
¿Qué balance puede hacerse de la estrategia de seguridad pública de la presidenta Sheinbaum al cierre de 2025? Este breve análisis revisa las principales políticas gubernamentales de seguridad impulsadas durante su administración —aquellas intervenciones que constituyen un sello distintivo de su gobierno y que no implican necesariamente cambios constitucionales— para evaluar sus alcances, limitaciones y aprendizajes institucionales. El ejercicio considera tanto los esfuerzos temáticos como el giro territorial observado en 2025, con el fin de ofrecer una lectura integral sobre la naturaleza de las acciones federales en materia de seguridad.
El 8 de octubre de 2024 la presidenta presentó la Estrategia Nacional de Seguridad Pública. Sus ejes centrales fueron la atención a las causas, la consolidación de la Guardia Nacional, el fortalecimiento de la inteligencia e investigación, y la coordinación absoluta en el gabinete de seguridad. Sus objetivos, por su parte, se orientaron a la pacificación del país, el combate a la extorsión en ciclos productivos (sobre todo en limón y aguacate) y la implementación de acciones contextualizadas a las condiciones de cada región.
Esta estrategia ambiciosa tuvo que atemperar sus expectativas con rapidez. Los reacomodos entre organizaciones criminales en Sinaloa y estados fronterizos, así como la política trumpista hacia México, obligaron a la federación a concentrar tropas en Sinaloa, la frontera sur y la frontera norte, desplazando la intención original de construir estrategias regionalizadas. No sorprende que la comunicación oficial haya enfatizado sus avances en el comportamiento agregado del homicidio doloso, dejando en segundo plano la violencia territorializada que persiste en múltiples regiones del país, como lo ha visibilizado el reporte Violencia y Pacificación de México Evalúa. La realidad terminó por imponerse y dio paso a una serie de estrategias focalizadas orientadas a contener dinámicas criminales específicas.
El 5 de febrero se lanzó la Operación Frontera Norte, basada en el despliegue de 10 mil elementos de la Guardia Nacional en los estados fronterizos para frenar el tráfico de fentanilo y la migración (prioridades para Estados Unidos) y el tráfico de armas (prioridad para México).
La mayor parte del personal se ubicó en municipios fronterizos de Baja California, Chihuahua y Sonora. Del 5 de febrero al el 8 de diciembre se detuvieron a 9,808 personas, aseguraron 7,293 armas de fuego, 1,242,669 cartuchos de diversos calibres, 33,400 cargadores, 114,475.1 kg de droga, entre ellos, 560 kg de fentanilo, 5,856 vehículos y 1,160 inmuebles.
Aunque Sonora es la entidad donde más armas ilegales se incautan, el principal efecto observable se dio en la migración: de acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores, la migración de México hacia Estados Unidos cayó 91% para agosto de 2025. Por ello, esta estrategia se ha interpretado más como un instrumento para contener la política arancelaria trumpista que como una acción orientada a la pacificación del país. Además, existen indicios de que los decomisos de fentanilo generan incentivos para que las organizaciones criminales disputen con mayor ferocidad los mercados ilícitos nacionales.
El 19 de mayo, el gobierno federal presentó su estrategia contra el ingreso ilegal de combustibles y el robo de hidrocarburos. Su núcleo es la trazabilidad del combustible para identificar rutas y actores involucrados. Aunque esta acción puede parecer limitada frente al tamaño del mercado ilícito y las restricciones políticas para combatirlo, es una pieza clave, ya que el robo de combustible y la extorsión son dos de los mercados más rentables para las organizaciones criminales.
Solo en noviembre, en tres entidades —Oaxaca, Nuevo León y Sinaloa— se recuperó un total de 1 millón 476 mil litros de combustible. Mantener y perfeccionar esta estrategia será indispensable para debilitar las fuentes de ingreso criminal que sostienen el control territorial.
El 6 de julio se presentó la estrategia nacional contra la extorsión, basada en la coordinación entre las secretarías de la Defensa y de la Marina, la Guardia Nacional, la Fiscalía General de la República (FGR) y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Incluyó detenciones basadas en inteligencia, impulso a unidades estatales antiextorsión, atención a víctimas, fortalecimiento del 089, campañas de prevención y medidas como congelamiento de cuentas, bloqueo de líneas telefónicas y operativos en centros penitenciarios. Se focalizó en ocho entidades donde se concentra la mayor incidencia.
Aunque perseguir de oficio este delito representa un avance, la estrategia muestra un sesgo hacia la extorsión telefónica, dejando vacíos en la atención de la extorsión directa, que es la más vinculada al dominio territorial. Tampoco queda claro cómo se financiarán o consolidarán las unidades estatales antiextorsión.
A pesar de ser el primer esfuerzo sistemático por dimensionar la extorsión —delito con una cifra negra cercana al 98 %, según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2024—, los datos iniciales muestran aumentos. Al cierre de noviembre de 2025, la extorsión se incrementó 23.1 % respecto a enero–noviembre de 2019, de acuerdo con cifras oficiales. Esto podría obedecer a la curva de aprendizaje institucional, pero no debe interpretarse como razón para abandonar la estrategia, especialmente porque la extorsión es un mecanismo central para construir la hegemonía criminal. Al 9 de diciembre, se recibieron 102,857 denuncias, de las cuales 10,854 se concretaron; derivaron en 3,684 carpetas y 615 detenidos en 24 estados.
El 1 de noviembre de 2025, el asesinato de Carlos Manzo volvió a evidenciar el yugo criminal que padece Michoacán, pese a los esfuerzos oficiales por diluirlo en cifras nacionales. En respuesta, el 9 de noviembre el gobierno federal recuperó la visión regional mediante el Plan Michoacán. Aunque existen otras regiones que requieren atención focalizada, iniciar por Michoacán es una señal correcta.
El plan se articula en tres ejes: seguridad, desarrollo económico y educación. En seguridad, contempla fortalecer la presencia de Fuerzas Armadas y autoridades locales; crear una fiscalía especializada; establecer mesas de seguridad quincenales; implementar un sistema de alerta para presidentes municipales, y robustecer la denuncia anónima. En desarrollo económico, propone garantizar pisos mínimos de seguridad social y salarios dignos para los trabajadores del campo, impulsar infraestructura rural y generar polos de bienestar. En educación, plantea escuelas de cultura de paz, programas de reinserción y atención a víctimas, centros comunitarios y becas de transporte.
Aunque el plan retoma esquemas aplicados en administraciones anteriores, incorpora mejoras relevantes en el flujo de información municipal hacia la federación. La coordinación intergubernamental sigue siendo el eslabón más débil de la política de seguridad y esta acción apunta en la dirección correcta.
No obstante, las dudas surgen con la propuesta de instalar casas u oficinas de la presidenta en varios municipios. La presencia simbólica es relevante, pero generaría menos efectos disuasivos que contar con policías municipales suficientes y profesionalizadas. Además, no se conocen con claridad las facultades que tendrían dichas casas en materia de seguridad.
En contraste, a un mes de iniciado el Plan, los resultados operativos sí son tangibles: 972 detenidos, 945 armas aseguradas, 23.1 toneladas de droga y 17 laboratorios de metanfetamina desmantelados. Sin embargo, los ataques con vehículos cargados de explosivos evidencian la resistencia criminal y los límites de la política social para competir contra estructuras violentas altamente sofisticadas.
En suma, el primer año de la administración Sheinbaum se caracterizó por una tensión constante entre urgencias nacionales y presiones externas, por estrategias reactivas frente a coyunturas críticas y por un incipiente reconocimiento de que la violencia requiere intervenciones hiperfocalizadas. Lejos de ser un periodo inercial, este año profundizó el giro ya visible desde los primeros 100 días: el tránsito de la omisión hacia una estrategia orientada explícitamente al debilitamiento de las operaciones del crimen organizado. Las políticas federales recientes han generado resultados operativos visibles —detenciones relevantes, decomisos, golpes logísticos— que dan cuenta de una mayor actividad estatal en territorios críticos. ¿Impactos en la violencia? Ese balance sólo podrá hacerse a mediano y largo plazo.
* Armando Vargas (@BaVargash) es coordinador del programa de seguridad pública de México Evalúa (@mexevalua) y Yair Mendoza (@yair_mendozacg) es investigador del mismo.

Un encuentro en la selva desencadenó una carrera entre jardineros, nobles, inventores… y transformó los espacios en los que vivimos.
“El 1 de enero de 1837, mientras luchábamos contra las dificultades que las plantas del río Berbice presentaban a nuestro avance, vi en un pequeño arroyo una hoja gigantesca, cuyo borde se alzaba unos centímetros sobre el agua; y al acercarme más, me impresionó la aparición de una flor que, por su magnífica belleza, superaba todo lo que había visto hasta entonces“.
Así relató Sir Robert H. Schomburgk, explorador y botánico alemán al servicio del Imperio británico, en el Journal de la Real Sociedad Geográfica, su primer encuentro con la majestuosa planta acuática que pronto cautivaría a sus contemporáneos.
Schomburgk no fue el primero en maravillarse con semejante espectáculo.
Décadas antes, el naturalista checo-alemán Thaddäus Haenke ya había registrado sus hojas colosales cerca de la frontera entre Bolivia y Paraguay, y poco después el francés Alcide d’Orbigny también la describió durante sus viajes por Sudamérica.
Aun así, ni entonces ni ahora se atenúa el asombro que provoca contemplar por primera vez esta extraordinaria creación de la naturaleza.
Al Museo Nacional de Historia Natural de París llegaron hojas, flores y semillas, pero no les prestaron mucha atención.
En Reino Unido sucedió todo lo contrario.
El país estaba obsesionado por la botánica, con nuevas plantas llegando a diario, a medida que se exploraban nuevos territorios que se sumaban al que llegaría a ser el Imperio más grande del mundo.
La Guyana, en ese entonces llamada British Guiana, había sido cedida por los neerlandeses a los británicos dos décadas antes, pero hasta el viaje de Schomburgk aún era virtualmente desconocida para los europeos.
El hallazgo en ese lugar de tan formidable especimen coincidió con el ascenso al trono de la joven Victoria, así que no extraña que llevara su nombre: Victoria regia (más tarde Victoria amazonica).
Fue instantáneamente aclamada como una de las maravillas de la época victoriana y no sólo provocó una fascinación entre sus súbditos, sino también una feroz competencia entre los aristócratas por lograr que esa joya tropical floreciera lejos de su tierra natal.
Pero además, sus hojas inspiraron el diseño del Crystal Palace (el Palacio de Cristal) de Londres, un hito por su audacia y ligereza cuyo uso pionero de hierro y vidrio a gran escala así como su nueva concepción del espacio interior lo convirtió en piedra fundacional de la arquitectura moderna.
Hoy seguimos viviendo su legado.
Su influencia -tanto técnica como conceptual- perdura en la mayoría de los edificios contemporáneos que privilegian la ligereza, la transparencia, la funcionalidad y la industrialización de los materiales.
Cuando las semillas de Victoria regia llegaron a Inglaterra, el reto de cultivarlas absorbió a algunos de los personajes más eminentes y emprendedores de la época.
No era porque se esperara que la nueva planta fuera fuente de algún remedio desconocido para la medicina o de alguna gran riqueza hasta entonces inexplotada, subraya Tatiana Holway en su libro “La flor del Imperio”.
La razón era la pasión… por las flores.
Todas las flores, desde las más comunes hasta las más raras, enloquecían a la sociedad británica de esa era, al punto que, quienes se podían dar el lujo, no dudaban en pagar más del equivalente de US$10.000 por un nuevo especimen.
Agrégale, en el caso de ese nenúfar amazónico, otros ingredientes: la aventura de encontrarla, traerla a Inglaterra y el desafío de hacerla crecer, lo que implicaba ambición hortícola, visión científica y fascinación por lo exótico.
Encima, por mucho que lo intentaron, resultó dificilísimo cultivarlas.
Aunque en el famoso jardín botánico londinense Kew Gardens los especialistas lograron que las semillas germinaran, no pudieron mantener vivas a las plantas durante los inviernos.
Crucialmente, allí y en los otros jardines botánicos y colecciones privadas que recibieron algunas de las semillas que envió Schomburgk, los horticultores y botánicos fracasaron en su empeño por que la Victoria regia floreciera.
Eso añadió un nuevo ingrediente que alimentó la obsesión: la gloria que supondría ser el primero en despertar la floración.
Así se desató una feroz competencia entre los aristócratas más acaudalados, cada uno empeñado en verla abrir sus pétalos en sus dominios.
La carrera por conseguirlo se tornó en un espectáculo cuyo público era internacional, y su escenario, los invernaderos desplegados por toda Inglaterra.
El más grande de todos, de hecho el edificio acristalado más grande del mundo en esa época, se llamaba el Great Stove (literalmente ‘la gran estufa’), y estaba en los jardines de Chatsworth House, el hogar ancestral de la familia Cavendish, cuyos varones primogénitos heredan el título de duque de Devonshire.
William Cavendish, el duque de Devonshire, dedicaba su atención a las plantas exóticas de su invernadero, asistido por un joven jardinero que pronto se haría célebre: Joseph Paxton.
Paxton era el hijo de un agricultor, y había sido uno de los primeros jóvenes en pedir una plaza en los jardines de entrenamiento de la nueva Sociedad Hortícola.
Fue una idea tremendamente atinada, porque de ahí fluyó su futuro.
El duque lo había contratado cuando tenía 23 años, y le había concedido la libertad de entregarse a sus pasiones en todos los aspectos de la horticultura, incluida la nueva y muy exclusiva ciencia de la construcción de invernaderos.
Ambos rebosaban de entusiasmo y planes ambiciosos, y con el dinero del duque y la imaginación del jardinero, comenzaron a experimentar con el vidrio, creando espacios que recreaban lugares distantes y ampliando la ciencia de la horticultura de formas novedosas.
Fue para resolver el problema de acomodar la creciente colección de plantas exóticas del duque que Paxton diseñó y construyó el Great Stove, que se extendía casi 70 metros de un extremo a otro y se alzaba más de 20 metros.
El costo fue enorme, pero el resultado, mágico, como comprobó en una visita la reina Victoria.
Quedó encantada con un paseo en carruaje en su interior, iluminado por 5.000 velas, con aves tropicales volando entre la exótica vegetación, peces en los estanques, cristales de roca y escaleras en espiral para poder ver las cimas de los árboles.
Nunca se había hecho nada parecido.
Lo que ni la reina, ni ninguno de los otros visitantes veían era lo que generaba ese calorsito que sentían al entrar al lugar.
Era una hazaña silenciosa.
Con ocho calderas ocultas, se mantenía la temperatura para simular una zona templada en un extremo y una zona subtropical en el otro.
Había túneles para transportar el carbón que alimentaba las calderas sin que los encargados fueran vistos, y tenía ventiladores en los cimientos de mampostería y en el techo para hacer circular el aire.
Las chimeneas también estaban escondídas para que el humo y vapor salíera lejos, en lo alto de una colina.
Así que cuando empezaron los intentos de cultivar Victoria regia en Inglaterra, entre todos los invernaderos importantes del país, incluido el de Kew Gardens, el Great Stove no sólo era el más grande, sino también el más avanzado.
Eso, y la fórmula de éxito: Paxton estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que floreciera, y Cavendish, dispuesto a pagar para que así fuera.
Pero el horticultor y el duque sólo recibieron semillas de esa planta amazónica por primera vez en 1849, más de una década después de que Schomburgk se topara con ella en Guyana y enviara un lote pequeño a Londres.
En sus años de experiencia, Paxton había comprendido que si quería hacer que una planta floreciera, tenía que entender de dónde venía.
Sabía que para la Victoria regia necesitaba crear un entorno donde el agua se mantuviera en movimiento, así que instaló unas pequeñas ruedas en el estanque en el que las iba a cultivar.
Para mantener la temperatura adecuada, colocó tuberías bajo la tierra en el fondo.
Y se aseguró de que el agua tuviera lo necesario para alimentar las plantas.
Pronto sus plántulas empezaron a crecer, con la rapidez impresionante que las caracteriza: en su habitat natural, sus hojas pueden alcanzar un diámetro de unos tres metros a una velocidad increíble, de hasta 2,5 centímetros por hora.
En los invernaderos no alcanzaban semejantes proporciones, pero aun así desplegaban expansiones sorprendentes en poco tiempo.
Cuando el verano terminó, y las noches se hicieron más largas, Paxton supuso que sus Victoria regia morirían, como había sucedido hasta entonces.
No obstante, canceló un viaje que tenía previsto y le pidió al duque que le permitiera quedarse con ellas.
Y a principios de noviembre, le escribió para contarle que había salido un botón, que se había abierto, y que luego un tinte rosado se había extendido desde el centro hasta los bordes del pétalo.
Paxton había ganado la competencia, y su premio era el prestigio.
Ufano, le escribió al director de Kew Gardens, Sir William Jackson Hooker.
“Estimado Sir William:
“La Victoria regia está ahora en plena floración en Chatsworth y continuará así, creo yo, durante una quincena o más, pues hay una sucesión constante de capullos asomando.
“Lo más probable es que sus plantas ya estén mostrando algo para este momento. Y si no, contemplar esta planta merece un viaje de mil millas.
“Tenemos hojas de casi cinco pies de diámetro (≈ 1,5 metros), y en este momento la planta tiene trece hojas”.
Con el tiempo se descubriría cuán extraordinarias eran estas flores que tanto esfuerzo había costado cultivar en Inglaterra y luego en Europa.
En 24 horas, cambian de género.
La primera vez que se abren, cuando se oculta el Sol, las flores son blancas, femeninas y receptivas al polen de otras plantas.
Atraen a una especie de escarabajos con un aroma dulce y envolvente, y lo animan a quedarse en su interior con un nectar delicioso y una temperatura más cálida que la ambiental, para que dejen el polen que traían.
Pero ser polinizada es solo la mitad de la batalla.
El nenúfar ahora debe asegurarse de que su propio polen sea transportado a otra flor.
Así que se cierran cuando sale el Sol, con los escarabajos adentro, y se transforman en flores masculinas, con polen.
Cuando las flores se abren la segunda noche, ya no son blancas sino rosadas, sin aroma ni calidez en su interior, todo para obligar a su inquilino nocturno a irse en busca de otra flor blanca a la cual polinizar.
Si bien las flores y otras características de la Victoria regia son fascinantes, fueron sus hojas, vastas y perfectamente estructuradas, las que llevaron a Paxton a intuir un principio capaz de transformar no solo los invernaderos, sino la arquitectura misma.
Deslumbrado por el entramado íntimo de aquellas hojas, no se conformó con admirarlas: las estudió con la precisión de un ingeniero.
Le maravillaba su extraordinaria capacidad de carga, sostenida por una red de venas acanaladas que formaban vigas y arcos naturales.
En 1849, tras lograr la primera floración en Chatsworth, colocó a su hija Annie, de 7 años, sobre una de las hojas gigantes para demostrar su solidez; la imagen apareció poco después en el Illustrated London News, una suerte de declaración pública de lo que aquella planta le había revelado y de lo que imaginaba construir.
“La naturaleza fue la ingeniera”, declararía en 1850 ante la Royal Society of Arts, mientras mostraba una hoja de Victoria regia como ejemplo de un principio estructural perfecto.
“La naturaleza ha dotado a la hoja de vigas y soportes longitudinales y transversales que yo, inspirándome en ella, he adoptado en este edificio”.
Se refería al Crystal Palace, una estructura que parecía desafiar las nociones mismas del espacio y la materia: vasta, transparente, casi ingrávida.
Paxton había pasado de ser un innovador en la jardinería al creador de un proyecto arquitectónico único.
Su sistema de crestas y surcos, inspirado directamente en la geometría de la hoja, era capaz de sostener grandes superficies de vidrio con una ligereza inaudita y a su vez resistente, formada por piezas estandarizadas de hierro y vidrio que podían fabricarse en serie y ensamblarse como un gigantesco mecanismo.
El resultado fue algo sin precedentes: un colosal universo acristalado, casi irreal.
Es difícil imaginar la sensación de asombro que debieron experimentar los visitantes de ese entonces al contemplar aquel prodigio de vidrio y hierro que alojaba la Gran Exposición de 1851.
Su transparencia desorientaba la mirada; apenas proyectaba sombra, y su vastedad parecía desafiar las nociones mismas de espacio y materia.
La prefabricación, el diseño modular, el uso de la luz como material arquitectónico, inauguró una nueva manera de concebir los edificios, y vivimos en su legado.
El Crystal Palace brotó de la Victoria regia, “tan naturalmente como los robles crecen de las bellotas”, escribió Charles Dickens, y las hojas que lo inspiraron han alimentado la imaginación de artistas y arquitectos durante más de un siglo y medio.
Los científicos continúan estudiándolas, desentrañando sus secretos en busca de nuevas lecciones de ingenio.
Ligeras pero extraordinariamente fuertes y eficientes en el uso de la luz, sus estructuras sugieren caminos para la ingeniería, las construcciones flotantes y las tecnologías energéticas.
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