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Nombrar el Desplazamiento Forzado Interno: implicaciones jurídicas y responsabilidades del Estado

Lo que ocurre en amplias regiones del país es desplazamiento forzado interno, y no llamarlo así tiene consecuencias profundas.
22 de diciembre, 2025
Por: Iris Martínez, Flor Estela Morales y Daniel Muñoz

“Negar la denominación correcta (del desplazamiento forzado interno) implica desconocer las causas específicas, las implicaciones jurídicas y las obligaciones estatales en materia de protección, asistencia y reparación”.

Muñoz, Morales y Martínez, 2025.

 

En México, miles de personas han tenido que abandonar sus hogares sin cruzar fronteras internacionales. Huyen para salvar la vida, muchas veces de noche, sin bienes, sin documentos y sin garantías de retorno. Sin embargo, esta realidad continúa siendo nombrada de forma ambigua. Se habla de “movilidad”, “migración”, o “desplazamiento interno”, como si se tratara de decisiones voluntarias. No lo son. Lo que ocurre en amplias regiones del país es desplazamiento forzado interno, y no llamarlo así tiene consecuencias profundas.

De acuerdo con el informe Travesías Forzadas de la Universidad Iberoamericana, en 2024 al menos 28,900 personas fueron desplazadas forzadamente en México. La mayoría de los casos documentados están directamente relacionados con la violencia ejercida por el crimen organizado. A ello se suman otras causales relevantes, como proyectos de desarrollo, conflictos comunitarios, impactos del cambio climático (Relatora de la ONU para el Desplazamiento, 2023), entre otros. No se trata de hechos aislados, sino de una expresión continua de violencia y desprotección.

Desde el libro Desplazamiento Forzado Interno en México (2025, editorial UNAM), y particularmente desde el primer capítulo “Entre Palabras y Derechos: La Importancia del Lenguaje en el Reconocimiento del Desplazamiento Forzado Interno en México”, se demuestra que el lenguaje no es neutro. Las palabras con las que se nombra una realidad determinan si esa realidad existe jurídicamente, si genera obligaciones estatales y si las víctimas son reconocidas como tales. Nombrar incorrectamente el fenómeno diluye la violencia que lo origina y facilita la omisión institucional.

El análisis permite distinguir con claridad tres conceptos que suelen confundirse. El desplazamiento interno que, en sentido estricto, describe cualquier movimiento dentro del territorio nacional, incluso voluntario, y no considera las causas. El desplazamiento arbitrario, que, introduce una dimensión penal, pues alude a traslados impuestos de manera ilegal y puede implicar responsabilidad criminal. En cambio, el desplazamiento forzado interno (DFI) nombra una realidad específica: personas obligadas a huir dentro de su propio país como mecanismo de supervivencia frente a riesgos graves para su vida, su integridad o su libertad.

Esta distinción no es académica: es vital. Las víctimas de desplazamiento forzado interno no se van porque quieren, sino porque quedarse ya no es una opción. La huida es una reacción de escape, individual o colectiva, inmediata o progresiva, temporal o definitiva. En la mayoría de los casos ocurre sin condiciones mínimas de seguridad y genera afectaciones profundas a derechos fundamentales. Llamar a esto simplemente “movilidad”, “migración” o “desplazamiento interno” invisibiliza la coacción que lo provoca.

Nombrar correctamente importa porque el reconocimiento abre derechos. Utilizar el término desplazamiento forzado interno activa obligaciones concretas del Estado: prevenir, proteger, asistir, reparar e incluir a las víctimas en la toma de decisiones sobre su atención, sus rutas de protección y sus procesos de reparación. Cuando el fenómeno se nombra de forma ambigua, estas obligaciones se diluyen.

Un ejemplo relevante es Oaxaca, donde existe una Ley para Prevenir, Atender y Reparar el Desplazamiento Forzado Interno, construida a partir de las experiencias de las propias comunidades afectadas. Esta legislación demuestra que nombrar el problema con precisión permite diseñar respuestas institucionales más coherentes y centradas en las víctimas. En todo caso, la ausencia de una Ley General sobre Desplazamiento Forzado Interno es una deuda grave. Si bien existen esfuerzos y marcos locales, como el caso de Oaxaca, la falta de una legislación nacional deja a miles de personas en un vacío de protección, fragmenta las respuestas institucionales y normaliza la pérdida progresiva del tejido social, el desarraigo y el etnocidio. Sin una ley nacional, el desplazamiento se vuelve permanente, invisible y heredable.

Insistir en el uso del término desplazamiento forzado interno no excluye otras categorías jurídicas. El concepto de desplazamiento arbitrario sigue siendo clave cuando se trata de atribuir responsabilidades penales. Pero evitar deliberadamente la palabra “forzado” en el debate público y en la política pública no es inocente: reduce la visibilidad del fenómeno y debilita el acceso a la justicia.

Nombrar también es un acto de dignidad. Reconoce que las personas desplazadas no “se movieron”, sino que fueron expulsadas por la violencia. Mientras el desplazamiento forzado interno siga siendo disfrazado con eufemismos, miles de víctimas permanecerán en un limbo jurídico y político. Nombrar es reconocer. Reconocer es obligar. Y obligar es el primer paso hacia la justicia.

* Iris Martínez, integrante del Pueblo Triqui Oaxaca, es víctima de DFI. Flor Estela Morales es coordinadora de la Coordinación para la Atención de los Derechos Humanos de Oaxaca (CADH Oaxaca). Daniel Muñoz es defensor de derechos humanos, víctima de DFI.

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Imagen BBC
Qué es Schoenstatt, el movimiento ultracatólico al que pertenece el presidente electo de Chile, José Antonio Kast
9 minutos de lectura

La organización, nacida en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, ha estado en el centro de la atención tras las acusaciones de abuso contra su fundador.

18 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
0

José Antonio Kast, presidente electo de Chile, es un hombre de profundas convicciones religiosas.

Así lo dejó en claro en su primer discurso, apenas se conocieron los resultados de las votaciones del domingo, cuando afirmó: “Nada es posible si no tuviéramos a Dios”.

“Nada ocurre en la vida, para los que somos de fe, que no sea en relación directa con Dios”, prosiguió.

Y a continuación, pidió a su creador que le concediera “humildemente” la “sabiduría, templanza y fortaleza para estar siempre a la altura” del desafío que asumirá el próximo 11 de marzo, cuando releve a Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda.

Estas fueron tres de las cinco frases con carga religiosa que el abogado de 59 años pronunció durante la casi hora que habló ante los miles de sus seguidores que se congregaron en Santiago para celebrar su triunfo en las elecciones presidenciales.

Sin embargo, lo anterior no debería sorprender. ¿La razón? El político y varios de sus hermanos se formaron bajo los lineamientos de Schoenstatt, un movimiento católico conservador que tiene presencia en más de 100 países, incluyendo todos los de América Latina.

Retrato de José Kentenich tomado en su exilio en EE.UU.
Cortesía Schoenstatt
El sacerdote alemán José Kentenich fundó Schoenstatt en 1914 mientras era profesor en un seminario ubicado en el pueblo homónimo.

Los vínculos del mandatario electo con el movimiento comenzaron gracias “a su hermano mayor, Miguel”, aseguró a BBC Mundo el filósofo chileno Álvaro Ramis Olivo. Miguel Kast se unió a Schoenstatt tras conocer a algunos de sus miembros durante su etapa universitaria.

Sin embargo, otras fuentes sostienen que fueron los padres del político, Michael Kast y Olga Rist, quienes tuvieron el primer contacto con Schoenstatt. Ambos eran profundamente religiosos y devotos de la Virgen María, una práctica muy extendida en la Baviera alemana de donde provenían.

De un lugar bonito en un momento feo

Schoenstatt es “un movimiento apostólico de renovación, nacido en el seno de la Iglesia”, con un marcado “carácter mariano”, según se lee en su página web.

“La formación de un hombre y de una comunidad nueva que sirvan a la Iglesia y a la sociedad” constituye el objetivo de la organización, explicó a BBC Mundo el padre Felipe Ríos, coordinador del movimiento en América.

Schoenstatt fue fundado en octubre de 1914, pocos meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, por el sacerdote alemán José Kentenich (1885-1968).

Su nombre proviene de un pueblo ubicado en la zona de Vallendar, a orillas del río Rin, en el actual estado de Renania-Palatinado, al oeste de Alemania y cerca de las fronteras con Luxemburgo y Bélgica.

Kentenich, quien era miembro de la Sociedad del Apostolado Católico -mejor conocida como Padres palotinos-, era profesor en un seminario que la orden tenía en la localidad de Schoenstatt, palabra alemana que se puede traducir literalmente como “lugar hermoso”.

El religioso, junto a un grupo de estudiantes, restauró una pequeña capilla ubicada en los jardines del seminario y pidió a la Virgen María que la convirtiera en un lugar de peregrinación.

Uno de los signos distintivos de este grupo es que en donde tienen presencia levantan replicas idénticas a la capilla alemana.

“Mucho antes de que cadenas de comida rápida como McDonald’s descubrieran el efecto cultural de establecimientos totalmente idénticos, el Espíritu Santo en Schoenstatt comenzó a hacerlo”, se lee en el sitio web de la agrupación, en el cual se asegura que actualmente hay 200 “santuarios filiales” en todo el mundo.

Un grupo de personas del movimiento Schoenstatt en una celebración.
Cortesía Coordinación Continental de Schoenstatt, América
La formación de una “nueva comunidad” es el objetivo de este movimiento de marcado “carácter mariano”.

Pero, ¿qué es exactamente Schoenstatt? ¿Se trata de una congregación religiosa o de algo distinto?

“Es una organización dentro de la Iglesia católica que nació con la idea de que los laicos podían realizar tareas similares a las de las órdenes religiosas, pero con autonomía respecto de los jerarcas eclesiásticos”, explicó a BBC Mundo el filósofo chileno Ramis.

“El movimiento cuenta con una rama laica -personas que no han tomado los hábitos- y otra religiosa, que incluye una orden sacerdotal y una comunidad de mujeres laicas consagradas. Estas se asemejan mucho a las monjas, aunque no lo son, ya que no toman votos”, añadió el experto en teología, quien es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile.

Semejanzas y diferencias con el Opus Dei

La historiadora italiana Alexandra von Teuffenbach, además de confirmar que el grupo está conformado por “varias ramas”, señaló que algunas de ellas son “institutos seculares”; es decir, organizaciones cuyos miembros, sin ser religiosos, se comprometen a vivir en pobreza, castidad y obediencia, permaneciendo al mismo tiempo en su entorno social y profesional habitual.

“Comparar a Schoenstatt con el Opus Dei es acertado”, afirmó la investigadora a BBC Mundo, cuando se le mencionaron otras agrupaciones católicas que podrían considerarse equiparables.

Sin embargo, Ramis advirtió que existen diferencias significativas entre Schoenstatt y la organización fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer.

“Aunque existen semejanzas, Schoenstatt no ha intentado influir en la política. En cambio, durante el franquismo en España, el Opus Dei aprovechó la coyuntura para ubicar a sus miembros en puestos clave de la economía y la banca, los llamados ‘tecnócratas'”, puntualizó el académico chileno.

Hasta la elección de Kast, solo otro miembro de este movimiento católico había ocupado un alto cargo en Chile: su hermano mayor, Miguel, quien se desempeñó como ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Miembros de Schoenstatt en una de las capillas de Chile
Cortesía Coordinación Continental de Schoenstatt, América
En las zonas donde Schoenstatt está presente, sus miembros levantan réplicas de la capilla que su fundador restauró y en la cual nació el movimiento en Alemania en 1914.

“Este grupo prioriza la vida familiar más que la vida pública”, explicó Ramis.

“Y aunque comparte con el Opus Dei el rigorismo sexual y moral, no tiene un tono tan culpabilizador. No recurre a penitencias como las flagelaciones o el silicio como se denuncia del Opus Dei”, dijo.

“Tiene una fuerte implantación en clases adineradas, aunque también en sectores medios, profesionales y empresariales. No es progresista, sino bastante conservador, pero en algunos elementos se ve un mayor pluralismo ideológico que otras organizaciones de la Iglesia”, remató.

Los calificativos de “ultracatólico” o “ultraconservador” que desde algunos sectores de la sociedad y de la prensa se le da a Schoenstatt no le quitan el sueño a Ríos.

“Somos un movimiento dentro de la Iglesia católica y, por lo tanto, seguimos sus lineamientos. En mi opinión, no somos de los más conservadores dentro de la Iglesia”, remató.

La persecusión nazi y el exilio del Vaticano

Sudamérica fue la primera región fuera de Europa a la que Schoenstatt se extendió, de acuerdo con los registros de la organización.

En la primera mitad de la década de 1930, uno de los seguidores del padre Kentenich llegó a Argentina y, para 1935, se le sumaron cuatro Hermanas de María, integrantes de una de las organizaciones religiosas femeninas que forman Schoenstatt.

Casi simultáneamente arribaron miembros del movimiento a Brasil y, dos años después, ya estaban presentes en Uruguay.

Actualmente, el movimiento católico tiene presencia en todos los países de América Latina, salvo “algunas islas del Caribe, las dos Guyanas y Surinam”, aseveró Ríos.

“Funcionamos más bien desde los santuarios; solo entre Chile, Argentina y Brasil hay casi 80”, agregó el representante de Schoenstatt, quien indicó que también administran más de una docena de colegios en cuatro países (Chile, Argentina, Ecuador y México), así como un hospital en Buenos Aires (Sanatorio Mater Dei) y otras obras dedicadas a “los más pobres”.

La expansión por la región fue impulsada por el propio fundador, quien la visitó en varias ocasiones, según se lee en su biografía.

“Chile, por ejemplo, es uno de los lugares donde Schoenstatt tiene mayor fuerza internacional, debido a que su fundador vivió un tiempo aquí”, explicó Ramis.

Imagen del papa Pío XII rezando
Universal Images Group via Getty Images
El papa Pío XII removió de sus cargos al fundador de Schoenstatt y lo envió a EE.UU. durante 14 años por una serie de señalamientos, entre ellos de presunto abuso.

En 1941, agentes de la Gestapo detuvieron al religioso por sus enseñanzas y, meses después, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

Tras el conflicto bélico, los años de persecusión sufridos en manos de los nazis le otorgaron un nuevo prestigio a Kentenich pero, para finales de la década de 1940, sectores de la jerarquía católica alemana comenzaron a ver con preocupación la forma en que este hombre dirigía el movimiento y el control que ejercía sobre sus miembros.

“La autoridad suprema, a saber, el director general (Kentenich) y la superiora general, son los ‘padres’, es decir, ‘padre de la familia’ y ‘madre de la familia’. Las Hermanas son hijas o niñas. Pero, en la práctica, la ‘madre de la familia’ está totalmente sometida a la voluntad del ‘padre de la familia’, que para todas las Hermanas se equipara a Dios”, alertó en 1949 monseñor Bernhard Stein, obispo auxiliar de Tréveris, a sus colegas de la Conferencia Episcopal de Alemania.

Además, algunas de las hermanas señalaron al sacerdote de haber abusado de ellas.

En 1951 el papa Pío XII separó a Kentenich de su posición dentro de Schoenstatt y lo envió al exilio en Estados Unidos donde permaneció 14 años hasta que se le permitió regresar a Alemania, donde murió en 1965.

“Los seguidores de Kentenich nunca han negado este episodio, pero lo presentaron como un conflicto de poder, donde Kentenich fue víctima de celos y envidias de jerarcas de la Iglesia”, afirmó Ramis.

El fallecido papa Francisco junto a una image de la Mater Ter Admirabilis en 2014.
ALBERTO PIZZOLI/AFP via Getty Images
La imagen de la Mater Ter Admirabilis (Madre tres veces admirable) es el centro de la veneración de Schoenstatt y se puede encontrar en todos sus santuarios por el mundo.

Sin embargo, en 2020 la historiadora italiana Von Teuffenbach publicó el primero de sus dos libros sobre Schoenstatt y su fundador.

En su obra, la investigadora afirmó que Kentenich abusó sexualmente de una integrante de Schoenstatt en Chile en 1947, según la información contenida en los diarios de uno de los investigadores que el Vaticano envió en la década de 1950 para indagar sobre él y su movimiento, así como a partir de archivos del pontificado de Pío XII (1939-1958).

Desde Schoenstatt han negado los señalamientos, aunque han admitido que algunos aspectos del comportamiento de su fundador son controvertidos. Sin embargo, la experta considera que los hechos le dan la razón.

“En el caso de Kentenich, el proceso que llevó a los decretos y al exilio en EE.UU., como también a la prohibición de tener contactos con las monjas, se basa en motivaciones que no están escritas en los decretos. Pero vienen explicadas en los ‘actos’, y en ellos se detallan todas las pruebas que se encontraron. Y sobre esta base los jueces (del Santo Oficio) decidieron”, agregó.

Los señalamientos de Von Teuffenbach contribuyeron a paralizar el proceso de beatificación del sacerdote, iniciado en 1975.

“Cuando la Iglesia beatifica a alguien afirma: este hombre o mujer es un ejemplo para todos. Yo reconozco ciertamente que Kentenich escribió cosas interesantes y seguramente hizo cosas buenas, pero no querría en absoluto que fuera considerado como ejemplo de vida cristiana”, remató la historiadora.

raya gris
BBC

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