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Narrativas del Mundial 2026: entre la nostalgia, la exclusión y la geopolítica del absurdo
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Narrativas del Mundial 2026: entre la nostalgia, la exclusión y la geopolítica del absurdo

Hay cinco grandes relatos que están dominando la agenda pública sobre el Mundial de Fútbol 2026. Estas historias revelan que, para el público mexicano, el balón no rueda en un campo neutro, sino en un terreno minado por la desigualdad, la nostalgia y la política.
10 de diciembre, 2025
Por: Claudio Flores Thomas

Este diciembre en México el ambiente ya no solo huele a ponche, sino a fútbol. Somos un país y una cultura profundamente pambolera, donde el “fucho” es casi una religión. Sin embargo, al analizar la conversación en plataformas digitales, redes sociales y medios sobre el próximo Mundial de 2026, lo que encontramos no es únicamente la algarabía de la fiesta deportiva, sino una radiografía de nuestras tensiones sociales y políticas.

En un análisis narratológico de la última semana, identifiqué cinco grandes relatos que están dominando la agenda pública sobre el #Mundial2026. Estas historias revelan que, para el público mexicano, el balón no rueda en un campo neutro, sino en un terreno minado por la desigualdad, la nostalgia y la política.

A continuación, los cinco relatos que definen la conversación rumbo al 2026 en este diciembre premundialista:

Relato 1: La narrativa de la exclusión (un mundial ajeno en casa propia)

Este fue el relato dominante, acaparando cerca del 45 % de la conversación total sobre el evento en la primera semana de diciembre. Se trata de una narrativa de contraste doloroso: por un lado, el discurso gubernamental —emitido por figuras como Claudia Sheinbaum y Clara Brugada en el sorteo para definir los grupos— que promete un “mundial del pueblo”, y por otro, la realidad de un mercado donde los boletos para los partidos y las experiencias de hospitality cotizan en dólares, a precios que rebasan por mucho el salario anual de un mexicano promedio. ¿Quiénes van a poder ver el “mundial del pueblo” en los estadios mexicanos?

En las redes, esta contradicción generó la idea del Mundial como un evento de lujo diseñado para turistas extranjeros y locales privilegiados, no para la gran afición local. La síntesis de este hartazgo digital se resume en una frase que encontré repetida en memes y comentarios: “Nos pidieron el estadio, nos pidieron aguantar las broncas de tráfico, pero los boletos se los quedaron ellos”. En su artículo “Lo bueno, lo malo y lo feo del Mundial 2026” (5 de diciembre en El Universal), mi amigo Javier Tejado critica cómo esto contrasta con la inversión pública que se hace en seguridad y logística para el mundial, la cual pagan todos los contribuyentes, mientras el disfrute queda reservado para el 1 % más rico.

La percepción es clara: sale más barato el boleto del estadio en Estados Unidos para ver el Mundial, que intentar entrar a un partido en nuestro propio país, donde se requieren al menos 40 o 50 mil pesos para acceder.

Relato 2: La geopolítica del absurdo

El segundo relato surge de la inevitable contaminación de la política en el deporte. La entrega de un reconocimiento de paz a Donald Trump por parte de Gianni Infantino en el Kennedy Center de Washington desató una ola de críticas y perplejidad en México.

Esta narrativa lee el Mundial como una plataforma de promoción político-electoral para Trump en Estados Unidos. Para la audiencia digital mexicana, el balón parece haberse “manchado” nuevamente, vinculando al torneo con las lógicas de poder y las sombras de corrupción que han perseguido a la FIFA en el pasado. Es la historia de un absurdo donde la diplomacia deportiva premia a figuras polémicas, generando un rechazo casi unánime en la conversación nacional.

Relato 3: La nostalgia como refugio

Frente a un evento que se percibe “plástico y corporativo”, las personas —especialmente de la Generación X y Boomers en Facebook— han activado un mecanismo de defensa: la nostalgia.

Este relato compara inevitablemente el 2026 con el Mundial de México 86 -con 40 años de distancia entre ambos mundiales-. Se viralizan recuerdos de “Pique” (aquel chile bigotón con sombrero), 1 de los precios accesibles de entonces y del ambiente orgánico en las calles. La narrativa contrapone aquel mundial que sentimos “nuestro” contra este que todavía sentimos ajeno.

Encontré una frase que encapsula magistralmente este sentimiento melancólico: “En el 86 no teníamos tecnología, pero teníamos alma. Hoy tenemos Estadio 5G y una selección sin corazón”. Es la esperanza irracional del ahora “quinto partido” (ya tendremos el cuarto partido seguro por el crecimiento de equipos y grupos de este mundial) enfrentada a la frialdad del negocio moderno y las exigencias del retorno de inversión de marcas y patrocinadores.

Relato 4: La ansiedad de la infraestructura

Muy específica de la conversación digital en Ciudad de México y Monterrey, esta narrativa gira en torno a la duda logística. Con el Estadio Azteca aún percibido como un “coloso en obra negra” y los retrasos en remodelaciones, existe un temor latente sobre si estaremos a la altura de nuestros socios mundialistas del norte.

Aquí, el humor mexicano se mezcla con el fatalismo: “Vamos a inaugurar el mundial con olor a pintura fresca, a cemento sin secar, y el estilo mexicano de dejar todo al último minuto”. Es un relato que cuestiona nuestra capacidad operativa frente a la maquinaria logística de Estados Unidos y Canadá.

Relato 5: La identidad diluida (el socio minoritario)

Finalmente, surge una narrativa sobre la dignidad nacional. Al ver el calendario y la desproporción del número de juegos entre Estados Unidos y México, se consolida la idea de que no somos coanfitriones, sino “teloneros invitados”.

Los posteos giran en torno a la sensación de haber recibido “las sobras del pastel” en la negociación con Estados Unidos y Canadá, mientras el negocio y la gloria se quedan allá. La sentencia popular es dura: “Pusimos la historia y la pasión, ellos pusieron los dólares y se llevaron el mundial. Somos el patio trasero de la FIFA”.

Conclusiones narrativas

Lo que observamos en estas conversaciones es que el Mundial 2026 funciona como un generador de historias que van más allá del deporte. Inevitablemente, se conectan con el análisis de la situación nacional y se insertan en la polarización política actual (pro o anti 4T), sirviendo como evidencia para juzgar si el gobierno mexicano será capaz de garantizar una fiesta mundialista bonita y en paz.

Al final, estas cinco narrativas demuestran que, aunque nos preparen una fiesta global, la conversación digital en México está más ocupada procesando su propia exclusión y nostalgia que celebrando que seremos anfitriones de nuestra fiesta deportiva favorita.

Artículo adaptado de mi colaboración #GuerradeNarrativas sobre el Mundial2026, lunes 8 de diciembre 2025 en “RADAR” de Mario Campos, en Ibero 90.9 FM.

 

1 Aquí algunos anuncios con Pique.

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Imagen BBC
Los secretos de un peligroso río de la Amazonía que una comunidad indígena empieza a revelar
11 minutos de lectura

Cuenta la leyenda que el río Santiago se tragaba las canoas de cualquiera que intentara explorarlo. Ahora, una comunidad indígena está descubriendo especies sorprendentes en sus aguas.

09 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
0

Nos subimos a una canoa de madera que se mecía sobre las aguas turbias del río Santiago, listos para visitar uno de los ecosistemas menos conocidos de la región amazónica.

Hasta hace poco, los científicos desconocían incluso qué clase de peces habitan esta parte del río, porque nunca había sido estudiada.

Ahora, tras dos días de viaje en buses y camiones desde Quito, Ecuador, la fotógrafa Karen Toro y yo nos acercábamos a nuestro destino: Kaputna, una comunidad indígena que ha descubierto nuevas especies de peces.

Rodeada de una selva virgen donde los jaguares, pecaríes y pumas todavía reinan con tranquilidad, Kaputna es una localidad en la ribera del río Santiago con 145 habitantes que son miembros de los shuar, una de las 11 naciones indígenas que viven en la Amazonía ecuatoriana.

A pesar de que Ecuador es considerado un punto central para la biodiversidad de peces de agua dulce, un grupo de científicos advirtió en 2021 que la falta de información sobre sus especies era “pasmosa” y que se necesitaba de manera urgente realizar más investigaciones.

Un grupo de residentes de Kaputna ha ayudado a llenar ese vacío, al descubrir una gran cantidad de peces que viven escondidos en el río, camuflados por las sombras marrones y plateadas, con bocas especialmente adaptadas para alimentarse de las rocas bajo el agua.

Gracias a los esfuerzos de monitoreo llevados a cabo entre 2021 y 2022, que combinaron conocimiento científico y tradicional, la comunidad indígena logró identificar cerca de 144 especies de peces en el río Santiago.

Cinco de ellas ya habían sido identificadas en otros países, pero nunca en Ecuador. Una de las especies todavía está siendo estudiada y podría ser totalmente nueva, de acuerdo a los biólogos que participaron en la investigación.

Algunos pescadores de Kaputna, como Germán Narankas, fueron como coautores del artículo científico que fue publicado con los hallazgos.

“Su conocimiento del territorio es esencial para descubrir las nuevas especies”, le dice a la BBC Jonathan Valdiviezo, un biólogo que participó en el análisis de muestras.

Una canoa en medio del río Santiago.
Karen Toro
El río Santiago, en la región amazónica ecuatoriana, había sido poco estudiado debido a su ubicación remota y peligrosidad.

Para Fernando Anaguano, el autor principal del estudio y biólogo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) que acompañó a Kaputna durante todo el proceso, el estudio marca un cambio trascendental en la forma en que los científicos trabajan con y reconocen a los colaboradores locales.

“No es usual que el trabajo de la gente local sea reconocido en las publicaciones científicas”, anota.

Un río que se traga las canoas

Las leyendas locales dicen que, antes de que aparecieran los botes a motor, la gente que se embarcaba por la parte baja del río desaparecía.

Un hoyo se “tragaba” las canoas y quienes venían de fuera nunca lograban llegar a la comunidad. Esta es la razón por la que esta zona se llama Kaputna, que significa “área donde el río fluye rápidamente”, de acuerdo con quienes viven allí.

Para llegar, tuvimos que conducir durante 10 horas desde Quito hasta Tiwintza, una localidad amazónica en la frontera con Perú.

A la mañana siguiente, Germán Narankas, un pescador de Kaputna, nos esperaba en la terminal de buses con su red de pescador que llevaba en la espalda.

“Hoy el calor va a ser infernal. No ha llovido en tres días”, nos advirtió, mientras se arremangaba para evitar quemarse con el sol. A las 09:00, la temperatura ya era de 35°C (95°F).

Emprendimos en camión un trayecto de 40 minutos hasta el puerto de Peñas, en el río Santiago, donde nos esperaba amarrada la canoa de Narankas, moviéndose por la fuerte corriente del río.

Las canoas equipadas con motores a gasolina, conocidas como peque-peques, son el único medio de transporte para llegar a Kaputna.

Narankas conoce el río Santiago como la palma de su mano. Incluso antes de hacer parte del proyecto de monitoreo científico, estaba familiarizado con los distintos tipos de peces que habitan el río.

En 2021, cuando comenzó el proyecto, aprendió a identificar las diferencias entre las especies y comenzó a llamarlas por sus nombres científicos.

Germán Narankas, miembro de la comunidad shuar, muestra una de las especies que él y su comunidad descubrieron
KarenToro
Germán Narankas, miembro de la comunidad shuar, muestra una de las especies que él y su comunidad descubrieron

El hombre recuerda que en 2017 vio una señal. Para los shuar, el río es más que un cuerpo de agua o una vía de acceso. En sus riberas se acostumbra a realizar el ritual de la ayahuasca, en el que se consume la planta también conocida como yagé. Los shuar creen que las visiones que esta produce revelan el futuro y guían las acciones de quienes la toman.

“Tuve sueños de que iba a cambiar el sistema. En las visiones, había un hombre que viajaba a otros países, y era yo, viajando con este proyecto. No lo sabía entonces”, dice.

Cuatro años más tarde, en 2021, los investigadores de la oficina de la WCS en Ecuador le pidieron ser parte del estudio enfocado en el descubrimiento de la biodiversidad del río Santiago.

Narankas y otros miembros de la comunidad recolectaron peces, les tomaron fotos y las subieron una aplicación llamada Ictio junto a otros datos importantes como la ubicación donde los habían capturado, el equipo de pesca que habían utilizado y las características de los animales.

“Había por lo menos tres de esos peces que nunca había visto en mi vida”, dice.

Durante el recorrido por el río, el sonido de los grillos ahogaba bajo el ruido del motor. A medida que nos interábamos en la selva, el agua se iba volviendo más cristalina.

“Hemos llegado al río Yaupi”, anunció Narankas. El Yaupi es uno de los afluentes del río Santiago, donde también se tomaron algunas muestras.

Este es el lugar de pesca favorito para los locales, porque las aguas son cristalinas y están libres de los residuos de la minería que han contaminado muchos otros ríos en la región del Amazonas.

En medio del follaje selvático, se divisan las banderas de Ecuador y Perú.

Narankas, su hermana Mireya y su hijo Josué se lanzaron al agua para pescar.

El pescador lanzó su red con todas sus fuerzas al río y luego la fue recogiendo lentamente para ver qué había logrado sacar: un pez al que él llama “carachama”, de unos 10 cm de largo.

Pertenece a la familia de los Loricariidae y esta especie en particular se llama Chaetostoma trimaculineum: un pez marrón, con algunas manchas oscuras y una boca redonda.

“Cerca de aquí encontramos una especie de pez que [los investigadores] dijeron que nunca había sido estudiado. Era muy parecido a esta carachama”, explicó Narankas.

El pez en cuestión era el Peckoltia relictum, una especie nueva en Ecuador. Mide aproximadamente 15 centímetros y usualmente se adhiere a las rocas.

Su boca es como una copa de succión y, en vez de escamas, tiene una especie de placas, una característica que distingue a las carachamas (Loricariidae).

Durante la investigación, Narankas y sus colaboradores también se llevaron algunos especímenes a una habitación en Kaputna, que funcionaba como un pequeño laboratorio donde medían y pesaban a los animales, les removían partes de sus tejidos con un bisturí y los preservaban en formaldehído.

“Fue muy emocionante aprender y recolectar información. Me siento un poco como una científica”, le cuenta a la BBC Liseth Chuim, una pescadora que hizo parte del monitoreo.

Dos mujeres indigenas en Ecuador señalan fotos de peces. Una de ellas tiene un bebé en brazos.
Karen Toro
Miembros de la comunidad con fotos de los peces que descubrieron.

“Tomábamos un pedazo de su carne y le cocíamos un sello con su nombre y un número”, explica Johnson Kajekau, otro residente de Kaputna que apoyó al equipo de monitoreo.

Uno de los peces que más recuerdan los tres es una especie de bagre que medía más de un metro. También, uno que tenía la “panza amarilla” y otro de color plateado.

El biólogo de la WCS Fernando Anaguano y sus colegas se encargaron de recolectar las muestras y llevarlas a laboratorios en Quito.

Revelar el misterio

Para los biólogos, la colaboración con los locales les permitió desbloquear un ecosistema que era un misterio para las personas de fuera de la comunidad.

“La cuenca del río Santiago es una de las menos exploradas. Hay muy pocos estudios que detallen la diversidad de peces que hay en ese lugar”, explica Anaguano, quien ha estado investigando peces de agua dulce por más de una década.

Lo atribuye a lo remoto de la región, las dificultades que había en el pasado para llegar hasta allí y también a que los peces de agua dulce con frecuencia han sido dejados de lado por los investigadores. Por lo general los investigadores se enfocan en grupos más “carismáticos” de animales, como los mamíferos o los pájaros y, cuando se estudian peces, por lo general se trata de especies marinas.

Sin embargo, señala Anaguano, los peces de agua dulce juegan un rol fundamental en los ecosistemas acuáticos y son fuente de alimento y recurso económico para las comunidades indígenas.

Hasta ahora, en investigaciones previas, se habían registrado cerca de 143 especies en un área extensa que incluye al río Santiago y sus afluentes por debajo de los 600 metros de altitud. Se le conoce como “zona ictiográfica de Morona Santiago” y tiene un área de 6.691 kilómetros cuadrados.

En comparación, el estudio con la comunidad Kaputna identificó un total de 144 especies en un área de apenas 21 kilómetros cuadrados dentro de esta zona. De esas especies, 77 no habían sido reportadas en las investigaciones anteriores del área de Morona Santiago.

La diversidad hallada en el estudio representa el 17% de todas las especies de peces de agua dulce en Ecuador (836) y el 20% de las registradas en la Amazonía ecuatoriana (725). Esto es un porcentaje muy significativo, considerando que el área de estudio donde estas especies fueron halladas es muy pequeña, según destaca Anaguano.

Fotos de peces sobre una mesa de madera y los brazos de una persona apoyados en esta.
Karen Toro
Miembros de la nación shuar documentaron 144 especies de peces, incluyendo estas cuatro. Las dos de abajo no se habían encontrado antes en Ecuador.

De hecho, la diversidad piscícola en la región amazónica es enorme.

Sus cuencas, localizadas en Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, Brasil, Venezuela, Guyana y Surinam, tienen la mayor variedad de peces de agua dulce del mundo. Se han registrado hasta ahora 2.500 especies y se estima que hay miles más por descubrir.

Esos ríos también son el hogar de la migración más larga en el planeta: la del bagre dorado, que viaja por cerca de 11.000 kilómetros entre las estribaciones de los Andes hasta los estuarios del Amazonas, en el océano Atlántico.

En riesgo

Sin embargo, los peces de agua dulce como los de la Amazonía están gravemente amenazados. Según el informe del Índice Planeta Vivo (IPV) sobre peces migratorios de agua dulce, sus poblaciones han disminuido un 81% en los últimos 50 años. Y solo en Latinoamérica, incluso más: un 91%.

Anaguano explica que, más allá de la contribución de los peces para mantener el equilibrio de la vida en el planeta, estos animales forman parte de la cultura y la cosmovisión de los pueblos indígenas.

La seguridad alimentaria es otro problema. “Los peces son fuente de proteína de las comunidades locales”.

Por eso, a través de este tipo de investigación que incluye la perspectiva de los pescadores, buscamos no solo conservar los peces sino también garantizar la sostenibilidad de la pesca a largo plazo”, añade Jonathan Valdiviezo, biólogo del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio), donde se procesaron y almacenaron las muestras del estudio.

Para Valdiviezo, que tiene más de 17 años de experiencia trabajando con peces, uno de los puntos cruciales del proceso fue la capacitación que recibieron los pescadores de Kaputna para etiquetar correctamente las muestras.

“Eso nos ayudó a evitar problemas al registrar la especie y confusiones”, afirma.

Aun así, el descubrimiento estuvo lleno de giros y sorpresas. Durante el análisis de tejidos, que incluyó análisis de ADN, los investigadores descubrieron que uno de los peces que creían que era nuevo para la ciencia ya había sido descrito en 2011.

“Cuando nos dimos cuenta de que esta especie era muy rara, extrajimos ADN de un pequeño fragmento de músculo”, explica Valdiviezo. Luego, compararon los resultados con el tejido de otras especies relacionadas registradas en su base de datos.

“Es similar al proceso que se utiliza para determinar la paternidad”, explica el biólogo. Ante la duda, enviaron una muestra a Canadá, donde confirmaron que se trataba de un ejemplar de Peckoltia relictum, un pez ya conocido.

Sin embargo, se trataba de una especie nueva para Ecuador, al igual que otras cuatro descubiertas como parte de esta investigación.

Canoas
Karen Toro
Canoas “peque-peque” en el río Santiago.

Ambos investigadores creen que aún queda una gran cantidad de especies por descubrir en las turbias aguas del Santiago. Por ahora, dice Valdiviezo, siguen analizando uno de los bagres encontrados, ya que creen que se trata de una especie nueva para la ciencia.

Su principal característica es que tiene rayas negras por todo el cuerpo. Anaguano comenta que esperan publicar un segundo artículo, coescrito por los pescadores de Kaputna, este año.

Sentadas en Kaputna al atardecer, bajo un cielo estrellado, le preguntamos a Narankas qué significaba para él ver su nombre en el artículo publicado. Se le llenan los ojos de lágrimas.

“Me siento orgulloso”, explicó sonriendo.

Pero el impacto ha sido aún más profundo. Después de esta experiencia, en agosto de 2025, el joven de 34 años regresó a la escuela secundaria. En un año y medio espera graduarse y luego estudiar biología para seguir desvelando los secretos del río Santiago, cuya historia de descubrimientos científicos apenas comienza.

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Getty Images

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