al orden y al estado de derecho”. Durante la guerra contra las drogas han sido los “narcotraficantes”, aquellos ligados al “crimen organizado”, incluso los “narcomenudistas” y “drogadictos”. ¿Qué es lo que hemos obtenido tras implementar dichas estrategias?

Aunque sabemos muy bien que la tortura y otras agresiones son prácticas que difícilmente van a erradicarse en un periodo corto de tiempo, desde Intersecta creemos que es indispensable un mayor control de las detenciones, desde el momento del arresto hasta la puesta a disposición y presentación con una o un juez que determine la legalidad de la misma. De igual manera, se requiere completa transparencia del actuar de todas las fuerzas de seguridad, además del apego de las fuerzas armadas a los criterios especificados en la sentencia de la CoIDH “Caso Alvarado Espinoza y Otros Vs. México”, en cuanto a que su uso excepcional sea de forma extraordinaria, subordinada y complementaria, regulada y fiscalizada.

Tomar decisiones con base en la evidencia y aprendiendo del dolor del pasado, es la mejor forma de asegurar que la historia no se repita. Si los objetivos de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990 han de cumplirse, sobre todo el derecho y garantía de que estos hechos no vuelvan a ocurrir, no podemos permitir que la tortura siga siendo el pan de cada día en las detenciones, sobre todo cuando la seguridad pública se militariza cada día más.

Adriana E. Ortega (@adriananana_) es coordinadora del Área de Datos en Intersecta.

 

 

1 Al momento de la redacción de este texto, la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990 estaba iniciando operaciones. Uno de sus objetivos principales es conocer los detalles sobre lo sucedido durante la Guerra Sucia.

2 Tal como se define en la Convención Internacional contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles Inhumanos o Degradantes, la tortura es “todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimiento graves, ya sean físicos o mentales con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas”.

3 Los operativos conjuntos pueden componerse de dos o más fuerzas de seguridad, ya sean locales o federales, incluyendo a las fuerzas armadas.

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Imagen BBC
Los tsimane, la remota comunidad en Bolivia donde las personas envejecen más lento que el resto del mundo
18 minutos de lectura

Estudios de más de dos décadas señalan que los corazones y cerebros de las personas de esta comunidad indígena son los más sanos del planeta.

18 de julio, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Martina Canchi Nate tiene 80 años. Ochenta. Y una vitalidad indómita, desbordante.

En medio de la selva donde vive, una nube de mariposas rojas la escolta mientras camina por su chaco, que es el pedazo de tierra donde cultiva lo que necesita para comer: yuca, maíz, plátano y arroz.

Después de media hora de caminata, Martina desentierra en poco menos de diez minutos y con sus propias manos tres matas de yuca para extraer los tubérculos de la raíz y destaja con apenas dos golpes de cuchillo varias plataneras para arrancarle los racimos, que luego se cuelga sobre la espalda para cargarlos hasta su casa.

“¿No le da miedo herirse?”, le pregunto mientras, ya de vuelta en su quincho, pulveriza con una piedra pesada los granos de maíz con que preparará chicha, la bebida tradicional de su pueblo.

“No sé qué es eso”, me responde con naturalidad.

Martina es tsimane, una de las 36 naciones indígenas oficialmente reconocidas en el Estado plurinacional de Bolivia.

Es una de los 16.000 miembros de una comunidad seminómada que habita en Misión Fátima, un remoto rincón de la selva amazónica boliviana que está a seis horas en bote desde San Borja, a unos 600 kilómetros al norte de La Paz.

Su aislamiento, creen los expertos, ha sido clave en la forma de envejecer de esta etnia, tan única e irrepetible que lleva décadas siendo estudiada por los científicos.

“Los tsimanes tienen menos arteriosclerosis que las mujeres y hombres japoneses que siguen una dieta extremadamente baja en grasas”, le dice a BBC Mundo el antropólogo Hillard Kaplan en la sala de su casa de San Borja, hasta donde viajamos para entender más el trabajo que lidera desde hace más de 20 años.

Mujer tsimane
BBC
Se estima que hay cerca de 16.000 tsimanes que viven en Bolivia.

Sus investigaciones -hechas con académicos de la Universidad del Sur de California y Nuevo México, en EE.UU-, han revelado que los tsimanes tienen las arterias más sanas que se hayan estudiado hasta ahora en el planeta y que su cerebro envejece a un ritmo mucho más lento que el de sus pares norteamericanos, europeos y de otras regiones del mundo.

Ese vigor otoñal que vimos en Martina se repite en decenas de ancianos tsimanes que mantienen en pleno siglo XXI prácticas preindustriales de agricultura, pesca y caza como medios de subsistencia, las cuales -según nos cuenta Kaplan- “implican actividades físicas y formas de alimentarse que evidentemente tienen un efecto en su particular estado de salud”.

Jatata y chicha

En el caso de Martina, una de las actividades que más tiempo le requiere es un oficio exclusivo de las mujeres tsimanes: tejer los techos de las casas de madera con jatata, una planta que crece en las zonas más profundas del pie de monte que bordea a Misión Fátima.

Para conseguir la cantidad adecuada, Martina debe internarse en la selva y caminar seis horas -tres de ida y tres de regreso-, con los pies descalzos, cargando las ramas en la espalda.

“Lo hago una o dos veces por mes, aunque ahora cada día me cuesta más”, reconoce.

Pero el tratamiento no termina allí: tras el secado de la hoja comienza un proceso que es tan delicado como hacer las trenzas a una niña, pero tan complejo como levantar un rascacielos: el tejido debe quedar firme para que no se filtre el agua, pero a la vez, no tan hermético como para que no permita la entrada del aire.

Tsimane
BBC
Los tsimanes llegan a hacer un promedio de 17.500 pasos diarios. Y muchos andan descalzos gran parte del día.

Muchos de esos techos también se hacen para venderlos en centros urbanos como San Borja o Trinidad, lo que les trae algo de alivio económico a las mujeres involucradas.

“Los tsimanes más ancianos dependen de ellos mismos para comer porque, más allá del apoyo que existe entre familias e incluso de la comunidad, lo cierto es que cada persona responde por los suyos y muchas veces los descendientes de estos ancianos deben pensar primero en alimentar a los sus propios hijos”, le explica a BBC Mundo el médico boliviano Daniel Eid Rodríguez, quien hace parte del equipo de investigación desde sus inicios.

“Eso hace que se vean obligados a realizar actividades diarias que les exigen a todos los niveles, no solo físico sino también mental”, agrega.

Las mariposas rojas detienen su aleteo cuando Martina declara que la chicha está lista. La bebida fermentada, espesa y amarilla, comienza a circular en unas totumas enormes que apenas caben en la mano.

Martina con una totuma de chicha
BBC
La alimentación es uno de los aspectos fundamentales de la buena salud de la que gozan los ancianos tsimanes.

El sabor dulce de lo que beben arranca varias sonrisas.

“Si ves, aquí nadie fuma”, nos dice Jesús Bani, intentando explicarnos la causa de la fuerza que observamos en Martina y los otros ancianos.

“El único vicio para nosotros los tsimanes es tomar chicha”, nos aclara divertido.

El corazón y el cerebro

En marzo de 2013, el cardiólogo estadounidense Randall C. Thompson publicó junto a un equipo de especialistas un estudio que afirmaba que tras examinar mediante resonancias magnéticas a más de 140 momias de tres antiguas civilizaciones (la egipcia, la incaica y la que habitaba las islas aleutianas cerca de Alaska) habían encontrado signos de arteriosclerosis en 47 de ellas.

Esa afirmación ponía en entredicho la creencia médica de que la presencia de placas en las arterias en personas de edad avanzada era una condición que habían traído la modernidad y la sociedad industrializada con su sedentarismo y su dieta de alimentos ultraprocesados.

Entre los académicos intrigados por esa publicación estaban Kaplan y su colega de la Universidad del Sur de California Michael Guvern.

Pero incluso más que los resultados, les llamó la atención el método.

En ese entonces, Kaplan y Guvern llevaban cerca de diez años estudiando a los tsimanes en Bolivia.

Habían llegado a ellos con el propósito de conocer más sobre cómo envejecen las sociedades antes del impacto de la tecnología.

Aunque fueron visitados por los españoles en el siglo XVI, los tsimanes han seguido viviendo según sus costumbres ancestrales, ajenos a la mayoría de los cambios del mundo moderno, con el que hasta hace poco apenas habían tenido contacto.

De hecho, su idioma, el moseten-chimane, refleja su aislamiento: no tienen muchas palabras y para nombrar gran parte de los artefactos contemporáneos deben usar el español. Para comunicarnos con ellos, fue clave el rol de Jesús, que actuó de traductor.

“En nuestro estudio habíamos notado que los ancianos no mostraban signos de padecimientos propios de la vejez como hipertensión, diabetes o problemas cardíacos, pero nuestra aproximación era antropológica, no médica”, anota Kaplan.

“Solo con un método como el que usó el profesor Thompson, o sea con tomografías computarizadas, podíamos saber exactamente qué ocurría dentro de sus cuerpos”, le explica el especialista a BBC Mundo.

mapa de Bolivia
BBC

Kaplan y Guvern convencieron al equipo de Thompson de unirse a su investigación para ampliarla al campo médico.

Durante cerca de un año, 700 ancianos tsimanes participaron en un programa que se llevó a cabo en el hospital de Trinidad, la capital del departamento del Beni, que tenía el único tomógrafo que existía en la región.

El estudio, cuyos primeros resultados se publicaron en la revista The Lancet en 2017, confirmó las sospechas que tenían desde el principio: el 87% de los tsimanes mayores de 70 años que fueron examinados presentaban un mínimo riesgo de cardiopatía aterosclerótica.

Una segunda fase, que se dio a conocer en 2023 en la revista Proceedings of the National Academy of Science, entregó otro resultado sorpresivo: los ancianos tsimanes presentaban hasta un 70% menos de atrofia cerebral que personas de la misma edad en países industrializados como Reino Unido, Japón o Estados Unidos.

En palabras de Kaplan: un tsimane de 80 años tenía la misma salud cardiovascular y cerebral que un adulto de 55 años en Nueva York o Londres. Y a la hora de envejecer, sus cerebros parecían hacerlo de forma mucho más lenta.

“Nos encontramos con cero casos de alzhéimer entre toda la población adulta. Es muy notable en medio del mundo que vivimos”, nos relata Eid en las afueras del hospital de Trinidad, donde él está a cargo de una nueva fase de investigación con los ancianos tsimanes.

Con los datos ya obtenidos, los científicos comenzaron a trabajar con más ahínco que nunca para descubrir la fuente de ese bienestar prolongado.

Los dos estudios dirigidos por Kaplan fueron corroborados ampliamente por otros investigadores, varios de ellos consultados por BBC Mundo, quienes los confirmaron como una importante revelación tanto en el campo de la medicina como en el de la antropología.

Hillard Kaplan.
BBC
El antropólogo Hillard Kaplan ha estado al frente de la investigación sobre los tsimanes desde hace más de 20 años.

El Edén de los tsimanes

Juan Gutiérrez Rivero tenía 8 años cuando escuchó por primera vez de un lugar llamado Loma Santa. Así lo cuenta mientras acecha agazapado a un mono araña antes de que el primate perciba su presencia y huya entre la espesa vegetación.

“Cada vez hay menos animales y cada vez hay que caminar más para cazarlos”, se queja.

Juan tiene 78 años, aunque cuesta creerlo al observarlo cómo se mueve cuando apunta al animal. Su estado físico es prodigioso: cabello oscuro sin una cana, ojos vivaces, las manos musculosas y firmes. Si no fuera por las profundas arrugas del rostro, podría pasar por un joven padre que debe salir a cazar para sobrevivir.

“La mayoría de los tsimanes pueden estar entre cuatro o seis horas activos sin descansar, ya sea caminando, sembrando o en labores domésticas. Estar en movimiento es parte de su identidad”, nos indica Kaplan.

Resonancia magnetica a un tsimane
BBC
En los últimos seis años se han estudiado cerca de 1.500 tsimanes mediante el uso de tomografías computarizadas.

Y del secreto de su envidiable salud arterial, añade el experto.

Más números que lo ilustran: gracias al uso de relojes electrónicos, en la investigación se logró determinar que los tsimanes completan un promedio diario de 17.000 pasos, cuando la media de una persona en Occidente se calcula en apenas 6.000.

La caza es de gran exigencia física.

A Juan le enseñó su padre mientras recorrían el Beni en el empeño de encontrar la Loma Santa, ese lugar que le describía colmado de animales, tierras fértiles y ríos transparentes, donde se podía pescar con solo meter las manos en el agua. El Edén de los tsimanes.

De él aprendió cómo pulir las flechas y cuáles utilizar en las presas enormes como el tapir o en las pequeñas como los monos. También lo inició en las destrezas con armas de fuego y en las estrategias para tener una cacería exitosa.

Ahora su objetivo es un pequeño taitetú, un cerdo peludo y salvaje, que logra escabullirse velozmente entre el follaje antes de que Juan apriete el gatillo.

Decepcionado, habla de cómo el destino de su comunidad sería otro si conseguir la comida no fuera cada vez más difícil, si no insumiera cada vez más días la caminata para dar con algún animal que sirva para comer. De cómo hubiera sido su destino si hubieran encontrado la Loma Santa.

Días después, ya de regreso en su casa, nos cuenta que en medio de esa búsqueda infructuosa de aquel lugar sagrado se casó y tuvo hijos.

“Finalmente uno se da cuenta que la Loma Santa es la familia”, nos dice de repente con un dejo de nostalgia y sabiduría.

Juan apunta con una escopeta.
BBC
La caza es una actividad que todavía usan para adquirir la proteína necesaria en su dieta.

La tierra y el agua

Otro aspecto fundamental para explicar la excepcional salud de los tsimanes es la alimentación.

Los investigadores hallaron que de todo lo que comen, solo el 14% contiene grasa (y en ningún caso grasa trans) y que sus alimentos son altos en fibras, a pesar de que el 72% de ellos sean carbohidratos.

“Yo me levanto y a lo primero que me dedico es a cocinar el arroz para el desayuno. Después voy por el plátano y la yuca para hacer el almuerzo”, nos explica Martina, mientras revisa en las brasas que le sirven de cocina cómo va la cocción.

Las proteínas -en este caso, la carne- serán provistas por los hombres como Juan, que se fueron de caza hace un par de días.

Aunque lo ideal es que aparecieran con un tapir de 300 kilos, todos saben que eso es una fantasía del pasado y que, en un buen día, probablemente se habrán topado con algún mico distraído y un par de aves.

O con lo que se ha convertido en una fuente de alimentación cada vez más importante: un sábalo o un surubí de los que da el río.

Cualquiera sea el botín, será parte de una dieta que no contiene ingredientes procesados: todo lo que se consume viene de la tierra o del agua de esta selva. Tradicionalmente, no hay frituras, y nada se reboza en pan.

“Todo eso termina siendo determinante en los bajos índices de colesterol en nuestro cuerpo”, señala Eid.

Una mente brillante

En la casa de Fermín Nate, otro tsimane de Misión Fátima, las paredes están pintadas de humo. Un tronco de madera arde en el piso de tierra y nunca se apaga. El único perro al que le permite entrar a la vivienda se acomoda sobre las cenizas aún tibias para entrar en calor.

Fermín lo mira, sonríe, saca de su mariko una flauta hecha artesanalmente con un tubo de plástico de los que se utilizan en las tuberías modernas, y comienza a tocar una antigua tonada indígena.

“Las canciones las aprendí de mi abuelo cuando era un niño”, nos explica cuando se toma un respiro.

Fermín tiene 78 años, y dice que recuerda perfectamente todo lo que le enseñaron sus padres y abuelos, no solo sobre música, sino sobre subsistencia.

Ahora él continúa con la tradición, enseñándole a miembros de su familia cómo manejar y cuidar los cáñamos que se usan en las flechas, una de las herramientas fundamentales para la pesca del sábalo.

“Las flechas se deben limpiar todos los días para que el moho no las dañe”, les dice.

Tras la publicación del artículo en The Lancet en 2017, los investigadores tenían claro cuál debía ser la siguiente fase del estudio: “Nos habíamos concentrado en la parte cardiovascular de los tsimanes, pero era evidente que también debíamos estudiar el estado de salud del cerebro”, indica Eid.

“Notamos es que aunque sí hay cambios cognitivos con el envejecimiento, no llegan a ser problemas serios o demencia, por así decirlo”, agrega.

Fermin en su casa limpiando cañas
BBC
Fermin le enseña a los más jóvenes sobre el cuidado con el cáñamo con el que se hacen las flechas.

Fermín fue uno de los tsimanes que viajó desde Misión Fátima hasta Trinidad para los estudios de resonancia magnética. Allí evaluaron el volumen de su cerebro y lo correlacionaron con otros datos como masa corporal y dieta.

“Pero no bastaba con las imágenes cerebrales”, anota Eid. “Necesitábamos otra información como la función cognitiva”.

Y para eso había que viajar a las comunidades.

“Dime por favor el nombre de ocho animales”, le pregunta Gerardo, integrante del equipo médico, a Hilda Canchi. Le habla en su idioma, el chimán.

Ella lo mira sin asombro. Tiene 81 años y vive junto a su segundo marido, Salomón, en la comunidad de Santa María, a unas tres horas en bote desde San Borja por el río Maniqui. Gracias a su chaco, tienen todo lo que necesitan para comer.

“Danta, mono, perro, pescado, gato, pato, pollo y cerdo”, responde sin inmutarse.

“¿Y seis nombres de peces que hay en el río?”, inquiere Gerardo y va llenando la planilla que lleva en la mano.

“Surubí, bagre, tujuno, tachaca, paleta y sábalo”, vuelve a contestar Hilda sin hacer una pausa.

“Ahora los números del uno al diez”.

“Uno, dos… ¿cinco?” Trastabilla. Duda.

Fermin
BBC
Fermin toca la flauta frente al rio Maniqui, su principal fuente de alimentos.

“Ellos tienen problemas con los números, pero no porque los hayan olvidado, sino porque nunca se los enseñaron”, aclara Gerardo, que realiza el examen cognitivo en representación del gobierno local.

Los resultados de las pruebas de la función cognitiva en personas como Hilda y Fermín, junto a las imágenes de las resonancias, arrojaron resultados en la misma línea de los estudios anteriores: en los tsimanes no solo el proceso de declive de las funciones cerebrales es mucho más lento si se los compara con personas de la misma edad de otras partes del mundo, sino que no hay registro de enfermedades degenerativas asociadas al envejecimiento como el alzhéimer.

Infecciones y niñez

Danta en el horno.
Michael Guvern
Los tsimanes consumen la mayoría de las proteínas de los animales que cazan en la selva.

Pero… En esta historia hay algunos peros.

“Las tomografías también mostraron zonas calcificadas, que hablan de la presencia de placa en las arterias del cerebro. Y que a la vez son signos de un posible proceso degenerativo similar al Parkinson”, acota Eid.

A pesar de la vida activa de ancianos como Hilda, Fermín, Juan y Martina, lo cierto es que cuando comenzó el estudio la expectativa de vida de los tsimanes apenas llegaba a los 45 años, principalmente por las altas tasas de mortalidad infantil que los afectaban.

Y los hechos son tan crudos como crueles.

Pocos minutos antes de proceder con una de las resonancias que hacen parte de la tercera fase del estudio -centrada en la salud mental de los tsimanes-, Eid conversa con una de las ancianas que será examinada.

-Y usted ¿cuántos hijos tiene?, le pregunta Eid

-Seis, responde ella, pero su rostro denota una tristeza inmensa

-¿Y cuántos se le han muerto?

La mujer se ve abatida. Acude a las manos para responder con exactitud la pregunta del médico.

-Cinco- indica finalmente.

El mismo aislamiento que les ha permitido a algunos tener una vejez asombrosa, ha sido una cruz para otros: “Había una alta mortalidad infantil. Estas personas que llegan a los 80 años fueron las que lograron sobrevivir una infancia llena de enfermedades e infecciones”, señala el especialista.

Hilda y Pablo en su casa.
BBC
Hilda vive con su segundo espsoso, Pablo. Ella misma se encarga de recoger el arroz, el plátano y la yuca para alimentarse. Tiene 81 años.

Cerca del 100% de la población tsimane ha enfrentado en algún momento de sus vidas el ataque de un parásito o un gusano.

Para los investigadores es un dato relevante, y están buscando precisamente demostrar una hipótesis sobre cómo esas infecciones podrían ser otra de las causas -además de la alimentación y el ejercicio- detrás de la salud envidiable de los ancianos tsimanes.

El punto de partida para esa teoría fue la pandemia del covid-19.

La crisis del coronavirus causó en Bolivia cerca de 22.000 muertes y un millón de infectados en cerca de dos años. Y fue particularmente feroz en Santa Cruz, el departamento vecino del territorio tsimane.

Esos datos, provistos por el gobierno, junto a los que el equipo de Kaplan ha acumulado, los llevaron a pensar que esa inmunidad a enfermedades como el coronavirus puede estar relacionada con su alta tasa de infecciones.

“Entre ellos no hubo un solo caso grave de covid-19, mucho menos un muerto. La gente en San Borja y Trinidad se enfermaba, pero acá, en las comunidades al lado del río, no se produjo ni un solo caso”, le explica Kaplan a BBC Mundo.

Pero como él mismo señala, todavía es una teoría.

Cambio climático y “peque-peque”

Juan regresa a su comunidad con apenas un par de aves. No es un buen balance para tres días de caminata, lejos de su casa y de su familia.

Pero ya comienza a habituarse a los magros resultados: no ha podido cazar un animal lo suficientemente grande en meses. Y la razón, explica, es una sola: el fuego.

A finales de 2023 Bolivia, y especialmente el departamento del Beni, fue devastada por una serie de incendios forestales que se extendieron por varias semanas y destruyeron cerca de dos millones de hectáreas de selva y bosque.

“El fuego. El fuego hizo que los animales se fueran de acá”, nos dice.

Hilda es examinada
BBC
A los ancianos tsimanes se les aplicó un test de capacidad cognitiva para conocer su estado de salud cerebral.

Por esa razón desde hace unos meses viene trabajando en la idea de dedicarse a la crianza de ganado. En un pastizal cerca de su casa, nos muestra con orgullo cuatro novillos de res que espera se conviertan en la fuente de proteína de la familia en los próximos meses.

“Al menos hasta que los animales vuelvan”…

Kaplan es consciente de que el cambio climático está afectando las costumbres que han llevado a los tsimanes a tener las características envidiables en sus arterias. No solo son los incendios forestales, sino también la sequía y las inundaciones que los empujan a buscar otros medios de subsistencia.

Los cambios obligatorios que están teniendo que hacer ya están dejando huellas.

Los últimos estudios han revelado que, a pesar de la notable salud de los ancianos tsimanes en términos cardiovasculares, ciertos índices que hasta hace años eran invisibles han empezado a aparecer en las tablas de estadísticas.

“Cuando comenzamos con este estudio en 2003 los casos de diabetes no llegaban a dos entre todas las personas analizadas. Ahora, esos casos se han multiplicado por ocho”, ejemplifica Eid.

También los niveles de colesterol han comenzado a aumentar entre la población más joven.

“Cualquier pequeño cambio en sus costumbres termina afectando esos índices de salud. Por ejemplo, la introducción de los peque-peque”, añade el médico.

El peque-peque es un motor fuera de borda de unos seis caballos de fuerza que debido a su tamaño y a su bajo costo se ha convertido en el favorito de quienes navegan el Maniqui.

Este simple relevo -de los remos al motor- ha traído cambios en algunos hábitos alimenticios de los tsimanes: al acortar las distancias con los centros de abastecimiento, ahora pueden acceder a alimentos como azúcar, harina y aceite para frituras.

Bote en el rpio maniqui
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La introducción de motores como el llamada “peque-peque” ha cambiado las costumbres de los tsimanes.

“Además, están dejando de remar, que es una de las actividades físicas más exigentes. Y estos alimentos son los que producen el aumento en los niveles de colesterol y sin duda inciden en que ahora notemos casos de diabetes y de obesidad”, indica Eid.

Sin embargo, más allá de los traspiés, los investigadores señalan que hay lecciones para aprender de los estudios de los tsimanes.

“Es simple: gastan mucha más energía o calorías de las que consumen a diario. Y aunque cada vez comen menos debido a los problemas que tienen para asegurar su alimento, eso no significa que los ancianos dejen de estar activos”, concluye Kaplan.

Para los propios tsimanes, la principal lección de todos estos números y resultados de estudios es demostrar que se puede ser feliz con poco.

“A nosotros, a pesar de las evidentes necesidades, con lo que nos da la tierra nos basta. Por eso somos personas tranquilas, sin afanes y por lo general estamos de buen humor”, le cuenta a BBC Mundo Justina Canchi, una de las líderes de un movimiento que promueve los derechos de las mujeres tsimanes que tiene su sede en Misión Fátima.

Y añade: “La pandemia fue el mejor ejemplo de eso: mientras al mundo entero lo encerraban y se enfermaba, acá la vida siguió igual, sin cuarentena, sin infecciones, porque todo lo teníamos a la mano para sobrevivir”.

Hilda termina el examen cognitivo y vuelve con Salomón, que la espera en su pequeña casa de madera y jatata. En las paredes no cuelgan cuadros ni retratos familiares sino frutas de chontu y racimos de plátano pintón que serán utilizadas en la cena. Hilda está contenta de que la lluvia, tras dos días intensos, se ha detenido y ella podrá regresar a su chaco a recolectar el arroz.

También está feliz, nos cuenta, porque hace poco sus hijos y nietos, “que no me desamparan”, le mataron un cerdo para celebrar “sus 100 años o algo así”. Muchos tsimanes no saben su edad exacta. Ni les importa saberla.

“No tengo miedo de morir” -nos dice con una carcajada-, “porque me van a enterrar y yo me voy a quedar ahí. Muy quieta”.

Mira a Salomón, nos mira y vuelve a reír.

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