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Discursos discriminatorios hacia personas trabajadoras del hogar: ecos del colonialismo y la servidumbre medieval
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Discursos discriminatorios hacia personas trabajadoras del hogar: ecos del colonialismo y la servidumbre medieval

El esfuerzo de las personas trabajadoras del hogar por la reivindicación de un nombre digno y sus derechos es importantísimo si consideramos la magnitud de su lucha por desenraizar siglos de discriminación. Tuvieron que pasar 498 años (300 años de la Colonia más 198 años del México independiente) para que la SCJN empezara a saldar la deuda histórica con las trabajadoras del hogar, a través de la resolución de Amparo Directo 9/2018.  La resolución reconoce como inconstitucional excluir a las personas trabajadoras del hogar del régimen obligatorio de la seguridad social. 
22 de mayo, 2025
Por: Sandra Nelly Vilchis Morelos

La lucha de las personas trabajadoras del hogar por reformas laborales que reconozcan plenamente sus derechos ha logrado reblandecer los cimientos de la discriminación estructural. Sin embargo, los discursos discriminatorios entorpecen la implementación de estos avances al legitimar la precarización laboral por la vía de los hechos. Por lo tanto, es necesaria una transformación cultural, así como mecanismos que garanticen la obligatoriedad de su incorporación a la seguridad social e instancias gubernamentales comprometidas con la aplicación de la legislación en la materia. Por supuesto, todo esto implica verdadera voluntad política para demostrar que en efecto “llegamos todas”.

De acuerdo con el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED), se entienden por discursos discriminatorios “aquellos en los que a partir de prejuicios o estereotipos se busca desvalorar, injuriar, menoscabar, invalidar, excluir e invisibilizar a las personas y tienen como efecto provocar, reforzar o justificar las acciones discriminatorias que vulneran, limitan o niegan el acceso a derechos, bienes o servicios”. El trabajo del hogar es estigmatizado por no considerarse un empleo formal y ser contemplado como una tarea de apoyo realizada por mujeres, que no contribuye al PIB nacional, irrelevante y sin necesidad de preparación para llevarse a cabo.

Todas esas artificiosas creencias sustentan la falta de contrato por escrito, acceso al derecho a la vivienda, seguridad social, un trato digno, jornadas de ocho horas, pagos de horas extras, salarios dignos, entre otras tantas prestaciones sociales. En este sentido, justifican las resistencias a su formalización. Una de las causas de invisibilización de este trabajo está relacionada con la herencia de los procesos de colonialismo y servilismo. Así mismo, la idea de que las personas que lo realizan tienen cruces de características identitarias socialmente consideradas como inferiores; es decir, se intersectan sistemas de opresión como el clasismo, racismo, sexismo, xenofobia, gordofobia, entre otros.

Por su parte, las personas trabajadoras del hogar han luchado insistentemente, a través de su Asociación Civil (CACEH) y Sindicato (SINACTRAHO), para ser nombradas de una manera digna. Rechazan y denuncian términos peyorativos como: “doméstica”, “muchacha”, “chacha”, “sirvienta”, “criada” y “gata”. Por tal motivo, se reivindica el concepto de “personas trabajadoras del hogar”, resaltando su calidad como sujetas de una relación formal de trabajo y por lo tanto sujetas de derechos.

El esfuerzo de las personas trabajadoras del hogar por la reivindicación de un nombre digno y sus derechos es importantísimo si consideramos la magnitud de su lucha por desenraizar siglos de discriminación. Tuvieron que pasar 498 años (300 años de la Colonia más 198 años del México independiente) para que la SCJN empezara a saldar la deuda histórica a través de la resolución de Amparo Directo 9/2018.  La resolución reconoce como inconstitucional excluir a las personas trabajadoras del hogar del régimen obligatorio de la seguridad social.

En el 2019 se llevaron a cabo reformas a la Ley Federal del Trabajo (LFT) y Ley del Seguro Social (LSS) para avanzar en el reconocimiento de sus derechos como el resto de los trabajadores en general, sin distinción bajo el pretexto de ser “un trabajo especial”. De tal manera, fue en el 2022 que oficialmente se transita a la obligatoriedad para su incorporación a la seguridad social. En noviembre del 2023 se modifica el artículo 146 de la LFT que les excluía del derecho a la vivienda por no considerar obligatorio pagar cuotas patronales al INFONAVIT. Finalmente, a partir del 1° de enero de 2024 automáticamente al registrar a las personas trabajadoras del hogar al IMSS se daban de alta en el INFONAVIT.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en México al tercer trimestre del 2023, había 2.5 millones de personas ocupadas en el trabajo doméstico remunerado. De estas, 9 de cada 10 eran mujeres. La encuesta también muestra que el 69.5 % de las personas empleadas en este sector no recibió ningún tipo de prestación laboral. Estas cifras contrastan con las proporcionadas recientemente por el IMSS, que informan que actualmente hay más de 62 mil registros; también resalta que “más de 33 mil personas trabajadoras del hogar alcanzaron el beneficio de una pensión” (Instituto Mexicano del Seguro Social, 2025).

Sin embargo, estas cifras no especifican de forma desagregada cuántas fueron beneficiarias de los tipos de pensión existentes: cuántas pensiones relacionadas con la edad (cesantía en edad avanzada, vejez y retiro anticipado), cuántas por algún accidente de trabajo o enfermedad (incapacidad permanente parcial o total) y cuántas por viudez, orfandad y ascendientes.

Tampoco se mencionan las implicaciones y dificultades que conllevan la reunión de todos los requisitos para conseguir cada una de estas pensiones; por ejemplo, que la parte patronal “quiera” incorporarles al régimen “obligatorio”. Será necesario contrastar estas cifras cuando salgan a la luz investigaciones y estudios recientes como la ENOE, la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) y la Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México (EDIS).

No obstante, sigue siendo histórico el sueño anhelado por las personas trabajadoras del hogar: acceder a una pensión, increíblemente se está volviendo una realidad.

A pesar de que estos significativos avances están allanando poco a poco el camino (aunque apenas se van a cumplir 6 años desde el dictamen de la SCJN), no han alcanzado totalmente a la población del sector. Tampoco se puede cambiar la realidad mágicamente con reformas legales, ¡Ojalá fuera así! Los cambios culturales son de largo aliento y nos involucran como sociedad en conjunto.

Ejemplos de los rezagos en materia de cumplimiento de las disposiciones legales y de una cultura por la igualdad y la no discriminación existen muchos, basta revisar las redes sociales para darnos cuenta que los prejuicios, las frases racistas, discriminatorias siguen presentes, incluso existen aplicaciones móviles que ofrecen los servicios de limpieza utilizando términos, palabras peyorativas hacia las personas trabajadoras del hogar.

¿Qué podemos hacer para frenar la propagación de discursos discriminatorios que refuerzan la marginalidad y negación de derechos laborales para las personas trabajadoras del hogar?

Lo primero es empezar por eliminar de nuestro vocabulario esas palabras y frases que lastiman la dignidad de las personas trabajadoras del hogar, romper con ese ciclo de violencia que aún sigue impidiendo el acceso a sus derechos.

También debemos reconocer y visibilizar el valor del trabajo del hogar como una labor digna y esencial para el funcionamiento de nuestras sociedades. Esto implica promover narrativas que rompan con los estereotipos de género, clase y origen étnico o racial que históricamente han colocado a estas trabajadoras en situaciones de subordinación.

También es necesario impulsar campañas de sensibilización que cuestionen los privilegios normalizados en torno al trabajo doméstico y fomenten una cultura de respeto y corresponsabilidad. Los medios de comunicación y las plataformas digitales tienen un papel clave en la difusión de mensajes incluyentes, así como en la denuncia de prácticas discriminatorias.

Escuchar y amplificar las voces de las propias trabajadoras también es esencial para que sus experiencias, demandas y propuestas estén al centro de las transformaciones necesarias.

* Sandra Nelly Vilchis Morelos es asesora educativa en la Subdirección de Educación del COPRED.

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Imagen BBC
Qué es la paradoja de la elección, que nos deja menos contentos cuando tomamos una decisión
6 minutos de lectura

Cuantas más opciones, más difícil se hace elegir, y el resultado de nuestra elección nunca es demasiado satisfactorio. ¿Cómo lidiar con el exceso de opciones?

28 de mayo, 2025
Por: BBC News Mundo
0

¿Alguna vez te ha costado más escoger una película o una serie en una plataforma de streaming que ver directamente algo? ¿O has dado muchas vueltas antes de comprar un producto online solo para seguir dudando después? En una sociedad con más posibilidades que nunca, elegir se ha convertido en una fuente de ansiedad: lo que en principio parecía una ventaja puede acabar siendo una carga.

La psicología lo define como la “paradoja de la elección”: cuantas más opciones hay, más difícil es decidir… y menos satisfacción genera la decisión tomada.

Este fenómeno fue descrito por el psicólogo Barry Schwartz, quien propuso que el exceso de libertad puede tener efectos adversos sobre el bienestar. En lugar de hacernos más felices, una abundancia de opciones tiende a bloquear, frustrar y provocar la sensación persistente de que se podría haber elegido mejor.

Cuando elegir se convierte en problema

Un estudio clásico de Sheena Iyengar y Mark Lepper demostró que ante una variedad de 24 sabores de mermelada frente a solo 6, los consumidores eran menos propensos a comprar. La sobrecarga de alternativas no solo complica la decisión, también reduce la satisfacción con lo elegido.

Este patrón no se limita al consumo. También se observa en decisiones vitales, desde la elección de estudios hasta relaciones personales. En contextos universitarios y profesionales, el exceso de opciones puede generar una sensación de parálisis, dudas constantes y miedo a equivocarse.

Dos estilos ante la toma de decisiones

Hombre mirando la pantalla de la computadora
Getty Images
Los maximisers son más proclives a rumiar y arrepentirse después de decidir.

La psicología ha identificado diferentes estilos de afrontamiento ante la toma de decisiones. Entre ellos, los dos más estudiados son el perfil del maximizer y el del satisficer.

Esta distinción fue formalizada en un influyente estudio publicado en Journal of Personality and Social Psychology.

Maximizers: en busca de la opción perfecta

Las personas con un estilo maximizer tienden a buscar siempre la mejor opción posible. Evalúan muchas alternativas, comparan exhaustivamente, investigan a fondo y posponen decisiones en busca de una elección óptima. Aunque este comportamiento puede parecer racional o ambicioso, en la práctica suele asociarse a consecuencias negativas para el bienestar emocional.

El estudio citado mostró que los maximizers:

  • Experimentan más ansiedad y estrés durante el proceso de decisión.
  • Son más proclives a rumiar y arrepentirse después de decidir.
  • Suelen tener niveles más bajos de satisfacción con las decisiones tomadas, incluso cuando el resultado es objetivamente bueno.

Además, otras investigaciones han asociado este perfil a síntomas depresivos, especialmente cuando las decisiones se toman en contextos complejos o inciertos.

Satisficers: cuando “suficientemente bueno” es suficiente

En contraste, el estilo satisficer se basa en elegir una opción que cumpla criterios personales mínimos o razonables, sin necesidad de compararla con todas las demás. Estas personas no buscan lo perfecto, sino algo que encaje con sus necesidades o valores.

Según la misma investigación, los satisficers:

  • Deciden más rápido.
  • Sufren menos arrepentimiento.
  • Se sienten más satisfechos con sus elecciones.

Tienen una mayor estabilidad emocional tras la toma de decisiones.

El estilo satisficer no implica conformismo, sino un enfoque más funcional y adaptativo. Como señalan otras investigaciones, estas personas tienden a conservar recursos cognitivos y emocionales, lo que les permite enfrentar mejor la incertidumbre y reducir la fatiga a la hora de tomar decisiones.

Estilos que importan

La diferencia entre ambos perfiles no solo influye en cómo se decide, sino en cómo se vive el proceso y sus consecuencias. El estilo maximizer puede ser útil en contextos técnicos o decisiones de alto riesgo, pero su aplicación constante en la vida diaria –donde muchas veces no existe una opción claramente “mejor”– puede deteriorar el bienestar psicológico.

Mujer frente a dos caminos posibles
Getty Images
La diferencia entre ambos perfiles no solo influye en cómo se decide, sino en cómo se vive el proceso y sus consecuencias.

Por el contrario, adoptar una actitud satisficer permite tomar decisiones con más tranquilidad, asumiendo que ninguna será perfecta, pero muchas pueden ser válidas. En tiempos de sobreabundancia de opciones, este enfoque parece más sostenible emocionalmente.

¿Dónde aparece la trampa?

La paradoja de la elección se manifiesta en múltiples aspectos de la vida cotidiana:

  • Streaming y ocio digital: el menú interminable de series, películas o canciones puede provocar fatiga y disfrute reducido.
  • Compras online: miles de alternativas para un mismo producto generan confusión, dudas y arrepentimiento posterior.
  • Relaciones interpersonales: la ilusión de infinitas posibilidades en apps de citas puede dificultar el compromiso y aumentar la insatisfacción.
  • Elecciones profesionales o académicas: la abundancia de caminos posibles genera indecisión, temor al error y bloqueo psicológico.

Consecuencias psicológicas del exceso de opciones

Elegir entre muchas alternativas exige recursos cognitivos y emocionales. A mayor número de opciones, mayor probabilidad de experimentar ansiedad anticipatoria, dudas persistentes, arrepentimiento posterior a la decisión, disminución del placer con lo elegido y fatiga mental.

Además, en contextos de presión social o autoexigencia elevada, esta dificultad se agrava. La sensación de que “todo depende de una elección correcta” puede derivar en estrés crónico o evitación.

Flechas
Getty Images
Calibrar demasiadas opciones puede generarnos ansiedad.

El fenómeno de la fatiga decisional ha sido descrito también en el ámbito clínico. Algunos estudios muestran cómo el esfuerzo mental acumulado por tomar muchas decisiones reduce la capacidad de autocontrol y aumenta la vulnerabilidad al estrés.

¿Cómo protegerse? Estrategias para elegir mejor

Desde la psicología aplicada, se han propuesto diversas estrategias para reducir el impacto negativo de la sobreabundancia de opciones:

  • Reducir voluntariamente el número de alternativas. Crear filtros previos ayuda a focalizar la atención y agilizar la toma de decisiones.
  • Aceptar la imperfección. Asumir que toda elección implica renuncias y que no existe la opción perfecta permite decidir con menos carga emocional.
  • Decidir en base a valores personales, no a expectativas externas o modas, aumenta la satisfacción con la decisión tomada.
  • Practicar la autocompasión. Ser menos duros con uno mismo tras decidir reduce el arrepentimiento y el malestar.
  • Automatizar decisiones menores (ropa, desayuno, rutinas diarias) puede liberar energía mental para lo realmente importante.

Elegir menos, vivir mejor

En un contexto cultural que asocia libertad con cantidad, puede parecer contradictorio que reducir opciones aumente el bienestar. Sin embargo, numerosos estudios lo confirman: un exceso de alternativas genera ruido, fatiga y frustración.

Apostar por una toma de decisiones más simple, más conectada con lo personal y menos centrada en encontrar lo “óptimo” puede ayudar a mejorar la salud mental y la calidad de vida. En este sentido, elegir menos no es conformarse, sino decidir con más sentido.

*Oliver Serrano León es director y profesor del Máster de Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea de Canarias, Universidad Europea

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.

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