Estamos a unos cuantos días de que comience el plazo legal de campañas para la elección judicial, donde las personas candidatas a los 881 cargos en disputa iniciarán la difusión de su trayectoria y méritos, buscando el voto del electorado de cara a la jornada electoral del próximo 1 de junio. ¿Qué podemos esperar para las campañas de abogados y abogadas sin experiencia en elecciones?
Para contestar a esta pregunta, es necesario saber que las candidaturas a un cargo judicial tienen en común la carrera en Derecho, pero pocos tienen experiencia electoral y ninguno, salvo excepciones, saben pisar las arenas movedizas de la política; es decir, las candidaturas, ya definidas y registradas ante el INE, aún no son necesariamente conscientes de la cantidad de reglas y prohibiciones legales que tendrán que atender incluso antes de empezar su campaña. Lo que hace aún más complicado todo.
A partir del 30 de marzo veremos un escenario muy distinto al que conocemos, pues solo hemos presenciado campañas políticas. Las candidaturas tendrán la posibilidad de usar tiempos oficiales en medios de comunicación, debates, mítines, gastos y fiscalización, pero tienen prohibido difundir propaganda gubernamental, aunque deberán respetar la veda los tres días previos a la jornada. Los tiempos de radio y televisión serán administrados por las autoridades electorales, por lo que las candidaturas no podrán promocionarse en ellos; sin embargo, los debates, de concretarse, serán un desafío porque será imposible establecer igualdad de condiciones para todas las candidaturas, y en las reuniones o mítines no habrá promesas de campaña, sino difusión de trayectorias y méritos académicos, por ejemplo.
El medio principal para comunicar el perfil de las candidaturas será internet. Además de que las redes sociales serán el único espacio para difusión masiva, el INE ha dispuesto la creación del micrositio “Conóceles” dentro de su página web, en el que las candidaturas deberán identificarse por su imagen y cargar información estandarizada: su currículum, sus medios de contacto, la visión de lo que es ser una persona juzgadora, de la impartición de justicia y las propuestas de mejora a la labor judicial de su competencia. Dado que ninguna candidatura tendrá posibilidad de acceso a radio y televisión de manera individual, será el INE quien difunda spots genéricos invitando a las y los potenciales votantes a que naveguen en la página.
En ambos casos, lo complejo de entender el procedimiento de votación y la razón por la que debemos de votar por las y los integrantes del Poder Judicial, se une a la realidad de que no todas las personas votantes tenemos acceso a internet (ni a navegar en la confusa página web del INE), o a identificar a las y los candidatos de las elecciones federales y locales, y dar con sus redes sociales para analizar a conciencia y definir el voto. Además del ejercicio adicional que implica analizar a cabalidad cada uno de los perfiles.
Otro ejemplo de que las campañas son lo mismo, pero no igual, es la fiscalización y la propaganda. Definitivamente en esta, como en cualquier otra campaña, habrá gastos fiscalizables bajo las estrictas reglas del INE, lo que supone que todas las candidaturas deben ser especialmente cuidadosas en los aspectos técnicos de una campaña con un tope de gastos de 200 mil pesos, provenientes de su propio bolsillo e insuficientes para un cargo nacional. Posiblemente, aquello incluirá una estructura detrás que les sirva de apoyo, como la tienen los partidos políticos.
Si desde septiembre se han señalado nubarrones en el horizonte, a partir de ahora nos adentraremos en la tormenta perfecta. Las condiciones están dadas con miles de candidaturas en las calles sin un conocimiento pleno de lo que conlleva organizar y participar en una campaña, un INE asfixiado presupuestalmente e inoperante por carecer de reglas especiales para esta elección, un Tribunal más enfocado en confrontaciones para legitimar lo inevitable, un Poder Judicial debilitado, y un Ejecutivo y Legislativo con un poder avasallante y desorganizado. En medio de todo estamos las y los ciudadanos que aún no dimensionamos -o quizá preferimos no hacerlo– la importancia de seleccionar a quienes, al final del día, nos habrán de brindar la seguridad jurídica necesaria para vivir en comunidad.
Shakira dice en entrevista con la BBC que la situación de los inmigrantes en Estados Unidos es “dolorosa”.
En las entrañas del estadio Hard Rock de Miami, una nota está pegada en la puerta de la oficina de producción de Shakira.
“Por favor, vuelve más tarde… a menos que estés en llamas”.
La nota rosa, escrita a mano, sugiere un nivel de estrés totalmente comprensible para el equipo que organiza la gira de estadios más grande del año.
Con 64 conciertos agotados en América, Shakira ha tocado para más de dos millones de fans.
“He trabajado durante más de un año, puliendo cada detalle del espectáculo, así que esta es una recompensa increíble”, declara la estrella.
No hay nervios ni peleas a gritos tras bastidores antes del concierto en Miami… y nadie está en llamas.
El ambiente es tranquilo y profesional. Los bailarines estiran en los pasillos, las costureras cosen cristales en los catsuits y los técnicos de guitarra revisan y vuelven a revisar las afinaciones.
Si te quedas un rato, descubrirás algunos datos sorprendentes de la gira.
“Viajamos con dos lavadoras y dos secadoras, que conectamos en cada sede”, dice la jefa de vestuario, Hannah Kinkade, quien apenas tiene 300 trajes que cuidar.
Cada atuendo debe renovarse antes de un nuevo espectáculo, dice, porque “Shakira baila con mucha intensidad y los bailarines también”.
“Los bailarines desgastan tanto sus zapatos que tenemos que repintarlos cada mañana”.
El director de escena, Kevin Rowe, nos muestra los oscuros pasillos bajo el escenario, donde el equipo tiene reservas secretas de Gatorade y café frío para sobrevivir al sofocante calor de Miami.
“O hace mucho calor o llueve mucho”, dice sobre trabajar en un espectáculo al aire libre. “Pero esa es la desventaja de vivir en el submundo”.
Sobre las 14:30, la banda comienza su prueba de sonido. Poco después de las 15:00, Shakira llega con sus caderas que no mienten, escoltada por la policía, y se une al equipo en el escenario.
Vestida con jeans plateados acampanados y una camiseta blanca sin mangas, no puede evitar bailar mientras evalúa el lugar de la noche.
“Vine aquí para el concierto de Beyoncé y estuvo impecable, así que más les vale que me hagan sonar así”, bromea con el equipo.
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¿O no es tan broma?
Shakira suelta la broma con un guiño, pero hay algo que todos reconocen entre bastidores: la jefa es una perfeccionista.
“Cuando está encendida, está encendida”, apunta la bailarina principal Darina Littleton. “Cuando entra, está lista, su personaje está listo, está entregada a tope”.
“Ella sabe lo que quiere, y si no lo consigue, lo conseguirá de una forma u otra”, señala el director musical Tim Mitchell, quien ha tocado con Shakira desde los 90 (incluso escribió el riff de flauta de pan en “Suerte”). Es muy meticulosa con cada aspecto del espectáculo: el sonido, lo visual, la iluminación, las pulseras, todo. Es increíble. No sé cómo lo hace”.
La obsesión da sus frutos.
El concierto de Shakira consiste en dos horas y media de drama musical: un desfile ininterrumpido de éxitos bilingües, 13 cambios de vestuario y movimiento constante.
Interpreta una danza del vientre de inspiración libanesa durante Ojos así; una rutina tribal con cuchillos para presentar Whenever, Wherever; golpea con fuerza una guitarra Flying V durante Objection (Tango); y hace que el público aúlle y rebuzne con una versión electrizante de She Wolf.
La gira se titula “Las Mujeres Ya No Lloran” en honor al último álbum de Shakira, inspirado en algunos de los desamores y trastornos personales más intensos que jamás haya vivido.
Su relación de 11 años con el futbolista Gerard Piqué se rompió, al mismo tiempo que su padre se sometía a una cirugía cerebral de emergencia, y las autoridades españolas la acusaron de fraude fiscal por 14.5 millones de euros (16.8 millones de dólares), en donde finalmente llegó a un acuerdo extrajudicial.
“Muchos de ustedes saben que los últimos años no han sido los más fáciles para mí”, dice en el escenario. “Pero, ¿quién no se cae de vez en cuando, no?”
“Lo que he aprendido es que una caída no es el final, sino el comienzo de un camino aún mejor”.
Más específicamente, la turbulencia la impulsó a un arrebato creativo que la puso de nuevo en el centro de la conversación cultural tras siete años de silencio musical.
En 2023, Bzrp Music Sessions Vol. 53, un tema creado con el productor argentino Bizarrap, estuvo lleno de dardos dirigidos a Piqué y su nueva novia (“cambiaste un Rolex por un Casio”) y ganó el premio a la canción del año en los Grammy Latinos.
Continuó con la temática en una serie de sencillos exitosos como el sarcástico “Te felicito” y “TQG”, un dueto con la también estrella colombiana Karol G, que ha acumulado mil 300 millones de reproducciones en Spotify.
“Es una gran inspiración para las mujeres”, dice una fan, con orejas peludas de loba, poco antes del show. “Lo ha hecho todo. Ella es poder”.
El compromiso de Shakira con el espectáculo es tal que quiere que nuestra entrevista sea después de que baje del escenario. Así que, poco después de la medianoche, sale de su camerino luciendo más fresca que un campo de margaritas.
“Les advierto que puede que no tenga mucho sentido ahora mismo”, dice riendo. “Todavía me estoy recuperando. Hoy hizo mucho calor y humedad. Así que cuando está así, o hay altitud, es un gran reto… pero vale totalmente la pena.”
¿Qué pasa cuando está cansada o enferma?
“Para montar un espectáculo de esta envergadura y que se celebre cada noche, no importa si estás triste, si tuviste un mal día, si estás enferma o si tienes tos; simplemente tienes que dar lo mejor de ti y, milagrosamente, lograr que suceda”.
“Y la adrenalina, de hecho, no me deja sentir el agotamiento ni lo exigente que puede ser. Te ayuda a superarlo”.
Tocar en Miami fue particularmente significativo, cuenta, porque es la ciudad a la que se mudó de joven con la esperanza de abrirse paso en el mercado pop occidental.
Para entonces, ya era una estrella en Colombia, pero sabía que el éxito internacional significaba cantar en inglés. El único problema era que nunca lo había aprendido.
“Tenía solo 19 años cuando me mudé a EU, como muchos otros inmigrantes colombianos que llegan a este país en busca de un futuro mejor”, afirma.
“Y recuerdo que estaba rodeada de diccionarios español-inglés y diccionarios de sinónimos, porque en aquel entonces no tenía Google ni ChatGPT para [ayudarme]. Así que todo era muy precario”.
“Y luego me adentré en la poesía y comencé a leer un poco de Leonard Cohen, Walt Whitman y Bob Dylan, tratando de entender cómo funciona el inglés en la composición de canciones. Creo que así es como me volví buena en esto”.
Últimamente, ha estado reflexionando sobre esas experiencias, su aceptación en EU y cómo eso contrasta con la actitud del gobierno de Donald Trump hacia los migrantes.
Al aceptar el Grammy al mejor álbum de pop latino a principios de este año, abordó la situación directamente.
“Quiero dedicar este premio a todos mis hermanos y hermanas migrantes en este país. Son queridos, valen la pena y siempre lucharé con ustedes”, sostuvo.
¿Cómo se siente, le pregunto, ser inmigrante en EU hoy en día?
“Significa vivir con miedo constante”, asegura. “Y es doloroso verlo”.
“Ahora, más que nunca, tenemos que permanecer unidos. Ahora, más que nunca, tenemos que alzar la voz y dejar muy claro que un país puede cambiar sus políticas migratorias, pero el trato a todas las personas siempre debe ser humano”.
Es una declaración contundente, pronunciada en inglés y en español, cuando Shakira se dirige directamente a sus fans latinoamericanos.
Esa conexión es la base del éxito de su gira: sus fans han crecido con Shakira y se ven reflejados en ella.
En Miami, el público abarca generaciones: madres e hijas cantan al unísono éxitos de los 90 como “Pies descalzos, sueños blancos”, y bailan al ritmo de un Waka Waka (This Time for Africa) para celebrar.
Por eso, el momento álgido del espectáculo llega durante “Acróstico”, la tierna balada que Shakira escribió para sus hijos, en la que les prometió que se mantendría fuerte tras la separación de Piqué.
Mientras canta, Sasha (12) y Milan (10) aparecen en las pantallas de video haciendo un dueto con su madre.
“Se me derrite el corazón cada vez que los veo en esa pantalla y escucho sus vocecitas”, reconoce la estrella. “Son todo para mí. Son mi motor y la razón por la que estoy viva. Así que tenerlos cada noche en el escenario es un momento precioso”.
Esta es la primera vez que los niños tienen la edad suficiente para ver a su madre actuar en concierto, y ella confiesa que tienen sentimientos encontrados al respecto.
“Cuando tengo un concierto, se estresan un poco porque quieren que todo salga perfecto para mí”, relata.
“Siempre están preocupados, como: ‘Mamá, ¿cómo te fue? ¿Te caíste? ¿Estás bien?’. Y trato de mostrarles que no hay un concierto perfecto. Está bien cometer un error”.
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